18.04.12

Pertinaces anticatólicos - Arturo Pérez Reverte

A las 12:48 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Pertinaces anticatólicos

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Por pertinaz entendemos aquello que es obstinado, terco o muy tenaz en su dictamen o resolución. Así se define en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. Nos atenemos, pues a lo que tal palabra significa para aplicarla a las personas que muestran una actitud propia de la obstinación, de la terquedad o mucha tenacidad en zaherir a la Iglesia católica, bien a la misma en cuanto institución, a sus fieles o a alguno de los miembros de la jerarquía. A esto se puede sumar la ceguera y sordera que muestran cuando se trata de ver lo que de bueno y benéfico tiene la institución zaherida o las personas a las que se les pone el dedo en el ojo con intención de causar malestar.

Esta serie, pues, va dedicada a ciertos cazurros anticatólicos.

Arturo Pérez Reverte

Empiezo diciendo que, en otra ocasión, escribí de este personaje lo siguiente:

“La verdad tengo a Pérez Reverte por una persona cabal que, cuando escribe, lo hace desde un punto de vista personal y muchas veces lo hace de una forma muy cruda y dura que a los afectados no puede gustar lo más mínimo”

Pues me arrepiento de lo escrito entonces porque según lo escrito por el susodicho individuo me parece, más bien, que tiene poco de cabal y que, en todo caso, es un ser impresentable además de estar haciendo oposiciones a dictador que trata, con sus palabras, de zaherir a la Iglesia católica y lo hace en uno de sus miembros.

Arturito Pérez Reverte que es malo, malo, malo es, también, torpe, torpe, torpe. Se mete en camisas de muchas varas cuando destila, por sus poros, ahora de Twitter, su mala baba y su hediondo pensamiento anticatólico. Merece, por lo tanto, ser el que aparezca en primer lugar en esta nueva serie dedicada a las personas que muestran un anticatolicismo destacable y que bien podría emparentar con las que ocupan otra estancia de este blog titulada “Tontos de capirote”.

Pues bien, a tenor de la ya más que conocida, famosa y difundida homilía de Monseñor Reig, a la sazón pastor de la diócesis de Alcalá de Henares, tuvo a mal difundir, por tal medio de comunicación caracterizado por su inmediatez y su escasez de palabras, algunos, digamos, exabruptos. Me refiero a Arturo Pérez Reverte.

Digamos que se ha lucido el gachó.

 

Empieza suave:

Pérez Reverte

Es, no concurriendo lo que este individuo dice, la impunidad y la falta de vergüenza lo que lo caracteriza diciendo tales cosas del Monseñor Reig. Es impune tal actitud porque sabe que nada le va a pasar y que, incluso, algún descerebrado le reirá la gracia; es desvergonzado lo que dice porque ni es objetivo ni nada de nada y porque, además, no parece que se le haya turbado el ánimo cuando lo ha escrito. Luego es, simplemente, un sinvergüenza y seguro que le gusta serlo.

Pero sigue mal:

Pérez Reverte

Parece mentira la forma que tiene tan exacta de retratarse a sí mismo: Pérez Reverte es fanático de sus ideas ateas; estúpido por mostrar una clara falta de inteligencia; arrogante por chulo y porque se cree el loro laicista que repite el mantra de siempre.

Y acaba como tiene que acabar quien es como es:

Pérez Reverte

Este comecuras, clásico mamarracho de la izquierda y doméstico del poder establecido cuando es de su cuerda, tiene la convicción de que alguien con dos dedos de frente (que no es su caso, por cierto) puede tomarse en serio lo que dice. Quiere, este tipejo malcarado, poner entre rejas a quien dice la verdad o, si eso no es posible, librarlo de sus ojos enviando, allende nuestras fronteras, a Monseñor Reig porque no gusta, al delicado escritor, que diga que ciertos monflorismos no son ni buenos ni recomendables si es que llevan a la perdición del alma de quien lleva a cabo tal tipo de comportamientos.

Y se permite el lujo de llamar al pastor de Alcalá de Henares alelado o escaso de razón o, lo que es lo mismo, imbécil.

Debería hacerse ver, por un profesional del ramo, la extraña manía que tiene de hablar de sí mismo en la persona de otros. Eso no ha de ser bueno y seguro, seguro, que termina mal de la olla.

Bueno, peor aún de lo que está.

Pero lo más gracioso es que ocupa, en la Real Academia Española de la Lengua, el sillón T. Vamos, de … que cada cual ponga lo que quiera.

Eleuterio Fernández Guzmán