4.06.12

“Vatileaks”. Claves de un ataque al Papa

A las 8:24 PM, por Andrés Beltramo
Categorías : Benedicto XVI, El Vaticano
 

El “vatileaks”, la crisis por la filtración de documentos confidenciales sustraídos de los apartamentos pontificios, parece tener un solo destinatario final: Benedicto XVI. Pero cómo en la Curia Romana hasta los “cuervos” parecen tener principios, sus ataques no pueden dirigirse abiertamente contra el Papa. Por eso han tomado como blancos de sus dardos mediáticos a los dos principales colaboradores de Joseph Ratzinger, el secretario de Estado de la Santa Sede Tarcisio Bertone y su secretario privado Georg Gaenswein.

Hace unos días en este espacio hicimos un recuento de los hechos relacionados con esta crisis vaticana, sin entrar en el detalle de las interpretaciones. Ahora ofrecemos algunas claves para comprender el “vatileaks” y sus consecuencias. Mientras en la curia romana se expande la perplejidad, la tristeza, la amargura y la molestia.

Un ataque a la credibilidad del Papa (y de la Iglesia). Los “cuervos”, responsables de las filtraciones de documentos desde corazón mismo de la Santa Sede, han pretendido justificar sus actos como parte de una operación en defensa de Benedicto XVI. Pero han logrado exactamente lo contrario. Las múltiples publicaciones en la prensa de apuntes, cartas e informes reservados del pontífice no podían tener otro resultado que desestabilizar el gobierno central de la Iglesia católica. Y poner en duda el liderazgo mismo de su cabeza, sembrando el desconcierto no sólo en Roma sino en todo el mundo.

Un Papa incómodo. Algunos observadores han calificado a Joseph Ratzinger como el “Papa de la limpieza”. Y no se equivocan. Como nunca antes el actual pontífice abordó los temas incómodos para la curia romana y la Iglesia católica toda. Fue el primero en reconocer el escándalo de los curas pedófilos, en reunirse con las víctimas, en escribir una carta pública en la cual reconoció el problema y en pedir justicia. En ocasiones casi como una voz que clama en el desierto. Es verdad, fuera de la Iglesia muchos piensan que sus acciones fueron insuficientes. Tal vez con razón. Pero visto desde dentro, en este campo él fue el más incisivo. Bastante como para granjearle motivados detractores.

No se quedó sólo en eso. De África a Oceanía, pasando por Europa y América, lentamente, en los últimos años el Papa ha ido marginando a obispos cuestionados y no sólo por sus dudosas posiciones doctrinales. Las dimisiones fueron dadas por igual tanto a clérigos con concubinas e hijos como a algunos involucrados en malos manejos administrativos. Una labor sistemática de puesta en orden. El mismo orden que Benedicto ha intentado poner en congregaciones religiosas, grupos e instituciones eclesiásticas. No sin problemas. Los Legionarios de Cristo son un caso emblemático. Aún con todo en contra, para ellos el Papa pidió una investigación y ordenó una reforma. Ahora corre el riesgo de ser traicionado por aquellos que designó para llevar a la práctica sus intenciones.

Tucob (Todos Unidos Contra Bertone). Poco después de llegar al trono de San Pedro, Ratzinger eligió como su “brazo derecho” a un prelado de su confianza, el ex arzobispo de Génova y cardenal Tarcisio Bertone. Un pastor, ajeno a la curia romana y a la carrera diplomática. Desde el principio la elección fue un enorme desafío, por el perfil del secretario de Estado del Vaticano. Y a juzgar por los documentos publicados en el libro “Sua Santità”, del periodista italiano Gianluigi Nuzzi, el purpurado demostró no estar a la altura de las circunstancias. Su gestión está plagada de errores de cálculo, faltas de tacto, salidas en falso e imposiciones poco inteligentes. Todo esto aderezado con un evidente afán por controlar más y más el poder. Así, casi involuntariamente, provocó que algunas personalidades y grupos, tal vez distantes entre sí, se uniesen en su contra. En lugar de ser un “pararrayos”, capaz de evitar mayores problemas al Papa, se convirtió en un lastre indeseado para él.

Un choque de elefantes. Más allá de los errores de Bertone, resulta evidente que la sustracción y filtración de documentos confidenciales es una acción extrema, síntoma de un enorme malestar en una franja del “Tucob”. Pero es, al mismo tiempo, un acto de gravedad inaudita muy lejano a la mente de un simple mayordomo. Porque la magnitud del daño causado por sacar al sol los trapitos que históricamente se han lavado en casa, es tanto como llevar la “pugna” a otro nivel. Es el clásico “doble o nada”, alzar la apuesta porque es mucho lo que está en juego. Un panorama en el cual un personaje como Paolo Gabriele se posiciona más como un peón que como un alfil, o una reina. Esto reforzaría la pista de cardenales involucrados, u otros personajes de primera línea. Una tesis que el portavoz vaticano, Federico Lombardi, se ha empeñado fuertemente en desmentir.

El valor de los documentos. Un comentario aparte merecen los documentos filtrados. De hecho, a esta altura del “vatileaks”, el contenido de los informes pasó a un segundo plano. La atención se ha centrado ya en las intrigas que han permitido su difusión y en las pesquisas pontificias para dar con los “cuervos”. Y aunque los documentos no revelaron noticias clamorosas, sí poseen un extraordinario valor. Especialmente para los observadores de cosas vaticanas. Porque permiten reconstruir escenarios hasta ahora conocidos sólo a través de fuentes confidenciales o contrastar versiones contradictorias.

Un aire de fin de pontificado. Todos estos acontecimientos han recrudecido ese “aire de fin de pontificado” del cual escribimos aquí muchas semanas atrás. Y el análisis parece mantener su vigencia. Lo sorprendente es que, regresando con la memoria, prácticamente desde el inicio del ministerio de Benedicto XVI se ha intentado, por muy diversas vías, instaurar un ambiente negativo hacia su persona y hacia su acción de gobierno. Casi como en un intento por debilitarle, cansarle y obligarle a que renuncie.

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