17.09.12

Serie Huellas de Dios - 9.- No desconectar de Dios

A las 12:10 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Serie Huellas de Dios

Presentación de la serie

Huellas de Dios

Las personas que no creen en Dios e, incluso, las que creen pero tienen del Creador una visión alejada y muy distante de sus vidas, no tienen la impresión de que Quién los mira, ama y perdona, puede manifestarse de alguna forma en sus vidas.

Así, cuando el Amor de Dios lo entendemos como el actuar efectivo de quien no vemos puede llegar a parecernos que, en definitiva, poco importa lo que pueda hacer o decir Aquel que no vemos, tocamos o, simplemente, podemos sentir.

Actuar de tal manera de permanecer ciego ante lo que nos pasa y no posibilitar que Dios pueda ser, en efecto, alguien que, en diversos momentos de nuestra vida, pueda hacer acto de presencia de muchas maneras posibles.

En diversas ocasiones, por tanto, se producen inspiraciones del Espíritu Santo en nuestro corazón que muestran la presencia de Dios de forma firme y efectiva. Las mismas son, precisamente, “Huellas de Dios” en nuestras vidas porque, en realidad, nosotros somos su semejanza y, como tal, deberíamos encontrar a nuestro Creador, sencillamente, en todas partes.

No es algo dado a personas muy cualificadas en lo espiritual sino posibilidad abierta a cada uno de nosotros. Por eso no podemos hacer como si Dios estuviera en su reino mirando a su descendencia sin hacer nada porque cada día, a nuestro alrededor y, más cerca aún, en nosotros mismos, se manifiesta y hace efectiva su paternidad.

Las huellas de Dios son, por eso mismo, formas y maneras de hacer cumplir, en nosotros, la voluntad de Creador que, así, nos conforma para que seamos semejanza suya y, en efecto, lo seamos porque, como ya dejó escrito San Juan, en su primera Epístola (3, 1) es bien cierto que, a pesar de los intentos de evadirse de la filiación divina, no podemos preterirla y, como mucho, miramos para otro lado porque no es de nuestro egoísta gusto cumplir lo que Dios quiere que cumplamos.

Sin embargo, el Creador no ceja en su voluntad de llamarnos y sus huellas brillan en nuestro corazón siendo, en él, la siembra que más fruto produce.

9.-No desconectar de Dios

Actualmente se utiliza mucho en lenguaje ordinario la expresión “desconectar de algo“. Así, cuando una persona tiene una vida muy ajetreada como, en general, solemos tener casi todas las personas, llega un momento en que siempre se dice eso de “me voy de viaje para desconectar un poco”.

Así, lo que se pretende es huir un poco de la realidad cotidiana y, volver, quizá, con las fuerzas físicas crecidas.

Eso, sin embargo, no nos puede valer si lo referimos a Dios porque, en realidad, nunca podemos desconectar del Padre, de Quien nos creó con amor y, muchas veces, excesiva misericordia.

Quizá lo que se pretenda sea lo siguiente:

Abandonarse

Resulta del todo fácil dejarse caer en el mundo, abandonarse a él como si no tuviéramos, en realidad, un asidero del que no soltarnos en momentos de problemas o de situaciones difíciles que nos vienen en forma de tribulación.

Así, nos abandonamos y nos alejamos de Dios porque creemos que no sirve, el Padre, a nuestros egoístas intereses.

Evadirse

También podemos pretender eludir la relación que tenemos con Dios (es nuestro Padre y a Él nos dirigimos en la oración) porque así creemos que no hacemos posible la responsabilidad que nos incumbe como hijos de Dios.

Pero evadirse también quiere decir “fugarse” es decir, salir, huir de lo que nos corresponde. También eso es desconectar de Dios.

Quedar lejos

Pero, al fin y al cabo, lo que podemos querer, muchas veces, es quedar lo más lejos posible de Dios.

En muchas ocasiones tenemos la simple intención de quedar muy lejos de los límites de Dios por, quizá, coherencia con nuestro comportamiento de seres humanos.

Sin embargo, a pesar de todos los intentos de dejar de lado a Dios y a pesar de todo lo que supone, en fin, una desconexión del Creador, es bien cierto que ni es posible lo primero ni factible lo segundo.

No lo es, por ejemplo, porque difícilmente puede un hijo dejar de ser hijo de quien es Padre; menos aún cuando el Padre es, como es el caso, Dios. Se trata de un vano intento carente de sentido.

Aquí, en realidad, lo que se da es la ceguera personal y el oído tapado. Ni ver ni oír, pues.

No es, tampoco, porque, aunque sea por egoísmo, no nos conviene ni abandonar a Dios ni evadirnos de Él ni alejarnos de Dios porque, una cosa es que el Padre nos done la salvación eterna y otra muy distinta, pero mucho, es que actuemos como si la cosa no fuera con nosotros y hagamos, también, de nuestra capa espiritual un sayo que acabe, como dice Dios, vomitándonos de su boca por ser, quizá, demasiado tibios.

Eleuterio Fernández Guzmán