9.07.12

 

En Camerún hay una religiosa de las Hijas de la Caridad, María Ángeles Mendoza, que acaba de declarar lo siguiente al diario El País: “Hay que saber lo que dice la Iglesia, y la Iglesia no dice categóricamente que no al preservativo. Yo lo recomiendo como especialista sanitaria“. Por si no quedara clara su postura, añade: “la moral dice de emplear el medio que hace menos mal“.

No hace falta que explique que esta mujer se separa de la enseñanza católica sobre esa cuestión. Hay cosas tan evidentes que no es necesario insistir en ellas. El problema radica en que, una vez más, un miembro destacado de la Iglesia hace lo que le viene en gana sin tener en cuenta el magisterio. Y mucho me temo que, una vez más, nadie hará nada para que eso deje de ocurrir. Siempre habrá quien diga que al fin y al cabo esa religiosa atiende a los más necesitados y eso es motivo más que suficiente para no aplicarle disciplina.

Si quien tiene autoridad en la Iglesia para corregir los errores mira para otro lado cuando estos son públicos, ¿qué podemos hacer los que no tenemos, ni pretendemos tener, dicha autoridad? Pues poca cosa excepto hacer visible nuestro malestar. O sea, exactamente lo mismo que hacen aquellos que se rasgan las vestiduras cuando, ocasionalmente, los pastores toman medidas contra los responsables de la secularización interna que sufre la Iglesia en las últimas cuatro décadas. Supongo que alguno pensará que dado que unos nos quejamos de lo poco que hacen y otros protestan cada vez que hacen un poco, la cosa queda en empate. Pero la salud de las almas no puede depender de “combates” mediáticos.

Luis Fernando Pérez Bustamante