18.06.12

Abusos litúrgicos y sexuales. Las luchas del Papa

A las 6:11 PM, por Andrés Beltramo
Categorías : Benedicto XVI

Desde su llegada al trono de San Pedro en 2005 Benedicto XVI combate dos batallas clave. Una por la fidelidad de la Iglesia a su fundador, Cristo, y la otra por mantener su credibilidad en un escenario internacional hostil. Se trata de dos luchas aparentemente distantes entre sí, a simple vista no vinculadas pero que, en realidad, tienen mucha relación la una con la otra. Dos combates difíciles, uno contra los abusos litúrgicos provocados por la mala comprensión del Concilio Vaticano II y el otro contra los abusos sexuales contra menores de parte de algunos clérigos.

Fue justamente el Papa quien explicó cuáles son los puntos de vinculación entre estos dos problemas. Lo hizo en un videomensaje transmitido en Dublín la tarde de este domingo 17 de junio con motivo de la clausura del 50 Congreso Eucarístico Internacional. En un análisis que seguramente despertará sorpresa y por ello resulta fundamental leer en sus pasajes más importantes, que replicamos abajo.

Para el pontífice los pecados de los sacerdotes están conectados, en cierto sentido, con un cristianismo de formas, parco, desgastado y que poco valor da a los sacramentos. Especialmente a la Eucaristía. Aunque el Concilio se había propuesto justamente modificar ese catolicismo de los hábitos y las costumbres. Algo que, al parecer, no logró del todo. Es más, una lectura reduccionista del Vaticano II se quedó sólo en la reforma litúrgica externa. ¿Y el interior? Bien gracias. Ahí, según Joseph Ratzinger, puede anidarse el germen de la depravación.

MUCHOS MALENTENDIDOS E IRREGULARIDADES
Benedicto XVI / 17 de junio de 2012

El Congreso tiene lugar en un momento en el que la Iglesia se prepara en todo el mundo para celebrar el Año de la Fe, para conmemorar el quincuagésimo aniversario del inicio del Concilio Vaticano II, un acontecimiento que puso en marcha la más amplia renovación del rito romano que jamás se haya conocido. Basado en un examen profundo de las fuentes de la liturgia, el Concilio promovió la participación plena y activa de los fieles en el sacrificio eucarístico.

Teniendo en cuenta el tiempo transcurrido, y a la luz de la experiencia de la Iglesia universal en este periodo, es evidente que los deseos de los Padres Conciliares sobre la renovación litúrgica se han logrado en gran parte, pero es igualmente claro que ha habido muchos malentendidos e irregularidades.

La renovación de las formas externas querida por los Padres Conciliares se pensó para que fuera más fácil entrar en la profundidad interior del misterio. Su verdadero propósito era llevar a las personas a un encuentro personal con el Señor, presente en la Eucaristía, y por tanto con el Dios vivo, para que a través de este contacto con el amor de Cristo, pudiera crecer también el amor de sus hermanos y hermanas entre sí.

Sin embargo, la revisión de las formas litúrgicas se ha quedado con cierta frecuencia en un nivel externo, y la “participación activa” se ha confundido con la mera actividad externa. Por tanto, queda todavía mucho por hacer en el camino de la renovación litúrgica real. En un mundo que ha cambiado, y cada vez más obsesionado con las cosas materiales, debemos aprender a reconocer de nuevo la presencia misteriosa del Señor resucitado, el único que puede dar amplitud y profundidad a nuestra vida.

Por otra parte, la Eucaristía es el memorial del sacrificio de Cristo en la cruz; su cuerpo y su sangre instauran la nueva y eterna Alianza para el perdón de los pecados y la transformación del mundo. Durante siglos, Irlanda ha sido forjada en lo más hondo por la santa Misa y por la fuerza de su gracia, así como por las generaciones de monjes, mártires y misioneros que han vivido heroicamente la fe en el país y difundido la Buena Nueva del amor de Dios y el perdón más allá de sus costas.

La gratitud y la alegría por una historia tan grande de fe y de amor se han visto recientemente conmocionados de una manera terrible al salir a la luz los pecados cometidos por sacerdotes y personas consagradas contra personas confiadas a sus cuidados. En lugar de mostrarles el camino hacia Cristo, hacia Dios, en lugar de dar testimonio de su bondad, abusaron de ellos, socavando la credibilidad del mensaje de la Iglesia. ¿Cómo se explica el que personas que reciben regularmente el cuerpo del Señor y confiesan sus pecados en el sacramento de la penitencia hayan pecado de esta manera? Sigue siendo un misterio. Pero, evidentemente, su cristianismo no estaba alimentado por el encuentro gozoso con Cristo: se había convertido en una mera cuestión de hábito. El esfuerzo del Concilio estaba orientado a superar esta forma de cristianismo y a redescubrir la fe como una amistad personal profunda con la bondad de Jesucristo.