14.07.12

 

En los últimos tiempos, dos miembros de la Iglesia en Cataluña han sido protagonistas en los medios de comunicación. Por una parte, el obispo de Solsona, Mons. Xavier Novell, se dedica a hacer cosas habituales entre el episcopado de países como EE.UU pero no muy usuales acá en España. Por ejemplo, pide a los fieles que se confiesen como la Iglesia manda, exhorta y amonesta a jóvenes que van vestidos poco decorosamente a confirmarse, asegura que hay que tener tolerancia cero con la secularización interna de la Iglesia, reclamando que los scouts de su diócesis recuperen la confesionalidad católica, etc.

Por otro lado, Sor Teresa Forcades, monja benedictina que tiene un concepto un tanto peculiar sobre la clausura, ha ocupado titulares de prensa por igualar el derecho a la vida con el derecho de la mujer a matar al hijo que lleva en su seno, por alabar a Hugo Chávez, por pedir una huelga general indefinida, etc.

Habrá quien piense que eso da una imagen de Iglesia plural, abierta, donde tienen cabida diversas sensibilidades espirituales, doctrinales y morales. Otros más bien pensamos que eso da una imagen de una Iglesia desorientada, sin rumbo fijo, incapaz de poner un mínimo de orden en sus filas, donde, sin que pase nada, se puede defender el derecho al aborto -incluso dar dinero a una mujer para que lo haga-, que ha dejado aparcada la autoridad a un lado por razones que es mejor no imaginar.

Es cierto que a Sor Forcades le llamaron la atención desde Roma. El Cardenal Franc Rodé, C.M., por entonces Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, envió una carta a la superiora de la monja para exigir que manifestara públicamente su adhesión a los principios doctrinales de la Iglesia. ¿Respuesta? Ninguna. Sor Teresa Forcades presume incluso de no haber hecho ni caso a la indicación de la Santa Sede. Su argumento es que los temas en los que se aleja del magisterio no son asuntos cerrados, ya que, según dice, la Iglesia ha variado su posición sobre los mismos a lo largo de la historia. No voy a entrar ahora a refutar semejante afirmación. Lo que me interesa es que doña Teresa sigue siendo religiosa benedictina y nadie, que se sepa, se ha dignado abrirle un proceso canónico para disciplinarla e incluso secularizarla.

Dice la Escritura que la Iglesia -o los que somos parte de ella- ha de ser luz del mundo y sal de la tierra. Pero si la luz que transmitimos está corrompida por las tinieblas del error y de la soberbia de herejes que hacen de su capa un sayo de cualquier cosa que se les diga, ¿qué podrá recibir el mundo de nosotros?

Nuevamente tengo que recordar que no nos corresponde a los seglares poner fin a este despropósito. Como mucho podemos quejarnos y pedir con respeto filial a nuestros pastores que tomen las medidas necesarias para atajar la secularización interna en la Iglesia que ellos mismos reconocen que existe. El buen médico no se limita a dar el pronóstico adecuado de las enfermedades. También prescribe la medicación que sirve para curarlas. A veces la medicina es difícil de tomar, provoca dolor en el enfermo e incluso rechazo. Pero mejor es eso que la muerte. La verdadera caridad no convive con el error. Siempre deje dejarse abierta la puerta a la reconciliación, pero nunca la puerta por que la entra el humo de Satanás a la Iglesia.

En resumidas cuentas, Mons. Novell y Sor Forcades no son dos caras de la misma moneda. Uno es un obispo que, por la gracia de Dios, obra conforme al ministerio que le ha sido encomendado. La otra es una traidora al carisma de su congregación religiosa que resiste la gracia de Dios que la llevaría a la conversión, al arrepentimiento y a la verdadera clausura.

Luis Fernando Pérez Bustamante