¿Qué son 50 años para la aplicación de un Concilio?

Cardenal Brandmüller afirma que la liturgia ha de tener «un desarrollo orgánico histórico» pero «no se decreta abruptamente»

 

«Calma y paciencia: solo han pasado 50 años» es el título de la entrevista de Guido Horst, para Vatican Insider, al cardenal Walter Brandmüller, historiador eclesiástico y hermeneuta del Concilio Vaticano II, sobre el aniversario de su apertura, el próximo 11 de octubre. El cardenal cree que es preciso más tiempo para que el Vaticano II dé todos sus frutos, y afirma que entre ellos estan el Catecismo y el Código de Derecho Canonico, pero no «la forma de la liturgia postconciliar, con sus fallos y sus rupturas».

31/08/12 2:10 AM


(VaticanInsider/InfoCatólica) El Papa Benedicto XVI ha convocado El Año de la Fe, «una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo», que dará comienzo el mismo 11 de octubre de 2012 y terminará el 24 de noviembre de 2013, en la solemnidad de Cristo Rey. 

Esta es la entrevista de Guido Horst al cardenal Walter Brandmüller, publicada por Vatican Insider en español (texto original en alemán: “Geduld, Geduld – was sind schon fünfzig Jahre?“):
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—EL Vaticano II fue un Concilio pastoral que también ofreció explicaciones dogmáticas. ¿Existe algo semejante en la historia de la Iglesia? 

Efectivamente, parecería que justamente con el Vaticano II se inauguró un nuevo tipo de Concilio. El lenguaje mismo que se convirtió en expresión, sin contar la exhaustividad de los textos, demuestra que los padres conciliares no tenían como motivación sentenciar con respecto de las nuevas cuestiones controvertidas a nivel eclesiástico, sino mas bien el deseo de dirigirse a la opinión pública de la Iglesia y al mundo entero en el espíritu de la anunciación.  

—Si a 50 años de distancia un Concilio no ha sido recibido de forma adecuada por el pueblo de la Iglesia, ¿no habría que declararlo un fracaso? Benedicto XVI ha advertido acerca de una lectura engañosa del Concilio, sobre todo en relación con la hermenéutica de la ruptura...   

Esta es una de esas preguntas que ya se ha convertido en parte del repertorio, definido por el nuevo sentimiento existencial, típico de las convulsiones de nuestro tiempo. Pero, a fin de cuentas, ¿qué son cincuenta años? Recuerde el Concilio de Nicea de 325. Las disputas alrededor del dogma de aquel Concilio (la naturaleza del Hijo, o bien si tenía la misma sustancia del Padre o no) duraron más de cien años. En ocasión del 50 aniversario del Concilio de Nicea, San Ambrosio fue ordenado obispo de Milán y hasta su muerte tuvo que luchar en contra de los arrianos que rechazaban aceptar las disposiciones del concilio. Poco después se dio otro Concilio, el primero de Constantinopla en 381, que era necesario para completar la profesión de fe del de Nicea, en el que San Agustín tuvo que encargarse de oponerse a los herejes hasta que no se apagaron en 430. También en el Concilio de Trento, para decir la verdad, hasta el jubileo de oro de 1596 tuvo pocos frutos. Hubo que esperar a que una nueva generación de obispos y de prelados madurara en el “espíritu del Concilio” para que este pudiera surtir su efecto. Debemos concedernos un poco más de tiempo.

—Hablemos ahora un poco sobre los frutos del Concilio Vaticano II.

Antes que nada, evidentemente, está el “Catecismo de la Iglesia católica”, en analogía con el tridentino: después del Concilio de Trento se hizo el Catechismus Romanus para ofrecer a los párrocos, predicadores, etc... los parámetros para la predicación y el anuncio o la evangelización.  

También el Código de Derecho Canónico de 1983 se puede definir como uno de los frutos del Concilio. 

Conviene destacar expresamente que la forma de la liturgia postconciliar, con sus fallos y sus rupturas, no hay que atribuirla al Concilio Vaticano II ni a su Constitución sobre la Liturgia –que de hecho aún no ha sido llevada a la práctica–. Igualmente, de ninguna manera puede considerarse que la eliminación indiscriminada del Latín y del canto Gregoriano de las celebraciones litúrgicas, o la erección generalizada de altares populares (verso populo) fueran prescritos por el Concilio Vaticano II. Precisamente en este punto se aprecia cada vez más, con el paso de los años, cuánta falta de sensibilidad hacia el sentido común pastoral hubo en esa reforma litúrgica 

Piénsese por ejemplo en los excesos iconoclastas en las iglesias en el siglo octavo, que dejaron sin raíces a multitud de creyentes. Sobre esto ya está casi todo dicho. Mientras tanto, se ha ido abriendo paso el convencimiento de que la liturgia viene a ser un reflejo de la vida de la Iglesia, que sin duda está sometida al desarrollo orgánico histórico, pero que no puede imponerse abruptamente, como sucedió, “per ordre de mufti”* Todavía estamos padeciendo las consecuencias.

*(Nota de InfoCatólica: La traducción es nuestra, tomada del texto alemán contrastando la traducción realizada por Vatican Insider al español, inglés e italiano, y otras traducciones como la publicada ayer en el diario ABC. “Per ordre de mufti” es similar a a “porque lo manda el jefe”, “porque lo digo yo que soy el que manda”).