Iglesia-Estado
21 de septiembre del 2012

El responsable de Pastoral de la Salud anima a los médicos a atender a los sin papeles en sus consultas privadas. Sería un gesto de generosidad sin aumentar el gasto público

Desde Pastoral de la Salud consideran que, aunque el problema de los ilegales es real, es minoritario. Los verdaderos problemas están en los muchos inmigrantes con papeles, las personas mayores, los necesitados y otros enfermos que se enfrentan al sistema en total soledad. Es ahí donde llega la mano del buen samaritano, el tema que han tratado en el último encuentro que mantuvieron en Madrid.


 

Explica a Religión Confidencial Abilio Fernández, director del Departamento de Pastoral de la Salud en la Conferencia Episcopal Española, que la cuestión de los tratamientos médicos a inmigrantes sin papeles en la sanidad pública se ha magnificado a través de los medios de comunicación. Aunque hay casos, son muy pocos.

Hace una propuesta a los médicos: en lugar de tratarlos desde el sistema sanitario público, con los gastos que implica para las administraciones públicas, como muchos de ellos tienen consultas privadas, podrían tratarlos con generosidad en ese tiempo de trabajo privado y así se resolvería un problema que choca con la ilegalidad de atender a personas que no cuentan con los papeles necesarios.

Pero donde más necesidades hay no es tanto en estos pocos casos en los que hay una cuestión legal que impide el acceso a la medicina, sino en los muchos casos que, con acceso pleno a la sanidad pública, "van quedando en la cuneta de la carretera y necesitan del buen samaritano que los socorra".

En el encuentro de la semana pasada, donde se dieron cita más de 100 personas, concluyeron que se ha despilfarrado el dinero en la sanidad pública permitiendo el gasto sanitario, por ejemplo, en el cambio de sexo, mientras se siguen sin cubrir problemas odontológicos. También exponían cómo el problema no es sanitario sino social: la sociedad tiende a demandar unos servicios que los médicos se ven obligados a facilitar por miedo a ser demandados.