1.06.12

Receta anticrisis: la familia (heterosexual)

A las 12:33 AM, por Andrés Beltramo
Categorías : El Vaticano

 

La familia no es sólo la célula básica de la sociedad. Es también la única institución capaz de desarrollar los recursos intangibles clave para afrontar la crisis actual. De eso está convencido el cardenal Ennio Antonelli, presidente del Pontificio Consejo para la Familia del Vaticano. Y se refiere al grupo social formado por un matrimonio entre hombre y mujer, junto con los hijos. Es importante aclarar, en estos tiempos donde cualquier cosa se pretende hacer pasar como “familia”.

El planteamiento es interesante, porque no está relacionado directamente con los valores religiosos. Según el purpurado la familia es mucho más que una simple unión de voluntades, bajo un mismo techo. Se trata de un agente vivo con capacidad de reacción ante las circunstancias adversas del entorno. No únicamente económicas. Porque la crisis actual es más que financiera. Es, en realidad, producto de una degradación de la humanidad, en muchos de sus integrantes. Por eso, para cambiar las cosas, las recetas técnicas no bastan. Se necesita un cambio profundo de actitud.

En entrevista el cardenal Antonelli dio algunas útiles claves de interpretación, muy pertinentes ahora que se celebra el Encuentro Mundial de las Familias en Milán, ciudad a donde llegará este viernes por la tarde el Papa Benedicto XVI.

El VII Encuentro Mundial de las Familias de Milán se dedicará al tema de la fiesta y el trabajo. ¿Qué significado tiene esto en un tiempo de crisis económica mundial?

En primer lugar, el Encuentro Mundial de las Familias tiene un valor en sí mismo. Se trata de una gran fiesta en la que las familias de muchos países se conocen, hacen amistad, se intercambian experiencias y el pueblo de Dios, reunido en torno al Papa, celebra su unidad y universalidad. El tema “La familia: el trabajo y la fiesta” dará la máxima visibilidad a estas dimensiones esenciales de la existencia humana, dones de Dios para vivir de modo equilibrado y armonioso, superando los desequilibrio y las desviaciones.

Para salir de la crisis actual se necesita ciertamente: ahorrar recursos, inversiones bien dirigidas, la innovación, una mayor productividad y formación profesional. Es necesario, sobre todo, un incremento de las virtudes sociales y en esto la familia puede dar una contribución decisivo cuidando la calidad de las relaciones en su interior y al exterior de ella, intensificando su compromiso educativo con respecto a los hijos. Además las familias pueden asumir un estilo de vida que corresponda mejor a la situación actual y a las exigencias del bien común en el momento presente, por ejemplo estableciendo una escala de las prioridades en los gastos y regulando seriamente el uso del tiempo, armonizando el trabajo doméstico con el trabajo productivo externo.

¿Cuáles son las principales insidias que sufre la institución familiar en la actualidad?

La cultura dominante, que tiene el poder sobre los medios, en la política y en la economía, propone un modelo de vida individualista y consumista. Se busca la afirmación de sí, aún sin los otros e incluso contra los otros; relaciones utilitaristas y contractuales tanto en el mercado como en las relaciones interpersonales. La búsqueda del placer y de la utilidad inmediata; el consumo de cosas, emociones, sensaciones, experiencias, sin un proyecto y una orientación fundamental. La conclusión lógica de este modo de vivir es la soledad, la angustia del vacío.

En cambio, el matrimonio y la familia, a pesar de comportar dificultades y sacrificios, dan significado y valor a la vida. Recuerdo a mi abuelo materno, muerto con 94 años, que se consideraba afortunado y feliz sobre todo por haber tenido una familia unida y numerosa (ocho hijos). También actualmente, según los datos sociológicos disponibles, la mayoría de las personas que se consideran satisfechas de la vida son porcentualmente mucho más las casadas que quienes viven como solteros o los separados.

¿Cuánta incidencia tiene la imposibilidad de los padres de conjugar las actividades familiares con los compromisos laborales en el aumento del número de fracasos de los matrimonios?

El trabajo es un aspecto necesario para la familia. En Milán seguramente se pondrá de relieve la interdependencia entre familia y trabajo. El trabajo es necesario para formar y mantener la familia, para favorecer la procreación y la educación de los hijos, por ejemplo. Pero la familia dona también al trabajo y al mercado los nuevos trabajadores y el capital constituido por importantes virtudes sociales, como el respeto de las personas, la confianza, la responsabilidad, la solidaridad, la disponibilidad para colaborar, el gusto por el trabajo bien hecho, la disposición al ahorro, etc.

No obstante el trabajo no constituye el aspecto específico de la familia. La estructura esencial de las familias está constituido por las relaciones horizontales y simétricas entre los dos sexos, hombre y mujer, y de la relación vertical entre las generaciones, padres e hijos. Relaciones no sólo afectivas, sino también de respeto, de servicio, de dedicación al verdadero bien de los demás, aún con sacrificios; el compartir la vida en todas sus dimensiones.

La política y las empresas deberían hacer lo posible para armonizar los tiempos y las exigencias del trabajo, con los tiempos y exigencias de la vida familiar. Por ejemplo, para conciliar la profesión y la maternidad, con respecto a las mujeres; para favorecer una recuperación de la natalidad y prevenir el envejecimiento total de la población. Los esposos, por su parte deberían tomar decisiones de común acuerdo con respecto al trabajo profesional y distribuirse equitativamente el trabajo doméstico.

Pero en diversas ocasiones se habla, más en general, de la “crisis de la familia”, ¿cuáles son las características de esta crisis?

La familia aparece en crisis sobre todo en Europa, América del Norte y Australia. Algunas señales de esta crisis son: el descenso de los matrimonios, el aumento de los divorcios, de las convivencias, de los “singles” (solteros) por elección, la caída dramática de la natalidad, la insuficiencia educativa; el malestar y las desviaciones juveniles. La familia parece más sólida en Asia, al menos entre las poblaciones cristianas.

Sin embargo, un motivo de esperanza es que en todas las regiones del mundo, según las investigaciones sociológicas, la gente pone a la familia en la parte más alta de la escala de sus aspiraciones y valores. Esto incluso entre los jóvenes. Además en todas partes existen minorías de familias bellísimas, más conscientes que en el pasado, más motivadas y generosas, unidas, abiertas y gozosas, familias que son de verdad ejemplares. Asistimos a un nuevo protagonismo de las familias: redes de solidaridad, asociaciones, movimientos, tanto en el ámbito eclesial como en el civil.

¿Qué cosa puede hacer la Iglesia para ayudar a las familias a superar estás dificultades?
 

La Iglesia ante todo, acompaña a las familias en los diferentes momentos de su vida. Especialmente sosteniéndolas en su empeño cristiano, en la vida de oración, en la vida comunitaria, en la educación en la fe. La Iglesia desarrolla una importante labor educativa de los miembros de la familia, tanto de las personas individualmente como en familia.

La vida eclesial puede además hacer surgir, como de hecho ocurre en muchas partes, importantes redes de solidaridad y de amistad, favoreciendo la reconstrucción del tejido social. Igualmente las familias cristianas en muchas partes dan vida a asociaciones de empeño civil que colaboran junto con muchas otras personas de buena voluntad en diversas iniciativas de solidaridad, educativas, de promoción de la familia en la vida política, legislativa, económica y cultural. Naturalmente este empeño de la Iglesia con la familia, ayuda a superar las dificultades de todas las familias, católicas –comprometidas con su fe o desafortunadamente lejanas de ella- y no católicas.

¿Qué respuestas concretas espera la sección del Vaticano a su cargo que surjan del Encuentro Mundial de las Familias?

Me parece que hoy, más que nunca se hace necesario reflexionar sobre la familia, el trabajo y la fiesta. Para salir de la crisis, por ejemplo, todos se dan cuenta, como he señalado antes que es necesario de una parte la innovación, las inversiones y una mayor productividad y de otra parte un equilibrado recambio generacional y, por tanto, una tasa de natalidad más elevada y una mejor educación.

Las investigaciones sociológicas demuestran que son precisamente las familias sanas quienes aseguran el ahorro, la responsabilidad y eficiencia, procreación generosa y compromiso educativo. Por todo esto es interés de la sociedad sostener a las familias, ofrecerles oportunidades de trabajo, conciliar los tiempos de la empresa con los tiempos de la familia, conciliar maternidad y profesión, ayudar a las familias numerosas. Las investigaciones muestran que para la felicidad de las personas y el bienestar de la sociedad, la salud, la familia y la cualidad de las relaciones cuentan más que el rédito. Es necesario recuperar, por tanto, el sentido de la fiesta, para que no sea sólo tiempo de evasión y dispersión, sino sobre todo tiempo de concentración en los valores esenciales: Dios, la familia, la comunidad, la amistad, la cultura, la solidaridad. Especialmente es necesario preservar el domingo de la invasión del mercado.

La fecundidad del Encuentro dependerá de modo relevante de la reflexión que seguirá en los diversos ambientes eclesiales, culturales, sociales, políticos, dando mucha atención al intercambio de experiencias y a la recogida de datos sociológicos, como se hará en Milán, de manera que se desarrollen métodos de empeño más eficaces.