16.06.12

 

Según la patronal de las clínicas de la muerte, el 48,47% de la mujeres que abortan en España lo hacen porque les da la realísima gana. Es decir, no necesitan buscar otro argumento que el de “no quiero ser madre". El problema es que ya son madres cuando deciden abortar. Lo que tienen dentro de sus cuerpos es un ser humano con identidad propia. Pequeñito, sin lugar a dudas, pero tan persona como ellas. La dignidad no depende del tamaño ni del estado de desarrollo biológico. Tan ser humano es un niño recién nacido como un adolescente de 15 años y un anciano de 75. Y lo mismo se puede decir de aquellos que todavía no han nacido porque de están desarrollando en el seno materno.

Otro de los datos espantosos de la encuesta de ACAI es que las menores que abortan lo hacen en la inmensa mayoría de los casos con el consentimiento de sus padres. Apenas un 10 por ciento opta por no decir nada para evitar tener problemas en casa. Los papás de las menores prefieren que sus nietos mueran antes de nacer a ser abuelos “antes de tiempo".

¿Qué indica todo esto? Pues que vivimos en una sociedad donde matar niños no nacidos se ve como la cosa más normal del mundo por millones de personas. Eso sí, posiblemente esas mismas personas se escandalizan cuando ven la foto de una mujer china al lado de los restos del bebé al que han matado para cumplir con la política de “un solo hijo". Los que llevan a España a una de las tasas de natalidad más bajas del mundo, los que para evitar ser padres y madres prefieren asesinar a sus hijos antes de nacer, frucen el ceño cuando ven con sus ojos el asesinato del hijo de una pobre mujer del país asiático.

Sirva todo esto para que nos vayamos desprendiendo de la idea de que la mujer que aborta es siempre una víctima más. Puede que haya muchos casos en que se puede dar esa circunstancia, pero la verdadera víctima del aborto es el ser humano al que se asesina legalmente. Ese sí que no tiene voz. Ese sí que no sufre después consecuencias psicológicas. Ese sí que no puede arrepentirse. Le matan antes de que pueda ver la luz del sol. En muchas ocasiones sin que siquiera pueda tener consciencia de sí mismo.

Aceptamos que muchas mujeres son víctimas del aborto con efectos retardados. Es decir, por más que quieran acallar la voz de su conciencia, les resulta imposible apartar la verdad de sus cabezas. Son plenamente conscientes de que han matado no solo a un ser humano, sino a su hijo. Y claro, llegan las depresiones, las vidas amargadas, los suicidios. Es ahí donde la Iglesia ha de intervenir para ofrecer la gracia del arrepentimiento y el perdón. No hay psicólogo que pueda reemplazar la labor de un buen sacerdote que acompaña a la mujer que ha abortado en el camino de regreso a la paz con Dios.

La misma Iglesia que excomulga a quien asesina su hijo no nacido es la que lleva a la arrepentida a los pies del Salvador. Puede que la pena le siga acompañanado por el resto de su vida, pero al menos habrá limpiado su alma de la culpa por la sangre inocente derramada. Y si el Señor se lo concede, puede convertirse en apóstol de la vida y ayudar a otras mujeres a no tomar esa sanguinaria decisión.

Sin embargo, son muchas las mujeres que nunca acudirán a la Iglesia para recibir el perdón. Sea porque tienen la conciencia tan cauterizada que no les afecta el haber matado a sus hijos, sea porque han tirado la fe que recibieron en el bautismo por la letrina de la apostasía. Sin embargo, todas ellas tendrán que rendir cuentas algún día a Dios. Si no aceptan la gracia de la conversión antes de morir, pasarán toda la eternidad en el infierno. Como decía San Basilio en el siglo IV (*):

“Las mujeres que proporcionan medicinas para causar el aborto así como las que toman las pociones para destruir a los niños no nacidos, son asesinas”
(San Basilio, ep 188, VIII)

Y creo que eso vale también para los padres de las criaturas que han forzado o consentido el aborto. No vaya a ser que se nos olvide que detrás de cada niño concebido hay un hombre que ha puesto la semilla.

Luis Fernando Pérez Bustamante

(*) Los primeros cristianos contra el aborto