ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 14 de septiembre de 2012

VIAJE APOSTÓLICO DEL PAPA AL LÍBANO

'Contribuir a un ecumenismo lleno de fervor humano, espiritual y caritativo'
Benedicto XVI firmó, en un solemne acto, la exhortación apostólica 'Ecclesia in Medio Oriente'

'El fundamentalismo es siempre una falsificación de la religión'
Encuentro de Benedicto XVI con periodistas en el avión hacia Líbano

'Vengo al Líbano como un peregrino de paz, como un amigo de Dios, y como un amigo de los hombres'
Afirmó Benedicto XVI a su llegada al Líbano

'Que los cristianos del Líbano sean testigos de comunión y esperanza'
Benedicto XVI en vuelo hacia Beirut, en su 24 viaje internacional

Mundo

Los misioneros son los mejores corresponsales de noticias del mundo
Blog de setenta delegaciones de misiones de la Región del Duero

En la escuela de san Pablo...

El cristiano prueba por las obras su fe (Tiempo ordinario 24º, ciclo B)
Comentarios a la segunda lectura dominical

Espiritualidad

La devoción a la Cruz y al crucificado en América
Millones celebrarán hoy esta fiesta cristocéntrica

Documentación

'Estoy seguro de que continuaréis buscando caminos de unidad y concordia'
Discurso de Benedicto XVI a su llegada al aeropuerto Beirut

'Ahora es precisamente cuando hay que celebrar la victoria del amor sobre el odio'
Discurso de Benedicto XVI en la firma de la exhortación postsinodal 'Ecclesia in Medio Oriente'


VIAJE APOSTÓLICO DEL PAPA AL LÍBANO


'Contribuir a un ecumenismo lleno de fervor humano, espiritual y caritativo'
Benedicto XVI firmó, en un solemne acto, la exhortación apostólica 'Ecclesia in Medio Oriente'
HARISSA, viernes, 14 septiembre 2012 (ZENIT.org).- La solemne firma por parte de Benedicto XVI de la exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Medio Oriente tuvo lugar poco después de las 18 horas en la basílica greco-melkita de Harissa. En su discurso, el papa afirmó que el documento puede "contribuir a un ecumenismo lleno de fervor humano, espiritual y caritativo".

El documento firmado recoge el fruto de los trabajos de la Asamblea Especial para Medio Oriente del Sínodo de los Obispos, que tuvo lugar en el Vaticano en octubre de 2010.

A su llegada a la basílica, Benedicto XVI fue acogido por el patriarca de Antioquía de los greco-melkitas católicos, su beatitud Gregorios III Laham, B.S., y por el superior de la Comunidad. En la ceremonia estaban presentes el presidente de la República, los patriarcas y los obispos del Líbano, los miembros del Consejo Especial para Medio Oriente del Sínodo de los Obispos, una delegación ortodoxa y una musulmana.

Tras las palabras de saludo del patriarca greco-melkita y la intervención introductoria del secretario general del Sínodo de los Obispos, monseñor Nikola Eterović, el santo padre pronunció su discurso.

"Es providencial que este acto --dijo el santo padre- tenga lugar precisamente en el día de la Fiesta de la Cruz gloriosa, cuya celebración nació en Oriente en el año 335, al día siguiente de la Dedicación de la Basílica de la Resurrección, construida sobre el Gólgota y el sepulcro de Nuestro Señor, por el emperador Constantino el Grande, al que veneráis como santo".

El papa, considerando la fiesta de hoy, la Exaltación de la Santa Cruz, recordó la historia de Constantino, de cuya visión: "En este signo vencerás" se celebrará el 1.700 aniversario.

Benedicto XVI expresó su pensamiento de que la "exhortación puede ser leída e interpretada a la luz de la fiesta de la Cruz gloriosa y, de modo particular, a partir del crismón, la X (khi) y la P (rhô), las dos primeras letras de la palabra Χριστός".

Una clave de lectura que "conduce a un verdadero redescubrimiento de la identidad del bautizado y de la Iglesia y, al mismo tiempo, constituye como una llamada al testimonio en la comunión y a través de ella".

La exhortación apostólica apenas firmada, comentó el papa, "permite repensar el presente para considerar el futuro con la misma mirada de Cristo".

Objetivo del documento firmado hoy es también "contribuir a un ecumenismo lleno de fervor humano, espiritual y caritativo, en la verdad y el amor evangélico, que extrae su fuerza del mandato del Resucitado: 'Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos'".

Concluyó expresando sus sentimientos de esperanza y de aliento "a ser protagonistas activos de la fe por la comunión y el testimonio". Y anunció que mañana entregará la Exhortación postsinodal Ecclesia in Medio Oriente "a mis venerados hermanos patriarcas, arzobispos y obispos, a todos los sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, a los seminaristas y a los fieles laicos". A todos ellos les exhortó con palabras del apóstol Juan: «Tened valor».

Poco antes de la bendición final, el santo padre firmó una copia de exhortación apostólica para luego regresar en automóvil a la Nunciatura Apostólica de Harissa para la cena.

Se puede leer el discurso completo de Benedicto XVI en este enlace:

http://www.zenit.org/article-43122?l=spanish.

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'El fundamentalismo es siempre una falsificación de la religión'
Encuentro de Benedicto XVI con periodistas en el avión hacia Líbano
CIUDAD DEL VATICANO, viernes 14 septiembre 2012 (ZENIT.org).- En los viajes internacionales, Benedicto XVI acostumbra a compartir un tramo de su vuelo hablando con los periodistas que le acompañan en el avión. En este viaje a Líbano, los profesionales de los medios de comunicación le han preguntado sobre diversos temas de la actualidad política, social y religiosa en Líbano, Oriente Medio y el mundo.

Retomamos la transcripción del texto de las preguntas de los periodistas y de las respuestas de Benedicto XVI que ha publicado Radio Vaticano.

*****

Santidad, en estos días se recuerdan aniversarios terribles como el del 11 de septiembre, o la matanza de Sabra y Chatila; además en la frontera del Líbano está en curso una sangrienta guerra civil, mientras en otros países se observan focos de violencia. ¿Santo Padre con qué sentimientos afronta este viaje? ¿Le han sugerido que renunciara a la visita por motivos de seguridad?

--Benedicto XVI: Nadie me ha aconsejado renunciar a este viaje y yo tampoco he contemplado esta hipótesis, porque sé que cuando la situación se hace más complicada es aún más necesario ofrecer un signo de fraternidad, de ánimo y de solidaridad. Por tanto, el objetivo de mi viaje es invitar al diálogo, invitar a la paz contra la violencia, trabajar juntos para encontrar soluciones a los problemas. Mis sentimientos son sobre todo sentimientos de agradecimiento por poder visitar en este momento este gran País, un país --como dijo el Papa Juan Pablo II- que es un ejemplo de encuentro en esta región para las tres religiones. Agradezco al Señor que me ha dado esta posibilidad, a todas las instituciones y las personas que han colaborado y colaboran en esta visita. Y agradezco también a todos los que me acompañan en la oración.
 

Muchos católicos expresan su preocupación por el aumento del fundamentalismo en distintas regiones del mundo, y ante los ataques de los que son víctimas muchos cristianos en el mundo. En este contexto difícil y a menudo sangriento, ¿de qué manera la Iglesia puede responder al imperativo del diálogo con el Islam, sobre el cual Usted siempre ha insistido?

--Benedicto XVI: El fundamentalismo es siempre una falsificación de la religión y va contra el sentido de la religión, que, en cambio, invita a difundir la paz de Dios en el mundo. Por tanto, el compromiso de la Iglesia y de las religiones es aquel de cumplir una purificación de estas tentaciones, iluminar las conciencias y hacer de tal manera que cada uno tenga una imagen clara de Dios. Debemos respetarnos unos a los otros. Cada uno es imagen de Dios y debemos respetarnos recíprocamente. El mensaje fundamental de la religión debe estar contra la violencia, que es una falsificación como el fundamentalismo, debe ser la educación, la iluminación y la purificación de las conciencias, para favorecer el dialogo, la reconciliación y la paz.
 

En el contexto de la ola de deseo de democracia, que se ha puesto en marcha en muchos países de Oriente Medio con la llamada "primavera árabe", teniendo en cuenta la realidad social en la mayoría de estos países, donde los cristianos son una minoría, ¿no hay el riesgo de una tensión inevitable entre el dominio de la mayoría y la supervivencia del cristianismo?

--Benedicto XVI: De por sí, la primavera árabe es una cosa positiva: un deseo de mayor democracia, mayor libertad, mayor cooperación y de una renovada identidad árabe. Este grito de la libertad que viene de una juventud más formada cultural y profesionalmente, que desea una mayor participación en la vida política y social es un progreso, una cosa muy positiva y que esta bien acogida también por nosotros los cristianos. Naturalmente sabemos, pensando en la historia de las revoluciones, que el grito de libertad tan importante y positivo, corre el riesgo de olvidar un aspecto, una dimensión fundamental de la libertad, que es la tolerancia del otro, el hecho de que la libertad humana es siempre una libertad compartida, y que solo puede crecer en la solidaridad, en el vivir juntos con determinadas reglas. Esto es siempre un peligro, también en este caso. Tenemos que hacer todo lo posible para que el concepto de libertad, el deseo de libertad vaya en la justa libertad y no olvide la tolerancia, la reconciliación que son elementos fundamentales de la libertad. De esta manera también la Primavera Árabe, necesita una renovación de la historia milenaria. Los cristianos y los árabes han construido estas tierras y han de vivir juntos. Creo, que es importante ver los elementos positivos de estos movimientos y hacer todo lo posible para que la libertad sea concebida correctamente y responda a un mayor dialogo y no al dominio de unos contra otros.
 

Santo Padre, en Siria, como hace algún tiempo en Irak, muchos cristianos se sienten obligados a dejar su país de mala gana. ¿Qué va a hacer o decir la Iglesia católica para ayudar en esta situación y para frenar la fuga de los cristianos en Siria y en otros países de Oriente Medio?

--Benedicto XVI: Debo decir ante todo que no solo los cristianos huyen, también huyen los musulmanes. El peligro que los cristianos se alejen de estas tierras y pierdan su presencia es grande y nosotros debemos hacer todo lo posible para ayudarles a que se queden. La ayuda esencial sería el fin de las guerras y de las violencias, que crean estos éxodos. Por tanto, es necesario interrumpir las violencias y favorecer la posibilidad de que permanezcan todos juntos también en el futuro. ¿Qué podemos hacer contra la guerra? Naturalmente difundir siempre el mensaje de la paz, aclarar que la violencia no resuelve nunca un problema y reforzar las fuerzas de la paz. Es importante en este sentido el trabajo de los periodistas, que pueden ayudar mucho mostrando como la violencia destruye, no construye, no es útil para nadie. Es necesario rezar por Oriente Medio, por los cristianos y musulmanes mostrando la posibilidad de diálogo y de soluciones. Debe cesar la importación de armas: sin armas la guerra no podría continuar. En vez de importar las armas, que es un pecado grave, deberíamos importar las ideas, la paz, la creatividad, aceptar a los otros en la diversidad. Hacer visible el respeto de las religiones unas hacia las otras, el respeto del hombre como criatura de Dios, el amor del prójimo como elemento fundamental para todas las religiones. Es necesario promover todos los gestos posibles, también materiales, para favorecer el fin de la guerra y de la violencia, de modo que todos puedan reconstruir el país.
 

Santo Padre, usted trae una exhortación apostólica dirigida a todos los cristianos de Oriente Medio. Hoy ésta es una población que sufre. Además de la oración y de los sentimientos de solidaridad, ¿Usted ve pasos concretos que las Iglesias y los católicos de Occidente, especialmente en Europa y Estados Unidos, pueden hacer para apoyar a los hermanos de Oriente Medio?

--Benedicto XVI: Debemos influir en la opinión pública. Debemos invitar a los políticos a comprometerse realmente con todas las fuerzas y con todas las posibilidades, a trabajar con creatividad por la paz y contra la violencia. Todos debemos contribuir en un cierto sentido en un trabajo de exhortación, de educación, de purificación, muy necesario de nuestra parte. Por otra parte, nuestras organizaciones caritativas debieran ayudar también de manera material. Tenemos organizaciones como los Caballeros del Santo Sepulcro, solo para Tierra Santa, pero podrían ayudar otras organizaciones material, política y humanamente en estos países. Una vez más digo que son necesarios gestos de solidaridad, días de oración, que pueden sensibilizar la opinión publica, tener efectos reales. Estamos convencidos que la oración tiene un efecto, si se hace con confianza y fe.

Fuente: http://es.radiovaticana.va/.

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'Vengo al Líbano como un peregrino de paz, como un amigo de Dios, y como un amigo de los hombres'
Afirmó Benedicto XVI a su llegada al Líbano
BEIRUT, viernes 14 septiembre 2012 (ZENIT.org).- A su llegada al aeropuerto internacional Rafiq Hariri de Beirut, a las 13.45, hora local, el santo padre Benedicto XVI fue acogido por el presidente de la República del Líbano, Michel Sleiman con su consorte; así como por el patriarca de Antioquía de los Maronitas y presidente de la Asamblea de los Patriarcas y de los Obispos Católicos del Líbano, su beatitud Béchara Boutros Raï; el presidente del Parlamento Libanés, Nabih Berri, y el presidente del Consejo de Ministros, Nagib Miqati, con las respectivas consortes.

Estaban presentes también algunas autoridades políticas y civiles, los patriarcas, los obispos y los altos miembros de la Asamblea de los Patriarcas y de los Obispos Católicos del Líbano (APECL), personalidades religiosas ortodoxas y protestantes, el Cuerpo Diplomático, personalidades musulmanas y una representación de fieles.

En el curso de la ceremonia de bienvenida, tras el saludo del presidente de la República, el papa pronunció un discurso en el subrayó que llega a este país como peregrino de paz y amigo de Dios.

Benedicto XVI inició sus palabras recordando las excelentes relaciones que existen entre el Líbano y la Santa Sede y asegurando que esta visita es la respuesta a la invitación reiterada tanto del presidente como del primer ministro del Líbano.

Otro motivo de este viaje pastoral, dijo el pontífice, es la firma y entrega de la Exhortación apostólica postsinodal de la Asamblea especial para Oriente Medio del Sínodo de Obispos, Ecclesia in Medio Oriente. La Exhortación, destinada al mundo entero, pretende ser para los cristianos de Medio Oriente, añadió Benedicto XVI "una hoja de ruta para los próximos años".

El papa expresó su alegría por poderse encontrar durante estos días con numerosas representaciones de las comunidades católicas del país, de poder celebrar y rezar juntos. "Su presencia, su compromiso y su testimonio son una aportación reconocida y altamente apreciada en la vida cotidiana de todos los habitantes de vuestro querido país", subrayó.

Benedicto XVI afirmó no olvidar "los tristes y dolorosos acontecimientos que han afligido a vuestro hermoso país durante muchos años". Y expresó el deseo de que "la buena convivencia, típicamente libanesa" demuestre "a todo Oriente Medio y al resto del mundo, que dentro de una nación puede haber colaboración entre las diferentes Iglesias, miembros todos de la única Iglesia católica, en un espíritu fraternal de comunión con los demás cristianos y, al mismo tiempo, la convivencia y el diálogo respetuoso entre los cristianos y sus hermanos de otras religiones".

Un equilibrio que calificó de "extremadamente delicado" que "amenaza con romperse cuando se tensa como un arco, o se somete a presiones que son con demasiada frecuencia partidistas, ciertamente interesadas, contrarias y extrañas a la armonía y dulzura libanesa".

Explicó que otro objetivo de su viaje es "decir lo importante que es la presencia de Dios en la vida de cada uno y cómo la forma de vivir juntos, esta convivencia que desea testimoniar vuestro país, será profunda en la medida en que esté fundada en una actitud de acogida y benevolencia hacia el otro, en la medida que esté enraizada en Dios, que desea que todos los hombres sean hermanos".

Al final de su discurso, Benedicto XVI afirmó: "Vengo al Líbano como un peregrino de paz, como un amigo de Dios, y como un amigo de los hombres".

Se puede leer el discurso completo del santo padre en: http://www.zenit.org/article-43118?l=spanish.

Al término de la ceremonia de bienvenida, el papa se detuvo brevemente con los tres presidentes (de la República, del Parlamento y del Consejo de Ministros), acompañados de las respectivas consortes.

Enseguida dejó el aeropuerto internacional de Beirut y se trasladó en automóvil a la Nunciatura Apostólica de Harissa, a la que llegó a las 15,15.

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'Que los cristianos del Líbano sean testigos de comunión y esperanza'
Benedicto XVI en vuelo hacia Beirut, en su 24 viaje internacional
ROMA, viernes, 14 septiembre 2012 (ZENIT.org).- Se inició esta mañana el 24 viaje internacional del papa Benedicto XVI que le lleva al Líbano, con motivo de la firma y la publicación de la Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in Medio Oriente de la Asamblea Especial para Medio Oriente del Sínodo de los Obispos.

El avión con el santo padre a bordo –un A320 de Alitalia- despegó del aeropuerto de Roma-Ciampino a las 9,30. La llegada al aeropuerto internacional “Rafiq Hariri” de Beirut está prevista para las 13,45 (las 12,45 en España).

EN el momento de dejar el territorio italiano, Benedicto XVI hizo llegar al Presidente de la República Italiana, Giorgio Napolitano, un mensaje telegráfico.

“Al dejar el suelo italiano –escribe el papa a Napolitano- para trasladarme al Líbano como peregrino de paz y unidad, para entregar a las comunidades católicas de Medio Oriente la exhortación apostólica postsinodal, que ayudará a los cristianos de aquella región a ser testigos de comunión y de esperanza, me es especialmente grato dirigirle, señor Presidente, mi deferente saludo, que acompaño con intensa oración y pensamiento de bendición, para que el pueblo italiano pueda afrontar con serenidad y confianza los desafíos de nuestros días”

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Mundo


Los misioneros son los mejores corresponsales de noticias del mundo
Blog de setenta delegaciones de misiones de la Región del Duero
PALENCIA, viernes 14 septiembre 2012 (ZENIT.org).- Durante los días 12 y 13 de septiembre, los delegados de misiones de la Región del Duero y un buen número de voluntarios, han tratado de estudiar las posibilidades de las tecnologías digitales en esta etapa de la Nueva Evangelización. Desde hace dos años un proyecto pionero de OMP (Obras Misionales Pontificias) trata de unir en red a las 70  Delegaciones de Misiones de España.

Este ambicioso reto supone mantener en conexión informativa con sus diócesis de origen a más de 14.000 misioneros. Bajo una plataforma común y de fácil manejo, como es un blog, cada delegación trata de actualizar las noticias misioneras. Los promotores de esta macro-red han comprendido la riqueza que cada misionero trae en la maleta cuando regresa para descansar con su familia. Aparte de recoger y subir a la red lo que sucede, está produciendo una manera diferente de trabajar en las mismas delegaciones.

Así lo reconoce Ana Fernández, responsable directa del proyecto: "En este momento son ya 30 blogs los que están funcionando. Cada delegación trata de destacar sus propios recursos y desde la dirección de Madrid asesoramos, iniciamos a los voluntarios… Todos estamos aprendiendo a trabajar en red y optimizar los recursos. Estos testimonios interesan por su autenticidad y cercanía a los problemas reales. Siempre transmiten esperanza, aun en las situaciones más dramáticas".

Además de la presentación del proyecto de blogs en red, las jornadas han contando con las ponencias de José Valdavida, secretario general de Cristianos sin Fronteras, sobre la relación entre la Iglesia Local y la Nueva Evangelización y Carlos Izquierdo Yusta, profesor de la Facultad de Teología de Burgos, que insistió en las estrategias de comunicación local.

Monseñor Anastasio Gil, director de las OMP (Obras Misionales Pontificias), presentó la Campaña del Domund 2012 titulada ‘Misioneros de la fe’ y monseñor Esteban Escudero, obispo de Palencia, acompañó a los más de treinta participantes, reunidos en el Centro de Espiritualidad y Animación Misionera de los Combonianos en Puente de D. Garín, Palencia.

Para acceder a la plataforma: http://ompes.blogspot.com.es/ 

Información facilitada por Carlos Izquierdo Yusta

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En la escuela de san Pablo...


El cristiano prueba por las obras su fe (Tiempo ordinario 24º, ciclo B)
Comentarios a la segunda lectura dominical
ROMA, viernes 14 septiembre 2012 (ZENIT.org).- Dado que en el 24º domingo del Tiempo ordinario la segunda lectura dominical corresponde a un pasaje de la carta de Santiago, en esta ocasión nuestra columna "En la escuela de san Pablo...", escrita por nuestro colaborador el padre Pedro Mendoza, LC, ofrece el comentario y la aplicación de dicho pasaje.

*****

Pedro Mendoza LC

"¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: ‘Tengo fe’, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: ‘Idos en paz, calentaos y hartaos’, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está realmente muerta. Y al contrario, alguno podrá decir: ‘¿Tú tienes fe?; pues yo tengo obras. Pruébame tu fe sin obras y yo te probaré por las obras mi fe’". Sant 2,14-18

Comentario

El pasaje de la carta del apóstol Santiago (2,14-18) escogido para la segunda lectura de este domingo tiene como tema la fe y las obras (2,14-26). En estos versículos Santiago presenta el objetivo principal de la carta. Para ello se vale de un estilo muy vivaz. Recurriendo al uso de la controversia Santiago demuestra que la fe sin obras está muerta (2,17.26; cf. 2,14).

La contraposición entre fe y obras, ilustrada con el ejemplo de Abraham, ha conducido a muchos a entrever en ella una falsa interpretación de la doctrina de san Pablo sobre el poder salvador exclusivo de la fe (sin las obras exigidas por la ley judía; Rom 3–4; Gál 3–4). Un análisis correcto de los textos en que san Pablo trata este tema revela cómo el mismo Apóstol se opone ya a esta falsa interpretación (Rom 6,1-23). El error de la interpretación reside en no distinguir convenientemente que el punto de vista de la argumentación es diferente en ambos casos. Santiago, refiriéndose a las obras que deben acompañar la fe auténtica, muestra que una fe que no configura la vida según la voluntad de Dios no sirve para nada, porque no puede salvarnos. San Pablo, en cambio, se ve obligado a combatir la errónea concepción judía de que el hombre puede ser justo ante Dios y merecer el cielo por sí mismo y con sus obras, observando todas las prescripciones de la ley. Por ello, en este proceso de la justificación inicial que recibe como un don de Dios, no puede ceder lo más mínimo aceptando un papel positivo de las obras. Ratifica, por tanto, que el hombre pecador no es capaz de obrar su salvación con sus propias fuerzas, sino que, con fe, debe recibir este don. Esta afirmación del Apóstol incluye, consecuentemente, la necesidad de realizar la fe en el amor; sólo así podrá presentarse sin temor al juicio de Dios. También Santiago enseña que, en el juicio, Dios escrutará los frutos de la fe y ellos darán la medida de la recompensa.

El pasaje de la fe y las obras (2,14-26) está dividido en dos partes. En la primera, Santiago muestra que la fe sin obras está muerta (2,14-19). En la segunda, ilustra la verdad anterior con el testimonio de la Escritura: Abraham fue justificado por las obras (2,21-25). El v.26 resume todo lo anterior.

Santiago afirma desde el inicio, por medio de una pregunta retórica, que la fe sin obras no sirve para nada (v.14). La pregunta está formulada en términos claros y no espera obtener la respuesta de que la fe cristiana puede salvar si no va acompañada de las buenas obras; antes bien presupone lo contrario. La respuesta que el autor espera obtener es que la fe sin obras y, por tanto, la mera posesión de la verdadera fe, la sola convicción no puede conseguirnos la salvación. La razón reside en que la fe es operante; empuja necesariamente a obrar según esa fe, a vivir según ella. Por tanto, es una contradicción el creyente que no vive de acuerdo con las convicciones de su fe, que no configura su vida con el poder vital que le ha sido infundido. Por lo mismo, no es digno de ese nombre. Igual que la semilla tiende al fruto, la fe tiende a realizarse en obras conformes a la fe.

De la afirmación inicial procede Santiago ahora a mostrar con ejemplos que la fe debe ir acompañada necesariamente de las obras (vv.15-20). Santiago pone al descubierto el contrasentido y la inutilidad de una fe sin obras en un ejemplo elegido a propósito por su evidencia. Se trata de un aparente creyente que, ante un hermano o una hermana que se encuentran desnudos y carentes del sustento diario, se reduce a expresar buenos deseos: ‘Idos en paz, calentaos y hartaos’, pero no les ofrece nada para venir al encuentro de sus necesidades (cf. vv.15-16). Frente a tal tacañería y cerrazón a la indigencia del hermano en Cristo y a la ley fundamental del amor (v.8), el saludo fraterno y las palabras aparentemente compasivas revelan toda su hipocresía. No hay verdadera fe; lo único que hay es una apariencia muerta.

En el v.18 responde Santiago, con mucha brevedad, una objeción: ¿Por qué sirven las obras sin la fe?; la fe es la virtud decisiva, y yo tengo fe. Considerada en sí misma, esta objeción no carece de fundamento. A diferencia de los no cristianos, el cristiano ha recibido gratuitamente por medio de la fe el don de la nueva vida, la prenda y la herencia del reino de Dios. Se trata de un don salvador realmente decisivo, que el hombre no puede conseguir con sus propias fuerzas. Es el fundamento indispensable para salvarse. Pero eso no nos autoriza a conservar pasivamente ese don, sin que se refleje en nuestra vida cotidiana. La objeción, pues, no es más que un subterfugio. Sólo quien tiene fe, es decir, quien vive según su fe, puede realizar las obras de la fe. La fe de quien no tiene obras está muerta; el don divino se ha marchitado. Sólo la fe viva es auténtica.

Aplicación

El cristiano prueba por las obras su fe.

La liturgia de este domingo es un reclamo a una fe auténtica, viva, que se demuestra en obras. El profeta Isaías, en la primera lectura, nos presenta la figura del Siervo sufriente con quien Jesús se identifica y a quien estamos llamados a descubrir y a acoger desde la fe. En el Evangelio es Jesús quien interpela a sus discípulos pregúntales sobre quién es Él para los demás, para llegar así a la pregunta crucial: ¿quién soy yo para cada uno de vosotros? En la segunda lectura, el Apóstol Santiago nos recuerda que no puede haber fe auténtica sin obras.

El oráculo del profeta Isaías, recogido en la primera lectura (50,5-9a), anuncia la suerte dolorosa y humillante que deberá abrazar el Siervo del Señor: ofrecer las espaldas a los que le golpean, las mejillas a los que mesan su barba; no retirar su rostro ante los insultos y salivazos (v.6). Pero ante todo ello el Siervo del Señor está firme en su fe en el Señor que no deja de asistirle, por eso no se desalienta, sino al contrario muestra una firmeza extraordinaria. Ésta es la fe que debe aprender y practicar todo creyente: una fe inquebrantable y total en Dios que es fiel y que nunca falla.

El pasaje del Evangelio de este domingo (Mc 8,27-35) nos presenta un episodio muy importante, crucial tanto a nivel personal de los discípulos como en el desarrollo del ministerio de Jesús. Él pregunta a los discípulos sobre qué cosa piensa la gente de Él, y después qué cosa piensan ellos de Él. A la primera pregunta no tienen ninguna dificultad en responder los discípulos. Jesús es visto como una de las grandes figuras del Antiguo Testamento: Elías o Juan el Bautista que ha resucitado... Pero, ante la segunda pregunta, enmudecen y vacilan en responder. Es Pedro quien, movido por una revelación del Padre, toma la palabra y profesa una auténtica confesión de fe en Jesús: "Tú eres el Cristo" (v.29).

La lectura de Santiago nos habla de la fe que debe manifestarse en muestras obras (2,14-18). Para ello nos interpela con una pregunta acuciante: "¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: ‘Tengo fe’, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe?" (v.14). La enseñanza que el apóstol Santiago quiere dejarnos es clara: la fe debe encarnarse en las obras; si la fe no produce obras, es una fe muerta, no existe. La fe, que necesariamente va acompañada de obras de caridad, nos libera así de todo sofisma y engaño, de todo egoísmo, impulsándonos siempre por el camino de la generosidad y del amor al prójimo en quien descubrimos y amamos al mismo Dios.

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Espiritualidad


La devoción a la Cruz y al crucificado en América
Millones celebrarán hoy esta fiesta cristocéntrica
Por José Antonio Benito*

LIMA, viernes 14 septiembre 2012 (ZENIT.org).- Sabido es que la cruz identifica al cristiano. Basta con ver a uno que se signa o se santigua para percibir que estamos en presencia de alguien que valora al que murió y resucitó en la cruz: Cristo. Como afirma el historiador Francesco Pini “la cruz no es lo mismo que el crucifijo. La cruz tiene sentido únicamente si relacionada con Cristo, que la transformó de instrumento patibulario en instrumento de salvación, dándole así un nuevo contenido y significado; y relacionada también con el cristiano, que recibe en ella una doble invitación: primeramente, una invitación a cargarla siguiendo a Cristo, por su amor; y, en segundo lugar, -algo aún más difícil,- una invitación a tenderse sobre ella y a dejarse clavar en ella, como lo hizo Cristo, y con sus mismos sentimientos”.

En Europa, en general, la presencia pública de la cruz caló tanto a lo largo de los siglos que su presencia o desaparición no puede reducirse a cuestión de mayorías o minorías oscilantes como las modas y los tiempos, o a voluntad política de los estados. No hay encrucijada que no levante una cruz por los viejos caminos de Europa ni que señale la iglesia del lugar o sus calvarios. España proyectó a América esta misma devoción, tanto que podemos decir que se convirtió en su signo de identidad.

La cruz presidió la gesta evangelizadora

Sabemos que sobre las velas de La Niña, La Pinta y La Santa María, campeaba una gigantesca cruz, cuya presencia protectora y augural llevaba en sí también una constante admonición a todos los embarcados en la atrevida aventura. Y Colón, tal como se lee en su Diario, desembarcó llevando la bandera real, mientras sus dos capitanes, Martín Alonso Pinzón y Vicente Yañez Pinzón, llevaban cada uno una bandera en la cual, al lado de las iniciales de los Reyes de Castilla-Aragón, Fernando e Isabel, figuraba la cruz de Cristo. Y más adelante Colón, según refiere Las Casas, "puso una gran cruz a la entrada del puerto (...) en un alto muy vistoso en señal de Jesucristo nuestro Señor y honra de la cristiandad", y el 27 de noviembre escribió a los Reyes, exhortándolos a que "no deben consentir que aquí trate ni haga pie ningún extranjero, salvo católicos cristianos (...), ni venir a estas partes ninguno que no sea buen cristiano".

Cabe subrayar la presencia de la devoción a Cristo crucificado en el nombre que tomó la primera de las Provincias (Jurisdicciones) de los Franciscanos en el Nuevo Mundo, el de Santa Cruz de las Indias. Y es muy comprensible, siendo los Franciscanos los hijos espirituales del Santo de Asís cuyo cuerpo fue traspasado por las heridas de Cristo, llevando los estigmas como señal de esa indescriptible identificación.

Con la llegada del cristianismo a América, la cruz presidirá la fundación de las ciudades y se colocará en todos los lugares visibles, tanto religiosos (templos) como civiles (casas, puentes, caminos, cerros), especialmente si habían sido centros espirituales precristianos, bien apachetas, huacas o centros ceremoniales.

Presencia de la Cruz en el Perú

El Primer Concilio Limense (1552) dispone que en los pueblos de indígenas se haga una iglesia o al menos una ermita con una imagen o una cruz (Const.2); de igual modo, se advierte que los ídolos y adoratorios sean destruidos, y si fuese lugar apropiado, se edifique una iglesia o al menos una cruz. El obispo auxiliar emérito del Cusco, Severo Aparicio, fundador de la Academia Peruana de Historia Eclesiástica, destaca que con "este criterio y para cristianizar lo pagano, allí donde había huacas y apachetas, se colocaron cruces. De tal manera caló en el corazón del indígena la devoción a la santa cruz, que en los cerros, los caminos y las casas de nuestras poblaciones campesinas está presente la cruz. Devoción que aún en nuestros días conserva plena vigencia y tiene el sustento de su profunda raigambre popular".

Tal es así, que predominan las imágenes del Crucificado sobre las de la Resurrección. El Perú está profundamente ligado a la devoción del Cristo Sufriente y a la Cruz. Puede verse en las populares cruces del caminante o peregrino. Las características que reúnen son diversas. Hay cruces sin crucificado pero con los signos de la pasión: el gallo, la corona de espinas, los dados, la columna, el martillo, las tenazas, el cartel de INRI ("Jesús Nazareno, rey de los judíos", la caña con la esponja, el sol y la luna, la lanza, la escalera, la sábana. En ocasiones, aparece el velo de la Verónica y hasta hay cruces de un Cristo Resucitado...

Baste concitar algunos de las devociones más importantes del Perú.

Señor de Qoyllur Riti, en Ocongate, distrito de Quispicanchis, en el santuario de Sinakara, frente al pico del Ausangate. Miles de pereginos, a comienzos de junio, con un millar de danzarines enmascarados de los Andes (ukukus) se reúnen a unos mil metros más arriba del santuario donde aguardan la salida del sol detrás de Qollepunku, la montaña más alta del Sinakara, para seguir escalando hacia los glaciares donde entre cirios, oran y rescatan las cruces que plantaron allá días antes.

El Señor de Locumba. Debe su nombre al vocablo "Llojhacumpa" "Ilojheumpa" "Ilocumba", del verbo "cumpatha" que significa "hacer orillas", bordes a los dulces o a los vestidos, por lo que quiere decir "bordear cuestas" "de bordes empinados." Un 14 de septiembre de 1700 apareció un mulo de color blanco que llevaba a cuestas dos cajas con dos rótulos, uno que decía "Señor de Locumba" y otro "Señor para el Valle de Sama". Un labriego, servidor de un hacendado español, José Antonio de Araníbar, en cuanto vio la acémila en la hacienda "Los Pinos" corrió a dar cuenta a su amo y a todo el vecindario del feliz hallazgo. Pronto, el vecindario se dio cita para presenciar el animal que se había cobijado a la sombra en una palmera (desde entonces se le denominó "La Palmera del Señor". Al ver que nadie reclamaba el mulo ni los bultos abrieron la carga que resultó ser una imagen de Cristo Crucificado. Tras muchas consultas se determinó dejar el bulto en Locumba y el otro hasta el Valle de Sama.

Al buscar el mulo resultó que había desaparecido misteriosamente. Al apreciar que el baúl de Sama era de mayores proporciones decidieron cambiar los baúles y quedarse con el de mayor tamaño; aseguraron el baúl al lomo de la acémila, comenzó a caminar entre las oraciones y los cánticos de los lugareños, pero a eso de un kilómetro cayó exhausto. Se cambió de acémila y la nueva, más potente y briosa, no pudo caminar por más de 300 metros. Visto lo cual los pobladores concluyeron que no era procedente el trueque y que debían dejar la imagen en Locumba. En cuanto cambiaron las imágenes el embalaje con destino a Sama discurrió con la mayor naturalidad. Desde entonces se edificó un santuario en su honor.

Culto al Señor de los Milagros

Y culmino con el crucificado que se ha convertido en símbolo del Perú y de América entera, el Señor de los Milagros, la devoción, quizá, más arraigada en nuestro pueblo y que viste de morado las calles y la vida todos los meses de octubre. Fue un 13 de noviembre de 1655, a las 2 y 45 de la tarde, cuando un terrible y destructor terremoto estremeció Lima y Callao, tirando abajo las iglesias y sepultando mansiones, dejando tras de sí miles de muertos y damnificados. El sismo afectó seriamente la zona de Pachacamilla y las viviendas de los angola se precipitaron al suelo; todas las paredes del local de la cofradía se cayeron, produciéndose entonces el milagro: el débil muro de adobes donde estaba pintado un crucificado permaneció en pie.

Más tarde salió en procesión y en grado tan creciente que en este momento provoca, en cuantos participan en ella o la contemplan, sentimientos como el manifestado por el agnóstico José Carlos Mariátegui: “Dos días todopoderosos resucitan la tradición y la fe de una ciudad; desde un muro de adobe la imagen pintada por un negro esclavo nos impone a todos, recogimiento y unción …y, sobre todas las cosas, triunfa el señorío de Nuestro Señor Jesucristo que murió en una cruz para redimirnos del pecado original. Amén”.

Como excelente humanista y psicólogo, a fuer de buen pastor, el beato papa Juan Pablo II, en su visita al Perú, proyectó luz sobre el dolor humano, alentando a mirar la cruz de Cristo: "Solo en la cruz puede encontrar el hombre una respuesta válida a la interpretación angustiada que surge en el corazón del hombre doliente. (...) Identificado con Cristo en la cruz, el hombre puede experimentar que el dolor es un tesoro; y la muerte, ganancia; puede experimentar cómo el amor a Cristo dignifica, hace dulce el dolor y redime" (Callao, 4 de febrero 1985, n.4).

De igual modo, Benedicto XVI en el año 2007, durante la apertura de la V Conferencia del CELAM, en Aparecida, destacó cómo “la sabiduría de los pueblos originarios les llevó afortunadamente a formar una síntesis entre sus culturas y la fe cristiana que los misioneros les ofrecían”, marcando en primer lugar en el alma de los pueblos latinoamericanos “el amor a Cristo sufriente, el Dios de la compasión, del perdón y de la reconciliación; el Dios que nos ha amado hasta entregarse por nosotros”.

* Historiador

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Documentación


'Estoy seguro de que continuaréis buscando caminos de unidad y concordia'
Discurso de Benedicto XVI a su llegada al aeropuerto Beirut
CIUDAD DEL VATICANO, viernes 14 septiembre 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos el texto completo del discurso pronunciado por Benedicto XVI a su llegada, a las 13,45, al aeropuerto Rafiq Hariri de Beirut.

*****

Señor Presidente de la República,

señores Presidentes del Parlamento y del Consejo de Ministros,

queridas Beatitudes, miembros del Cuerpo diplomático,

autoridades civiles y religiosas,

queridos amigos

Tengo el gozo, Señor Presidente, de responder a su amable invitación a visitar su país, así como a la de los patriarcas y obispos católicos del Líbano. Esta doble invitación manifiesta, si acaso fuera necesario, la doble finalidad de mi visita a vuestro país. Subraya las excelentes relaciones existentes desde siempre entre el Líbano y la Santa Sede, y quisiera contribuir a reforzarlas. Esta visita es también la respuesta a la que me habéis hecho en el Vaticano, en noviembre del 2008, y más recientemente en febrero del 2011, una visita a la que ha seguido nueve meses más tarde la del Señor Primer Ministro.

Fue entonces, durante nuestro segundo encuentro, cuando se bendijo la majestuosa imagen de san Marón. Su presencia silenciosa en la cabecera de la Basílica de San Pedro recuerda de manera permanente al Líbano, en el mismo lugar en el que fue sepultado el apóstol Pedro. Manifiesta una herencia espiritual de siglos, que confirma la veneración de los libaneses hacia el primero de los apóstoles y sus sucesores. Los patriarcas maronitas, para remarcar su gran devoción a Simón Pedro, añaden a su nombre el de Boutros. Resulta agradable ver que san Marón, desde el santuario petrino, intercede continuamente por vuestro país y por todo el Oriente Medio. Señor Presidente, le agradezco desde ahora todos los esfuerzos realizados para el buen éxito de mi estancia entre ustedes.

Otro motivo de mi visita es la firma y entrega de la Exhortación apostólica postsinodal de la Asamblea especial para Oriente Medio del Sínodo de Obispos, Ecclesia in Medio Oriente. Se trata de un importante acontecimiento eclesial. Agradezco a todos los patriarcas católicos que se han desplazado, y de modo especial al Patriarca emérito, el querido Cardenal Nasrallah Boutros Sfeir, y a su sucesor, el Patriarca Béchara Boutros Raï. Saludo fraternalmente a todos los obispos del Líbano, así como a los que han viajado hasta aquí para rezar conmigo y recibir este documento de las manos del Papa. Por vuestro medio, saludo paternalmente a todos los cristianos de Oriente Medio. La Exhortación, destinada al mundo entero, pretende ser para ellos una hoja de ruta para los próximos años. Me alegro asimismo de poder encontrar durante estos días a numerosas representaciones de las comunidades católicas de vuestro país, de poder celebrar y rezar juntos. Su presencia, su compromiso y su testimonio son una aportación reconocida y altamente apreciada en la vida cotidiana de todos los habitantes de vuestro querido país.

Me complace saludar también con gran deferencia a los patriarcas y obispos ortodoxos que han venido a recibirme, así como a los representantes de las diversas comunidades religiosas del Líbano. Queridos amigos, vuestra presencia, demuestra la estima y la colaboración que deseáis promover entre todos en el respeto mutuo. Os agradezco vuestros esfuerzos, y estoy seguro de que continuaréis buscando caminos de unidad y concordia. No olvido los tristes y dolorosos acontecimientos que han afligido a vuestro hermoso país durante muchos años. La buena convivencia, típicamente libanesa, debe demostrar, a todo Oriente Medio y al resto del mundo, que dentro de una nación puede haber colaboración entre las diferentes Iglesias, miembros todos de la única Iglesia católica, en un espíritu fraternal de comunión con los demás cristianos y, al mismo tiempo, la convivencia y el diálogo respetuoso entre los cristianos y sus hermanos de otras religiones. Sabéis tan bien como yo que este equilibrio, que se presenta por todas partes como un ejemplo, es extremadamente delicado. A veces amenaza con romperse cuando se tensa como un arco, o se somete a presiones que son con demasiada frecuencia partidistas, ciertamente interesadas, contrarias y extrañas a la armonía y dulzura libanesa. Es necesario entonces dar prueba de verdadera moderación y gran sabiduría. Y la razón debe prevalecer sobre la pasión unilateral para favorecer el bien común de todos. El gran rey Salomón, que conoció a Hirán, rey de Tiro, ¿acaso no tenía a la sabiduría como la virtud suprema? Por eso se la pidió a Dios insistentemente, y Dios le dio un corazón sabio e inteligente (1 R 3,9-12).

Vengo también para decir lo importante que es la presencia de Dios en la vida de cada uno y cómo la forma de vivir juntos, esta convivencia que desea testimoniar vuestro país, será profunda en la medida en que esté fundada en una actitud de acogida y benevolencia hacia el otro, en la medida que esté enraizada en Dios, que desea que todos los hombres sean hermanos. El famoso equilibrio libanés, que quiere seguir siendo una realidad, se puede prolongar gracias a la buena voluntad y al empeño de todos los libaneses. Sólo entonces podrá servir de modelo para los habitantes de toda la región, y del mundo entero. No se trata únicamente de una obra humana, sino de un don de Dios que hay que pedir con insistencia, preservar a cualquier precio, y consolidar con determinación.

Los lazos entre el Líbano y el Sucesor de Pedro son históricos y profundos. Señor Presidente y queridos amigos, vengo al Líbano como un peregrino de paz, como un amigo de Dios, y como un amigo de los hombres. «سَلامي أُعطيكُم »: «La paz os dejo», dijo Cristo (Jn 14,27). Y, más allá de vuestro país, vengo también hoy simbólicamente a todos los países de Oriente Medio, como un peregrino de paz, como un amigo de Dios, y como un amigo de todos los habitantes de todos los países de la región, cualquiera que sea su pertenencia y su creencia. Cristo les dice también a ellos: «سَلامي أُعطيكُم ». Vuestros gozos y penas están continuamente presentes en la oración del Papa y pido a Dios que os acompañe y alivie. Os puedo asegurar que rezo particularmente por todos los que sufren en esta región, que son muchos. La imagen de san Marón me recuerda lo que vivís y soportáis.

Señor Presidente, sé que vuestro país me prepara una hermosa acogida, una acogida calurosa, la que se reserva a un hermano al que se ama y se respeta. Sé que vuestro país quiere ser digno de «l’Ahlan wa Sahlan» libanés. Lo es ya, y lo será más de ahora en adelante. Me siento feliz de estar con todos vosotros. Que Dios os bendiga a todos. (لِيُبَارِك الربُّ جميعَكُم ). Gracias.

©Librería Editorial Vaticana

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'Ahora es precisamente cuando hay que celebrar la victoria del amor sobre el odio'
Discurso de Benedicto XVI en la firma de la exhortación postsinodal 'Ecclesia in Medio Oriente'
HARISSA, viernes 14 septiembre 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos el texto del discurso pronunciado por Benedicto XVI durante la solemne ceremonia de la firma de la exhortación postsinodal 'Ecclesia in Medio Oriente', en la basílica de San Pablo.

*****

Señor Presidente de la República,
Beatitud, venerados patriarcas,
queridos hermanos en el episcopado 
y miembros del Consejo especial del Sínodo de Obispos para Oriente Medio,
ilustres representantes de las confesiones religiosas, del mundo de la cultura 
y de la sociedad civil,
queridos hermanos y hermanas en Cristo,
queridos amigos

Deseo expresar mi gratitud al Patriarca Gregorios Laham por sus palabras de bienvenida, así como al Secretario general del Sínodo de Obispos, Monseñor Nikola Eterović, por sus palabras de presentación. Dirijo un ferviente saludo a los patriarcas, al grupo de obispos orientales y latinos que se han reunido en esta hermosa basílica de San Pablo, y a los miembros del Consejo especial del Sínodo de los Obispos para Oriente Medio. Me alegro también de la presencia de las delegaciones ortodoxas, musulmanas y drusas, así como del mundo de la cultura y la sociedad civil. La buena convivencia del Islam y el Cristianismo, dos religiones que han contribuido a crear grandes culturas, constituyen la originalidad de la vida social, política y religiosa del Líbano. Solo es posible alegrarse por esta realidad que es necesario animar. Confío este deseo a los responsables religiosos de vuestro País. Saludo con afecto a la querida comunidad greco-melkita que me acoge. Vuestra presencia contribuye a dar solemnidad a la firma de la Exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Medio Oriente, y muestra que este documento, destinado ciertamente a la Iglesia universal, reviste una importancia particular para el conjunto de Oriente Medio.

Es providencial que este acto tenga lugar precisamente en el día de la Fiesta de la Cruz gloriosa, cuya celebración nació en Oriente en el año 335, al día siguiente de la Dedicación de la Basílica de la Resurrección, construida sobre el Gólgota y el sepulcro de Nuestro Señor, por el emperador Constantino el Grande, al que veneráis como santo. Dentro de un mes se celebrará el 1.700 aniversario de la aparición que le hizo ver, en la noche simbólica de su incredulidad, el crismón resplandeciente, al mismo tiempo que una voz le decía: «Con este signo vencerás». Más tarde, Constantino firmó el edicto de Milán y dio su nombre a Constantinopla. Pienso que la Exhortación puede ser leída e interpretada a la luz de la fiesta de la Cruz gloriosa y, de modo particular, a partir del crismón, la X (khi) y la P (rhô), las dos primeras letras de la palabra Χριστός. Esa lectura conduce a un verdadero redescubrimiento de la identidad del bautizado y de la Iglesia y, al mismo tiempo, constituye como una llamada al testimonio en la comunión y a través de ella. La comunión y el testimonio cristiano, ¿acaso no se fundan en el Misterio pascual, en la crucifixión, en la muerte y resurrección de Cristo? ¿No alcanzan en él su pleno cumplimiento? Hay un vínculo inseparable entre la cruz y la resurrección, que un cristiano no puede olvidar. Sin este vínculo, exaltar la cruz significaría justificar el sufrimiento y la muerte, no viendo en ello más que un fin inevitable. Para un cristiano, exaltar la cruz quiere decir entrar en comunión con la totalidad del amor incondicional de Dios por el hombre. Es hacer un acto de fe. Exaltar la cruz, en la perspectiva de la resurrección, es desear vivir y manifestar la totalidad de este amor. Es hacer un acto de amor. Exaltar la cruz lleva a comprometerse a ser heraldos de la comunión fraterna y eclesial, fuente del verdadero testimonio cristiano. Es hacer un acto de esperanza.

Refiriéndose a la situación actual de las Iglesias en Oriente Medio, los Padres sinodales han reflexionado sobre los gozos y las penas, los temores y las esperanzas en esos lugares de los discípulos de Cristo vivo. Toda la Iglesia ha podido escuchar así el grito lleno de angustia, y percibir la mirada de desesperación de tantos hombres y mujeres que se encuentran en situaciones humanas y materiales difíciles, que viven fuertes tensiones con miedo e inquietud, y que quieren seguir a Cristo, que da sentido a su existencia, a pesar de que muy a menudo se ven impedidos de hacerlo. Por eso, he querido que la trama de este documento sea la primera carta de san Pedro. Al mismo tiempo, la Iglesia ha podido admirar lo que hay de hermoso y de noble en las Iglesias de estas tierras. Queridos cristianos de Oriente Medio, ¿cómo no dar gracias a Dios en todo momento por todos vosotros? (cf. 1 Ts 1,2; primera parte de la Exhortación postsinodal). ¿Cómo no alabar vuestra fe llena de ánimo? ¿Cómo dejar de agradecer la llama de su amor infinito que vosotros seguís manteniendo viva y ardiente en estos lugares, que han sido los primeros en acoger a su Hijo encarnado? ¿Cómo no expresarle nuestro reconocimiento por los impulsos de comunión eclesial y fraternal, por la solidaridad humana manifestada sin cesar hacia todos los hijos de Dios?

Ecclesia in Medio Oriente nos permite repensar el presente para considerar el futuro con la misma mirada de Cristo. Por sus orientaciones bíblicas y pastorales, por su invitación a una profundización espiritual y eclesiológica, por la renovación litúrgica y catequética que propugna, por su llamamiento al diálogo, quiere trazar un camino para encontrar lo esencial: la sequela Christi, en un contexto difícil y a veces doloroso, un contexto que podría hacer aflorar la tentación de ignorar u olvidar la cruz gloriosa. Ahora es precisamente cuando hay que celebrar la victoria del amor sobre el odio, del perdón sobre la venganza, del servicio sobre el dominio, de la humildad sobre el orgullo, de la unidad sobre la división. A la luz de la fiesta de hoy, y con vistas a una aplicación fructífera de la Exhortación, os invito a todos a no tener miedo, a permanecer en la verdad y a cultivar la pureza de la fe. Ese es el lenguaje de la cruz gloriosa. Esa es la locura de la cruz: la de saber convertir nuestro sufrimiento en grito de amor a Dios y de misericordia para con el prójimo; la de saber transformar también unos seres que se ven combatidos y heridos en su fe y su identidad, en vasos de arcilla dispuestos para ser colmados por la abundancia de los dones divinos, más preciosos que el oro (cf.2 Co 4,7-18). No se trata de un lenguaje puramente alegórico, sino de un llamamiento urgente a llevar a cabo actos concretos que configuren cada vez más con Cristo, unos actos que ayuden a las diferentes Iglesias a reflejar la belleza de la primera comunidad de creyentes (cf. Hch 2,41-47;segunda parte de la Exhortación); unos actos similares a los del emperador Constantino, que supo dar testimonio y sacar a los cristianos de la discriminación para permitirles vivir abierta y libremente su fe en Cristo crucificado, muerto y resucitado para nuestra salvación.

Ecclesia in Medio Oriente ofrece elementos que pueden ayudar a un examen de conciencia personal y comunitario, a una evaluación objetiva del compromiso y del deseo de santidad de todo discípulo de Cristo. La Exhortación abre a un verdadero diálogo interreligioso basado en la fe en Dios Uno y Creador. Quiere también contribuir a un ecumenismo lleno de fervor humano, espiritual y caritativo, en la verdad y el amor evangélico, que extrae su fuerza del mandato del Resucitado: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28,19-20).

La Exhortación, en todas y cada una de sus partes, quiere ayudar a cada discípulo del Señor a vivir plenamente y a transmitir realmente lo que él ha llegado a ser por el bautismo: un hijo de la luz, un ser iluminado por Dios, una nueva lámpara en la oscuridad inquietante del mundo, para que en las tinieblas resplandezca la luz (cf. Jn 1,4-5 y 2 Co 4,1-6). Este documento quiere contribuir a despojar a la fe de lo que la desfigura, de todo lo que puede oscurecer el esplendor de la luz de Cristo. La comunión es entonces una verdadera adhesión a Cristo, y el testimonio es un resplandor del Misterio pascual, que da pleno sentido a la cruz gloriosa. Nosotros seguimos y «predicamos a Cristo crucificado […] fuerza de Dios y sabiduría de Dios» (1 Co 1, 23-24; cf. Tercera parte de la Exhortación).

«No temas, pequeño rebaño» (Lc 12,32) y acuérdate de la promesa hecha a Constantino: «Con este signo vencerás». Iglesias de Oriente Medio, no tengáis miedo, pues el Señor está verdaderamente con vosotras hasta el fin del mundo. No tengáis miedo, pues la Iglesia universal os acompaña con su cercanía humana y espiritual. Con estos sentimientos de esperanza y de aliento a ser protagonistas activos de la fe por la comunión y el testimonio, mañana entregaré la Exhortación postsinodal Ecclesia in Medio Oriente a mis venerados hermanos patriarcas, arzobispos y obispos, a todos los sacerdotes, diáconos, religiosos y religiosas, a los seminaristas y a los fieles laicos. «Tened valor» (Jn 16,33). Por intercesión de la Virgen María, la Theotókos, invoco con afecto sobre todos vosotros la abundancia de los dones divinos. Que Dios conceda a todos los pueblos de Oriente Medio vivir en paz, fraternidad y libertad religiosa.  لِيُبَارِك الربُّ جميعَكُم [Que Dios os bendiga].

© Copyright 2012 - Libreria Editrice Vaticana

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