12.10.12

Esa catalana tan maña y tan española

A las 11:10 AM, por Luis Fernando
Categorías : Actualidad
 

Hoy, día de la Hispanidad, es Fiesta Nacional en España, patria común de todos los españoles y madre patria de todos los pueblos de Hispanoamérica. Tierra esta querida por el Señor que, según cuenta la tradición eclesial -hay evidencias históricas al menos desde el siglo IV-, tuvo a bien dejar que su Madre la visitara en carne mortal para aleccionar al apóstol Santiago en su predicación evangélica por estos lares.

España, primer lugar del mundo donde -por parte de los arrianos- a los católicos se les empezó a llamar con el apelativo de “romanos”, debido a que profesaban la fe del obispo de Roma, ha sido sin duda la nación católica que más ha hecho por evangelizar el mundo entero, especialmente en el continente americano. Y el que dude de ello, que se lea los “Hechos de los Apóstoles de América” (PDF aquí) del P. José María Iraburu.

Siendo obvio que no se puede entender la existencia de España sin su condición de nación católica, de tal manera que la Reconquista del territorio del país que había caído en manos musulmanas es una verdadera Cruzada, no es menos cierto que tampoco puede entenderse sin sus particularidades regionales. Podemos hablar ciertamente de las Españas, todas ellas hijas de una misma madre común.

Ahora que vemos con estupor que una parte de la población de esas españas, Catalaña, quiere dejar de ser lo que siempre ha sido, no está de más recordar el papel que una catalana desempeñó en la defensa de Zaragoza, ciudad donde la Virgen y el apóstol se encontraron. El ejérctio napoleónico había invadido el país, pero el gabacho no contaba con espíritu numantino de los españoles.

Agustina de Aragón representa buena parte de los mejores valores del alma catalana, del alma aragonesa y, por tanto, del alma española. Cuando los enemigos de la patria la quieren destruir, recordemos lo que hizo esa buena mujer nacida en Barcelona. Os dejo con su entrada en Wikipedia:

Agustina Raimunda María Zaragoza y Domènech (Saragossa, como se fijó en 1903 cuando fue hallada su partida de bautismo), «Agustina de Aragón» (Barcelona, bautizada el 6 de marzo de 1786 – Ceuta, 29 de mayo de 1857), fue una defensora de Zaragoza durante los Sitios, en la Guerra de la Independencia Española.

A principios del siglo XX se estableció sin lugar a dudas su nacimiento en 1786 en la ciudad de Barcelona, concretamente en el barrio de La Ribera, en la calle de Sombrerers. Hija de Francesc Ramon Saragossa i Labastida y de Raimunda Domènech i Gasull, fue bautizada el 6 de marzo de 1786 en la iglesia de Santa María del Mar de Barcelona, contigua a la calle donde nació.

Agustina se casó a los 16 años con Joan Roca i Vilaseca, cabo de artillería, el 17 de abril de 1803. Su marido participó desde el principio en la Guerra de la Independencia Española, tomando parte en la batalla del Bruch. Los acontecimientos de la guerra los llevaron a él y a Agustina a Zaragoza.

Durante el asedio de esta ciudad, Agustina llevó a cabo la acción que la hizo célebre. Tras haber caído heridos o muertos todos los defensores de la puerta llamada del Portillo, las tropas francesas se aprestaron a tomarla al asalto. Agustina, que llevaba la comida a su marido, tomando la mecha de manos de un artillero herido consiguió disparar un cañón sobre las tropas francesas que corrían sobre la entrada. Dice la leyenda que los asaltantes franceses, temiendo una emboscada, se batieron en retirada, y nuevos defensores acudieron a tapar el boquete, defendiéndose la ciudad una vez más.

Había nacido el mito de Agustina de Aragón o La Artillera, nombre que se le dio a partir de entonces a la mujer, que, en un momento en que eran tan necesarios los ejemplos de heroísmo, pasó a ocupar un lugar destacado en las páginas de los libros de historia de España.

Nuevamente la leyenda cuenta que, enterado el general Palafox de tal hazaña, mandó llamar a la joven y allí mismo, sobre el campo de batalla, la felicitó y concedió el distintivo de subteniente con el uso de los escudos de distinción con el lema de cada uno de ellos: “Defensora de Zaragoza” y “Recompensa del valor y patriotismo". La realidad es algo más sobria: Palafox efectivamente admitió a Agustina dentro del cuerpo de artilleros, pero como artillero raso. Probablemente el nombramiento tenía tanto de práctico como de honorífico: la pertenencia al cuerpo de artilleros proporcionaba a Agustina el derecho a comer del rancho de los soldados, lo que no era desdeñable en una ciudad sitiada. Posteriormente, sin embargo, Agustina conseguiría sucesivamente los galones de Sargento y de Subteniente.

A pesar de haber salido airosa de su gesta, Agustina no cesó en su empeño de defender su ciudad de los franceses y participó activamente en la defensa de otros sitios de Zaragoza. El 21 de febrero de 1809 y tras dos meses de frenética resistencia, la ciudad maña no pudo aguantar la presión de las tropas napoleónica y cayó irremediablemente. Agustina fue tomada prisionera y liberada en un canje. Recorrió gran parte de España como animadora de los ejércitos, donde su gesta se había hecho muy conocida. Casó en segundas nupcias y residió en el sur de España. Murió en Ceuta, el 29 de mayo de 1857, a los 71 años de edad. Hasta 1870 no fueron trasladados sus restos a Zaragoza, descansando primero en el Pilar y, desde el 14 de junio de 1908, en la capilla de la Anunciación de la Iglesia de Nuestra Señora del Portillo, donde son venerados como los de una gran heroína que con valor y decisión repelió las adversidades. Se la considera como uno de los símbolos más representativos de la resistencia española contra los invasores napoleónicos. Fue cantada por Lord Byron en su Childe Harold.

Como dice la jota:

La virgen del Pilar dice
que no quiere ser francesa
que quiere ser capitana
de la tropa aragonesa

Luis Fernando Pérez Bustamante