31.05.12

Vivian Sleiman - Virgen a los treinta

Un año más tarde el rey tomó otra esposa. Era una mujer bella pero orgullosa y arrogante, y no podía soportar que nadie la superara en belleza. Tenía un espejo maravilloso y cuando se ponía frente a él, mirándose le preguntaba:

¡Espejito, espejito de mi habitación!
¿Quién es la más hermosa de esta región?

Entonces el espejo respondía:

La Reina es la más hermosa de esta región.
Ella quedaba satisfecha pues sabía que su espejo siempre decía la verdad.

Pero Blancanieves crecía y embellecía cada vez más; cuando alcanzó los siete años era tan bella como la clara luz del día y aún más linda que la reina.

Ocurrió que un día cuando le preguntó al espejo:

¡Espejito, espejito de mi habitación!
¿Quién es la más hermosa de esta región?

El espejo respondió:

La Reina es la hermosa de este lugar,
pero la linda Blancanieves lo es mucho más.

Entonces la reina tuvo miedo y se puso amarilla y verde de envidia.

El fragmento no necesita más presentación. Uno de los temas que trata lo encontramos en las tradiciones de todas las culturas: el rechazo al referente, y la reacción típica «tuvo miedo y envidia». Una aversión que es mayor cuando el referente es moral, y ese espejo en el que nos miramos nos muestra lo que podemos ser y no somos.

Desprecio, no a la virtud, al virtuoso que la encarna hasta buscar su aniquilación. Desgraciadamente acabamos de vivir un episodio así en España. Uno más, en las carnes de Vivian Sleiman, la modelo libanesa-venezolana.

El libro «Virgen a los treinta» ha sido éxito de ventas en su país, que encabeza las estadísticas de embarazos precoces, pero que por lo que se ve valora el ideal de entrega, total y en su momento. No como en España.

La señorita Sleiman tuvo que renunciar a la candidatura al concurso de belleza de su patria por defender su virtud –seguro que a alguno esto le suena incluso antiguo–. Así lo cuenta el obispo de Córdoba en la carta «Huid de la fornicación»:

Me ha llamado la atención un libro publicado estos días, en el que una candidata a miss Venezuela explica su experiencia reciente con un título que lo dice todo: «Virgen a los treinta». Precisamente no alcanzó el título al que se presentaba por no aceptar la propuesta de la fornicación, que al parecer era una condición (no escrita) del concurso. En ella se ha cumplido esta palabra de san Pablo. Y el libro se ha convertido en bestseller (el más vendido) entre los jóvenes y las jóvenes de su entorno, de nuestro tiempo.

A la vista del volumen de ventas, la matriz editorial, que es española, quiso publicar su libro en España. Cuando acudió a la reunión con la editora en Barcelona, concertada tiempo atrás, se encontró con un tratamiento digno de la madrastra de Blancanieves:

«España es un país lleno de homosexuales y lesbianas, si entras a la estación del Metro, ves a las lesbianas tocándose el culo y demás, y tu libro aquí, y tu virginidad no calan en esta sociedad, por lo que no me interesa y no te publicaré tu libro, eres una simple modelo, pude constatar por Google que escribiste un libro sobre la virginidad. Tu podrás ser muy popular en tu país pero aquí no, aquí no eres nadie y solo publico libros de Boris Izaguirre, Walter Risso, etc. puros autores conocidos»

Cuando Vivian le pregunta por qué no da la oportunidad a otros enfoques, la tipa responde: «no me interesa yo solo publico libros de autoayuda y espiritualidad, no de virginidad». A la insistencia de que en su libro también habla de espiritualidad, la editora sólo pudo tirar de un impotente desprecio: «Ah sí, ahora eres Sor Virgen»

Tuve la oportunidad de conocer a la señorita Sleiman en Madrid, en el «Congreso Mundial de Familias». Le pregunté sobre la «exactitud» del relato. Pues tal cual os lo he contado. Estaba muy dolida, pero también esperanzada. «Persona bellísima» y «bellísima persona» no significan lo mismo; en su caso sí.

Lo preocupante es la trastienda de este suceso. La pretensión de presentar la virtud no ya como una rareza inalcanzable, más bien como un modelo que hay que ocultar. Se intenta crear un artificial caldo de cultivo en el que no pueda crecer el natural respeto y amor a uno mismo, a los demás, a Dios.

Estoy tristemente convencido que muchos católicos considerarán que el testimonio de la vida Sleiman es una exageración, algo impropio de estos tiempos, que eso ya no se lleva.