31.08.12

¿Una voluntad hostil a Benedicto XVI? Quiénes, cómo

A las 7:49 PM, por Andrés Beltramo
Categorías : Benedicto XVI, El Vaticano

Existe una voluntad hostil a Benedicto XVI dentro de la Curia Romana. Eso se desprende de la primera parte del análisis que circuló en El Vaticano en 2009 y cuyo contenido presentamos ayer en este espacio. Una voluntad que no se refleja en abiertos boicots, sino en colaboraciones pírricas. Porque el Papa es el Papa y nadie del Palacio Apostólico, en su sano juicio, andaría por allí “pateando el pesebre” de manera descarada. Al menos hasta ahora. Ya vimos las razones absurdas del mayordomo Paolo Gabriele para su “vatileaks” escándalo que, por cierto, ratifica la verosimilitud de tal hostilidad al presente pontificado.

Es justo preguntarse: ¿Quiénes son los artífices de esta hostilidad? Y además, ¿cómo actúan? La segunda parte del informe publicado por L’Homme Nouveau y cuyo contenido presentamos abajo aporta algunas respuestas. Data del 31 de enero de 2009, pero es totalmente actual en el análisis de fondo. Leyéndolo es posible comprender por qué, en los últimos años, se ha concretado una sustitución casi total de muchos de los personajes en él mencionados, inclusive aquellos de la Secretaría de Estado.

Sirve para leer el hoy vaticano, desde su ayer. Analizando el texto, más de tres años después de su redacción, no es difícil advertir en el “vatileaks” más bien el último tentativo de desestabilización a un pontificado renovador e incómodo, por parte de un “dinosaurio” que se niega a morir.

 

¿Existe una oposición romana al Papa? (II)
L’Homme Nouveau. N° 1438 del 31 de enero de 2009.
Por el Padre Claude Barthe

El filósofo Jacques Maritain diferenció la “persona” de la Iglesia de su “personal”, ya que el segundo no siempre estuvo a la altura de la santidad de la primera. Uno de los más constantes milagros de la Iglesia descansa justamente en su duración, a pesar de la debilidad humana de los que la componen, lo que incluye a cada uno de nosotros. Podríamos sorprendernos de las oposiciones hechas al Papa por algunos de los que lo eligieron, si no conociéramos la historia de la Iglesia y si no reconociéramos la intención común de servirla. Además de nuestras oraciones, nos parece necesario reafirmar nuestro apoyo a Benedicto XVI, como lo hemos hecho con todos los Papas, desde la fundación de L’Homme Nouveau.

Se pueden concretizar los análisis realizados en el artículo precedente de la siguiente manera: por la elección del 19 de abril de 2005, los cardenales que permanecieron (moderada pero masivamente) en la línea de las innovaciones de los años sesenta y setenta, elevaron al pontificado soberano un hombre con el objetivo (prudente pero decididamente) de dirigir esas innovaciones en el sentido de una reforma de la Iglesia en la acepción tradicional del término. En eso, Joseph Ratzinger convertido en Benedicto XVI correspondió perfectamente a la esperanza de toda una parte del clero y de los fieles en vías de convertirse en mayoritarios en el seno del pueblo católico. En resumen: Benedicto XVI, Papa de un catolicismo “identitario”, fue elegido por los altos representantes de un catolicismo liberalizado. De suerte que al igualar las cosas, su situación es la misma de la de un obispo “identitario” que toma a su cargo una diócesis en la que los cuadros eclesiásticos son todavía en su mayoría del tipo del 68, más centrado, o incluso la de un sacerdote “identitario” que llega a una parroquia en la que debe “hacer con” los consejos y estructuras de laicos comprometidos, que si no son de una tendencia opuesta a la suya, son en todo caso de hábitos lentos y de reflejos totalmente diferentes.

Por tanto, siempre hay que recordar que esa calificación de “oposición” oculta sensibilidades muy diferentes, algunas verdaderamente opuestas, por ejemplo sobre la moral familiar, sobre el celibato sacerdotal, etc. A decir verdad, los neoconservadores de ningún modo se consideran como opositores del Papa, aunque representen – porque están muy cerca de él – los frenos más eficaces a sus proyectos litúrgicos.

El grupo de los hombres de la oposición

Los más hostiles entre ellos a las intenciones de Benedicto XVI se encuentran identificados en la crítica del libro “Confesiones de un cardenal” (se trata de una entrevista de Olivier Le Grende a un purpurado que no da su nombre y reportada en un libro, publicado en 2008, primero en francés y luego en italiano). Según el cardenal (anónimo): es un Papa teólogo y no un Papa pastor (por otra parte no se ve que sean incompatibles), un Papa “del statu quo y de la vuelta al orden”. Estima que los cardenales no escogieron a Joseph Ratzinger “por las mejores razones y que se han dejado conducir por argumentos irracionales, alimentados con temores excesivos, demasiado impresionados por las reacciones del mundo a la muerte de Juan Pablo II”. Y concluye: Tengo que decirlo: tuvieron miedo al vacío”.

Pero, en efecto, fue muy poco consistente lo que se les ofreció desde el otro lado como alternativa. Eso se refleja en todas partes, en las diócesis, en las parroquias: el seno de un ala eclesiástica consumida, que se enfrenta las “fuerzas vivas” de las nuevas comunidades, a los tradicionalistas, a los “identitarios” de todas las sensibilidades, no tiene sino hombres sin esperanza y estructuras exiguas. De la misma manera, en abril de 2005, frente a Joseph Ratzinger no había, sintomáticamente, como resultado del precónclave, sino tres candidatos grisáceos: Dionigi Tettamanzi, arzobispo de Milán; Angelo Sodano, entonces Secretario de Estado, que pensaba tener sólidas redes en América Latina donde había brillado como nuncio en Chile contra la teología de la liberación; y Giovanni Battista Re, Prefecto de la Congregación para los Obispos, que se había impuesto como uno de los personajes inconmovibles del final del pontificado anterior. Sin embargo desde la primera votación, los tres “cayeron en la lona” por así decirlo.

Inmediatamente después del Cónclave, el inoxidable cardenal (Aquiles) Silvestrini reanimó de urgencia las desilusionadas energías: hizo publicar en la pequeña revista de una obra de educación que patrocinaba, la “Villa Nazareth”, la fotografía de una reunión “secreta” que había tenido antes de la elección con ocho cardenales contrarios a Ratzinger: él mismo; (Godfried) Daneels, arzobispo de Malines-Bruselas y que había rechazado la invitación del nuevo Papa a compartir su mesa al día siguiente del cónclave; (Audrys Juozas) Backys, arzobispo de Vilnius (en Lituania); Walter Kasper, (presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos); (Karl) Lehmann, arzobispo de Mainz (Alemania) y en la actualidad gravemente enfermo; (Carlo María) Martini, arzobispo emérito de Milán; el inglés (Cormac) Murphy-O’Connor, arzobispo de Westminster y el francés (Jean-Louis) Taurán, en aquel momento encargado de la Biblioteca Vaticana, que nadie sabía, ni él mismo, qué hacía allí.

Sin embargo, desde abril de 2005, la nebulosa liberal empezó a perder, mes a mes, sus puestos importantes: el Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los pueblos, el cardenal Crescenzio Sepe fue nombrado arzobispo de Nápoles; monseñor (Michael Louis) Fitzgerald, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso fue despachado como nuncio en Egipto; monseñor Piero Marini, encargado de las ceremonias pontificias, que había públicamente demostrado su mal humor al abrir las puertas de la Capilla Sixtina después de haber rechazado todos los puestos que se le habían propuesto fuera de Roma, terminó por aceptar la presidencia del Comité para la Organización de los Congresos Eucarísticos Internacionales; monseñor (Domenico) Sorrentino, Secretario de la Congregación para el Culto Divino que aprovechó ese título todo el tiempo que pudo para poner freno a la liberación del rito tridentino, fue nombrado para la sede episcopal de Asís. El cardenal (Angelo) Sodano, que llegó por fin a la edad límite, tuvo que dejar -muy a su pesar y con gran reticencia-, los fastuosos apartamentos de la Secretaría de Estado, en el tercer piso de los Palacios Apostólicos.

Cohabitaciones delicadas

Mientras tanto la oposición guardaba sus aliados en el seno mismo del baluarte principal de la Curia Romana, cuyo jefe, el Secretario de Estado, es al mismo tiempo Ministro de Asuntos Extranjeros y Primer Ministro de la Santa Sede. En esa fecha el Secretario de Estado, el cardenal (Tarcisio) Bertone, que ya había reemplazado al cardenal Sodano, tuvo que aceptar la diferencia de sensibilidad de su segundo, Monseñor (Fernando) Filoni, Sustituto para los Asuntos Generales, que había sido nuncio en Irak. Filoni está rodeado de lo que se ha calificado en broma como la “corona sagrada”, una especie de Secretaría de Estado en el seno de la Secretaría de Estado: su asesor monseñor (Gabriele Giordano) Caccia; dos dignatarios con el rango de nuncios apostólicos, monseñor Carlo Maria Viganò y monseñor Paolo Sardi; monseñor (Carlo María) Polvani, del personal diplomático de la primera sección, sobrino de Viganò (que se divertía en exhibir a sus admiradores antiguas películas del Che Guevara) y también otros (hasta el mes de junio pasado, un poco más abajo en la escala jerárquica, pero en un puesto clave, se encontraba monseñor Duthel, jefe de la sección francófona).

Si bien es cierto que la oposición al Papa – que es sobre todo una colaboración con el Papa, pero con puntos de vista que difieren de los suyos, lo que es peor – conserva las posiciones estratégicas en los pasillos del poder, no ejerce, por definición, ese poder al más alto nivel. Pero jala sus riendas en el seno mismo de los órganos de decisión más altos, sabe usar los métodos, probados desde hace mucho tiempo y que ha sabido adaptar a una nueva situación.

El más clásico es el de retardar las decisiones y realizar nombramientos incómodos, para los que hace surgir mil dificultades, sin embargo los frenos más eficaces son los obstáculos reales. En forma confortable hace valer, porque es la verdad, que la aplicación correcta del Motu Proprio “Summorum pontificum” hace surgir problemas complejos de decisión.

Otro método es el “uso del precedente”, que goza de una fuerza jamás imaginada en la materia del gobierno curial. Y que se aplica también en la materia de los nombramientos. Por ejemplo, es una costumbre tácitamente obligatoria otorgar una sede episcopal al Secretario General de la Conferencia Episcopal Italiana cuando deja sus funciones. Sin embargo nada obligaba a otorgar a monseñor Giuseppe Betori una sede cardenalicia que es de más importancia de la que podía confiársele. Porque este especialista en la Biblia, sin ser lo que entonces se habría calificado como “progresista”, es sin embargo absolutamente lo contrario a la sensibilidad de los amigos del Papa. Hoy se ha convertido en arzobispo de Florencia y recibirá el birrete colorado en el próximo consistorio. Esta es con toda seguridad, en el tercer año del pontificado de Benedicto XVI, la mayor victoria del cardenal Re.

Más ingeniosa es la táctica del “mal menor”. El cardenal interrogado por Olivier Le Gendre en su “Confesión de un cardenal”, habría preferido al cardenal (Jorge Mario) Bergoglio en lugar del cardenal (Joseph) Ratzinger. Inclusive confiesa que estaba listo para favorecer como candidato de transacción, al cardenal (Ennio) Antonelli, entonces arzobispo de Florencia (luego Presidente del Consejo para la Familia), que fue durante el Cónclave un partidario declarado de Ratzinger y a quien el mismo Silvestrini hubiera preferido en vez de Benedicto XVI.

El cardenal (Francis) Arinze, apoyado por monseñor Domenico Sorrentino en una línea litúrgica denominada “integrismo Pablo VI” (que hacía apología de la “correcta celebración” del rito surgido de la reforma) no se opuso, sin embargo, en diciembre de 2005 al nombramiento de monseñor Malcolm Ranjith, nuncio en Djakarta, como Secretario de la Congregación para el Culto Divino, para reemplazar al mismo Sorrentino, último distinguido representante de la línea Bugnini en esa Congregación. Pero en marzo de 2007 hizo nombrar como subsecretario al padre Anthony Ward (el cardenal Arinze apreciaba en él al tajante defensor de las traducciones inglesas en “lenguaje inclusivo”, las cuales evitan, especialmente para Dios, usar el masculino o el femenino), y que era hostil a la liberalización del rito tridentino.

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Llevado al papado por una gran proporción de cardenales hostiles a sus ideas renovadoras, Benedicto XVI, amigo leal, ha debido conservar en los altos puestos a cardenales más “liberales”. Y también han sorprendido nombramientos con base en la simpatía o la buena impresión.

Surge de la experiencia: cuando un gobierno de izquierda toma el poder en un país, de inmediato elimina del campo a prefectos y altos funcionarios que no son de su ideología. Al contrario, un gobierno de derecha se muestra clemente y generoso, se guarda muy bien de poner en acción todo aquello que pudiera parecer una “cacería de brujas”. En el caso de Benedicto XVI (quien por otra parte no sucedió a un Papa “de izquierda”), se agrega el hecho de que una gran fracción de aquellos que lo llevaron al papado no comparten algunas de las opciones que tiene más arraigadas. Desde entonces, gobernar sin ellos hubiera sido sin duda más contrario a la prudencia que gobernar también con ellos. Además, hombre que cultiva la amistad leal, este pontífice puede magnánimamente pasar encima de los inconvenientes “ideológicos” de las personas con las cuales, a lo largo de su vida, ha establecido lazos de simpatía, desde el momento que consideró que serían buenos servidores de la Iglesia.