«Madre tierra» sí, Cristo no

 

No compartimos ninguna forma de animismo ni característica alguna de deidad que pudiera atribuirse a la tierra, porque el Dios Creador se ha revelado definitivamente en Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios. Si se desvanece esta visión, se acaba por considerar la naturaleza como un tabú intocable o, al contrario, por abusar de ella

17/08/12 12:24 AM


El discernimiento es necesario en la vida de la Fe para no dejar a la improvisación las urgencias pastorales, frente a situaciones desafiantes que parecen moverse más rápidamente que nosotros. Muchos de los que somos llamados cristianos de a pie, percibimos con frecuencia, vacíos pastorales, en temas tan extremadamente capitales como la ambigüedad entre inculturación del Evangelio, religiosidad popular, magia y superstición, que parecen fundirse en un solo marco.

En junio pasado, paralelamente a Río+20, (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible), que tuvo lugar en el Brasil, se verificó la llamada Cumbre de los pueblos, la que hizo gala del proyecto anticristiano Carta de la Tierra, poniendo en evidencia el sincretismo y panteísmo ecologista diseñado para remplazar al Decálogo. La Carta de la Tierra y la Declaración universal del bien común de la madre tierra y de la humanidad, presentada esta última, en la Primera Conferencia Mundial de los Pueblos sobre Cambio Climático y Derechos de la Madre Tierra, realizada en Cochabamba (abril 2010), tienen como fin primero y último el posicionamiento de una reingeniería pagana, que se vino desarrollando, muy particularmente a partir del V Centenario del Descubrimiento de América, para armar una Iglesia ecuménica mundial, al servicio de un Nuevo orden mundial, (democracia sociocósmica en expresión del ex presbítero Leonardo Boff), o dicho de otra forma un socialismo espiritual, sistemático proyecto de retorno, a la idolatría y el paganismo.

Reingeniería que ha venido haciendo sonar una matraca muy bien orquestada para hacer revivir prácticas pseudo religiosas, partiendo de un concepto indigenista muy bien calculado, y con la mira puesta en minar los cimientos de la Iglesia Católica. 

En ese arco, los Obispos de Bolivia, en la pasada Cuaresma, han hecho pública una nueva Carta Pastoral colectiva, que parecería no ha tenido la resonancia que tuvieron otras pastorales y declaraciones en tiempos no muy lejanos. La Carta Pastoral sobre medio ambiente y desarrollo humano en Bolivia, lleva por título El Universo, don de Dios para la vida. 

Es de particular importancia el capítulo IV: La naturaleza de la sabiduría de los pueblos indígenas. Los obispos, como Maestros de la Fe, con claridad meridiana han abordado un aspecto capital:

Las espiritualidades indígenas y originarias tienen una forma propia de entender a Dios en la naturaleza y en todo el universo. En la cosmovisión andina y amazónica, lo creado es sagrado; es vida y fuente de vida. La Pachamama, considerada en las culturas del occidente del país como madre generosa y sustento de la vida, expresa la idea de cuidar y criar todo el universo, espacio y tiempo, donde todo está relacionado, en correspondencia y complementación… (n. 37), sin embargo, como cristianos, no compartimos ninguna forma de animismo ni característica alguna de deidad que pudiera atribuirse a la tierra, porque el Dios Creador se ha revelado definitivamente en Jesucristo, verdadero hombre y verdadero Dios.

Por eso también consideramos que la tierra no es sujeto de derechos, ya que sólo es la persona humana, culmen de la creación, la que tiene derechos y deberes frente a todo lo creado, pues se trata de un don del Dios trascendente, cuyo valor es trascendental más allá de su utilidad económica. Si se desvanece esta visión, se acaba por considerar la naturaleza como un tabú intocable o, al contrario, por abusar de ella (n. 38). 

La colocación de la religión verdadera de Jesucristo al mismo nivel de las falsas religiones, fue señalada como ignominiosa por el Papa Pío XI, en conexión magisterial con su predecesor el Papa León XIII quién enseñó que es contrario a la razón que el error y la verdad deberían tener derechos iguales. 

Causan confusión aquellos, sean sacerdotes, religiosos, religiosas, laicos, laicas, que, culturalizan la devoción y amor filial del creyente, equiparando a María con Pachamama.  Nada más absurdo… no podemos confundir nuestra religión revelada con religiones naturalistas. La Pachamama es y será siempre una realidad creada. Los cristianos católicos no podemos ser arrastrados al error por ninguna autoridad, sea ésta religiosa o política. 

Y se da el fenómeno de que quienes afirman que la realidad cristiana trasciende las categorías de lo sagrado y lo profano (Thils), promueven una devaluación de lo sagrado cristiano no trepidando en calificar de sagrada cualquier otra cosa

Ningún desarrollo teológico o espiritual es válido si se confecciona éste fuera de la orientación bíblica y tradicional, asegurada siempre por el Magisterio apostólico, según lo puntualiza la Constitución dogmática sobre la Iglesia (cf.: Dei Verbum, n.10), no puede ser católico, será una gnosis, una ideología. 

Jesucristo dejó atrás todo el orden sacral de la Ley antigua, anunciando la interioridad fundamental de la santidad que no ha de quedar limitada a exterioridades rituales, derogó las sacralidades mosaicas y estableció un orden nuevo de sacralidades. El Templo de Jerusalén cumplió su función cultual, ya que el Templo es Él mismo. Para los cristianos Dios es Santo, no es sagrado, la humanidad de Cristo es sagrada, y en Cristo todo el pueblo cristiano forma un pueblo santo y sagrado. 

En la Iglesia, Cuerpo de Cristo, se distinguen grados diversos de sacralidad, y en esos grados se basa el lenguaje cristiano de lo sagrado. La Iglesia por lo tanto tiene el derecho y el deber de configurar lo sagrado, estableciendo unos usos, o aprobando al menos ciertas costumbres, pues ella tiene autoridad para cuidar la manifestación visible del Invisible. Fidelidad o traición. No hay otra alternativa.