ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 27 de septiembre de 2012

Santa Sede

Apoyo vaticano a las personas que gozan de protección internacional
Adhesión de la Santa Sede a la Convención de la ONU sobre la prevención y represión de los crímenes contra diplomáticos

Mundo

Nicaragua: 'La vida política del país está dominada por un estilo de imponer autoridad en modo autocrático y abusivo'
El obispo auxiliar de Managua presentó la carta pastoral de la Conferencia Episcopal sobre las próximas elecciones municipales

Un acto de amor a los más pequeños en la ciudad en la que nació Jesús
El 'Caritas Baby Hospital' de Belén festejó sus sesenta años

Polonia: II Congreso Nacional de la Unión del Apostolado Católico
Una obra de los palotinos que responde a la nueva evangelización

Uruguay: Riesgo de una división en centenaria institución obrera católica
Obispos dirigen un mensaje llamando a la identidad fundacional

Comentario al Evangelio

Más vale prevenir que lamentar
Comentario al evangelio del Domingo 26° del T.O./B

Espiritualidad

Vicente de Paúl: Un llamado a la santidad
La Iglesia celebra hoy a un apóstol de la caridad

Foro

Libertad, libertad de religión, libertad cristiana
El obispo de Trieste comenta la exhortación apostólica de Benedicto XVI 'Ecclesia in Medio Oriente'

Documentación

'Creemos firmemente en la bondad y la capacidad del pueblo de Nicaragua para construir un presente más digno'
Mensaje de la Conferencia Episcopal de Nicaragua con motivo de las próximas elecciones municipales


Santa Sede


Apoyo vaticano a las personas que gozan de protección internacional
Adhesión de la Santa Sede a la Convención de la ONU sobre la prevención y represión de los crímenes contra diplomáticos
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 27 septiembre 2012 (ZENIT.org).- El 26 de septiembre pasado por la tarde, monseñor Dominique Mamberti, secretario para las Relaciones con los Estados, depositó ante el secretario general de Naciones Unidas el instrumento de adhesión a la Convención sobre la prevención y represión de los crímenes contra las personas que gozan de protección internacional, incluidos los agentes diplomáticos, informa un comunicado de la Santa Sede.

Al dar este paso, tanto en nombre propio como el del Estado de la Ciudad del Vaticano, la Santa Sede ha declarado que pretende contribuir ulteriormente y en modo concreto al empeño global en favor de la prevención y para contrarrestar los delitos cometidos contra diplomáticos.

El instrumento de adhesión recuerda además que la promoción de los valores de fraternidad, justicia y paz entre las personas y los pueblos, son preocupación especial de la Santa Sede y exigen la observancia del estado de derecho, así como el respeto de los derechos humanos.

En esta perspectiva, la adhesión a la Convención confirma la atención de la Sede Apostólica a los instrumentos internacionales de cooperación judicial en materia criminal, que, como esta Convención, son una garantía efectiva frente a las actividades criminales que amenazan a la paz y a la dignidad de la persona humana.

Por tanto, esta decisión no manifiesta sólo el deseo de la Santa Sede por colaborar y tutelar adecuadamente al personal diplomático, y en primer lugar el propio y aquél acreditado ante ella, sino que ayuda también a la comunidad internacional a mantener alta la guardia contra los riesgos del terrorismo.

Por último –concluye el comunicado de la Santa Sede- es una iniciativa en línea y en el surco del proceso que, como se sabe, ha sido puesto en marcha desde hace tiempo, para adecuar el ordenamiento jurídico vaticano a los más altos estándares internacionales encaminados a contrarrestar dicha grave plaga.

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Mundo


Nicaragua: 'La vida política del país está dominada por un estilo de imponer autoridad en modo autocrático y abusivo'
El obispo auxiliar de Managua presentó la carta pastoral de la Conferencia Episcopal sobre las próximas elecciones municipales
MATAGALPA, jueves 27 septiembre 2012 (ZENIT.org).- Monseñor Silvio José Báez, obispo auxiliar de Managua, dio lectura este miércoles en Matagalpa, Nicaragua, a la Carta Pastoral emitida por la Iglesia católica, en la que los obispos nicaragüenses expresan su preocupación por la situación política del país, en víspera de las elecciones municipales.

"La vida política del país está dominada por un estilo de imponer autoridad en modo autocrático y abusivo, manifestado a través de la concentración de poder y el deseo desmedido de conservarlo y perpetuarse en el", leyó durante la reunión de la  Conferencia Episcopal, realizaba en el Centro Diocesano de Pastoral La Cartuja, en Matagalpa.

La carta menciona que durante las elecciones municipales del 2008 y las elecciones nacionales del 2011, hubo actos fraudulentos y graves irregularidades, lo que ha creado desconfianza hacia el Consejo Supremo Electoral. Además, agrega que en el país el poder se sigue considerando un patrimonio personal.

La Iglesia católica recomienda que los que decidan ir a votar, deben "madurar su decisión reflexionando con seriedad las distintas propuestas de los candidatos y elegir quién es el mejor y más adecuado para el bien común de su municipio".

Sin embargo, esta vez, el mensaje no se centra tanto en las elecciones cuanto en hacer desde el Evangelio una crítica severa a todo el sistema político del país.

Los obispos hacen un llamamiento fuerte a todo el país a la esperanza y al compromiso por una sociedad más justa y democrática.

Ver el texto completo de la carta pastoral en: http://www.zenit.org/article-43221?l=spanish

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Un acto de amor a los más pequeños en la ciudad en la que nació Jesús
El 'Caritas Baby Hospital' de Belén festejó sus sesenta años
BELÉN, jueves 27 septiembre 2012 (ZENIT.org).-“Un milagro de perseverancia y generosidad hacia los niños de la ciudad natal de Jesús, Belén. Una memoria, un testimonio viviente de la enseñanza de Jesús a propósito de los más pequeños: “Quien recibe a un pequeño en mi nombre me recibe a mi”.

Lo subrayó monseñor William Hanna Shomali, obispo auxiliar de Jerusalén de los Latinos, durante la celebración eucarística que presidió en la Capilla de la Cruz en la Iglesia de la Natividad, con motivo de los sesenta años de actividad del Caritas Baby Hospital, calificado centro pediátrico que se ha vuelto un punto de referencia irrenunciable en el sistema sanitario para los niños y las madres que viven en los Territorios Palestinos, independientemente de su religión o recursos financieros. Una celebración de la que se hacía eco el diario vaticano L'Osservatore Romano en su edición del 26 de septiembre.

El “Baby Caritas Hospital” -recordó el prelado- nació “de un acto de amor”, de la inspiración de un sacerdote suizo, el padre Ernst Schnydrig: en diciembre de 1952 estaba como peregrino en Belén con un grupo de amigos. La noche de aquella Navidad, mientras al son festivo de las campanas se dirigía hacia la basílica, para la misa, encontró una escena conmovedora. Detrás de una carpa de prófugos, un hombre joven con el rostro descompuesto por el llanto estaba cavando una fosa en el barro. El padre Erns se acercó y entendió que aquel hombre estaba sepultando a su hijo, muerto por el frío y el hambre. Aquella tragedia contrastaba con la alegría luminosa de la noche de Navidad. Schnydrig sintió dentro de sí un llamado: dedicar su vida para tratar de evitar que tragedias similares se repitieran en Belén.

Comenzó así a realizar su proyecto: crear un hospital para los niños necesitados de atención sanitaria. Alquiló dos habitaciones, después se puso a buscar en los pueblos a los niños pobres y enfermos.

Encontró a catorce y los hospitalizó. Contrató un médico para que los cuidase. Y nació así el primer núcleo del futuro hospital. A continuación esas dos habitaciones se volvieron cuatro, después diez, quince y en 1978 se realizó la construcción e inauguración del hospital que fue llamado “Baby Caritas Hospital”. En el hospital pediátrico, ampliado y enriquecido en sus estructuras gracias a la generosidad de benefactores internacionales, cada año son atendidos en sus consultorios unos 33.000 niños y recién nacidos.

Actualmente tiene 82 camas distribuidas en los diversos sectores especializados, en los cuales se da atención sanitaria a más de cuatro mil niños al año.

El abanico de intervenciones pediátricas es amplio: enfermedades crónicas, metabólicas, de la vista y del sistema nervioso, otorrinolaringológicas, del aparato urinario y ortopédicas. También para diagnosticar cuenta con ecografía y ecocardiografía; la atención sanitaria del hospital incluye patologías relacionadas con el desarrollo mental del niño.

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Polonia: II Congreso Nacional de la Unión del Apostolado Católico
Una obra de los palotinos que responde a la nueva evangelización
ROMA, jueves 27 septiembre 2012 (ZENIT.org).- En el marco de las celebraciones del Jubileo de los 50 años de la canonización de san Vicente Pallotti, se llevó a cabo en Polonia el II Congreso Nacional de la Unión del Apostolado Católico (UAC) con el tema "La Unión como la casa de la Fe", el cual tuvo lugar del 21 al 23 de septiembre del presente año.

Durante los días de trabajo en el Congreso, que contó con la presencia del rector general de los palotinos, padre Jacob Nampudakam SAC, los participantes rezaron ante la cruz de san Vicente (una reliquia de la tumba de san Vicente Pallotti, que acompaña las celebraciones del Jubileo en Polonia).

Al final del Congreso, durante una misa solemne once personas de varias comunidades se unieron a la UAC. En el evento participaron alrededor de 300 personas procedentes de Polonia, Ucrania, Bielorrusia y Eslovaquia.

El secretario general de la Conferencia Episcopal de Polonia, monseñor Wojciech Polak, también dirigió un mensaje a los participantes del encuentro.

Durante los tres días de convivencia, se prestó atención al hecho que el tema del Congreso está fuertemente asociado con el Año de la Fe. Los participantes hicieron hincapié en que el tiempo que transcurrieron juntos, fue una posibilidad para fortalecer su unidad con la familia palotina en su conjunto.

Los materiales (textos, fotos, audio, video) están disponibles en el sitio web de la UAC-Polonia: www.zak-pallotti.pl

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Uruguay: Riesgo de una división en centenaria institución obrera católica
Obispos dirigen un mensaje llamando a la identidad fundacional
MONTEVIDEO, jueves 27 septiembre 2012 (ZENIT.org).- En medio de su recargada agenda, los obispos miembros del Consejo Permanente de la Conferencia Episcopal del Uruguay (CEU) se han dado un tiempo para dirigir un mensaje al antiguo Círculo Católico de Obreros del Uruguay (CCOU), que celebrarán sus elecciones el próximo 10 de octubre.

En el mensaje los prelados dejan entrever su preocupación por la reforma de los estatutos que la actual directiva ha impulsado, con el único fin de desligar al CCOU de la Iglesia. Un hecho que consideran "inadmisible" y apoyan abiertamente la propuesta de otro sector, denominado “Comité por un Círculo Católico de Obreros en Iglesia, con todos y para todos”, dada su clara adhesión al ideario que dio origen al CCOU en 1885, donde estuvieron presentes sacerdotes y católicos "fieles a los valores del Evangelio", según palabras del Episcopado Uruguayo.

El CCOU tiene la figura pública de una mutual, y cuenta con una amplia red que abarca 4 hospitales y cerca de 40 sucursales o policlínicos distribuidos en la capital y en casi todo el país.

Independiente de cuál fuese el resultado de la elecciones, los obispos alientan a los asociados a buscar la unidad en la línea del ideario con que fue fundado el CCOU, y a estrechar los vínculos con la Iglesia, "único modo de cumplir con el sentido de esta institución católica", concluyen.

Los firmantes del mensaje son el obispo de Mercedes y presidente de la CEU, monseñor Carlos Collazzi, así como los obispos Rodolfo Wirz (Maldonado-Punta del Este) y Heriberto Bodeant (Melo), Vicepresidente y Secretario General, respectivamente.

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Comentario al Evangelio


Más vale prevenir que lamentar
Comentario al evangelio del Domingo 26° del T.O./B
P. Jesús Álvarez, ssp 

ROMA, 27 septiembre 2012 (ZENIT.org).-Ofrecemos el comentario al evangelio del próximo domingo de nuestro colaborador padre Jesús Álvarez, paulino.

*****

"Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros.» Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros.» «Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa.» «Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga."(Mc. 9, 38-43.45.47-48)

Los discípulos de Jesús pretendían tener el monopolio de los milagros, de la verdad, del bien, de la fe, de la salvación y hasta del mismo Dios. El móvil solapado era el dominio y los privilegios, no el servicio humano y salvífico a favor de la humanidad. Lamentablemente eso sigue dándose hoy en tantos grupos de la Iglesia católica, de las iglesias hermanas, de otras confesiones religiosas y de las sectas.

Gracias a Dios, el Espíritu Santo sopla donde quiere y como quiere, mucho más allá de los cálculos y límites de los acaparadores y sectarios, “gente bien”, que creen ser los únicos dueños de la verdad y de toda la verdad.

¿Vamos a sentirnos recelosos porque la salvación de Dios, de Jesús, no pase en exclusiva por nuestros grupos, por nuestros reducidos criterios y esquemas? Más bien sintámonos felices porque Dios rompe esas barreras, y alabémoslo con gratitud porque así lo hace, y sobre todo porque nos ofrece la posibilidad de compartir su obra de salvación universal en unión con nuestro Redentor, mediante todos los recursos a nuestro alcance: oración, palabra, obras, ejemplo y padecimientos asociados a los que Cristo ofreció “por ustedes y por todos los hombres”.

La obra de salvación más eficaz y universal es la Eucaristía, pues en ella se nos ofrece la posibilidad de compartir con Cristo mismo la salvación de la humanidad, sumándonos al sacrifico eucarístico como ofrendas vivas, santas y agradables al Padre. A partir de la Eucaristía, Cristo hace llegar su salvación más allá de todas las fronteras geográficas, religiosas, de raza, de clases. Y desde la Eucaristía nos admite a compartir con Él la insondable obra de la salvación universal.

Por ahí van los caminos del ecumenismo, de un sano pluralismo, que llevará a realizar el anhelo de Jesús: “Padre, que todos sean uno”; “Que haya un solo rebaño bajo un solo Pastor”. Firmes en la fe, hay que admirar, acoger y apoyar todo lo bueno, esté donde esté y venga a través de quien venga, pues el bien solo puede proceder del Espíritu Santo.

Jesús nos habla hoy también del escándalo, que es inducir a otros al mal, con malas acciones, palabras, gestos, actitudes u omisiones, destruyendo la fe en el corazón de los sencillos. Jesús considera el escándalo de tan extrema gravedad, que afirma que más valdría ser arrojados al fondo del mar, antes que fracasar la vida en el tormento eterno a causa del escándalo.

¡Cuánto debemos orar, trabajar y ofrecer las cruces --y sobre todo la Eucaristía--, por la salvación de los que hemos escandalizado, tal vez de mil maneras, durante nuestra vida!     

El Señor se refiere igualmente al escándalo personal al que nos puede llevar el instinto mediante los ojos, los oídos, el tacto, gusto, con riesgo de perderse a sí mismo y perder la herencia eterna que Cristo nos ganó con su vida, pasión, muerte y resurrección.

Por eso pedimos una y otra vez en el Padre nuestro: “No nos dejes caer en tentación y líbranos de mal”. Líbranos sobre todo del máximo mal: perderte a ti, suma Felicidad sin fin, y perderse a sí mismo en el tormento de la infelicidad eterna. Más vale ir al cielo mancos, cojos o ciegos (pues se curarán con la resurrección, como Cristo), que al infierno con todos los miembros.

Vale más ser prevenidos en tiempo que lamentarse eternamente.

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Espiritualidad


Vicente de Paúl: Un llamado a la santidad
La Iglesia celebra hoy a un apóstol de la caridad
Por el padre José Antonio Ubillús Lamadrid, CM*

LIMA, jueves 27 septiembre 2012 (ZENIT.org).- Santidad es una palabra cargada de admiración y de estupor. El santo concita adhesiones e inquietudes. En él ha sintetizado la historia cristiana lo que más estima del hombre. Lo que sigue, sin pretensiones de agotar el tema, es un intento por hacer ver dónde radica la novedad, siempre actual e interpelante, de la santidad de Vicente de Paúl.

En la fuerza del Espíritu

La santidad consiste en aprender a amar y vivir el amor. La santidad, que continúa siendo esencialmente un don es también una tarea, una tarea que pone en movimiento el mecanismo parado o estropeado del amor. Por aquí ha de ir el camino de la santidad. Ama y haz lo que quieras, continúa siendo una verdad importante.

Amar, no obstante, es difícil. La permanente provocación que supone el amor pide a unos paciencia a prueba de olvidos, indiferencias, negativas y desprecios, a otros el valor que vence la timidez, el miedo, el permanente fracaso aparente, la desesperación y la violencia.

Amar es prácticamente imposible sin el Espíritu de Jesús. Por eso amar es cuestión de Espíritu; es fruto del Espíritu. Ser santo es amar como Jesús amó por la fuerza del mismo Espíritu. El cristiano tiene que tomar conciencia de que el Espíritu que derrama amor en el hombre es el Espíritu que preside la marcha de la historia. La presencia, pues, del cristiano en la historia, es la prueba de la presencia del Espíritu en el hombre; un Espíritu que le exige vincularse a una realidad exterior y a una solidaridad real y directa.

El camino cristiano es un camino hacia un Dios que llama al hombre y sale a su encuentro. A la ascensión corresponde el descenso. Y, aun cuando parezca que el hombre va en busca de un mundo que desconoce, pero por el que se siente atraído, pronto reconoce que esa atracción es causada en él por un Dios que le ha creado para comunicársele.

Este hecho cambia todo el sentido del esfuerzo, espiritual: no se trata ya de subir y tomar; en esta ascensión se trata de recibir. La aventura espiritual del hombre se convierte en una historia y un encuentro que incluye tres aspectos: la iniciativa de Dios, el encuentro de Dios en Jesucristo y la respuesta del hombre en la fe.

La santidad de Vicente de Paúl: camino y experiencia

Quien hace una "lectura contemplativa" de las cartas y conferencias de san Vicente, llega necesariamente a la conclusión de que la santidad del santo del gran siglo no se reduce a una serie de prácticas y compromisos bien intencionados, sino más bien a un camino o a un itinerario espiritual en el que se va gestando al mismo tiempo una experiencia espiritual, cuya característica más resaltante es una profunda pasión por Cristo y por los pobres, es decir, una contemplación de Dios Padre en Jesucristo y una acción misericordiosa y compasiva con los pobres, rostros vivos de Cristo.

La vida del hombre tiene una línea de continuidad y en este sentido solo impropiamente podemos hablar de "caminos", ya que la persona da unidad a todas las acciones y acontecimientos en que se desarrolla la vida personal. Pero es oportuno hablar de caminos en razón de las distintas posibilidades que se le ofrecen a la persona y en razón de las orientaciones diversas e incluso contrapuestas que sigue uno a lo largo de su vida. Ni Vicente de Paúl nació santo ni sus proyectos y ensayos de juventud coincidirían con su decisión y orientación definitiva, una vez que se decidió a aceptar en su vida el plan de Dios.

Vicente nace en un ambiente familiar campesino que le marcará hasta el final de su vida. Entra en el mundo social y eclesial con fuerza e ilusión, y recorre diversos caminos antes de encontrar el definitivo. Movido por la ambición, se lanza en busca de un beneficio y el ascenso en la carrera sacerdotal, pero de forma persistente tropieza en esta carrera con la pobreza y los pobres. Y cuando parece haber superado este obstáculo y ve con más seguridad lo que cree ser su futuro, entra en contacto con los grandes maestros espirituales de su época, Pedro de Berulle, Benito de Canfield y Francisco de Sales, y se le abre una nueva perspectiva.

Entre los años 1609 y 1621 vive san Vicente una experiencia decisiva que transforma toda su vida, liberándole de sí mismo, de su egoísmo y de sus proyectos, y unificando toda su vida en torno al amor de Dios y del pobre. Vicente pasa por un proceso espiritual profundo que compromete toda su persona, "conocimiento-afecto-acción", frente al misterio de Dios. Los acontecimientos de estos años le llevan a una progresiva purificación que terminará con el vaciarse de sí mismo para ponerse totalmente en las manos de Dios y al servicio de los pobres.

En cada uno de los acontecimientos se da un proceso global y profundo que implica toda la persona de Vicente, aunque cada momento tenga su acento particular. El continuo fracaso de sus proyectos que termina en la acusación de robo, lleva a Vicente a un desprendimiento de sus ilusiones para poner la confianza solo en Dios. Desde ahí, sobre todo a través de la tentación contra la fe, es su mirada la que va a quedar purificada para ver el sentido de su vida en la donación. En la experiencia pastoral de Folleville y Chatillon su acción se transforma y encuentra el camino de Dios.

Una experiencia espiritual

La incorporación a Cristo iniciada por Vicente de Paúl en el bautismo, se hará experiencia viva y profundamente personal en el momento crucial de su vida. A Cristo es a quien descubre en el momento agudo de su purificación, en los acontecimientos de su historia personal, en las experiencias pastorales de Folleville, Chatillon y Montmirail. Entonces reconocerá con extraordinaria claridad el rostro auténtico de Cristo que le descubre a su vez, al mismo tiempo, a Dios y a los pobres. A partir de ese momento, la vida de Vicente de Paúl es un continuo esfuerzo por asimilarse a Cristo (Cfr. SVP X, 218).

Es precisamente esa conformación a Cristo que le llevará a unirse a Dios y ponerse al servicio de los pobres. Consciente de que la conformación a Cristo supone llegar a la demostración máxima del amor, que es entregar la vida por el que se ama (Cfr. Jn 15, 13), gastará toda su vida y energía al servicio de Cristo. Logra así la máxima unión con Dios y alcanza la mayor entrega al servicio de los pobres.

Unido a Cristo y revestido de su espíritu (Cfr. SVP XII, 112-113), san Vicente busca participar y prolongar el amor de Dios en Cristo, que se presenta como evangelizador de los pobres (Cfr. Lc 4, 18; Is 61, 1-2), y manifiesta así la gran misericordia de Dios. Penetrado de los sentimientos de Cristo y en comunión con Dios, trata Vicente de responder al amor de Dios precisamente en el servicio al prójimo, al pobre.

Con la mirada llena de fe, con la mirada de Dios, reconoce en el pobre un hermano de Cristo, un miembro de Cristo, a Cristo mismo. Efectivamente Cristo asumió la naturaleza humana y así se ha solidarizado con todo hombre, en concreto con el pobre. San Vicente empeña en consecuencia su vida en servir a Cristo en la persona de los pobres.

Pasión por Cristo y por los pobres

Toda la vida de Vicente de Paúl se ilumina y se mueve desde Cristo, y solo puede entenderse en una perspectiva, la perspectiva de Jesucristo. A la luz de Jesucristo Salvador se acerca a Dios y a los hombres. En efecto, se había grabado tan profunda y plenamente la imagen de Jesucristo en su vida, que nada de lo que podía pensar, hablar u obrar tenía otro sentido que la imitación y conducta de Jesucristo.

El Cristo con quien Vicente se siente identificado no es un ser lejano, sino un Cristo cercano a los hombres que les ha mostrado su amor a lo largo de su vida terrena hasta dar la suprema prueba. El compenetrarse de los sentimientos y afectos de Jesucristo, supone ante todo emprender el propio camino del "que vino para servir y quiso tomar la forma de siervo" (SVP VII, 144). Es decir, dar un giro completo en la propia vida, abandonando las máximas a las que de ordinario se encuentran inclinados los hombres (Cfr. SVP XII, 323), y tomando partido decidido por Jesucristo (Cfr. SVP X, 137), aferrándose absolutamente a su palabra, poniéndose confiada y amorosamente en sus manos.

Jesucristo se le presenta a san Vicente viniendo a este mundo para colmar toda la esperanza mesiánica. Es necesario entrar en los mismos sentimientos de Jesucristo, que lleno de misericordia y amor hacia los hombres, dejó "el trono de su padre" y quiso participar en todas las miserias del hombre (SVP XII, 265). Es el espíritu de compasión el que hizo venir a Jesucristo del cielo a la tierra. "Veía a los hombres privados de su gloria y se sintió afectado por su desgracia", explica san Vicente (SVP XII, 271).

La unión con Dios en Jesucristo pasa por la compasión, la participación en la situación de los pobres. "Cuando vayamos a ver a los pobres -insiste san Vicente-, hemos de entrar en sus sentimientos para sufrir con ellos y ponernos en las disposiciones de aquel gran apóstol que decía: "Omnibus omnia facta sum, me he hecho todo a todos" (SVP XI, 340-341; Cfr. 1 Cor 9, 22).

Servir a Jesucristo en los pobres no es para Vicente de Paúl solo una visión de fe, una convicción, es una vivencia profunda que le lleva a considerar a los pobres sus amos y señores (Cfr SVP XI, 393), y ver en el servicio a ellos el grado más alto de amor y unión a Jesucristo (Cfr SVP IV, 370). En efecto, el servicio a los pobres es un martirio de amor, es el camino de santidad más eminente porque como dice un santo Padre: "Todo el que se entrega a Dios para servir al prójimo, y sufre de buena gana todas las dificultades que allí encuentre, es mártir" (SVP IX, 270).

Este es, a mi modo de ver, el camino de santidad que nos propone Vicente de Paúl, novedoso, actual y exigente como el evangelio de Jesús. Camino que debemos asumir con un gran sentido hermenéutico, ubicándonos y ubicándolo en el contexto histórico actual, convirtiéndolo en la meta de nuestra vida, de nuestra vocación, de nuestra acción misionera y del servicio a los pobres y marginados.

*Congregación de la Misión - Vicentinos

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Foro


Libertad, libertad de religión, libertad cristiana
El obispo de Trieste comenta la exhortación apostólica de Benedicto XVI 'Ecclesia in Medio Oriente'
ROMA, jueves, 27 septiembre 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos el artículo publicado por monseñor Giampaolo Crepaldi, obispo de Trieste, Italia, sobre la reciente exhortación apostólica de Benedicto XVI Ecclesia in Medio Oriente.

*****

Por monseñor Giampaolo Crepaldi

El Santo Padre Benedicto XVI ha vuelto a  tratar el tema de la libertad de religión en la reciente Exhortación apostólica “Ecclesia in Medio Oriente”, dedicándose sobre todo a los párrafos 25 y 27, a los que es necesario añadir los párrafos 29 y 30 relativos a la laicidad y a los fundamentalismos. Ambos bloques de párrafos están disponibles en la sección “Documentos” de nuestra pagina web. Sobre la base de estas enseñanzas del Papa y de otras precedentes quisiera proponer algunas observaciones para profundizar y debatir.

Indudablemente la libertad de religión es un derecho natural de la persona humana. El Magisterio ha enseñado con anterioridad que es, en un cierto sentido, el primero y principal. Afirmar que dicha libertad es un derecho natural significa que es precedente a la elección de una u otra religión. Cada hombre tiene el derecho de elegir su religión, aquella que considera la “verdadera religión”. Este hecho contiene un peligro. Puede inducir a pensar que la elección de una u otra religión es independiente de la libertad de religión, y que será igualmente conservada y corroborada indiferentemente de la elección concreta por una u otra religión. La libertad de religión estaría antes e independientemente de la elección concreta por una u otra, que el fiel debería hacer posteriormente, entonces, la elección, por ejemplo, de el cristianismo o por el budismo, no tendría repercusiones en la libertad de religión, que sería igualmente confirmada en los dos casos.

Afirmar esto – es decir la indiferencia de la elección por una u otra elección respecto a la libertad de religión- significa también renunciar a la “verdad” de las religiones. Si el hombre queda libre de todas formas, independientemente de la religión que elige, significa que todas las religiones son igualmente verdaderas. Todas, de hecho, respetan su libertad. No existen religiones que, al elegirlas, comprometen la libertad humana o al menos la contaminan o reducen. “La verdad os hará libre”: pero si la libertad existe antes de el encuentro con las religiones y de la elección por una de ellas, no puede ser la verdad de la religión elegida la que nos haga libre.

La doctrina cristiana siempre ha diferenciado entre el “libre albedrío” y libertad. El primero es la pura facultad de elegir. El segundo es la elección concreta de el bien. Quien de hecho elige el mal pierde su libertad, aunque mantenga el libre albedrío. Se puede decir que es esclavo de si mismo. La elección de el bien, es decir, la verdadera libertad, puede ser hecha a la luz de la razón. Pertenece a la Revelación la idea de que el hombre tiene esta facultad: en su conciencia racional encuentra la luz de el bien y el mal. Esta luz, sin embargo, se empaña a menudo y después de la caída de nuestros progenitores, se engaña y desvía de el justo camino. Sin la fe cristiana esta luz se pierde. En otros términos: la razón no es capaz, ella sola, de dar al hombre su libertad, aunque este la tiene por naturaleza. Para hacer esto se necesita la ayuda de la revelación y de la fe.

Como se ve no es posible que las religiones sean equivalentes al confirmar y corroborar la verdadera libertad humana. En la elección de una religión en lugar de otra el libre albedrío queda intacto, pero no la verdadera libertad. Esto porque no todas las religiones son igualmente verdaderas, si no que solo una es verdadera. Y solo esta permite verdaderamente ser libres. Todas las religiones permiten ser libres, pero solo una permite serlo verdaderamente. De hecho no se es libre si no según la verdad.

Volvemos entonces al problema que nos hemos planteado al inicio. La libertad de religion no quiere decir que cualquier elección religiosa confirma y verifica la libertad de religión. Estaríamos de lleno en el relativismo religioso, que Benedicto XVI ha claramente condenado también en la “Ecclesia in Medio Oriente”. Quiere decir que la libertad religiosa es un derecho natural y que entonces no se puede imponer por la fuerza una religión particular. Pero aquel derecho natural no es simple libre albedrío, no es indiferente, si no que se nutre de verdad y de bien, solo la verdadera religión puede darle plena respuesta. Solo esta hace verdaderamente libre. Si por una parte es justo reconocer la libertad de religión, por otro lado debemos reconocer que hay religiones que, una vez elegidas, la reducen.

Si se piensa a la libertad solo como libre albedrío, entonces la libertad puede ser ejercitada también sin tener relación con la verdad. Pero si se piensa a la libertad come un derecho cuyo ejercicio está relacionado con el bien, entonces la libertad no existe fuera de la relación con la verdad. Si no existe fuera de la relación con la verdad quiere decir que tienen relación desde el inicio y no después. Entonces tiene que ver también con Dios y por consiguiente con la religión. El verdadero nexo verdad-religión se presenta desde el inicio y con él también el nexo entre libertad y religión verdadera.

Fuente: http://www.vanthuanobservatory.org/?lang=es.

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Documentación


'Creemos firmemente en la bondad y la capacidad del pueblo de Nicaragua para construir un presente más digno'
Mensaje de la Conferencia Episcopal de Nicaragua con motivo de las próximas elecciones municipales
MATAGALPA, 27 septiembre 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos el texto completo del mensaje del la Conferencia Episcopal de Nicaragua, con motivo de las próximas elecciones municipales.

*****

A los sacerdotes, religiosos, religiosas y agentes de pastoral, a todo el pueblo católico y a todos los nicaragüenses, hombres y mujeres de buena voluntad:

 
Como colaboradores de dios y servidores de cristo
 
1. Los Obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, con la conciencia de haber sido llamados a ser «colaboradores de Dios» (1 Cor 3, 9) y «servidores de Cristo» (1 Cor 4, 1) en el anuncio del Evangelio, invocamos sobre nuestro país «la gracia y la paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo» (Rom 1,7). Al mismo tiempo deseamos ofrecerles, como pastores de la Iglesia, algunas reflexiones sobre la realidad nacional a la luz de la fe, nacidas al contacto con los fieles de nuestras comunidades y maduradas en nuestra oración y discernimiento espiritual.
 
«El que gobierna sea como el que sirve» (lc 22, 26)
 
2. La proximidad de las elecciones municipales de este año, a celebrarse el próximo 4 de noviembre, son una ocasión propicia para reflexionar sobre el modo con el que actualmente se ejerce el poder y se practica la política en nuestro país. La problemática política trasciende el tema de las elecciones municipales y debemos prestarle atención. Para ello volvemos la mirada a Jesús que en el evangelio hace una observación que puede parecer muy dura pero que es sumamente iluminadora: «Los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos y los que las oprimen se hacen llamar bienhechores» (Lc 22, 25). Jesús condena este modo de concebir y ejercer la autoridad en la sociedad, pues genera un ambiente permanente de enfrentamiento por la búsqueda del poder o por mantenerlo a toda costa, dando lugar al autoritarismo, al caudillismo, a la manipulación de las conciencias, a la corrupción, la injusticia, la ilegalidad y la violencia.
 
3. Jesús propone un nuevo modo de concebir la autoridad a través de un principio evangélico fundamental: «El que gobierna sea como el que sirve, el más grande entre ustedes ha de ser como el más pequeño» (Lc 22, 26). La única autoridad legítima, según Jesús, es la que se pone al servicio de los demás, la que sacrifica sus propios intereses por el de los otros, la que no busca la propia grandeza o la acumulación de riquezas, sino el bienestar de los demás. Cada vez que alguien, basándose en cualquier tipo de posible derecho, se sirve de los otros para conseguir sus fines, se vuelve «señor» del otro, deshumanizando así a quien domina y deshumanizándose igualmente a sí mismo.
 
4. La vida política del país está hoy dominada por un estilo de ejercer la autoridad en modo autocrático y abusivo, que se manifiesta a través de la concentración de poder y el deseo desmedido de conservarlo y perpetuarse en él, la manipulación de la ley y de las instituciones y la destrucción de los principios fundamentales que constituyen las bases del Estado de Derecho: la subordinación del poder a la ley, la supremacía de la Constitución, la jerarquía de la norma jurídica y la separación e independencia de los poderes del Estado, entre otros. Igualmente los partidos políticos de oposición, que aspiran a llegar al poder, se debaten en luchas internas y descalificaciones recíprocas, que no tienen su origen precisamente en motivaciones democráticas, sino en la búsqueda de mayores espacios de poder y en ambiciones personales. Estos partidos no han logrado interpretar el sentir de la población, no renuevan a sus líderes y no ofrecen estrategias políticas alternativas claras que conduzcan a la elaboración de un proyecto de nación, en lo referente a la educación, la política social y la economía, entre otros temas relevantes. Tanto en el ejercicio del poder como en la lucha por conseguirlo, se constata, por tanto, una gran incapacidad para concebir y practicar la política en función del bien común de la sociedad.
 
5. Consideramos que la situación que vive el país exige urgentemente replantear el funcionamiento integral del sistema político. El poder se sigue concibiendo como patrimonio personal y no como delegación de la voluntad popular expresada en la Constitución y en la ley. Esto suscita inevitablemente polarización, arrogancia, ambición e irrespeto a la ley, corrupción, intolerancia y luchas inútiles en la sociedad. Esta forma de concebir y ejercer la política no sólo contradice el ideal evangélico del servicio y del sacrificio por los otros, a imagen de Jesús, que siendo el Señor y el Maestro, está en medio de sus discípulos «como el que sirve» (Lc 22,27), sino que «semejantes desviaciones de la actividad política con el tiempo producen desconfianza y apatía, con lo cual disminuye la participación y el espíritu cívico entre la población, que se siente perjudicada y desilusionada» (Centesimus Annus, 47).
 
Las próximas elecciones municipales
 
6. Reconocemos como algo positivo que según lo establecido en la Constitución Política se realicen periódicamente elecciones municipales, como derecho ciudadano, con el fin de elegir a alcaldes, vicealcaldes y concejales en los distintos municipios del país. Es siempre digna de apreciar toda práctica social que «asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes» (Centesimus Annus, 46).
 
7.  Sin embargo, la experiencia de las últimas elecciones municipales del 2008 y las nacionales del 2011, en las cuales hubo serias denuncias de actos fraudulentos y graves irregularidades, ha creado en un gran sector de la población una profunda desconfianza en las autoridades del Consejo Supremo Electoral, que siguen siendo las mismas que administraron los comicios del 2008 y del 2011, y frente a una ley electoral que no se ha renovado debidamente al servicio de la democracia. Esto ha provocado una gran apatía hacia las próximas elecciones, que muchos consideran decididas de antemano y de las cuales opinan no sólo que es inútil participar en ellas, sino que hacerlo sería legitimar un organismo electoral fraudulento y convertirse en cómplices de otro grave atropello a la democracia y a la voluntad popular. Por otra parte hay ciudadanos y partidos de oposición que han optado por participar en las elecciones municipales, con la finalidad de afianzar la estructura democrática del voto ciudadano, no dejar todo el espacio político al partido de gobierno y, sobre todo, responder a las fuertes demandas de participación electoral de algunas zonas del país en donde la oposición ha sido siempre mayoritaria. Tanto unos como otros, personas y partidos que han decidido participar como quienes no lo harán, fundamentan su decisión en razonamientos válidos en la actual coyuntura política que vive el país.
 
8. Como pastores de la Iglesia exhortamos a cada nicaragüense a que decida desde su conciencia, mediante un discernimiento práctico, lo que es más justo y bueno en la actual situación del país, según la razón y la ley de Dios (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1777-1782). Para ello cada persona debe analizar personalmente y también escuchar «los consejos de personas entendidas» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1788) en todo lo referente a la problemática política actual, el modo en que se está ejerciendo el poder y practicando la política tanto en el país como en el propio municipio, igualmente cada ciudadano debe hacer una valoración objetiva y crítica acerca de la confiabilidad y legalidad del Consejo Supremo Electoral. En segundo lugar, cada quien debe orar para pedir al Señor que le ilumine en su decisión, la cual debe orientarse a buscar lo mejor para el presente y el futuro del país y del propio municipio. Finalmente cada persona debe decidir desde su conciencia, libremente y sin ningún tipo de coacción exterior, a través de un juicio de la razón, lo que va  a hacer, convencido desde su interior que está haciendo lo más justo y recto en este momento de la historia en beneficio de la sociedad (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1787).
 
9. Quienes decidan ir a votar deben madurar su decisión reflexionando con seriedad delante de las distintas propuestas de los candidatos, elegir a quien consideren mejor y más adecuado para el bien común de su propio municipio y, finalmente, depositar su voto en la urna en secreto y sin dejarse coaccionar por ninguna persona o institución.
 
10. De cara a estas elecciones, insistimos a las autoridades del Consejo Supremo Electoral, con las mismas palabras con que lo hemos hecho en ocasiones anteriores, aunque no hemos encontrado nunca eco a nuestro llamado, exigiéndoles «ejercer sus funciones con responsabilidad y honestidad, actuando con tal transparencia en el escrutinio de los votos que no permita ni la más mínima duda acerca del respeto a la voluntad popular en estas elecciones» (Mensajes de la CEN del 7.10.11, n. 13 y del 16.11.11, n. 3).
 
Más allá de las elecciones municipales
 
11. Lo importante es ver hacia el futuro, tomar conciencia de los grandes problemas que vive el país y comprometerse en la construcción de una sociedad más justa y democrática. Exhortamos, por tanto, en primer lugar, a las autoridades de la nación a observar la Constitución Política y a restaurar con urgencia el Estado de derecho a través de acciones concretas que ayuden a fortalecer una gobernabilidad auténticamente democrática. «Corresponde a los que ejercen la autoridad reafirmar los valores que engendran confianza en los miembros del grupo y los estimulan a ponerse al servicio de sus semejantes» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1917). Invitamos igualmente al gobierno, a los partidos políticos, a los sectores empresariales, a los medios de comunicación y a las organizaciones de la sociedad civil a comprometerse en la reconstrucción del tejido social del país, que se encuentra fragmentado y polarizado, éticamente débil de valores y carente de objetivos comunes, promoviendo, cada quien desde su propio ámbito, diálogos francos, críticos y constructivos, que ayuden a formular e impulsar un nuevo proyecto de nación, fundado en el Estado de Derecho, la legalidad y la solidez institucional y, al mismo tiempo, que sirvan para establecer un plan estratégico de desarrollo social y económico sostenible del que puedan gozar todos los ciudadanos» (cf. Mensaje de la CEN, 16.11.11).
 
12. Cada ciudadano debe tener presente que, independientemente de lo que haya decidido de cara a las elecciones municipales, tiene el derecho y la obligación de ser sujeto activo en la construcción de la sociedad, no sólo a través de una conducta recta y responsable en la familia, en el trabajo y en las relaciones sociales (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1914), sino por medio de acciones concretas de compromiso activo en la vida pública (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1915), luchando por la defensa de la democracia, la paz, la justicia, el respeto a los derechos humanos y denunciando todo lo que se opone a ello. «El fraude y otros subterfugios mediante los cuales algunos escapan a la obligación de la ley y a las prescripciones del deber social deben ser firmemente condenados por incompatibles con las exigencias de la justicia» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1916).
 
13. Creemos firmemente en la bondad y la capacidad del pueblo de Nicaragua para construir un presente más digno y un futuro más luminoso para todos. Como pastores les invitamos a liberarnos de la resignación, del indiferentismo y del conformismo y no dejarnos llevar nunca del odio y de la violencia. Podemos tener una patria mejor. No perdamos la esperanza. ​Vivir con esperanza es sobre todo creer que Dios quiere una vida mejor para todos y colaborar activamente para que ésta sea una realidad. (Cf. Fil 2,12-13). Vivir con esperanza es tener confianza en Dios y perseverar «creyendo contra toda esperanza» (Rom 4,18). Vivir con esperanza es abrirnos a la fuerza de Cristo Resucitado que hace nuevo este mundo con su Espíritu y comprometernos responsablemente para que esta novedad llegue a la historia y a la sociedad (Ap 21,5). Invitamos a todos nuestros fieles a orar por nuestra patria y que la Virgen María, Nuestra Señora de la Merced, acompañe a nuestro pueblo en su caminar histórico y nos ayude a vivir siempre abiertos con esperanza a la novedad del Reino de Dios.
 
Dado en la ciudad de Matagalpa a los veintiséis días del mes de septiembre del dos mil doce.

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