28.09.12

Obispo Baxter consagrando altar de nueva parroquia

Sigo el caso desde hace unos meses. Más que una extrañeza local resulta un episodio sobre el que podemos extraer algunas enseñanzas, máxime por la intervención directa de la Congregación del Clero. Ojalá siente precedentes.

El obispo de Belleville (Illinois), Edward Braxton, en el ejercicio de la misión que tiene encomendada –enseñar, santificar y gobernar–, decidió suspender al Padre William Rowe por saltarse a la torera las rúbricas e improvisar las oraciones durante la celebración de la Santa Misa. No era un hecho puntual, las quejas que recibía el obispo y su actuación pastoral llevaban en marcha más de cinco años.

Con la entrada en vigor de la nueva traducción del Misal para habla inglesa, Braxton aprovechó para recordar a todos los sacerdotes de su diócesis que los fieles tenían derecho a asistir a una misa católica.

En julio fue efectiva la decisión de suspensión, se le retiraba las licencias para administrar sacramentos al sacerdote, ya se le había pedido previamente la renuncia y con el típico jueguecito de que sí pero no seguía con sus creatividades litúrgicas.

El sacerdote apeló y el caso pasó a la Congregación del Clero que ha dictaminado que el obispo había cometido errores procesales, pero que ha hecho bien, que el sacerdote, si quiere, puede irse a otra diócesis:

«siempre y cuando haya reconocido su error y formalmente prometa que se ajustará a los ritos y las rúbricas de la sagrada liturgia establecidos por las autoridades eclesiásticas competentes»

a la vez que confirma que la «remoción» de la parroquia es correcta

La carta del cardenal Mauro Piacenza, prefecto de la congregación, dice además con gran fortaleza:

Los textos litúrgicos no sólo son una fuente fecunda para el alimento espiritual de los fieles, sino que expresan profundamente la comunión de la Iglesia. Cualquier desviación de las normas y textos litúrgicas aprobados constituye un enorme daño a la vida de la Iglesia.

Contra esta resolución vaticana cabe recurso, pero el expárroco ha declinado, dice que no lo volverá a hacer.

Este caso demuestra que cuando un obispo quiere actuar, actúa, y que estos temas son serios. Cinco años de tomadura de pelo se me antojan de una paciencia digna de Job. También que la Iglesia es lo suficientemente garantista como para matizar una decisión desproporcionada (a mi no me lo pareció).

Pero también muestra el papel activo de los parroquianos, que estaban hasta las narices de no poder asistir a una misa católica, que la representación creativa del Padre Rowe no lo era. Y proporcionaron al obispo las denuncias y las pruebas en la defensa de sus derechos.

Desgraciadamente somos testigos de sacerdotes que malcelebran la misa, que se inventan las oraciones y que de nada vale decir nada porque nada se hace al respecto. Ojalá cunda el ejemplo entre sus colegas episcopales, me gustaría que mi obispo interviniese como lo ha hecho el estadounidense, casos no le faltan y conocimiento de los mismos tampoco.