28.08.12

Un amigo de Lolo - Materia y espíritu; vida y eternidad

A las 12:10 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Un amigo de Lolo

Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.

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Manuel Lozano Garrido

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Materia y espíritu; vida y eternidad

“El corazón dice: ‘Vivo, vivo, vivo’. Y el alma le responde: ‘Yo también, pero en mí es para siempre”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor ( 144)

Las personas que tienen del mundo una visión puramente terrestre y se pegan cuanto pueden a esta vida de peregrinación hacia el definitivo reino de Dios aplican a sus vidas un criterio basado, esencialmente, en lo que se puede tocar y ver, mantener como propio o sentir como ajeno y, en general, en todo aquello que es materia y es demostrable como puro ejemplo de pragmatismo.

Hay, como sabemos, algo que es mucho más importante y que Jesús supo definir a la perfección cuando dijo algo que recoge el evangelista san Mateo y que muestra y demuestra qué es lo que debe ser importante para nosotros. Dijo en una ocasión que no deberíamos amontonar tesoros en esta tierra porque aquí la polilla y la herrumbre todo lo corroen.

¿Dónde, pues, tenemos que acumular nuestros espirituales tesoros y a qué debemos atender?

En realidad, de ser tan sencillo todo resulta que no es tan fácil de llevar a cabo. Por eso aquel joven rico se fue de la presencia de Jesús muy triste cuando le dijo el Maestro que debía dar todo a los pobres y, entonces, seguirlo. Prefirió la acumulación de riqueza en este mundo pero no atesorar para el que tiene que venir. No supo ni entendió, en definitiva, la Verdad y con tal ausencia espiritual siguió una vida de opulencia material pero de no comprensión de lo que de verdad le interesaba comprender.

Decíamos que nos preguntamos qué es más importante para la vida que queremos y que no es la que ahora tenemos. No es que no sea importante pero no podemos olvidar que estamos hechos para volver al Padre y que, por eso mismo, debemos mesurar muy bien cuáles son nuestros (aunque sean egoístas, santo egoísmo es éste) intereses particulares.

No está, nuestro querer (no debería estar) en lo mundano ni en lo que nos atrae hacia abajo y no nos deja escapar hacia la relación vertical que debemos mantener con Dios. Muy al contrario es la verdad.

Debemos, ante todo, no perder de vista el espíritu que nos mora en el corazón (muy bien lo dijo esto san Pablo cuando escribió acerca del posible olvido en el que caemos de que somos su templo) y que es quien nos lleva por el mundo tratando de que no seamos torpes en nuestra relación al prójimo y en nuestros ordinarios haceres y decires. Todo lo que tenemos de bueno lo tenemos por el espíritu y todo lo que tenemos de malo lo alcanzamos por nuestro proceder alejado del mismo. Así son las cosas. Y esto es así porque Dios es misericordioso y bueno y nos permite el ejercicio de la libertad, donación suya, a la cual respondemos ora obrando bien ora obrando mal y como no debemos obrar.

Somos, como sabemos, materia y espíritu, y en nosotros debería prevalecer lo que tenemos de espiritual que debería, así, regir lo material o el comportarse, ser y estar. No son compartimentos estancos de nuestra existencia sino que la relación de una con otro es tan esencial que de romperse la misma a favor de lo material nuestra perdición eterna está casi asegurada pues salvo la voluntad de Dios (que puede lo imposible) de nuestra parte habríamos apostado por lo que se apolilla y no por lo que se amontona en el cielo. Allí, en la vida eterna, no hay ladrones que roben lo bueno que tenemos con propuestas que nos alejan de Dios por bien de alcanzar un deleite mundano, temporal y mortal. Por eso debemos mantener un espíritu limpio y lleno del amor del Creador. Y por eso, exactamente por eso, la eternidad se alcanza con haber sabido escoger entre materia y espíritu y con reconocer que la vida eterna es para siempre, siempre, siempre.

Así de sencilla es la cosa pero, a la vez, así de difícil.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán