3.10.12

Cataluña, progres y solidaridad

A las 8:42 AM, por Jorge
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El tema Cataluña sigue dando y seguirá dando que hablar. Con muchos matices que aportar y muchas cosas que aclarar.

Los sacerdotes en este tema no somos quienes para hacer política partidista y tomar una opción concreta o apoyar a un candidato determinado de cara a las próximas elecciones de noviembre. Lo contrario sería proceder abiertamente contra el derecho canónico y el Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros: “las actividades políticas y sindicales son cosas en sí mismas buenas, pero son ajenas al estado clerical, ya que pueden constituir un grave peligro de ruptura de la comunión eclesial” (nº 23). Cosa distinta es que se aporten reflexiones desde el evangelio y la doctrina de la Iglesia que puedan iluminar una determinada situación o mostrar algunas contradicciones en el planteamiento de la misma.

Me sorprende constatar cómo los sacerdotes y religiosos más situados en la línea que convencionalmente llamamos “progre” se declaran abiertamente independentistas. El argumento más traído y llevado es que no es justo que Cataluña aporte al conjunto del estado más de lo que luego recibe del mismo estado. Es decir, si doy más de lo que me devuelven, mejor independiente.

Me resulta un argumento diabólico. Porque harto estoy de escuchar a estos mismos colectivos la reivindicación de que a nadie se le deje sin asistencia sanitaria sea de la nación que sea, que hay que ser ciudadanos del mundo, que no podemos maltratar a los inmigrantes, que hay que ser acogedores. Pero es que estos mismos colectivos que piden que a nadie se deje de atender en un consultorio médico por falta de papeles, a su vez no están dispuestos a permitir que con sus impuestos se financie una operación de cáncer en Badajoz o la enseñanza en Andalucía.

Los cristianos autodenominados “progresistas” no quitan de sus labios eso tan bonito de la opción por los pobres, vivir el evangelio, rechazar el capitalismo salvaje de la derecha cavernaria, la apuesta por la solidaridad, todos hermanos. Es preciosísimo recordar cómo Jesús estaba con los pobres y los excluidos, se mezclaba con leprosos y prostitutas y no tenía dónde reclinar la cabeza. Fantástico hablar cada día de compartir con el que menos tiene y echar en cara a los ricos su egoísmo que lleva a la pobreza de otros.

Para alguien que piense así el discurso debería ser que para Cataluña, por encima de la media española en recursos, es un orgullo ser solidaria con sus hermanos más pobres, ofrecer sus riquezas, compartir, hacer posible que otras autonomías más pobres puedan salir adelante gracias a sus aportaciones. Eso es el evangelio. Compartir, ayudarse, ser solidarios y más en momentos de especial dificultad.

Lo triste es que, justo los que por su supuesta sensibilidad hacia los pobres deberían ser más solidarios (por ejemplo sor Lucía Caram, por ejemplo el foro Alsina), hayan apostado por el camino de la independencia con el sólido argumento de que solos vivimos mejor.

Es facilito. Viva la solidaridad, vivan los pobres, hay que compartir, papeles para todos, abajo las fronteras, somos ciudadanos del mundo. Pero mis impuestos para mí. Sanidad para el congoleño sin papeles, pero ni un euro de mis impuestos para una intervención de cáncer de mama en Almendralejo. Si no tienen fondos, que se fastidien.

Pues cuidado con la rueda de la insolidaridad. Porque lo mismo llega ahora Pedralbes y exige independencia diciendo que ellos pagan más de lo que reciben, y que no aceptan que sus impuestos vayan a financiar proyectos sociales en Can Peguera.

No. Esto no es hablar de política. Es hablar de ética, de evangelio, de amor al prójimo. De solidaridad o individualismo. Porque no se puede uno llenar la boca con la palabra compartir para a continuación quejarse de que recibe menos de lo que da y tirar por la calle de en medio con un total desprecio al resto de la ciudadanía.

“Hay mayor alegría en dar que en recibir” (Hechos 20,35). Pues parece ser que los adalides de los pobres han optado definitivamente por la tristeza. Muy poco evangélica, por cierto.