2.09.12

El doble cardenal Martini

A las 12:05 AM, por Tomás de la Torre Lendínez
Categorías : General

He esperado a leer con calma los primeros artículos sobre el fallecido cardenal Martini. Como diría el viejo farmacéutico existe de todo en su botica. No estoy ni con los que se han quedado sin “padre” para siempre jamás y han exhalado una elegía jeremíaca, ni con los que han colocado a esta figura de la Iglesia Católica dentro de las calderas de pedro botero.

El pasado mes de marzo, el día 24, escribí una entrada en este Blog, titulada Grave falta de caridad contra el cardenal Martini. Puede verse
pinchando aquí.

Un senador italiano, buen negociante, había tomado las opiniones más discutibles del purpurado fallecido y escribió un libro titulado Creer y conocer, donde ponía en la boca de un cardenal enfermo de parkinson asuntos peliagudos, que reportaron dinero a la buchaca del político concreto.

Hoy, tras la muerte del cardenal arzobispo emérito de Milán, elevo mis oraciones públicamente por el eterno descanso de su alma y pido al Señor lo tenga en el lugar de la luz y de la paz, donde ya no existe ni llanto, ni luto, ni dolor, sino paz y alegrías eternas.

Paso a contar quien ha sido para mí este cardenal miembro de la Compañía de Jesús.

En mi biografía existe una etapa de lector empedernido de los libros del cardenal fallecido. Son todos los relativos a la exégesis que él escribió sobre la Palabra de Dios. En esto fue un maestro indiscutible, con un conocimiento de las lenguas semíticas difícil de igualar, con una prosa que entraba por los ojos con una facilidad vertiginosa y con una autoridad intelectual de grandísima altura.

Durante aquellos años pasaba horas leyendo a Martini, siempre tenía un libro suyo en la cabecera de la cama. Sus enseñanzas las llevaba a las homilías, a las clases de Religión, a las conversaciones con compañeros y recomendaba su lectura a amigos.

Un buen día, comprobé que el cardenal se ladeaba buscando los focos de luz de los medios informativos, su libro hecho en común con Umberto Eco, no me gustó nada. Pronto descubrí su amor por el aplauso fácil de una claque perfectamente identificada. Él mismo se sintió arropado y arrastrado por ese público facilón y de poco rigor intelectual. Sus libros tomaron la deriva de la complacencia, de los lugares comunes de asuntos discutidos y fronterizos, aumentando el número de ventas, pero pagando el precio de rebajar la calidad y la maestría intelectual.

A tanto llegó la cuestión que, sus palmeros optaron por escribir con él, conocedores de una venta masiva de ejemplares. La falta de entidad intelectual era palpable. Algún mal pensado me soltó soto voce que se corría por Italia que unos desalmados escribían, publicaban y ponían la firma como si fuera el mismo cardenal. No era el único escritor eclesial que le ha hecho tales faenas.

En tierras de Hispanoamérica las ventas de aquellos libros endebles se vendían como rosquillas. Cuando supe la enfermedad del cardenal con su parkinson a cuestas, recé mucho por él y lo hice a diario. Aquí está el motivo esencial por el que titulé el artículo que cito más arriba como una grave falta de caridad con un anciano y enfermo.

Ahora he celebrado la Eucaristía por el eterno descanso de un gran intelectual y un enorme pastor, quien ha sabido llegar hasta el final de su vida su fidelidad a Cristo, el único y justo Remunerador de todos.

Ruego a los amigos lectores rezar por el alma del cardenal Martini.

Tomás de la Torre Lendínez