21.08.12

¿Cómo gobierna Benedicto XVI?

A las 7:47 PM, por Andrés Beltramo
Categorías : Papas, El Vaticano

Benedicto XVI es un Papa que gobierna. Lo hemos repetido en numerosas ocasiones en este espacio, porque así lo confirman los hechos. Pero, una y otra vez, desde el inicio de su ministerio apostólico se ha querido extender (más o menos artificialmente) la idea de Joseph Ratzinger como un pontífice sólo, enfermo e incapaz de conducir adecuadamente las riendas de la Iglesia católica. Ahora presentamos un documento que demuestra justamente lo contrario.

El libro “Su Santidad. Las cartas secretas de Benedicto XVI”, del periodista italiano Gianluigi Nuzzi, no sólo es el emblema concreto del escándalo conocido como el “vatileaks”, por contener la más grande filtración de documentos reservados sobre asuntos de la Santa Sede. Es también una valiosa fuente de información. No todos los informes contenidos en ese volumen son embarazosos, algunos textos incluso dejan ver detalles desconocidos y positivos de la labor del obispo de Roma.

Es más, hojeando sus 326 páginas no se encuentran en él grandes conspiraciones internacionales, descarado reciclaje de capitales o evidentes vínculos con realidades mafiosas, como se podría pensar. El libro refleja asuntos (algunos evidentemente graves, otros menos) de ordinaria administración pontificia. Y la mayoría de los documentos son cartas o mensajes que personas de diversas partes del mundo han hecho llegar al líder católico, para solicitar su intervención en situaciones concretas.

Pero existen varios reportes interesantes. Subestimados por Nuzzi, quizás por su desconocimiento de la fuente eclesiástica (él no es un “vaticanista", en realidad es un cronista judicial). Y como fueron colocados hacia el final del libro, carecieron de publicidad en los medios de comunicación. Se trata de apuntes del mismo Benedicto XVI sobre asuntos clave. En ellos se puede apreciar cómo gobierna el Papa y, analizados en su conjunto, ofrecen el perfil de un pastor celoso, preocupado, paciente, informado y para nada frágil, más allá de las presiones reales que recibe.

Como prueba citamos el caso de William M. Morris, obispo de la diócesis australiana de Toowoomba. El 2 de mayo de 2011 la sala de prensa del Vaticano anunció la “remoción” del clérigo por orden del Papa. Como es habitual, oficialmente la Santa Sede no dio explicaciones una determinación poco común, tomada ante un problema grave.

De todas maneras la situación era conocida, Morris nunca escondió su pensamiento progresista. En 2006 publicó una carta pastoral en la que defendió la ordenación sacerdotal de las mujeres y el involucramiento de sacerdotes anglicanos en los sacramentos católicos. Además procedía a las absoluciones colectivas de los fieles, sin la confesión individual. Todo justificado por la falta de clero en su vastísima diócesis, de 487 mil 456 kilómetros cuadrados.

En 2007 la Santa Sede envió al arzobispo estadounidense Charles Chaput a realizar una visita apostólica (auditoría) en la diócesis. Con todos los elementos en la mano Ratzinger convocó a Roma al obispo, con quien se reunió en privado. Éste le aseguró que presentaría su renuncia, pero finalmente no lo hizo y se declaró en rebeldía. Fue a la prensa y armó un escándalo.

Mientras tanto Benedicto XVI siguió el caso con meticulosidad, como atestigua el apunte abajo reproducido integralmente. De él surge un pontífice bien informado, que conoce el caso y deja en claro la exigencia doctrinal propia de un obispo. En resumen, un Papa que cumple con su labor pero lo hace con diplomacia y respeto. En ningún momento pone en duda las intenciones de un obispo en evidente actitud de desobediencia y hasta se “acusa de no comprender bien el inglés, cuando lo maneja más que satisfactoriamente.

El mensaje fue dirigido al entonces prefecto de la Congregación para los Obispo del Vaticano, el cardenal Giovanni Battista Re y data de diciembre de 2009. La remoción de Morris se dio 17 meses después. Hasta la paciencia del Papa tiene un límite.

Ciudad del Vaticano
11-12-2009
Apunte para Su Eminencia el cardenal Re

Gracias por el proyecto de carta a S.E. Mons. Morris. Yo agregaría los siguientes elementos:

- El prelado habla siempre de un “proceso”, de “defectos en el proceso” (página 1, párrafo 5); dice: “I have been denied natural justice and due process” (página 2, párrafo 6); “there has not been a canonical process” (ibid), etc. Se tendría que decir que en realidad no existía ningún proceso, sino un diálogo fraterno y un llamado a su conciencia a renunciar libremente al encargo de obispo diocesano. Estamos convencidos que su formación doctrinal no es adecuada para este puesto y era nuestra intención explicarle las razones de nuestra convicción.

- El prelado habla de “a lack of care for the truth” (una falta de respeto por la verdad) de parte nuestra (página 1, párrafo 4). Esta afirmación es inaceptable. Pero obviamente existía un malentendido, creado –me parece- de mi conocimiento insuficiente de la lengua inglesa. En nuestro encuentro yo había intentado convencerlo que su dimisión es deseable, y había entendido que él había expresado su disponibilidad a renunciar a su función de obispo de Toowoomba. De su carta veo que esto fue un malentendido. Tomo nota, pero debo decididamente decir que no se trata de “a lack of care for the truth”.

- El prelado afirma que se trataría sólo de diferencias culturales, que no tocan la comunión. En realidad en su carta pastoral –además de elecciones pastorales muy discutibles- se encuentran al menos dos propuestas incompatibles con la doctrina de la fe católica:

- La carta dice que se podría también proceder a la ordenación de las mujeres, para superar la falta de sacerdotes. Pero el Santo Padre Juan Pablo II ha decidido en modo infalible e irrevocable que la Iglesia no tiene derecho de ordenar a las mujeres en el sacerdocio.

- Él dice además que también los ministros de otras comunidades (anglicanos, etc.) podrían ayudar a la Iglesia católica. Pero según la doctrina de la fe católica los ministerios de estas comunidades no son válidos, no son “sacramento” y por ello no permiten acciones ligadas al sacramento del sacerdocio.

No existen dudas sobre las óptimas intenciones pastorales, pero aparece con claridad que su formación doctrinal es insuficiente. Pero el obispo diocesano debe también y sobre todo ser maestro de la fe, siendo la fe el fundamento de la pastoral. Por ello lo invito a reflexionar en conciencia ante Dios su renuncia libre a su actual ministerio a favor de un ministerio más compatible con sus dones. Asegurarlo de mi oración. B XVI.