9.04.12

En junio de 2011 los líderes de la «Pfarrer-Iniciative» publicaron, con la firma de unos 300 sacerdotes, un «Llamado a la desobediencia», pensando que sólo por la desobediencia a las autoridades de la Iglesia será posible ir adelante en la renovación. Ésta era su tesis principal, que concretaban luego en varias cuestiones concretas.

En abril de 2012, en la homilía de la Misa Crismal, ha tenido el Papa una referencia a ellos, afirmando que la desobediencia no es el camino para la renovación. «Recientemente, un grupo de sacerdotes ha publicado en un país europeo una llamada a la desobediencia… Pero la desobediencia, ¿es un camino para renovar la Iglesia? Queremos creer a los autores de esta llamada cuando afirman que les mueve la solicitud por la Iglesia; su convencimiento de que se deba afrontar la lentitud de las instituciones con medios drásticos para abrir caminos nuevos, para volver a poner a la Iglesia a la altura de los tiempos. Pero la desobediencia, ¿es verdaderamente un camino? ¿Se puede ver en esto algo de la configuración con Cristo, que es el presupuesto de una auténtica renovación, o no es más bien sólo un afán desesperado de hacer algo, de trasformar la Iglesia según nuestros deseos y nuestras ideas?»

Los cavernícolas, como es sabido, somos mentalmente de muy pocas luces. Yo soy uno de los más inteligentes entre ellos, y ya me ven… Una pena. De todos modos en esa prédica del Papa yo creo que ha dicho lo siguiente: que la renovación de la Iglesia no va a conseguirse por el camino de la desobediencia, y que los que lo intenta por ahí pretenden transformarla Iglesia según sus deseos y sus ideas. Corríjanme si he entendido mal.

Bueno, pues el José Manuel Vidal, director de Religión Digital, al informar de esta predicación del Papa dice que la renovación de la Iglesia tiene que venir justamente «desde abajo, desde el pueblo de Dios. Porque vox populi, vox Dei. Los curas austríacos muestran el camino. Un camino que puede ser contagioso y, por eso, hasta el propio Papa ha arremetido contra ellos. ¿Acabará el anatema papal con su movimiento o provocará su difusión por todo el mundo?»

A ver si lo he entendido. Dice el señor Vidal que no, que el Papa se equivoca. Que precisamente es por el camino de la desobediencia a las autoridades de la Iglesia por donde se ha de llegar a la reforma. Y que si el Papa ha arremetido contra los que intentan la renovación por la desobediencia, es precisamente porque él es una «autoridad de la Iglesia», la mayor, y no quiere que le quiten el sillón –bueno, esto último es añadido mío–. Quiere frenar ese movimiento, no sea que se difunda por toda la Iglesia. Ya me corregirán si he entendido mal.

¿Y ahora qué hacemos? ¿Seguimos a Benedicto XVI o a José Manuel Vidal?

Ustedes me dirán que no hay comparación. Que están de acuerdo con el Papa cerca de 4.000 Obispos, montón de teólogos y unos 1.000 millones de católicos –o los que sean: vaya usted a saber–. Bien, de acuerdo. Pero yo no veo la cosa tan clara. Con José Manuel Vidal (ex), en Religión Digital, hay un buen equipo de colaboradores, gente de la talla de Masiá, González Faus, Castillo, Pagola, Arregui (ex), Picaza (ex), Cortés (ex) –el de las viñetas–, Hilario Raguer, contemplativo benedictino, a veces Torres Queiruga y Tamayo (ex), como invitados estelares, monjas de la categoría de la Caram y la Forcades, laicos de la altura de Bastante y Jairo, y sorprendentemente, junto a esta flor de la ortodoxia católica, un considerable retablo de Cardenales y de Obispos, que están al menos como figurantes, metidos cada uno en su nicho, quiero decir en su blog; pero bueno, que ahí están. Es gente.

Yo tengo en mucha estima a InfoCatólica y, consiguientemente, aprecio grandemente los comentarios de sus adictos lectores. Por eso me ha parecido conveniente plantearles la cuestión, porque yo solo ya veo que no acabo de orientarme. Tremendo dilema. ¿A quién debo, a quién debemos seguir, a Benedicto XVI o a Juan Manuel Vidal?

Primitivo Rupestre