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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 15 de abril de 2012

Santa Sede

Benedicto XVI: Acojamos el don de la paz que Jesús resucitado nos ofrece
Palabras del papa al introducir el rezo del 'Regina Coeli'

El Vaticano rechaza que se le atribuya guardar secretos sobre el caso Orlandi
Nota del portavoz de la Santa Sede

Mundo

Fallece el obispo auxiliar emérito de Miami Agustín Román
El primer cubano nombrado obispo en Estados Unidos

Entrevistas

Sorprendente, difícil y posible: tres palabras para describir a la Iglesia en China
Entrevista con el neocardenal John Tong Hong obispo de Hong Kong

Foro

Resucitar en esperanza
Llamado al pueblo mexicano a no dejarse amedrentar por las fuerzas del mal

Documentación

Benedicto XVI: el culto cristiano es un encuentro con el Señor resucitado
Palabras del papa al introducir el rezo del 'Regina Coeli'


Santa Sede


Benedicto XVI: Acojamos el don de la paz que Jesús resucitado nos ofrece
Palabras del papa al introducir el rezo del 'Regina Coeli'
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 15 abril 2012 (ZENIT.org).- A las 12 de este domingo, el santo padre Benedicto XVI se asomó a la ventana de su estudio en la Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Regina Cæli con los fieles y los peregrinos congregados en la plaza de San Pedro.

En las palabras previas al rezo de la oración mariana, Benedicto XVI recordó que el domingo,«Día del Señor»,"es el día de la asamblea, de la comunidad cristiana que se reúne para su propio culto, que es la Eucaristía, culto nuevo y distinto desde el principio, de aquel judío del sábado".

"De hecho --añadió--, la celebración del Día del Señor es una evidencia muy fuerte de la Resurrección de Cristo, porque sólo un evento extraordinario e inquietante podría inducir a los primeros cristianos a iniciar un culto diferente al sábado judío".

Afirmó que "el culto cristiano no es sólo una conmemoración de los acontecimientos pasados, ni una experiencia mística en particular, interior, sino fundamentalmente un encuentro con el Señor resucitado, que vive en la dimensión de Dios, más allá del tiempo y del espacio, y sin embargo, está realmente presente en medio de la comunidad, nos habla en las sagradas escrituras, y parte para nosotros el pan de vida eterna".

Subrayó el papa que Jesús, en su dos apariciones a los apóstoles en el cenáculo repitió varias veces el saludo:«La paz con ustedes».

"La'paz'que Jesús ofrece a sus amigos es el fruto del amor de Dios que lo llevó a morir en la cruz, para derramar toda su sangre, como cordero manso y humilde,'lleno de gracia y verdad'", añadió.

Explicó que por eso el beato Juan Pablo II quiso denominar este domingo después de Pascua, como de la Divina Misericordia, con una imagen bien precisa: aquella del costado traspasado de Cristo, del que salió sangre y agua.

Y concluyó invitando a acoger "el don de la paz que Jesús resucitado nos ofrece, ¡dejémonos llenar el corazón de su misericordia!".

Se puede puede leer el texto completo en: http://www.zenit.org/article-41957?l=spanish.

Al concluir sus palabras, el papa se dirigió a los distintos grupos lingüísticos.

A los peregrinos de habla castellana les dijo: "Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española presentes en esta oración mariana. En el evangelio de este domingo se nos narra cómo el Señor Resucitado se presenta a los discípulos, diciéndoles:'La paz con ustedes'. La paz es el don maravilloso de la Pascua. Gracias a ella la comunidad se fortalece con un vínculo nuevo que la une entre sí y con Cristo, preparándola para la misión. Así, colmados de su Espíritu podemos testimoniar al mundo la victoria de nuestro Dios y Señor. Feliz domingo".

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El Vaticano rechaza que se le atribuya guardar secretos sobre el caso Orlandi
Nota del portavoz de la Santa Sede
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 15 abril 2012 (ZENIT.org).- El director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, padre F. Lombardi, hizo pública una nota este sábado 14 de abril, a propósito de recientes afirmaciones en la prensa italiana sobre el Vaticano y el secuestro de Emanuela Orlandi. Ofrecemos el texto completo de la nota vaticana.

*****

El asunto del trágico secuestro de la joven Emanuela Orlandi ha sido nuevamente objeto de la atención pública en el curso de los últimos meses por algunas iniciativas e intervenciones que han tenido eco en la prensa, y en las que se ha avanzado la duda si por parte de instituciones o personalidades vaticanas se haya hecho verdaderamente todo lo posible para contribuir a la búsqueda de la verdad sobre lo sucedido.

Dado que ha pasado ya un tiempo considerable desde los hechos en cuestión (el secuestro se produjo el 22 de junio de 1983, hace casi treinta años) y buena parte de las personas entonces en puestos de responsabilidad han desaparecido, no es naturalmente posible pensar en un reexamen detallado de los acontecimientos.

No obstante, es posible --gracias a algunos testimonios especialmente fiables y a una relectura de la documentación disposible- verificar en sustancia con qué criterios y actitudes afrontaron los responsables vaticanos aquella situación.

Las preguntas principales a las que responder son las siguientes:

¿Las autoridades vaticanas de entonces se empeñaron verdaderamente en afrontar la situación y colaboraron con las autoridades italianas en tal sentido?

¿Hay todavía elementos nuevos, no revelados pero conocidos por alguien en el Vaticano, que podrían ser útiles para conocer la verdad?

Es justo recordar sobre todo que el papa Juan Pablo II en persona se mostró especialmente implicado por el trágico secuestro, tanto que intervino varias veces (¡hasta ocho en menos de un año!) públicamente con llamamientos para la liberación de Emanuela, fue personalmente a visitar a la familia, se interesó en que se garantizara un puesto de trabajo a su hermano Pietro. A este empeño personal del papa es natural que correspondiera el empeño de sus colaboradores.

El cardenal Agostino Casaroli, secretario de Estado y por tanto primer colaborador del papa, siguió personalmente el asunto, tanto que, como es conocido, se puso a disposición para los contactos con los secuestradores con una línea telefónica particular.

Como atestiguó en el pasado y atestigua ahora el cardenal Giovanni Battista Re --entonces asesor de la Secretaría de estado y hoy principal y más autorizado testigo de aquél tiempo--, no sólo la Secretaría de Estado misma, sino también el Gobernatorado se empeñaron en hacer todo lo posible para contribuir a afrontar la dolorosa situación con la necesaria colaboración con las autoridades italianas investigadoras, a las que correspondía evidentemente la competencia y la responsabilidad de las indagaciones, habiendo sucedido el secuestro en Italia.

La plena disponibilidad a la colaboración por parte de las personalidades vaticanas que en aquél tiempo ocupaban puestos de responsabilidad, se evidencia en hechos y circunstancias. Sólo para dar un ejemplo, los investigadores (y sobre todo el SISDE) tuvieron acceso a la centralita vaticana para la posible escucha de llamadas de los secuestradores, y también luego en algunas ocasiones autoridades vaticanas recurrieron a la colaboración con autoridades italianas para desenmascarar innobles formas de estafa por parte de presuntos informadores.

Responde por tanto a pura verdad cuanto fue afirmado con Nota Verbal por la Secretaría de Estado N. 187.168, del 4 de marzo de 1987, en respuesta vaticana a la primera requisitoria formal de información presentada por la magistratura italiana inquirente en fecha 13 de noviembre de 1986, cuando dice que "las noticias relativas al caso... fueron transmitidas a su tiempo al fiscal doctor Sica". Dado que todas las cartas y las señalaciones llegadas al Vaticano fueron enseguida giradas al doctor Domenico Sica y a la Inspección de P.S. en el Vaticano, se presume que fueran custodiadas en las competentes oficinas judiciales italianas.

También en la segunda fase de la investigación --años después- las tres rogatorias dirigidas a las autoridades vaticanas por los investigadores italianos (una en 1994 y dos en 1995) encontraron respuesta (Notas Verbales de la Secretaría de Estado N. 346.491, de 3 de mayo de 1994; N. 369.354, de 27 de abril de 1995; N. 372.117, de 21 de junio de 1995). Como solicitado por los inquirentes, el señor Ercole Orlandi (padre de Emanuela), el comandante Camillo Cibin (entonces comandante de la Vigilancia vaticana), el cardenal Agostino Casaroli (exsecretario de Estado), S.E. monseñor Eduardo Martinez Somalo (exsustituto de la Secretaría de Estado), monseñor Giovanni Battista Re (entonces asesor de la Secretaría de Estado), S.E. monseñor Dino Monduzzi (entonces prefecto de la Casa Pontificia), monseñor Claudio Maria Celli (exsubsecretario de la Sección para las Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado), rindieron a los jueces del Tribunal Vaticano sus deposiciones sobre las cuestiones presentadas por los inquirentes y la documentación fue enviada, trámite la Embajada de Italia ante la Santa Sede, a las autoridades solicitantes. Los fascículos relativos existen todavía y siguen estando a disposición de los inquirentes. Hay que subrayar también que en la época del secuestro de Emanuela, las autoridades vaticanas, en espíritu de verdadera colaboración, concedieron a los inquirentes italianos y al SISDE la autorización para tener bajo control el teléfono vaticano de la familia Orlandi y a acceder libremente al Vaticano para ir a la vivienda de los mismos Orlandi, sin ninguna mediación de funcionarios vaticanos. No es por tanto fundado acusar al Vaticano de haber recusado la colaboración con las autoridades italianas responsables de las investigaciones.

Esto da ocasión para subrayar que es praxis constante de la Santa Sede responder a las rogatorias internacionales, y es injusto afirmar lo contrario (como se ha hecho todavía recientemente a propósito de una rogatoria sobre el IOR, que en realidad no ha sido nunca transmitida a la Secretaría de Estado, como fue confirmado oficialmente por las competentes autoridades diplomáticas italianas).

El hecho de que en las deposiciones en cuestión no estuviera presente un magistrado italiano, sino que se hubiera pedido a la parte italiana formular con precisión las cuestiones a presentar, forma parte de la praxis ordinaria internacional en la cooperación judicial y no debe por tanto sorprender, ni tanto menos hacer sospechar (véase también el artículo 4 de la Convención Europea de asistencia judicial en material penal, de 20 de abril de 1959).

La sustancia de la cuestión es que lamentablemente no se tuvo en el Vaticano ningún elemento concreto útil para la solución del caso que proporcionar a los inquirentes. En aquél tiempo las autoridades vaticanas, según los mensajes recibidos que hacían referencia a Alí Agca --que, como periodo, coincidieron prácticamente con la instrucción sobre el atentado al papa- compartieron la opinión prevalente de que el secuestro fuera utilizado por una oscura organización criminal para enviar mensajes o realizar presiones en relación al encarcelamiento y a los interrogatorios del agresor del papa.

No hubo ningún motivo para pensar en otros posibles móviles del secuestro. La atribución de conocimiento de secretos relativos al secuestro mismo por parte de personas pertenecientes a las instituciones vaticanas, sin indicar algún nombre, no corresponde por tanto a ninguna información fiable o fundada; a veces parece casi un alibi frente al malestar y la frustración por no lograr encontrar la verdad.

En conclusión, a la luz de los testimonios y de los elementos recogidos, deseo afirmar con decisión los puntos siguientes:

Todas las autoridades vaticanas han colaborado con empeño y transparencia con las autoridades italianas para afrontar la situación del secuestro en la primera fase y, luego, también en las indagaciones sucesivas.

No resulta que se haya escondido nada, ni que haya en el Vaticano "secretos" a revelar sobre el tema.

Seguir afirmándolo es completamente injustificado, también porque, se reafirma una vez más, todo el material llegado al Vaticano fue entregado, a su tiempo, al fiscal inquirente y a las autoridades de policía; además, el SISDE, la Policía de Roma y los Carabineros tuvieron acceso directo a la familia Orlandi y a la documentación útil a las investigaciones.

Si las autoridades inquirentes italianas --en el marco de la investigación todavía en curso- creen útil o necesario presentar nuevas rogatorias a las autoridades vaticanas, pueden hacerlo, en cualquier momento, según la praxis habitual y encontrarán, como siempre, la colaboración apropiada.

En fin, dado que la situación de la tumba de Enrico De Pedis en la basílica de Apollinaire ha seguido y sigue siendo motivo de interrogantes y discusiones --incluso prescindiendo de su eventual relación con el asunto del secuestro Orlandi- se reafirma que por parte eclesiástica no se interpone ningún obstáculo a que la tumba sea inspeccionada y que el cadáver sea enterrado en otro lugar, para que se restablezca la justa serenidad, correspondiente a la naturaleza de un ambiente sagrado.

Para terminar, querríamos tomar inspiración de la intensa participación personal de Juan Pablo II en el trágico asunto de la joven y en el sufrimiento de su familia, que ha quedado hasta ahora en la oscuridad sobre la suerte de Emanuela. Todavía más porque este sufrimiento lamentablemente se reaviva al surgir de cada nueva pista de explicación, hasta ahora sin éxito. Si las personas que desaparecen cada año en Italia y de las que no se sabe nada más a pesar de las investigaciones y las búsquedas son lamentablemente numerosas, el asunto de esta joven ciudadana vaticana inocente desaparecida sigue regresando bajo los focos. Que no sea esto un motivo para descargar sobre el Vaticano culpas que no tiene, sino que sea más bien la ocasión para darse cuenta de la realidad terrible y a menudo olvidada de la desaparición de personas --en especial de aquellas más jóvenes- y oponerse, por parte de todos y con todas las fuerzas, a toda actividad criminal que sea su causa.

©Librería Editorial Vaticana

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Mundo


Fallece el obispo auxiliar emérito de Miami Agustín Román
El primer cubano nombrado obispo en Estados Unidos
Por Araceli Cantero Guibert

MIAMI, domingo 15 abril 2012 (ZENIT.org).-Al dar a conocer la muerte de su obispo auxiliar, ya jubilado, monseñor Agustín Román, el arzobispo de Miami, monseñor Thomas Wenski reconoció que la Archidiócesis” ha perdido a un gran evangelizador, que predicó incansablemente el Evangelio a todos”. Dijo también que la “nación cubana ha perdido a un gran patriota. El obispo Román, era el Félix Varela de nuestro tiempo".

Monseñor Román dedicó su vida a la evangelización y a extender el amor a la Patrona de Cuba. “Pensar en la Virgen es pensar en mi madre”, señaló meses antes de morir, en una entrevista. “Pensar en la Virgen es pensar en mi patria, pensar en la Virgen es pensar en mi historia.”

El sueño que expresó entonces fue ver la Ermita de la Caridad, que él ayudo a construir en Miami, convertida en un Santuario Internacional.

No por orgullo, decía, “sino por el regalo que nos ha hecho Dios al darnos a la Virgen de la Caridad, ya que amar a Dios y amar al prójimo es lo que resume la ley del Señor”.
Nombrado obispo auxiliar de la Archidiócesis de Miami en 1979, monseñor Román fue el primer cubano obispo en Estados Unidos en los últimos 200 años.Su expulsión de Cuba fue el 17 de septiembre de 1961, poco después de la frustrada invasión de Bahía Cochinos, en Cuba, después de la cual la revolución cubana inició una fuerte ofensiva contra la Iglesia. Su expulsión fue junto a 131 sacerdotes y al entonces obispo auxiliar de La Habana—y después obispo auxiliar de Los Teques, Venezuela, monseñor Eduardo Boza Masvidal, ya fallecido. El grupo fue conducido, sin ninguna pertenencia, al buque español Covadonga que atracó días después en Galicia.

Monseñor Román había estudiado en su provincia natal de Matanzas y con los misioneros canadienses en Canadá. Después del exilio sirvió como misionero en Chile durante cuatro años antes de llegar a Miami en 1966 en donde sirvió como sacerdote en la catedral y después como capellán del Hospital Mercy.

Al iniciarse los planes para la construcción de una Ermita a la Virgen de la Caridad en Miami, monseñor Coleman F. Carroll le nombró capellán del proyecto. Durante siete años, exhortó a los exiliados cubanos a contribuir, aunque fuera tan solo “kilos prietos”, centavos, para el templo dedicado a la Patrona de Cuba. La Ermita de la Caridad ha sido un faro para lo exiliados residentes en muchos países que, a lo largo de los años, han acudido por miles ante la imagen que llegó a Miami en 1961 a través de la embajada de Panamá.

Monseñor Román nació en una humilde familia de campesinos y nunca olvidó sus raíces. Cumplió el lema de su episcopado "¡Ay de mi si no evangelizare!", con humildad, tenacidad e incansable compromiso.

Tenía una especial habilidad para predicar con parábolas e historias de la vida cotidiana. Al mismo tiempo, calladamente y sin pretensiones era capaz solucionar problemas. Esto se hizo patente en diciembre de 1986 cuando un grupo de detenidos cubanos en dos cárceles de los Estados Unidos se sublevaron por su indefinida estancia en prisión y la posibilidad de ser devueltos a Cuba.

El papel jugado por el obispo para terminar el conflicto sin derramamiento de sangre le valió el reconocimiento de ‘La persona de la semana’ por el noticiero de la cadena de televisión norteamericana ABC, que lo calificó como “hombre de compasión, bondad y compromiso… Un hombre de fuerte personalidad y espíritu humilde”. Cuando la prensa comenzó a llamarle un ‘héroe’, el obispo respondió con su humildad característica: “Un obispo, un sacerdote, es un servidor y no un héroe”.

Monseñor Román nunca quiso regresar a Cuba aunque soñaba con ver a su patria libre algún día.

Al cumplir 75 años en 2003, fue aceptada su dimisión de auxiliar de Miami pero a pesar de sus dolencias de corazón se ha mantenido activo en la Ermita de la Caridad, siempre recibiendo a los peregrinos, respondiendo a la mucha correspondencia de los exiliados cubanos o contestando el teléfono. Pero sobre todo sentado en el confesionario y esperando a los fieles que se acercaban al sacramento.

El 11 de abril se dirigía a dar una catequesis en la Ermita de la Caridad, cercana a su residencia. Al demorarse su llegada fueron a buscarle. Le encontraron sentado en su auto y con el motor encendido. Llevado a emergencias y tras varios intentos para mantenerle vivo, los doctores declararon su muerte por un paro cardíaco. El obispo Agustín Aleido Román ha fallecido el 11 de abril de 2012 a la edad de 84 años.

Para saber más se puede ver el video: http://youtu.be/Z6uDfu8vV-E.

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Entrevistas


Sorprendente, difícil y posible: tres palabras para describir a la Iglesia en China
Entrevista con el neocardenal John Tong Hong obispo de Hong Kong
ROMA, domingo 15 abril 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos una entrevista con monseñor John Tong Hong, obispo de Hong Kong, que fue originalmente publicada en italiano en el último número de la revista italiana 30 Giorni. Posteriormente fue traducida al francés por Eglises d'Asie. El obispo fue entrevistado por Gianni Valente.

Ascendido al cardenalato durante el consistorio del 18 de febrero de 2012 con 72 años, monseñor Jonh Tong Hong es el obispo de Hong Kong desde el 15 de abril del 2009, fecha de la jubilación de su predecesor, el cardenal Joseph Zen Ze-Kin.
 

Usted es obispo y cardenal, pero si miramos su biografía, vemos que sus padres no provienen de familias cristianas. Ninguno de sus abuelos fué bautizado

--Cardenal Tong: Así es, mi madre fué la primera que tuvo la oportunidad de entrar en contacto con la fe católica. Siendo niña, fué a una escuela de religiosas canosianas donde habia muchas italianas. Hasta encontró al nuncio en China, mientras visitaba su escuela las hermanas le habían escogido para entregarle un ramo de flores al representante del papa y estaba muy orgullosa. Había comenzado a estudiar el catecismo pero no recibió el bautismo en seguida por que no había habido nunca católicos en su familia. Pidió ser bautizada después de la II Guerra Mundial cuando yo tenía 6 años.
 

Los años de su infancia debieron ser terribles

--Cardenal Tong: Cuando los japoneses invadieron Hong Kong fuimos a Macao. Allí fuí confiado a mi abuela paterna que vivía en un pueblo de Guangdong. Al final de la guerra, pude reencontrarme con mis padres en Canton. Eran años de la guerra civil. Los comunistas y los nacionalistas se enfrentaban principalmente en el norte del país, mientras que los refugiados y los heridos afluían a las provincias del sur. Los misioneros americanos presentes en Canton acogían con bondad a todos aquellos que estaban necesitados sin preocuparse a que campo pertenecian. Mi madre y yo ayudábamos a los supervivientes y a los refugiados. 
El testimonio de mi párroco, el padre Bernard Meyer y de sus hermanos misioneros de Maryknoll me hizo pensar que algún día yo también podría ser sacerdote.
 

Usted estudió en Roma precisamente durante los años años del Concilio Vaticano II

--Cardenal Tong: El Concilio me ayudó mucho a ensanchar y hacer más profunda mi comprensión de las cosas y de la Iglesia. Fuí ordenado sacerdote unas semanas más tarde del final del Concilio. Nuestra promoción de diáconos en la Universidad Pontificia Urbaniana, fué escogida para recibir la ordenación presbiterial de manos del papa Pablo VI en la fiesta de la Epifanía de 1966.
 

Casi medio siglo después, en el último Consistorio, usted tuvo una intervención ante el Sacro Colegio para explicar la situación de la Iglesia católica en China. ¿Qué dijo a sus colegas cardenales?

--Cardenal Tong: Para describir la situación en China, utilicé tres palabras. La primera es wonderful, sorprendente. Es sorprendente comprobar que estas últimas décadas, la Iglesia china no dejó de crecer, al mismo tiempo que es objeto de muchas presiones y restricciones. Es un hecho objetivo apoyado por las cifras. Los católicos en China eran alrededor de tres millones en 1949; hoy son doce millones. En 1980 después de la reapertura querida por Deng Xiaoping, había 1.300 sacerdotes, ahora son alrededor de 3.500, hay también alrededor de 5.000 religiosos de los cuales dos tercios pertenecen a las comunidades "oficiales" registradas en el gobierno. Hay 1.400 seminaristas, unos mil estudian en los seminarios financiados por el gobierno. Los seminarios "oficiales" son diez en total, mientras que hay seis seminarios "clandestinos". Desde 1980, 3.000 nuevos sacerdotes han sido ordenados y 4.500 jóvenes religiosas pronunciaron sus votos. El 90% de los sacerdotes tiene entre 25 y 50 años.
 

¿Por tanto, todo bien?

--Cardenal Tong: La segunda palabra para describir la situación en la Iglesia de China fue "difícil". Y el desafío mas difícil al cuál se enfrenta la Iglesia en China es el control impuesto sobre la vida eclesial por el gobierno a través de la Asociación patriótica de los católicos chinos. Cité la carta de un obispo muy respetado en China continental que me escribía: "En todo el país socialista el gobierno intenta dividir a los cristianos apoyándose en algunos para crear una organización aparte de la Iglesia con el fin de controlar a esta última". La Asociación patriótica es un ejemplo de este modus operandi. En la carta que el papa dirigió a los católicos chinos en junio del 2007, está escrito que estos organismos no son compatibles con la doctrina católica. Esto todavía se vió en el momento de las ordenaciones sacerdotales ilegítimas impuestas a la Iglesia en el 2010 y 2011. 
 

Pero, ¿por qué la superpotencia china siente todavía la necesidad de controlar tan estrechamente la vida de la Iglesia?

--Cardenal Tong: Según los análisis hechos por Leo Goodstadt --conocido estudioso de Hong Kong y exconsejero del último gobernador británico de Hong Kong, Chris Patten--, se debe a diferentes razones. Los regímenes comunistas temen que la religión compita con su influencia en el espíritu, las ideas e incluso la acción de las personas. Se dan cuenta de que las religiones son un elemento fundamental en la vida de las personas que no van a desaparecer del horizonte de las sociedades humanas y que al contrario el número de sus fieles va aumentando. Tienen miedo de esta evolución. Después de un acontecimiento como el del 11 de septiembre su temor se acrecentó, porque se dieron cuenta de que las ideas religiosas podían también conducir a la guerra. En fin, los nuevos dirigentes que se preparan para asumir el gobierno de China en 2012, deben demostrar que son comunistas.
 

¿Cómo es posible que el gobierno de una nación tan potente como China tenga miedode las interferencias políticas del Vaticano?

--Cardenal Tong: Vivimos en sociedad y nuestra vida tiene necesariamente una dimensión política y depende de eso estrechamente. Pero desde luego la Iglesia no es una organización política. Realmente no es nuestro problema o nuestro fin cambiar el sistema político. Por otro lado en nuestra situación esto sería imposible.
 

Volvamos al discurso que dió ante el Consistorio. ¿Cuál era su tercer término?

--Cardenal Tong: La tercera palabra para describir las condiciones de la vida de la Iglesia en China es, "posible". Para comprender las razones de esta elección leí un pasaje de la carta del obispo que ya he mencionado. Este obispo decía que estaba sereno, apacible y confiado en el presente, en particular porque él consideraba los problemas actuales teniendo en el espíritu los tormentos vividos en los años de persecución entre 1951 y 1979. Él mismo en aquellas duras pruebas pasadas, pudo experimentar que todo estaba en las manos de Dios. Y Dios puede disponer las cosas de modo que incluso las dificultades puedan al final concurrir al bien de la Iglesia. Así podemos comprobar que no es el control del gobierno lo que puede apagar la fe. Al contrario, esto hasta puede tener como efecto el acrecentar la unidad y la vitalidad de la Iglesia. Sin duda la solución a nuestras dificultades puede no llegar mañana, pero sabemos que está cerca. 
 

Hay quien dice que al afrontar los problemas hay que elegir entre dos vías alternativas: o la vía del diálogo o de la defensa de los principios, ¿piensa que las dos cosas son incompatibles?

--Cardenal Tong: En cuanto a mí, prefiero el camino de la moderación, es preferible ser paciente y abierto al diálogo con todos, incluso con los comunistas. Estoy convencido que en ausencia de diálogo no es posible encontrar una solución. Pero mientras dialogamos con todos, deberemos al mismo tiempo mantener firmes nuestros principios sin sacrificarlos. Esto significa que un nuevo obispo puede aceptar la consagración episcopal solo si existe el consenso del papa. A esto no podemos renunciar. Forma parte de nuestro credo, en el cuál confesamos a la Iglesia como una, santa católica y apostólica. Pero también en la defensa de la vida, los derechos inviolables de la persona humana la indisolubilidad del matrimonio, etc. No podemos renunciar a las verdades de la fe y de la moral tal como son descritas en el Catecismo de la Iglesia católica.
 

A veces se tiene la impresión de que algunos ambientes católicos de Hong Kong tengan la tarea de medir el grado de catolicidad de la Iglesia de China. ¿Es esta la misión de la Iglesia de Hong Kong?

--Cardenal Tong: La fe no viene de nosotros, viene siempre de Jesús y no somos ni los controladores ni los jueces de la fe de nuestros hermanos. Nosotros somos simplemente una diócesis hermana respecto a las diócesis del continente. Así si lo desean, podemos compartir con ellos nuestra experiencia y nuestra acción personal. Y si se encuentran en situaciones difíciles mientras nosotros gozamos de una mayor libertad, deseamos solamente proporcionarles nuestro apoyo. Orar para que todos guarden la fe cualquiera que sea la intensidad de las presiones que deben sufrir.
 

En algunos comentarios, una amplia área eclesial en China es siempre descrita como si estuviera al margen de la fidelidad a la Iglesia. Al mismo tiempo la gran devoción de los fieles chinos es reconocida. ¿Cómo se concilian las dos cosas?

--Cardenal Tong: No me parece apropiado hablar de China que es inmensa como de un todo. No me convencen afirmaciones como "la fe es fuerte en China", ni las que enfatizan lo contrario. Todo depende de las personas. Hay tantos testigos fieles de la fe que ofrecen su vida y también sus sufrimientos a Jesús y también estan aquellos que, llevados por las preocupaciones del mundo sacrifican sus principios. Estos son pocos. Por ejemplo, los sacerdotes que han aceptado recibir la ordenación episcopal sin el acuerdo del papa. Esto no está bien y no tenemos que dudar en decirlo.
 

Justo sobre los jóvenes obispos se concentra la atención de muchos. Según algunos, serían frágiles y habría algunos oportunistas entre ellos. ¿Qué hay que hacer? ¿Aislarlos? ¿Condenarlos? ¿Justificarlos siempre y de todos modos?

--Cardenal Tong: No, sobre todo nada de aislarlos. Primeramente es necesario orar por ellos. Lo mismo por aquellos que cometen errores manifiestos. Si alguno puede aproximarse y ser su amigo, deben exhortarles a reconocer lo que no es justo en sus decisiones. Lo mismo que deben animarles a escribir a las autoridades eclesiásticas para explicar cómo ha ocurrido todo esto y si es posible pedir perdón. Es una forma de la corrección fraterna.
 

¿Las divisiones entre estos dos grupos católicos los llamados "oficiales" y los "clandestinos" , tienen como único factor desencadenante las presiones y sumisiones impuestas por el gobierno?

--Cardenal Tong: Desgraciadamente no. Hay también muchas otras razones y factores. 
 

Incluso en China, vemos que internet que atacan a los católicos sobre cuestiones de moral o de doctrina, acusándolos de haber traicionado la fe de la Iglesia por cobardía o por oportunismo aceptando lo que pide el régimen. ¿Qué piensa usted?

--Cardenal Tong: Pienso que la corrección fraterna a la cuál hacía referencia antes, debe ejercerse con el diálogo y no a través de los ataques que se les hace por internet. 
 

Las dificultades vividas por la Iglesia en China afectan al vínculo con el Obispo de Roma. ¿Cree usted que al final puede haber el peligro de que este vínculo sea sentido con menos intensidad por los fieles y el clero?

--Cardenal Tong: En China sigo constatando una gran devoción por el papa. Aman al santo padre, esto es seguro. Están bajo presión en este punto. Se les impide tener relaciones normales con el sucesor de Pedro. Por esta razón el amor es todavía mas fuerte. Diría que es casi natural. 
 

¿Es verdad eminencia que estuvo presente en la ordenación episcopal de monseñor Aloysius Jin Luxian, que tuvo lugar hace 27 años?

--Cardenal Tong: Sí, estuve presente. Fué en 1985 yo era aún sacerdote de la diócesis de Hong Kong y desde 1980 dirigía el Centro de Estudios del Espíritu Santo. Jin Luxian me pidió estar presente. Deseaba que le apoyara. Me dijo que había estado en prisión, que deseaba conservar su fe y su pertenencia a la Santa Sede y que enviaba cartas a Roma para manifestar su sumisión a la Sede Apostólica y a la Primatura de Pedro. Me dijo actuar en conciencia y que le parecía que la única solución era aceptar esta consagración episcopal. A la vista de las circunstancias le parecía necesario sostener a la diócesis de Shanghai y salvar a la Iglesia local y el seminario. Hace 7 años, la Santa Sede ha aceptado su petición y le ha reconocido como el obispo legítimo de la diócesis de Shanghai, pero estas son cosas del pasado, es importante mirar hacia el futuro. 
 

Mirando hacia el futuro, ¿qué ha aprendido de esas experiencias pasadas?

--Cardenal Tong: He aprendido que time can prove, el tiempo puede dar cuenta de las cosas. A veces, sólo a largo plazo puedes reconocer si una cosa es justa o equivocada, si una elección ha sido dictada por buenas o malas razones. En la inmediatez transitoria del momento no puedes juzgar claramente las cosas. A la larga emerge la verdadera intención de las personas. Las situaciones son a veces complicadas en China. Estamos bajo presión y a veces faltan interlocutores para discutir las decisiones en profundidad. Pero si haces tu elección teniendo en el corazón el amor de Jesús y de la Iglesia, la buena intención se verá verificada con el tiempo.
 

¿Qué significa esto respecto a las controversias que afectan actualmente la Iglesia de China?

--Cardenal Tong: No hay que centrarse en un solo punto, controlar cada una de las decisiones tomadas por cada uno de los miembros de la Iglesia de China, esperando que sea perfecta en toda situación y en todo momento. ¡Somos seres humanos, somos seres humanos!. Todos cometemos errores y caemos muchas veces en el camino. Pero luego se puede pedir perdón. Si en cambio cada error es aislado y se convierte en motivo de condena sin apelación, ¿qiuén se puede salvar? Es a la larga donde se ve si un sacerdote tiene una buena intención en su corazón. Se ve si ha actuado por amor a Dios, de la Iglesia y del pueblo, incluso si ha cometido errores. Esto es importante: descubrir que las personas perseveran en la fidelidad porque son tocadas por el amor de Jesús incluso en situaciones difíles. Al final, todo el mundo lo verá. Y ciertamente Dios lo ve, Él, que escruta el corazón de cada uno de nosotros. 
 

Traducido del francés por Raquel Anillo

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Resucitar en esperanza
Llamado al pueblo mexicano a no dejarse amedrentar por las fuerzas del mal
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, domingo 15 abril 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos un artículo de nuestro colaborador el obispo de San Cristóbal de las Casas, México, monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, en el que analiza la esperanza como fruto de la resurrección.

+Felipe Arizmendi Esquivel

HECHOS

Hay personas pesimistas, amargadas, decepcionadas, deprimidas, casi derrotadas; no ven una luz en el oscuro túnel de sus vidas; unos consideran el suicidio como única salida; otros se refugian en el alcohol y la droga; se compensan y consuelan con aventuras emocionales que les engañan para no sentirse tan mal, sobre todo para no reconocerse como responsables del problema que causan o sufren en el hogar, en la escuela, en el trabajo, en las relaciones humanas.

En estos tiempos de campañas electorales, la forma clásica de intentar atraer votos es juzgar, condenar, descalificar, menospreciar lo que han hecho otros, pintar un panorama desolador del país y considerarse a sí mismos como la mejor opción para que la situación cambie; pareciera que cada quien tiene recetas infalibles y las únicas valederas, como si el pecado (corrupción, mentira, orgullo, envidia, opresión, doble cara, intriga, etc.) no fuera una realidad en cada persona, partido e institución. ¡Ni en la Iglesia, fundada por Jesucristo, estamos exentos de pecado! Esto hace que algunos ya en nada creen, en nadie confían.

CRITERIOS

El papa Benedicto XVI, en su visita a nuestro país, nos invitó a no dejarnos aprisionar por la desesperanza, el negativismo, la apatía, la violencia, la inseguridad, el narcotráfico y la pobreza, sino vivir la esperanza que nos da la fe en Cristo resucitado, quien siempre vive con nosotros y nos enseña cómo cambiar, cómo vencer los obstáculos, cómo construir una sociedad nueva.

Entre otras cosas, nos dijo: “Como peregrino de la esperanza, les digo con san Pablo: 'No se entristezcan como los que no tienen esperanza' (1 Ts 4,13). La confianza en Dios ofrece la certeza de encontrarlo, de recibir su gracia, y en ello se basa la esperanza de quien cree. Y, sabiendo esto, se esfuerza en transformar también las estructuras y acontecimientos presentes poco gratos, que parecen inconmovibles e insuperables, ayudando a quien no encuentra en la vida sentido ni porvenir. Sí, la esperanza cambia la existencia concreta de cada hombre y cada mujer de manera real. La esperanza apunta a 'un cielo nuevo y una tierra nueva' (Apoc 21,1), tratando de ir haciendo palpable ya ahora algunos de sus reflejos. Además, cuando arraiga en un pueblo, cuando se comparte, se difunde como la luz que despeja las tinieblas que ofuscan y atenazan. 

El discípulo de Jesús no responde al mal con el mal, sino que es siempre instrumento del bien, heraldo del perdón, portador de la alegría, servidor de la unidad. Se ha de superar el cansancio de la fe y recuperar la alegría de ser cristianos, de estar sostenidos por la felicidad interior de conocer a Cristo y de pertenecer a su Iglesia. De esta alegría nacen también las energías para servir a Cristo en las situaciones agobiantes de sufrimiento humano, para ponerse a su disposición, sin replegarse en el propio bienestar. El mal no puede tanto. No hay motivos para rendirse al despotismo del mal. La situación actual plantea ciertamente retos y dificultades de muy diversa índole. Pero sabiendo que el Señor ha resucitado, podemos proseguir confiados, con la convicción de que el mal no tiene la última palabra de la historia, y que Dios es capaz de abrir nuevos espacios a una esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5). Deseo reiterar con energía y claridad un llamado al pueblo mexicano a ser fiel a sí mismo y a no dejarse amedrentar por las fuerzas del mal, a ser valiente y trabajar para que la savia de sus propias raíces cristianas haga florecer su presente y su futuro”.

PROPUESTAS

No tenemos ejércitos para combatir la delincuencia; no somos legisladores ni gobernantes para impulsar cambios estructurales; no ofrecemos recetas fáciles ni evasiones espiritualistas.

Ofrecemos a Jesucristo como camino seguro para transformar personas, familias, delincuentes, líderes y sociedad, para que haya justicia, verdad, respeto entre todos, paz y solidaridad. Por ello, como nos pidió el papa, nos proponemos “hacer que nuestro Señor Jesucristo sea cada vez más conocido, amado y seguido en estas tierras, sin dejarse amedrentar por las contrariedades”.

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Documentación


Benedicto XVI: el culto cristiano es un encuentro con el Señor resucitado
Palabras del papa al introducir el rezo del 'Regina Coeli'
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 15 abril 2012 (ZENIT.org).- A las 12 de este domingo, el santo padre Benedicto XVI se asomó a la ventana de su estudio en la Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Regina Cæli con los fieles y los peregrinos congregados en la plaza de San Pedro. Ofrecemos las palabras pronunciadas por el papa al introducir la oración mariana.

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¡Queridos hermanos y hermanas!

Cada año, celebrando la Pascua, revivimos la experiencia de los primeros discípulos de Jesús, la experiencia del encuentro con Él resucitado: el evangelio de Juan dice que lo vieron aparecer en medio de ellos, en el cenáculo, la tarde del mismo día de la Resurrección,«el primero de la semana», y luego«ocho días después»(cf. Jn. 20,19.26). Ese día, llamado después«domingo»,«Día del Señor»es el día de la asamblea, de la comunidad cristiana que se reúne para su propio culto, que es la Eucaristía, culto nuevo y distinto desde el principio, de aquel judío del sábado. De hecho, la celebración del Día del Señor es una evidencia muy fuerte de la Resurrección de Cristo, porque sólo un evento extraordinario e inquietante podría inducir a los primeros cristianos a iniciar un culto diferente al sábado judío.

Entonces, como ahora, el culto cristiano no es sólo una conmemoración de los acontecimientos pasados, ni una experiencia mística en particular, interior, sino fundamentalmente un encuentro con el Señor resucitado, que vive en la dimensión de Dios, más allá del tiempo y del espacio, y sin embargo, está realmente presente en medio de la comunidad, nos habla en las sagradas escrituras, y parte para nosotros el pan de vida eterna. A través de estos signos vivimos lo que los discípulos experimentaron, que es el hecho de ver a Jesús y, al mismo tiempo no reconocerlo; de tocar su cuerpo, un cuerpo real, que sin embargo está libre de ataduras terrenales.

Es muy importante lo que refiere el evangelio, de que Jesús, en las dos apariciones a los apóstoles reunidos en el cenáculo, repitió varias veces el saludo: «La paz con ustedes»(Jn. 20,19.21.26). El saludo tradicional, con la que se desea el shalom, la paz, se convierte aquí en algo nuevo: se convierte en el don de aquella paz que sólo Jesús puede dar, porque es el fruto de su victoria radical sobre el mal. La «paz» que Jesús ofrece a sus amigos es el fruto del amor de Dios que lo llevó a morir en la cruz, para derramar toda su sangre, como cordero manso y humilde,«lleno de gracia y verdad» (Jn. 1,14). Por eso el beato Juan Pablo II quiso denominar este domingo después de Pascua, como de la Divina Misericordia, con una imagen bien precisa: aquella del costado traspasado de Cristo, del que salió sangre y agua, según el testimonio presencial del apóstol Juan (cf. Jn. 19,34-37). Mas ahora Cristo ha resucitado, y de Él vivo, brotarán los sacramentos pascuales del Bautismo y de la Eucaristía: los que se les acercan con fe a ellos, reciben el don de la vida eterna.

Queridos hermanos y hermanas, acojamos el don de la paz que Jesús resucitado nos ofrece, ¡dejémonos llenar el corazón de su misericordia! De esta manera, con el poder del Espíritu Santo, el Espíritu que resucitó a Cristo de entre los muertos, también nosotros podemos llevar a los otros estos dones pascuales. Que nos lo obtenga María Santísima, Madre de Misericordia.

Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.

©Librería Editorial Vaticana

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