21.06.12

 

De vez en cuando repaso mi actividad en internet en los tiempos en que no era católico. Buena parte de ella sigue en el foro de Iglesia.net, donde escribí más de 12.000 mensajes que si se juntan todos casi harían palidecer a la cantidad de posts que he escrito desde que entré en el mundo de la blogosfera.

Al leer hoy uno de esos mensajes no he podido hacer otra cosa que sonreír. Es seguro que cambiaría alguna cosa, pero en esencia mantengo lo mismo que escribí el 8 de septiembre de 1999. Meses antes había dejado de ser protestante pero todavía no era católico. Asistía los domingos a la parroquia ortodoxa rumana que había cerca de la Plaza de Castilla, que estaba a cargo del sacerdote Teófilo Moldován. Ya por entonces la lectura del Beato Henry Newman me estaba situando, por gracia de Dios, a las puertas del regreso a la Iglesia. Pero esa misma gracia me abrió los ojos ante algo que suele ocurrir cuando tratas con muchos evangélicos. Lo señalé en este mensaje:

Mirna, los que llevamos en este foro desde el principio sabemos que hay determinado tipo de personas que sólo saben ser evangélicos cuando se trata de atacar a la Iglesia de Roma, pero cuando hay que defender doctrinas como la trinidad o la inerrancia bíblica, desaparecen del mapa. Yo no sé si es por ignorancia o por cobardía pero el que sólo se “moja” a la hora de atacar a Roma y luego es incapaz de, al mismo tiempo, defender los fundamentos básicos de cualquier iglesia evangélica que se precie de serlo, es el menos indicado para andar dando lecciones de nada. Y, sea por una razón o por otra, el caso es que no defienden su fe a no ser que ande una sotana por medio.

Yo he tenido que soportar el ser acusado de romanista por gente que sólo entiende su fe como un continuo acto de odio hacia Roma. Y, ¿sabes Mirna? Llega un momento en que uno se cansa de tanta miseria humana vestida de pureza bíblica. Llega un momento en que uno entiende que esa gente mantiene el espíritu que llevó a la cristiandad occidental (latina) a enredarse en guerras de religión que sólo trajeron sangre y destrucción, tanto en Europa como en América, a través de las masacres de los colonizadores. Dicen que son de Dios pero no saben hacer otra cosa que odiar y seguir plantando raíces de amargura. Desgraciadamente no pocas veces me veo arrastrado hacia sus tácticas y eso es algo de lo que espero verme libre algún día con la ayuda de Dios.

Pero no me puedo quedar quieto mientras veo que ellos sí pueden utilizar la historia de los demás para sus intenciones bastardas mientras que luego se molestan enormemente cuando alguien les saca la historia de sus antepasados en la fe. Es decir, ellos sí pueden hacer lo que hacen pero los demás no. Pues TURURÚ. Ni lo sueñen. Mientras sigan haciendo lo que hacen, yo voy a sacar toda la basura de su “historia” aunque, a partir de ahora, me voy a estar calladito y voy a hacer muy pocos comentarios irónicos, simplemente dejando que la propia historia hable por sí sola.

Por otra parte, Mirna, te aseguro que si algún católico conoce a algún hermano de su fe que está dudando si dejar su iglesia para convertirse en evangélico, lo mejor que puede hacer es pasarle los mensajes de la Yihad evangélica para que se le quiten todas las dudas y permanezca donde está. Los mensajes de la Yihad evangélica son una vacuna perfecta para la propia Iglesia católica, aunque a muchos sus mensajes les produzcan escalofríos de placer onírico. Roma debe de estar felicísima con evangélicos como esos.

Mirna, yo he sido evangélico durante ocho años, cosa de la cual no me arrepiento porque Dios ha utilizado esa etapa de mi vida para enseñarme muchas cosas que siempre estarán conmigo en mi vida como cristiano. El aprecio y la confianza en la Palabra de Dios lo aprendí en la iglesia evangélica de la que fui miembro. De Gregorio, mi pastor, aprendí que no haca falta ser un histérico tirado por los suelos ladrando como los perros o mugiendo como las vacas a la vez que se es pentecostal y aprendí también cómo debe ser el carácter de un pastor cristiano.

Examinadlo todo y retened lo bueno. Eso espero haber hecho con lo que he vivido en mi vida como evangélico. Muchas cosas buenas llevo conmigo de esa etapa de mi vida. Pero, por ejemplo, no me puedo llevar conmigo el espíritu de división ni la idea de que cualquiera puede interpretar la Biblia por su propia cuenta (como hicieron los arrianos, hacen los unitarios y hacen multitud de sectas) sin tener en cuenta lo que la iglesia de Cristo ha dicho en sus 20 siglos de existencia. Y desde luego, atacaré con todas mis fuerzas a aquellos que han convertido los peores valores que salieron de la Reforma (espíritu de violencia incluído) en la norma para saber quién es un buen evangélico a finales del siglo XX. Ellos son la verguenza de vuestras iglesias. No lo dudes.

Dios te bendiga

Han pasado casi 13 años, pero la reciente serie de artículos sectarios y anticatólicos del protestante evangélico más conocido en España demuestran que no me equivoqué en el juicio sobre el espíritu al que están sujetos ese tipo de hermanos separados.

Poco después de escribir eso, leyendo el “Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana” del Beato Henry Newman, me di cuenta que en era posterior al concilio de Nicea se daba la circunstancia de que lo único en que se ponían de acuerdo los herejes era en atacar y despreciar a la Iglesia Católica.

Habiendo dejado atrás el protestantismo y en medio ya de la duda sobre si la Iglesia de Cristo era -o si quieren, subsiste en- la Iglesia Católica o las iglesias ortodoxas, la actitud beligerante, radical y enfermiza de muchos protestantes hacia la Iglesia en comunión con el Obispo de Roma, que no se da ni de lejos contra las iglesias ortodoxas, me ayudó a entender dónde estaba la verdadera Esposa de Cristo. No pretendo que este fuera un factor determinante, pero sí pesó lo suyo.

Luis Fernando Pérez Bustamante