El Papa pide dejar el orgullo y aprender a ser humildes

«Seguir al Señor le exige siempre al hombre una profunda conversión»

 

El papa Benedicto XVI instó ayer a los hombres a dejar el orgullo a un lado y aprender a ser humildes, arrinconando toda ansia de aparentar ser grandes o llegar los primeros. Durante el rezo del Ángelus desde el balcón del patio interior del palacio apostólico de Castel Gandolfo, al sur de Roma, el Papa afirmó que es necesario un cambio en el modo de pensar y de vivir para poder seguir a Dios, que se diferencia del ser humano, entre otras cosas, por el hecho de que no tiene orgullo.

24/09/12 9:19 AM


(Efe/InfoCatólica) «Seguir al Señor le exige siempre al hombre una profunda conversión, un cambio en el modo de pensar y de vivir. Requiere abrir el corazón a la escucha para dejarse iluminar y transformar interiormente», dijo Benedicto XVI desde su residencia de verano, en una alocución retransmitida en directo por televisión.

«Un punto clave en el que Dios y el hombre se diferencian es el orgullo: en Dios no hay orgullo, porque es total plenitud y está totalmente dispuesto a amar y dar vida; sin embargo en nosotros, los hombres, el orgullo está íntimamente arraigado y requiere constante vigilancia y purificación», agregó.

El pontífice aseveró asimismo que el ser humano, que es «pequeño», busca aparentar ser grande, ser el primero, mientras que «Dios no teme agacharse y quedarse el último», por lo que pidió a la Virgen María que muestre a la humanidad el camino de la fe en Jesús a través del amor y la humildad.

En castellano, el Santo Padre lanzó un saludo cordial a todos los peregrinos de lengua española que le acompañaron durante el primer rezo del Ángelus del otoño en el Hemisferio Norte ya sea en persona en Castel Gandolfo o a través de los medios de comunicación.

«El Evangelio de hoy -dijo- nos habla de una actitud central del cristiano, que debe aprender constantemente de Cristo: no ambicionar el poder y la importancia humana, sino ponerse al servicio de los demás. El poder de Dios se manifiesta precisamente en la humildad, en dejarle como único omnipotente. Que la Virgen María, que mañana celebramos con el título de La Merced, se apiade de nosotros».