1.07.12

SANTA MISA E IMPOSICIÓN DEL PALIO A LOS NUEVOS METROPOLITANOS

Hoy he leído la homilía de Benedicto XVI durante la Santa Misa e Imposición de Palio en la Fiesta de los Apóstoles San Pedro y San Pablo. Creo que en este caso el resumen distribuido por Radio Vaticano (RV) no ha sido bueno todo lo bueno que suele ser. Lógicamente se centró en la explicación del Papa sobre el «atar y desatar» y el poder para perdonar los pecados. Y eso está bien. Pero el Santo Padre dijo muchas otras cosas. Entre ellas explicó también el sentido y el fundamento del poder disciplinar de Pedro y sus sucesores, incluyendo la «excomunion» y a quién corresponde legítimamente definir qué pertenece a la Revelación:

Pasemos ahora al símbolo de las llaves, que hemos escuchado en el Evangelio. Nos recuerdan el oráculo del profeta Isaías sobre el funcionario Eliaquín, del que se dice: «Colgaré de su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá» (Is 22,22). La llave representa la autoridad sobre la casa de David. Y en el Evangelio hay otra palabra de Jesús dirigida a los escribas y fariseos, a los cuales el Señor les reprocha de cerrar el reino de los cielos a los hombres (cf. Mt 23,13). Estas palabras también nos ayudan a comprender la promesa hecha a Pedro: a él, en cuanto fiel administrador del mensaje de Cristo, le corresponde abrir la puerta del reino de los cielos, y juzgar si aceptar o excluir (cf. Ap 3,7). Las dos imágenes –la de las llaves y la de atar y desatar– expresan por tanto significados similares y se refuerzan mutuamente. La expresión «atar y desatar» forma parte del lenguaje rabínico y alude por un lado a las decisiones doctrinales, por otro al poder disciplinar, es decir a la facultad de aplicar y de levantar la excomunión. El paralelismo «en la tierra… en los cielos» garantiza que las decisiones de Pedro en el ejercicio de su función eclesial también son válidas ante Dios.

No recuerdo que lo haya explicado en otros momentos con esta crudeza, así que, por novedad me parecía relevante. No parece tampoco una casualidad. La fuerza de estas palabras, en el contexto de la ceremonia de imposición del palio a los arzobispos nombrados ese año, adquieren más relieve si se relacionan con la homilía de la Misa Crismal de este año en la que advierte dolorosamente del desgarro de la disidencia interna.

¿Vientos de cambio? No me parece descabellado interpretarlo de ese modo, los «progres» ya lo hacen. Hay que estar atentos, es muy probable que en torno a la apertura del «Año de la Fe» veamos actuaciones decididas de nuestros pastores en el cuidado de la grey a ellos encomendada. Por las noticias que tengo son más que un deseo.

Las palabras de la homilía me recordaron también a la entrevista «Informe sobre la fe» cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Messori le pregunta si todavía existían herejes (negritas mías):

La palabra de la Escritura es actual para la Iglesia de todos los tiempos. Por lo tanto, tiene hoy también actualidad la admonición de la segunda carta de Pedro a que nos guardemos «de los falsos profetas y de los falsos maestros que inculcarán perniciosas herejías» (2,1). El error no es complementario de la verdad. No olvidemos que, para la Iglesia, la fe es un «bien común», una riqueza que pertenece a todos, empezando por los pobres y los más indefensos frente a las tergiversaciones; así que defender la ortodoxia es para la Iglesia una obra social en favor de todos los creyentes. En esta perspectiva, cuando se está ante el error, no hay que olvidar que se deben tutelar los derechos individuales de cada teólogo, pero también los derechos de la comunidad. Naturalmente, visto todo a la luz del alto aviso evangélico: «verdad en la caridad». También por esto, aquella excomunión en la que hoy sigue incurriendo el hereje es considerada como «sanción medicinal», en el sentido de una pena que no busca tanto el castigo como la corrección y curación. Quien, convicto de su error, lo reconoce, es siempre acogido con los brazos abiertos, como un hijo especialmente querido, en la plena comunión de la Iglesia.

En cualquier caso, como podéis ver, mejor siempre leer los documentos originales sin interpretar y sin filtrar. Aunque el filtro sea una agencia del Vaticano.