Fe y Obras

Conocer a Lolo

 

 

22.05.2012 | por Eleuterio Fernández Guzmán


Hay personas, entre los hijos de Dios, que se caracterizan por ser, en efecto, hijos que aceptan la voluntad del Padre y llevan una vida de acuerdo con la misma pese a lo que pueda pesar. Incluso van más allá y sirven de ejemplo a los que, tan sólo, vemos la estela de su paso por el mundo.

Corría el año 1920 cuando en Linares (Jaén, España) nace un niño al que ponen de nombre Manuel. Joven piadoso y con una fe profunda, se va a ver tocado muy de cerca por el dolor. A los 22 años sufre una parálisis progresiva que le va a sentar en una silla de ruedas. Es más, los nueve últimos años de su vida en la tierra se vio ciego y, además, paralítico aunque con la asistencia de los suyos y la compañía de muchas personas que iban a visitarlo (sobre todo jóvenes) en busca,  quizá, de consejo o de ayuda espiritual Lolo, como era conocido, era, es, más que nada, un gigante de la fe.

Un día lo visitó, entre aquellas muchas personas, el Hno. Robert de Taizé y, viendo cómo afrontaba su situación de dolor, escribió algo que define a la perfección a Manuel Lozano Garrido: “Lolo, sacramento del dolor”.

Pero aquel joven (lo fue siempre porque lo era de espíritu y de alma) no se arredró ante lo que, de físico, pasaba por su vida. Su pertenencia a Acción Católica era, en efecto, propia de quien está en acción perpetua en propagación y transmisión de su fe universal, católica.

Decía Lolo que su profesión era ser, precisamente, “inválido” aunque hoy día, llevados de un lenguaje políticamente correcto, lo llamaríamos “discapacitado” y aunque, en realidad, ni era no válido ni le faltaba capacidad los seres humanos llamamos a las circunstancias que pasan de formas no concordes con lo que las mismas son. A eso lo llamada haber recibido de Dios “la vocación de enfermo” y es la demostración más palpable, real y maravillosa de que entender a la perfección (y gozar con ella) la voluntad del Creador, es posible.

Resulta del todo inexplicable humanamente hablando cómo fue posible que Manuel Lozano Garrido, declarado Beato el 12 de junio de 2010 en su ciudad de Linares, pudiera llevar a cabo la labor espiritual y material que fue capaz de llevar. No sólo tuvo tiempo e inteligencia para escribir casi una decena de libros (9) sino que, además, fundó la obra pía “Sinaí” (consistente en formar grupos de oración por la prensa) y fue periodista católico en el íntegro sentido de la palabra a la que dio cauce en centenares de artículos publicados en la prensa nacional e internacional. Y todo ello desde una situación de dolor físico aceptada como gozosa pero para otro cualquiera seguramente insoportable.

A lo largo de su vida, corta en años pero llena de lo que quien goza en ella puede tener, se enamoró de la Eucarístía, manifestó un amor incondicional por la Virgen María, Madre de Dios y también suya y no quiso obviar el que sentía y tenía por la Iglesia católica que lo tenía entre los hijos que no se cansaban de demostrar que lo eran.

Dice, al respecto de lo aquí traído, José Luis Martín Descalzo (en “Misa en casa de Manolo”) que “Tu vida fue para mí una gracia el día en que celebré misa en tu casa. Tu muerte ha sido para mí otra gracia luminosa en estos años en que nos obstinamos en ver oscuro lo que Cristo nos entrega cada día tan claro” y es que Lolo recibió permiso para celebrar la Santa Misa en su “mesa redonda” porque era la mejor forma de que recibiera a su hermano Cristo siempre que eso pudiera ser posible.

Y hasta para morir fue ejemplo porque lo hizo un 3 de noviembre (de 1971) día de celebración de San Martín de Porres, más conocido como “Fray Escoba” quien supo cumplir con su fe, con Dios y con el prójimo en un rincón de su convento que es, salvadas las distancias pero no las circunstancias, como supo vivir Lolo, en el espacio escaso de un sillón de ruedas.

En su día, muchos se los que le conocieron entonces y de los que han ido conociendo a lo largo de los años, dieron en formar la llamada Asociación Amigos de Lolo (www.amigosdelolo.com) desde la que se difunde la figura del beato de Linares y desde la que se quiere extender su conocimiento.

¡Alabado sea Dios que suscita, entre sus hijos, hermanos como Lolo!

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net