6.08.12

Serie Huellas de Dios - 3.- Cuando sólo queda la fachada

A las 12:33 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Serie Huellas de Dios

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Presentación de la serie

Huellas de Dios

Las personas que no creen en Dios e, incluso, las que creen pero tienen del Creador una visión alejada y muy distante de sus vidas, no tienen la impresión de que Quién los mira, ama y perdona, puede manifestarse de alguna forma en sus vidas.

Así, cuando el Amor de Dios lo entendemos como el actuar efectivo de quien no vemos puede llegar a parecernos que, en definitiva, poco importa lo que pueda hacer o decir Aquel que no vemos, tocamos o, simplemente, podemos sentir.

Actuar de tal manera de permanecer ciego ante lo que nos pasa y no posibilitar que Dios pueda ser, en efecto, alguien que, en diversos momentos de nuestra vida, pueda hacer acto de presencia de muchas maneras posibles.

En diversas ocasiones, por tanto, se producen inspiraciones del Espíritu Santo en nuestro corazón que muestran la presencia de Dios de forma firme y efectiva. Las mismas son, precisamente, “Huellas de Dios” en nuestras vidas porque, en realidad, nosotros somos su semejanza y, como tal, deberíamos encontrar a nuestro Creador, sencillamente, en todas partes.

No es algo dado a personas muy cualificadas en lo espiritual sino posibilidad abierta a cada uno de nosotros. Por eso no podemos hacer como si Dios estuviera en su reino mirando a su descendencia sin hacer nada porque cada día, a nuestro alrededor y, más cerca aún, en nosotros mismos, se manifiesta y hace efectiva su paternidad.

Las huellas de Dios son, por eso mismo, formas y maneras de hacer cumplir, en nosotros, la voluntad de Creador que, así, nos conforma para que seamos semejanza suya y, en efecto, lo seamos porque, como ya dejó escrito San Juan, en su primera Epístola (3, 1) es bien cierto que, a pesar de los intentos de evadirse de la filiación divina, no podemos preterirla y, como mucho, miramos para otro lado porque no es de nuestro egoísta gusto cumplir lo que Dios quiere que cumplamos.

Sin embargo, el Creador no ceja en su voluntad de llamarnos y sus huellas brillan en nuestro corazón siendo, en él, la siembra que más fruto produce.

3.-Cuando sólo queda la fachada


¿Cuántas veces han acudido a algún restaurante o lugar de alto copete, de apariencia buena y de buen vestir pero luego, en el momento en que se lleva a cabo lo que allí se desarrolla hemos visto que no existía una relación directa entre esto y lo otro, entre lo que parecía, desde el exterior y lo que, en realidad, era?

Esto suele suceder muy a menudo, dejándote, por así decirlo, con un sabor agridulce y llegando a pensar que, en muchas ocasiones, una cosa es la apariencia y otra, mucho más importante, la presencia, podríamos decir.

La relación que entablamos con Dios (me refiero a quien la establezca, claro está) tiene, como quizá la que establecemos con personas conocidas o menos conocidas, diversas formas de manifestarse. Si esta es, verdaderamente, franca, no habrá en ella mentira alguna y siempre trataremos de que se lleve a cabo con alegre cumplimiento de su voluntad.

Y sabiendo que eso es lo que Él espera, que para eso nos creó y que, con eso, sólo hacemos lo que tenemos que hacer, en estricto cumplimiento de nuestra obligación de hijos, ya tenemos una buena pista que seguir, una buena senda que andar.

Sin embargo, y como consecuencia de esta causa que es esa relación con el Padre, podemos encontrarnos con problemas, podemos vernos ante incomprensiones y podemos, también, sucumbir ante ese tan perjudicial “respeto humano”, o sea, el qué dirán, qué podrán pensar de mí si actúo así y si seré bien visto en el ámbito social en el que me desenvuelvo…

Ante esto cabe, por una parte, ser coherente con nuestra fe y afrontar, de cara, las consecuencias de esa situación; pero, por otra, quizá sea esta la peor opción, también podemos guardar unas apariencias de cara a los demás, haciendo ver que nuestra fe es sólida, incluso respondiendo con mesura a ciertos embates pero, en el corazón, aquel lugar de donde salen las obras, lo bueno y lo malo, hemos optado por el disimulo. Si los que nos ven entienden que nuestro cristianismo es acendrado pero, en el fondo, en ese fondo profundo en el que Dios ve, si hemos establecido una barrera de apariencia entre la realidad y nuestro verdadero sentimiento, nos hacemos un flaco favor ya que la Verdad, la auténtica Verdad, nunca permanece oculta para Aquel que lo sabe todo y, por eso, nada de lo que podamos hacer, a pesar de nuestros intentos de control sobre nuestro entorno, acabará con éxito.

Bien podemos decir que aquello que ilumina nuestras vidas, ese afán por querer amar francamente, o sea sin mentir sobre lo que hacemos, no puede quedar como si lo que decimos no tiene relación directa con lo que hacemos. Corazón y mundo han de estar íntimamente conectados, pero con una conexión que no puede sustentarse con falsedad sino con auténtico hacer, con esa forma de permanecer en nosotros la fe que, auténticamente ha de ser considerada por Dios como verdadera para que, falseada, tan sólo nos deja en mal lugar ante quien nos da la posibilidad de escoger: apariencia o creencia verdadera, libertad verdadera orada.

Eleuterio Fernández Guzmán