ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 14 de octubre de 2012

EL CONCILIO VATICANO II HOY

El Concilio Vaticano II y la Nueva Evangelización
La novedad del Evangelio se hace contemporánea a base de ser fiel a sí misma

Nueva Evangelización para la transmisión cristiana de la fe

El relato del Génesis presenta una secuencia lógica compatible con la evolución
Intervención de Werner Arber, el primer protestante en presidir la Academia Pontificia de las Ciencias

Santa Sede

Ricos pobres y pobres ricos
El evangelio del joven que "tenía muchos bienes" comentado por el papa

Mundo

Los primeros beatos mártires del Año de la Fe
Frederick Bachstein y trece compañeros de la Orden de Frailes Menores

India: Los sin derechos comenzaron su "gran marcha" por la justicia
Reclaman a las instituciones que cumplan sus compromisos en favor de los 'adivasi' y los 'dalit'

Foro

Año de la Fe, ¿para qué?
Una auténica y renovada conversión para comunicar la fe con nuevo ardor

Flash

Creo, pero aumenta mi fe (Diálogos sobre el Credo con Mons. Munilla)
Nuevo libro del obispo de San Sebastián con respuestas a "la pregunta del hombre de hoy"

Documentación

"Los ricos no deben descuidar su salvación, como si estuvieran condenados"
Palabras de Benedicto XVI en la introducción del rezo del Ángelus


EL CONCILIO VATICANO II HOY


El Concilio Vaticano II y la Nueva Evangelización
La novedad del Evangelio se hace contemporánea a base de ser fiel a sí misma
OVIEDO, domingo 14 octubre 2012 (ZENIT.org).- Con 87 años, monseñor Gabino Díaz Merchán es el obispo más antiguo de España y el único padre conciliar español vivo que participó en el Concilio Vaticano II, a cuya última sesión asistió con tan solo 39 años. Sus recuerdos personales de aquel magno acontecimiento eclesial los ha plasmado en la lección inaugural que ofreció el pasado 1 de octubre en el Seminario metropolitano de Oviedo, Asturias, España. Ofrecemos el texto completo de la lección de monseñor Díaz Merchán, arzobispo emérito de Oviedo y expresidente de la Conferencia Episcopal española.

*****

+ Gabino Díaz Merchán

Recién nombrado Obispo de Guadix-Baza tuve la grata oportunidad de participar en la cuarta sesión del Concilio Vaticano II en septiembre de 1965. Fue un regalo de Dios que agradeceré siempre, porque representó para mi vida de Obispo una experiencia gozosa y orientadora del futuro de mi misión.

Tomar parte en el Concilio Ecuménico, el 21º de la historia de la Iglesia, me introdujo en la comunión del Colegio apostólico con los Obispos de todo el mundo y su cabeza visible, el Papa, cuando la Iglesia buscaba el modo de acercar el Mensaje de Cristo a los pueblos y personas de nuestro tiempo.

Con oración y trabajo intenso, con un método admirable y riguroso, se trabajaba intensamente en los documentos pendientes de aprobación. A mis ojos de recién incorporado al aula conciliar parecía imposible que el Concilio pudiera clausurarse en la fecha prevista (en la fiesta de la Inmaculada), a tenor de los muchos documentos pendientes de aprobación, algunos tan importantes como la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, y la Declaración sobre la libertad religiosa, todavía sometidos a una profunda deliberación conciliar con diversidad de pareceres.

Fuera del aula conciliar, Roma bullía de movimientos e intervenciones de toda clase, que propagaban sus ideas en panfletos y en charlas, dirigidas a influir en la opinión pública y en nuestras deliberaciones. El ambiente interno conciliar, no obstante, era de paz y de creciente optimismo, a pesar de las incesantes críticas que llovían sobre nosotros diariamente.

Pero no es mi propósito hacer ahora historia del Concilio, aunque solo fuera de esa pequeña historia de mi particular vivencia conciliar. No pretendo entreteneros contándoos anécdotas más o menos curiosas y divertidas para conmemorar el 50º aniversario del comienzo de este gran Concilio. Tampoco quiero entrar en el análisis de los documentos conciliares, cosa que excedería mis posibilidades y el tiempo razonable para mi intervención en el comienzo del Curso académico del Seminario.

Me voy a concretar a ofreceros unas reflexiones sobre el Concilio, que a mi parecer pueden ser de utilidad para reavivar en nosotros la estima y la acogida de este Concilio, que orienta a la Iglesia en su tarea apostólica ineludible de emprender una Nueva Evangelización. Con razón se ha dicho que el Concilio Vaticano II preparó a la Iglesia para una nueva época de su historia.

Mi primera reflexión será un cálido recuerdo para el Beato Juan XXIII, que convocó el Concilio.

1.- Juan XXIII convocó el Concilio movido del Espíritu Santo, para orientar a la Iglesia en la tarea de evangelizar al mundo contemporáneo

A la muerte del papa Pacelli, Pío XII, la divina Providencia dispuso que, contra todo pronóstico, el Cardenal Roncalli fuera elegido Papa, el 28 de octubre de 1958, a los 77 años de edad y cincuenta de sacerdocio. No faltaron quienes le consideraron un Papa “de transición”, o sea, que habría de ocupar la Sede Romana por poco tiempo, dando lugar a un sucesor más valioso. Su pontificado fue, desde luego, corto; apenas duró cinco años (del 28 de octubre de 1958 al 3 de junio de 1963), pero con la perspectiva que nos ofrecen los años transcurridos su figura se agiganta como un auténtico pontífice de “transición”, no en el sentido cicatero que algunos le dieron al comienzo, sino por haber introducido a la Iglesia en una nueva época histórica.

El primer anuncio de la convocatoria del Concilio la hizo el Papa en la Basílica de San Pablo extra muros en la festividad del Apóstol de los gentiles, el 25 de enero de 1959. A penas habían transcurrido unos meses del inicio de su pontificado, cuando comenzaba Juan XXIII a dar signos de su libertad pastoral anunciando la celebración de un Sínodo para la diócesis de Roma, la reforma del Código de Derecho Canónico y su propósito de celebrar un Concilio Ecuménico. En especial este último anuncio produjo desconcierto y preocupación en un sector importante de la Curia romana y de toda la Iglesia. El recuerdo de último concilio ecuménico, el Vaticano I (del 8-XII-1869 al 20-X-1870) en el pontificado de Pío IX), que no pudo concluirse según los planes previstos, hacía presagiar malos augurios para un semejante anuncio en pleno siglo XX.

Aquel propósito de Juan XXIII fue sin duda una inspiración del Espíritu, como reconoció más tarde el mismo Papa. El impulso renovador de aquel anciano pontífice, apoyando su debilidad en la divina providencia, le movía a abrir las puertas y ventanas de la Iglesia para comunicarla con el mundo exterior y prepararla para la misión evangelizadora de la nueva sociedad que estaba gestándose.

2.- Un Concilio Ecuménico de nuevo estilo

El Concilio Vaticano II se distingue de otros concilios ecuménicos por la novedad de su estilo: se desarrolló con una intención claramente pastoral. Esta fue una característica querida por el Papa Juan XXIII desde su convocatoria. El sentido pastoral perfuma e impregna los escritos del Beato Juan XXIII, sus admirables gestos de pastor cercano a las personas y, sobre todo, la orientación del Concilio Vaticano II, que expresó con claridad al convocarlo y al encauzar sus primeros pasos.

En el discurso de su inauguración (11 de octubre de 1962) Juan XXIII declara su propósito de que el Concilio ecuménico transmita la doctrina católica en su integridad, sin atenuaciones ni deformaciones. Porque la tarea del Concilio no se reduce a guardar el tesoro de la doctrina católica.

“Como si nos preocupáramos tan solo de la antigüedad. Sino también decididos, sin temor, a estudiar lo que exige nuestra época. Continuando el camino que ha hecho la Iglesia durante casi veinte siglos”. Esta doctrina“es sin duda verdadera e inmutable y el fiel debe prestarle obediencia, pero hay que investigarla y exponerla según las exigencias de nuestro tiempo. Una cosa, en efecto, es el depósito de la fe o las verdades que contiene nuestra venerable doctrina, y otra distinta es el modo como se enuncian estas verdades, conservando sin embargo el mismo sentido y significado”.

Otra característica del magisterio pastoral que deseaba el Papa Juan XXIII para el Concilio era corregir los errores con misericordia. El Vaticano II no condenaría los errores con anatemas, sino “con la medicina de la misericordia y sin empuñar armas de severidad”. La Iglesia “cree, que en vez de condenar, hay que responder a las necesidades actuales explicando mejor la fuerza de su doctrina”.

Finalmente Juan XXIII deseaba que el Concilio contribuyera a la unidad de la Iglesia, tan deseada por Cristo, y al progreso en la unidad de todo el género humano hoy tan dividido por intereses materiales. Es necesario trabajar por el reconocimiento efectivo de la dignidad de la persona.

“Cada vez se reconoce más, dice Juan XXIII, que la dignidad de la persona humana y su adecuado perfeccionamiento es algo muy valioso, pero difícil de lograr. Lo más importante es que finalmente se ha aprendido por experiencia que la violencia externa impuesta a los demás, la fuerza de las armas y el poder político no son capaces de resolver los graves problemas que angustian a los hombres”.

3.- Las orientaciones pastorales del Concilio

El desarrollo doctrinal del Concilio se realizó en perfecta sintonía con los deseos de Juan XXIII a lo largo de las cuatro sesiones. Juan XXIII moría el 3 de julio de 1963, pero su sucesor, Pablo VI, asumió el Concilio con decisión al comienzo de la segunda sesión hasta llevarlo a su feliz conclusión en diciembre de 1965.

Los documentos del Vaticano II pueden agruparse en dos grandes grupos pastorales: el primero abarca la naturaleza y la misión de la Iglesia, y el segundo, sus relaciones con la sociedad contemporánea.

En el primer grupo ocupa un destacado lugar la enseñanza conciliar sobre la misma Iglesia (especialmente Lumen gentium, LG) considerándola desde la luz de la revelación y de la tradición patrística, superando la impostación principalmente apologética, que era la vigente en los tratados teológicos de las escuelas. La Iglesia, como agrupación de los bautizados al misterio trinitario por medio de Cristo y por la fuerza del Espíritu Santo. La Iglesia, como nuevo pueblo de Dios en la que todos los miembros participamos del sacerdocio de Cristo, cada cual según su específica misión. La Iglesia, en la que todos los cristianos gozamos de la nueva vida incoada ya en este mundo, pero en camino hacia la plenitud de la vida eterna del cielo. La Iglesia, en la que la Santísima Virgen ocupa un puesto eminente como miembro de la Iglesia y Madre espiritual de todos los creyentes.

En esta descripción de la Iglesia, LG recoge la doctrina católica sobre la misión especial de autoridad-servicio que Cristo estableció en el Papa y en los Obispos, sucesores de los Apóstoles, para el servicio (diaconía-ministerio) de la Iglesia en nombre de Cristo. Destaca la misión de los sacerdotes, necesarios colaboradores de los Obispos y la importancia de la vida religiosa de especial consagración, que son un testimonio vivo y anticipo de la Iglesia futura en la vida futura.

En este primer grupo podemos situar casi la totalidad de los documentos conciliares, como los que tratan de la reforma litúrgica, la clarificación de las fuentes de la revelación y el impulso a vivir de la Palabra de Dios, y los decretos sobre la reforma de los seminarios y órdenes religiosas en el espíritu renovador del Concilio, el apostolado seglar y las misiones ad gentes.

En el segundo capítulo referente a las relaciones de la Iglesia con la sociedad humana podríamos incluir dos documentos muy importantes, aunque de desigual autoridad: La Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual y la Declaración sobre la libertad religiosa. Estos dos documentos fueron ampliamente debatidos en la cuarta sesión conciliar a la que tuve la gracia de asistir. De ellos haré brevemente algunas referencias.

La Constitución pastoral Gaudium et Spes (GS)

El proyecto de la Constitución Pastoral (llamado al comienzo Esquema XIII) no figuraba entre los esquemas manejados en la primera sesión conciliar. Surgió en la segunda etapa conciliar por las sugerencias del Card. Suenens y de otros obispos correspondiendo a los deseos de Juan XXIII de que el Concilio iniciara un diálogo con el mundo actual en su discurso de inauguración del Concilio.

Para la cuarta sesión la Comisión creada al efecto elaboró durante el verano de 1965 un texto, teniendo en cuenta las sugerencias aportadas por los Padres conciliares en la segunda y en la tercera sesión conciliar, y todavía fue objeto de numerosas enmiendas en esta cuarta sesión hasta ser aprobada finalmente como Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, con 2.309 votos a favor (75 negativos y 7 votos nulos) el 7 de diciembre de 1965, un día antes de la clausura solemne del Concilio.

La Constitución GS consta, como sabéis, de una Introducción (la condición del hombre en el mundo de hoy) y de dos amplias partes: la parte primera se ocupa de “la Iglesia y la vocación del hombre”, y la segunda, de algunos problemas más urgentes, como la dignidad del matrimonio y de la familia, la recta promoción del progreso y de la cultura, de la vida económica y social, la vida de la comunidad política, y el fomento de la paz y de la comunidad de los pueblos.

La lectura de este documento conciliar muestra su oportunidad y actualidad, aunque el mundo siga evolucionando tan profunda y rápidamente, que podríamos aportar hoy nuevos datos en casi todos los temas abordados por la Constitución.

Es notable que causara problemas en algunos católicos la importancia que el Concilio daba a los problemas humanos para orientar la nueva pastoral. El Papa Pablo VI dedicó gran parte de su discurso del 7 de diciembre, víspera de la clausura del Concilio, a razonar la legitimidad evangélica de este proceder.

La declaración sobre la Libertad religiosa, Dignitatis humnae(DH)

Esta Declaración también fue ampliamente trabajada en la cuarta sesión. Su trayectoria conciliar fue sin duda la más azarosa y discutida. El tema era muy importante para toda la Iglesia católica, tanto para los países en los que todavía se persigue a muerte a los cristianos, como para aquellas regiones del mundo donde la Iglesia ha adquirido una especial vinculación con el Estado, como fue el caso de España a lo largo de siglos.

El tema de la libertad religiosa había sido tratado en pastorales y conferencias por algunos Obispos españoles en el verano de 1965. Consideraban estos prelados que era doctrina de la Iglesia considerar al Estado confesional católico como la solución más perfecta para las relaciones de la Iglesia con los Estados.

Conforme avanzaba la intervención de los Padres conciliares y con las mejoras introducidas en el texto de la Declaración, la mayoría conciliar se mostraba cada día más clara y convincente a favor del documento. El texto definitivo fue aprobado finalmente por 2.308 votos a favor y 70 en contra. No hubo abstenciones ni votos nulos.

Es de justicia destacar que el episcopado español en pleno acató la decisión conciliar, ratificada por Pablo VI, con ejemplar aceptación de la autoridad del Magisterio de la Iglesia. Personalmente me sentí muy reconfortado con este testimonio, que acompañó siempre a los Obispos españoles en el Concilio y después del Concilio.
La libertad religiosa es, según el Papa Juan Pablo II, el derecho fundamental de la libertad y de todos los derechos de la persona. Para España suponía también en 1965 un reto específico para comprender la transición política, que la inmensa mayoría del pueblo español veía inminente y necesaria.

4.-La recepción del Concilio en España

Un Concilio ecuménico no es un manojo de recetas para aplicarlas directamente a toda la Iglesia. Un Concilio Pastoral marca la dirección correcta para el trabajo pastoral de toda la Iglesia en todo el mundo y en todas las circunstancias, pero forzosamente su implantación requiere paciencia y perseverancia con el discernimiento necesario, que hemos de hacer todos los cristianos, con la riqueza de dones y carismas que el Espíritu Santo reparte en abundancia, y siempre en obediencia al Magisterio vivo de la Iglesia,que es el único que tiene autoridad recibida de Dios para su gobierno pastoral.

En 1985 el Sínodo de los Obispos dedicó una Asamblea General Extraordinaria a la reflexión sobre el posconcilio, transcurridos los primeros veinte desde la clausura del Vaticano II. “Celebrar, verificar y promover” el Concilio Vaticano II fue el propósito de aquella Asamblea a la que asistí como Presidente de la CEE.

En el discurso que hice a la Conferencia Episcopal Española en el comienzo de su 44ª Asamblea de 1986, me referí al posconcilio con estas palabras, que podrían aplicarse todavía cuando celebramos los 50 años del comienzo del Vaticano II:

“Pese al esfuerzo de divulgación y de estudio que hicimos de los documentos conciliares, estamos muy lejos de considerarnos satisfechos. El estudio del Concilio entre nosotros no se vio libre de tensiones y de conflictos que dificultaban su serena recepción. Hubo a veces excesivo apasionamiento, actitudes parciales, lecturas superficiales, interpretaciones desde posiciones previamente fijadas... También aparecieron recelos y reticencias en algunos reducidos sectores eclesiales.

Últimamente el clima de la Iglesia en España se ha sosegado notablemente, pero cabe preguntarse si el Concilio no ha dejado de ser una fuente inmediata de inspiración, si no hemos dejado de reflexionar sobre los decretos conciliares, de asimilarlos y de esforzarnos por llevarlos a la práctica. Para los jóvenes católicos el Vaticano II es un hecho lejano, que ven archivado en los anales de la historia.

Es necesario descubrir la vigencia del Concilio, dar a conocer íntegramente sus documentos, incorporarlos a los tratados de Teología, a la Catequesis y a la formación permanente, de suerte que sus enseñanzas sean asimiladas, no como un hecho del pasado sin referencia al momento presente, sino como patrimonio vivo de la Iglesia, perfectamente integrado en el depósito de la fe.

El Concilio Vaticano II ayudará a las nuevas generaciones a discernir con la luz de la fe los retos que le presenta el mundo contemporáneo, a descubrir sus valores y sus fallos, y a emprender con esperanza la evangelización de este mundo moderno con el peculiar estilo pastoral que el Concilio adopta”.

La recepción del Concilio no ha sido la que esperábamos los Padres conciliares al despedirnos de Roma en la fiesta de la Inmaculada de 1965. Pero las dificultades del posconcilio tampoco justifican la actitud del desencanto, que hoy manifiestan algunos sectores de la Iglesia, que habían imaginado tal vez otro discurso de los acontecimientos.

Un concilio ecuménico necesita tiempo para ser asimilado. Es un acontecimiento que atañe a la Iglesia universal, que tiene peculiares situaciones distintas que afrontar a la hora de evangelizar. Será necesario seguir prestando atención a la búsqueda de una pastoral de nueva evangelización, especialmente en España y en los países de antigua cristiandad.

Los últimos Papas han orientado la aplicación del Concilio a la nueva evangelización, que fue sin duda el principal objetivo de aquella magna asamblea conciliar. El Sínodo de los Obispos que el Papa Benedicto XVI inaugura en estos días en Roma se propone reflexionar sobre este importante tema: La nueva evangelización para la trasmisión de la fe cristiana.

La novedad del Evangelio se hace contemporánea a base de ser fiel a sí misma y de saber interpretar los signos de cada momento histórico. No es sencilla esta tarea. Para encontrar el camino de la NE será necesario discernir la cultura actual de los pueblos para saber expresar la Palabra de Dios de modo que pueda ser entendida rectamente (aunque nunca se pueda desvelar plenamente el misterio que encierra), dentro de la sensibilidad cultural en la que se mueven las personas y los pueblos evangelizados.

España es un pueblo que ha evolucionado también profundamente, tanto en sus costumbres como en los juicios de valor acerca de las realidades que forman nuestra vida. Hemos pasado en pocos años de ser un pueblo socialmente cristiano (de régimen confesional) a una sociedad regida por una Constitución laica, en la que la opción religiosa de las personas debe ser reconocida y tutelada, como un derecho fundamental de su dignidad. En esta sociedad, entendida correctamente, la Iglesia y los cristianos hemos de desarrollar nuestra vida religiosa sin cortapisas ni privilegios.

Siguiendo la declaración de libertad religiosa del Concilio, los católicos hemos de descubrir nuestra manera de estar y de comportarnos como ciudadanos y como católicos, discerniendo con claridad la nueva situación en la que nos encontramos.

En nuestro contacto vital con el mundo contemporáneo algunos valores evangélicos también pueden haberse obscurecido en los creyentes por el cambio cultural y social operado en nuestros días. En este caso el testimonio evangelizador queda ensombrecido, y es lógico que la propuesta cristiana pierda impacto y no comunique la buena noticia con la debida claridad. En esta situación, muchos católicos se aferran a prácticas tradicionales que carecen de referencia al compromiso social cristiano. Las prácticas religiosas se quedan como vacías del sentido religioso, o se reducen a un mero sucedáneo de otros valores. Cuando esto ocurre es necesario esclarecer las prácticas religiosas, aclarar conceptos básicos y sobre todo, renovar en profundidad la conversión de los cristianos y de las comunidades al mensaje del Evangelio.

Para lograr esta renovación es necesario el discernimiento cristiano, la sincera conversión al Evangelio y confesar con humildad y firmeza nuestra pertenencia a la Iglesia defendiéndola de las acusaciones infundadas, que con frecuencia se difunden contra ella injustificadamente.

El Vaticano II sigue vigente en su letra y en su espíritu como base segura para la NE. Es necesario en todo el orbe cristiano recurrir una y otra vez al Concilio Vaticano II, que abrió la Iglesia católica a su responsabilidad misionera en los tiempos actuales.

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Nueva Evangelización para la transmisión cristiana de la fe


El relato del Génesis presenta una secuencia lógica compatible con la evolución
Intervención de Werner Arber, el primer protestante en presidir la Academia Pontificia de las Ciencias
Por Nieves San Martín

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 14 octubre 2012 (ZENIT.org).- Este viernes 12 de octubre de 2012, ante la presencia de Benedicto XVI, en la Octava Congregación General del Sínodo, se dio la palabra al invitado especial Werner Arber, profesor de Microbiología en el Biozentrum de la Universidad de Basilea; presidente de la Pontificia Academia de las Ciencias de Suiza, quien hizo una “Reflexión sobre las relaciones entre las ciencias y la fe religiosa”.

El invitado fue presentado por el presidente delegado de turno, el cardenal Francisco Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara, México. Werner Arber es microbiólogo y genetista suizo. En 1978, junto a los científicos Hamilton Smith y Daniel Nathans, compartió el premio Nobel de Fisiología o Medicina por el descubrimiento de las endonucleasas de restricción. En enero de 2011, Benedicto XVI, le nombró presidente de la Pontificia Academia de las Ciencias, siendo el primer protestante en ejercer este cargo.

En su introducción, Werner Arber afirmó que "la curiosidad es una característica fundamental de la mente humana". En este contexto, se plantea la cuestión sobre las mutuas relaciones y compatibilidades entre el conocimiento científico y los contenidos basilares de la fe.

El profesor Arber explicó su concepto de "saber orientativo", que "se construye y se actualiza en la mente humana durante el trascurso de toda nuestra vida. Contiene elementos ya adquiridos durante el desarrollo embrionario y la primera infancia. Se enriquece luego con la educación y la búsqueda personal de la verdad. El conocimiento científico adquirido se sitúa, así, junto a las varias clases de creencias, incluyendo aquella de la fe religiosa. Entre paréntesis, podemos considerar que aún los agnósticos son personas con un credo específico, es decir, el del no conocimiento de Dios".

Según el profesor invitado, la evolución cósmica y la evolución biológica son factores que evidencian leyes importantes de la naturaleza. Constató que, hasta ahora, la ciencia no tiene nociones precisas sobre las raíces de la evolución cósmica aunque "los continuos procesos evolutivos del universo y de la vida son ahora hechos científicos sólidamente establecidos que constituyen los elementos esenciales de la creación permanente".

"Hoy día imaginamos que la vida puede también existir en algunos planetas extraterrestres, pero aún estamos esperando las evidencias científicas de tal hipótesis. Por otro lado, las ciencias de la vida han adquirido un amplio y sólido conocimiento sobre la complejidad de los procesos vitales, tanto en lo que respecta a la actividad de los organismos individuales como a la evolución biológica en curso a nivel de las poblaciones", afirmó.

En otras palabras, "la evolución biológica es un proceso natural continuo y constante de creatividad permanente y gradual".

El invitado por Benedicto XVI para hablar en la Octava Congregación General del Sínodo se detuvo en señalar los valores culturales del conocimiento científico.

"Las visiones científicas de las leyes y constantes de la naturaleza son valores culturales desde los dos siguientes puntos de vista --dijo--. Por un lado, el conocimiento científico adquirido enriquece nuestra visión del mundo y, por tanto, contribuye a nuestro saber orientativo. Por otro lado, el conocimiento científico puede abrir nuevos caminos a las aplicaciones e innovaciones tecnológicas que benefician tanto nuestras vidas como el medio ambiente. Visto que dichas innovaciones contribuyen las más veces a configurar el futuro, deberíamos idealmente postular que cualquier decisión al respecto dependiera de una evaluación tecnológica diligentemente ejecutada y, por otro lado, que la sociedad civil y la Iglesia estén preparadas a asumirse la corresponsabilidad con los científicos y la economía, para así llevar a cabo un nuevo modelo de futuro que comporte beneficios para la humanidad y su ambiente. Tales medidas podrían contribuir a la sostenibilidad del proceso y, por lo tanto, al desarrollo a largo plazo de nuestro planeta".

Subrayó también "el papel de las reglas de conducta para la humanidad". La sociedad actual garantiza reglas de conducta que deben ser respetadas. "La aceptación de dichas reglas puede facilitarse si sus principios están enraizados en la fe religiosa", dijo.

"En la sociedad cristiana, algunas importantes reglas de conducta fueron promulgadas por Jesucristo durante su vida, y desde entonces han sido ampliamente seguidas por los cristianos. Sin embargo, es una importante tarea de las sociedades hodiernas actualizar las reglas establecidas, prestando una especial atención al conocimiento científico adquirido", subrayó.

"En este contexto, presumo que si Jesucristo viviera hoy entre nosotros, él estaría a favor de la aplicación de un conocimiento científico sólido para el beneficio a largo plazo de la humanidad y de su ambiente natural, al menos en la medida en que esas aplicaciones configuraran el futuro asegurando el pleno respeto a las leyes naturales relevantes", dijo el profesor Arber.

Ilustró su postulado con un ejemplo concreto. "Gracias a los recientes avances de la genómica, la proteómica y la metabolómica, se ha podido orientar la evolución biológica en vistas de satisfacer mejor nuestras necesidades de una alimentación más saludable como contribución a unas importantes mejoras en el campo médico".

Tras un estudio de la Pontificia Academia de las Ciencias, en 2009, sobre las plantas transgénicas, la Academia concluyó que "los métodos establecidos recientemente en la preparación de organismos transgénicos siguen las leyes naturales de la evolución biológica y no conllevan riesgos vinculados a la metodología de la ingeniería genética".

Por último, se ocupo del aspecto de "la compatibilidad entre conocimiento científico y fe religiosa". En este sentido, dijo que "durante largos periodos de tiempo, seres humanos curiosos adquirieron el conocimiento científico principalmente mediante la observación por medio de sus sentidos, ayudados por la reflexión mental y el razonamiento lógico".

Sobre el libro del Génesis, dijo, "propone una secuencia lógica de acontecimientos en la cual la creación de nuestro planeta Tierra podría ser seguida por la creación de las condiciones para la vida. Las plantas fueron introducidas y éstas fueron, en un momento dado, el alimento de los animales antes de la introducción final del ser humano. Dejando de lado la cuestión de la Revelación, esto es claramente una narración lógica del posible origen evolutivo de las cosas según unos acontecimientos imaginados orientando la naturaleza, que observaban las antiguas poblaciones. Por la genealogía descrita en el Antiguo Testamento, puedo también concluir que sus autores eran conscientes de las variantes fenotípicas (o sea, genéticas). Las personas descritas tienen sus propias características personales y, por tanto, no son clones genéticamente idénticos de Adán y Eva. En estas narraciones podemos identificar una gran coherencia entre la fe religiosa disponible entonces y el conocimiento científico sobre el desarrollo evolutivo. Es nuestro deber hoy en día mantener (y donde sea necesario, restablecer) dicha coherencia basándonos en nuestro mayor conocimiento científico. Es mi convicción que el conocimiento científico y la fe son, y deben seguir siendo, elementos complementarios de nuestro saber orientativo".

En resumen, el profesor Werner Arber, subrayando "la importancia de la evolución de la vida y su hábitat ambiental", expuso "cómo puede influir el conocimiento científico, junto a otros elementos de nuestro saber orientativo, en las actividades humanas, incluida la aplicación del conocimiento científico para el beneficio de la humanidad y de un ambiente inalterado idóneo para el desarrollo sostenible a largo plazo de nuestro planeta Tierra y sus habitantes". Los ejemplos dados "pueden aplicarse a otras actividades viables basadas en el conocimiento científico disponible que puede servirnos para un desarrollo cultural sostenible". A este propósito, la Pontificia Academia de las Ciencias intenta "llevar a cabo su tarea de seguimiento crítico de los avances en las investigaciones científicas y los proyectos de aplicación de los conocimientos adquiridos".

Periódicamente publica, tanto en papel como en formato electrónico (en su página web www.pas.va), sus libros para información del mundo científico, la jerarquía de la Iglesia, todos los cristianos y la gente de buena voluntad, ofreciendo también importantes sugerencias en favor de un desarrollo seguro, responsable y sostenible.

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Santa Sede


Ricos pobres y pobres ricos
El evangelio del joven que "tenía muchos bienes" comentado por el papa
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 14 octubre 2012 (ZENIT.org).- Benedicto XVI, al comentar el evangelio de la liturgia de hoy, en el Ángelus, ha tratado el tema de la riqueza. Las circusntancias no son lo que impide vivir la vida evangélica sino lo que se hace en ellas. La historia de la Iglesia está llena de ejemplos de gente rica que ha utilizado sus propios bienes de una manera evangélica, recordó el papa.

"Jesús nos enseña que es muy difícil para un hombre rico entrar en el reino de Dios, pero no imposible", dijo Benedicto XVI. La riqueza, en principio, se interpone en el camino de Jesucristo, que --como escribe el apóstol Pablo--, "siendo rico, por vosotros se hizo pobre, a fin de enriquecerlos con su pobreza".

En realidad, lo importante de este relato es el encuentro con Jesús y la respuesta a su llamada. Al joven que tenía muchos bienes "por un lado le atrae, como a todo el mundo, la plenitud de la vida; y por el otro, acostumbrado a confiar en su propia riqueza, piensa que la vida eterna de alguna manera se puede 'comprar', quizás observando un mandamiento especial", dijo Benedicto XVI.

"Pero Jesús también entiende --añadió el papa- lo que es la debilidad de aquel hombre: es su apego a sus muchas posesiones".

El santo padre citó a san Clemente de Alejandría: "La parábola enseña que los ricos no deben descuidar su salvación, como si estuvieran condenados, ni deben echar por la borda la riqueza ni condenarla como insidiosa y hostil a la vida, sino tienen que aprender de qué modo obtener riqueza y ganarse la vida".

"La historia de la Iglesia está llena de ejemplos de gente rica que ha utilizado sus propios bienes de una manera evangélica, alcanzando incluso la santidad. Pensemos solo en san Francisco, en santa Isabel de Hungría o en san Carlos Borromeo", dijo Benedicto XVI.

Se puede leer el texto íntegro de la introducción al Ángelus en: http://www.zenit.org/article-43362?l=spanish.

Luego, saludó a los peregrinos de lengua española: "La liturgia de la Palabra de este domingo nos pide una adhesión incondicional a la persona de Jesucristo, de modo que, superando el mero cumplimiento externo y formal del precepto divino, seamos capaces de poner nuestro corazón en el Único que da la vida. Que la Santísima Virgen, Sede de la Sabiduría, nos ayude a acoger el don de la fe, para que, abandonados en el amor de Dios, respondamos con generosidad a su llamada", les dijo el papa.

Por N.S.M.

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Mundo


Los primeros beatos mártires del Año de la Fe
Frederick Bachstein y trece compañeros de la Orden de Frailes Menores
Por N.S.M.

ROMA, domingo 14 octubre 2012 (ZENIT.org).- La capital de la República Checa, Praga, fue el escenario del reconocimiento del coraje de catorce franciscanos que, en medio de las guerras de religión del siglo XVII en el país centroeuropeo, defendieron su fe hasta dar la vida. Frederick Bachstein, responsable del convento de franciscanos y trece compañeros fueron proclamados ayer sábado beatos y mártires por la Iglesia.

El rito de beatificación se llevó a cabo este sábado 13 de octubre, en la catedral de San Vito, en Praga, y fue presidido por el cardenal Angelo Amato, quien celebró una eucaristía en latín, acompañado de todos los obispos de la República Checa.

"Ayer, en Praga, fueron proclamados beatos Federico Bachstein y trece miembros de la Orden de los Frailes Menores. Fueron asesinados en 1611 por su fe. Son los primeros beatos del Año de la Fe y son mártires: nos recuerdan que creer en Cristo significa estar dispuestos también a sufrir con El y por El", dijo Benedicto XVI hoy, en sus palabras en italiano después del rezo del Ángelus.

Los catorce frailes del convento de Nuestra Señora de las Nieves en Praga, procedentes de Italia, Bohemia, España, Francia y Alemania, fueron víctimas de la inestable situación política en el Reino Checo, pagaron con la propia sangre su firmeza en la propia fe. La convicción de que murieron como mártires era evidente para las personas que les conocieron.

El martirio de los 14 franciscanos se inserta en la lucha entre protestantes y católicos. Rodolfo II, rey de Bohemia y emperador, concedió en 1609 la libertad religiosa a las confesiones no católicas presentes en Bohemia, pero se agudizó el conflicto entre partidarios de las diversas confesiones. Detrás estaban intereses de otro tipo relacionados con el acceso al trono.

El 15 de febrero de 1611 una multitud de husitas, calvinistas, luteranos y algunos católicos irrumpió en el convento franciscano de Praga. En tan sólo cuatro horas (de las 11 a las 15) fueron masacrados 14 frailes, empezando por el vicario del monasterio Frederick Bachstein.

Las crónicas de la época indican que se trató de una agresión sin precedentes, puesto que habrían desnudado, descuartizado y expuesto los cuerpos mutilados de los religiosos durante cuatro días ante la Iglesia de la Virgen de las Nieves.

Dos pías mujeres de la aristocracia, con la ayuda de otros dos ciudadanos, envolvieron a escondidas los cadáveres de los mártires en sábanas blancas y los enterraron cerca del convento.

Según recordó el arzobispo de Praga, cardenal Dominik Duka, al inaugurarse una exposición con la historia de los nuevos beatos: "Los objetos expuestos testimonian los tristes sucesos en el convento, en febrero de 1611. Hay aquí un documento de Rodolfo II de Habsburgo que confirma la libertad de religión en el Reino Checo, una vestidura litúrgica que llevaba puesta a la hora de su muerte el monje Juan Martínez, una estatua de la Virgen María, junto a la que fue asesinado otro sacerdote. Los visitantes pueden ver el ataúd en el que se encontraban sepultados desde 1677 los restos mortales de los catorce sacerdotes franciscanos y que fue recogido en julio de este año, para ser sometido a un estudio antropológico. La idea de la muestra fue vincular los objetos con lugares concretos en el convento donde fueron asesinados los monjes”.

El general de los franciscanos, el español Javier Rodríguez Carballo, agradeció a Benedicto XVI esta nueva beatificación 

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India: Los sin derechos comenzaron su "gran marcha" por la justicia
Reclaman a las instituciones que cumplan sus compromisos en favor de los 'adivasi' y los 'dalit'
ROMA, domingo 14 octubre 2012 (wwhttp://www.zenit.org/spanish).- Decenas de miles de indios de entre los más pobres del país empezaron el miércoles 3 de octubre una marcha de 350 kilómetros, desde Gwalior hasta Nueva Delhi con el fin de denunciar su marginación del desarrollo económico y hacer valer sus derechos en cuanto a la división de las tierras y de los recursos del país.

"Unas 35.000 personas iniciaron la marcha y cuando llegue a Nueva Delhi, esperamos que el número de la gente que participa en la marcha haya alcanzado 100.000", declaró a los medios de comunicación el portavoz de la organización que guía la iniciativa, según informaba la agencia Eglises d'Asie.

Dos mil organizaciones indias se unieron a esta acción, calcada sobre el modelo de la "marcha de la sal" de Mahatma Gandhi, en 1930, que acabó alcanzando la independencia de la India. Los participantes atravesarán cinco estados (Madya Pradesh, Rajasthan, Uttar Pradesh, Haryana y Delhi). El viernes, 6 de octubre, fueron entre 40.000 y 80.000 personas, según las fuentes. Varios grupos llegaron a unirse a la columna de salida.

Formada por un inmenso número de personas, todos sin tierras y sin derechos --ya sean adivasi o tribales, dalit o "intocables", trabajadores, pescadores, parados), una gran muchedumbre que componía la marcha, hombres, mujeres y niños, la mayoría descalza, desfilaba de día y de noche, con banderas verdes y blancas, al ritmo de tambores y cantos, haciendo sólo paradas cortas, con el fin de hacer "reconocer su dignidad, su identidad y sus derechos" y que "cesen las discriminaciones de las que son víctimas".

"Mientras que la India alzanzó el nivel de la tercera potencia económica de Asia y tiende, para mantener su crecimiento, a utilizar cada vez más las tierras laborables para su industrialización, el 73% de la población india vive aún de la tierra. Las esperanzas puestas en llamada revolución verde" se han desvanecido desde hace tiempo, y en muchos estados los suicidios de campesinos se multiplican. Estos últimos vieron agravarse su situación y crecer las diferencias entre una clase media emergente, que goza del arranque económico de la industrialización en la India, y los millones de abandonados a su suerte, entre los cuales hay que contar por lo menos a 400 millones de personas que viven bajo el umbral de pobreza (el 42 % de la población).

Les hizo falta un gran coraje a todos estos hombres y mujeres para participar en esta manifestación", reconoce Anand Kumar, responsable para India de la ONG cristiana Christian Aid, interlocutor de la manifestación del lado de Ekta Parishad. "Marchan porque el acceso a la tierra, es la única cosa que puede permitirles vivir y no morir de hambre".

Una primera "marcha por la justicia" se organizó en 2007 y fué seguida por unas 25.000 personas, la inmensa mayoría campesinos acribillados de deudas que reclamaban un acceso a la tierra. El itinerario era el mismo, de Gwalior a Delhi, y duró 27 días. Su fin era denunciar las profundas injusticias de las leyes ligadas al control de las tierras y subrayar la urgencia de reformas sobre este tema en la India. Cinco años más tarde los que habían participado en esta primera marcha no violenta denunciaron que nada cambió.

Esta gran marcha de 2012, llamada "Jan Satyagraha - Marcha por la justicia", es "la acción más grande no violenta jamás organizada a favor del derecho a la tierra, al agua y a los recursos forestales ". Apoyándose en su experiencia de 2007, los organizadores se ocuparon de comenzar las negociaciones con el gobierno mientras se desarrollaba la marcha. Las reivindicaciones de los participantes de la marcha son más precisas y se refieren no sólo a la necesidad de reformas agrarias y del reparto de los recursos, sino también a la creación o puesta a punto de las instituciones que las pongan en práctica. Se pidió entre otras cosas que se apliquen los compromisos del gobierno asumidos en 2007 para el derecho a la tierra, lo mismo que el Forest Rights Act del 2006. Los organizadores están actualmente en discusión con los diferentes ministros de la Unión India, entre ellos el primer ministro Manmohan Singh, y también con las principales empresas del principio de las confiscaciones de tierras.

Traducido del francés por Raquel Anillo

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Foro


Año de la Fe, ¿para qué?
Una auténica y renovada conversión para comunicar la fe con nuevo ardor
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, domingo 14 octubre 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos a los lectores la habitual colaboración del obispo de San Cristóbal de Las Casas, México, Felipe Arizmendi Esquivel. El obispo responde a la pregunta: ¿Hace falta un Año de la Fe?

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+ Felipe Arizmendi Esquivel

Obispo de San Cristóbal de Las Casas

HECHOS

Del 11 de octubre de 2012 al 24 de noviembre de 2013, en todo el mundo católico se celebra el Año de la Fe, convocado por el Papa Benedicto XVI, con ocasión del cincuenta aniversario del inicio del Concilio Vaticano II, que fue una irrupción del Espíritu Santo para renovar la Iglesia, y del vigésimo aniversario del Catecismo de la Iglesia Católica, que sintetiza lo que creemos y las dimensiones y exigencias de nuestra fe.

En muchas diócesis se están generando varias iniciativas para vivir este acontecimiento. En la nuestra, dedicamos tres días a repasar algunos de los temas centrales del Concilio, para revisar si nuestra vida y nuestra práctica pastoral corresponden a su espíritu, y para impulsarnos a una renovada fidelidad a nuestra vocación a la santidad y a una nueva evangelización integral, que nos revitalice en la opción preferencial por los pobres, signo y prueba de fidelidad al Evangelio.

¿Hace falta este Año de la Fe? Claro que sí. Basten algunos datos. En cinco años y medio, en la ciudad capital del país, en instituciones de salud del gobierno, se han practicado casi 93,000 abortos, facilitados por la legislación que lo autorizó, también para mujeres que van allá desde otros Estados. Y presumen de esa cifra, así como de 58 millones de condones que han repartido por todas partes sólo en esa entidad. Y quienes matan a tantos miles y miles, se declaran católicos y católicas que alegan su “derecho” a decidir sobre la vida de inocentes e indefensos. ¿Cómo es su fe?

¡Cuántos narcotraficantes, extorsionadores, asesinos a sueldo, secuestradores, violadores, ladrones, adúlteros, corruptos, etc., se declaran católicos! ¿Cómo está su fe, y cómo fueron evangelizados por nosotros? ¿Qué hacer para su conversión? Esta no depende sólo de que los metan a la cárcel, o los eliminen, sino de que encuentren en Cristo un camino de liberación interior y ya no hagan daño a la sociedad ni a sí mismos.

Disminuye el número de católicos; aumentan otras confesiones religiosas y, sobre todo, los no creyentes; ¿y esto no nos cuestiona a los agentes de pastoral? ¿En qué hemos fallado? ¿Seguimos con una pastoral repetitiva, sin nuevo ardor, sin nuevos métodos, sin nuevas expresiones?

CRITERIOS

El Papa Benedicto XVI, como pastor universal y preocupado por las deficiencias eclesiales, nos invita “a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo” (Porta fidei, 6), y a promover y sostener “un compromiso eclesial más convencido en favor de una nueva evangelización, para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe” (Ib 7).

Estamos convencidos de que cuando alguien en verdad se encuentra con Jesucristo, cambia su vida, deja de hacer el mal y hace el bien a todos; por ello, el Papa nos dice: “Siembren Evangelio y cosecharán reconciliación, sabiendo que donde llega Cristo, la concordia se abre camino, el odio cede paso al perdón y la rivalidad se transforma en fraternidad” (10-IX-2012). “El encuentro con el Dios de Jesucristo es capaz de transformar profundamente a todo ser humano, incluso en las condiciones más pobres, para conferirle la dignidad suprema de hijo de Dios. El encuentro con Cristo da el impulso para vencer incluso las dificultades aparentemente más insuperables” (20-VIII-2012). “Confiad en el Evangelio, en su fuerza transformadora, en su capacidad de despertar las conciencias y provocar desde dentro el rescate de las personas y la creación de una nueva fraternidad. La difusión de la Palabra del Señor hace florecer el don de la reconciliación y favorece la unidad de los pueblos… El mundo de hoy necesita personas que hablen a Dios, para poder hablar de Dios. Sólo así la Palabra de salvación dará fruto” (7-IX-2012).

PROPUESTAS

Demos la importancia que merece a este Año de la Fe. Les invito a leer, meditar y practicar los dieciséis documentos del Concilio Vaticano II: cuatro constituciones, 9 decretos y tres declaraciones. Es doloroso y preocupante que algunos ni siquiera los hayan leído. Y revisemos cada quién cómo vivimos nuestra fe católica; ojalá seamos más coherentes.

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Flash


Creo, pero aumenta mi fe (Diálogos sobre el Credo con Mons. Munilla)
Nuevo libro del obispo de San Sebastián con respuestas a "la pregunta del hombre de hoy"
MADRID, domingo 14 octubre (ZENIT.org).- Las preguntas de este libro-entrevista a monseñor Munilla han sido formuladas siguiendo a grandes rasgos el Credo niceno-constantinopolitano.

Partiendo de temas referentes a la afirmación "Creo", se organizan luego en tomo al desarrollo trinitario propio de nuestro Credo, en el que van apareciendo las grandes cuestiones de nuestra fe.

Este sencillo libro dirigido al gran público y publicado por la editorial Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) ofrece las respuestas a interrogantes formulados en tono claro que recogen en ocasiones tópicos y pretenden acertar con lo que es "la pregunta del hombre de hoy".

"A la pregunta del hombre contemporáneo no se responde con afirmaciones meramente humanas, de tipo sociológico, terapéutico, psicológico o histórico. El hombre busca la respuesta de Dios. Jesús se encarnó precisamente para traernos esa respuesta salvadora de Dios, y la Iglesia vive con el deseo de transmitirla a los hombres", afirma la editorial en la presentación del libro.

Se puede obtener en: http://www.amazon.es/aumenta-Di%C3%A1logos-sobre-Credo-Munilla/dp/842201601X/ref=sr_1_1?ie=UTF8&qid=1350221756&sr=8-1

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Documentación


"Los ricos no deben descuidar su salvación, como si estuvieran condenados"
Palabras de Benedicto XVI en la introducción del rezo del Ángelus
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 14 octubre 2012 (ZENIT.org).- A las 12 horas de hoy, Benedicto XVI se asomó a la venta de su estudio en el Palacio Apostólico vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro. Ofrecemos las palabras del papa al introducir la oración mariana.

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¡Queridos hermanos y hermanas!

El evangelio de este domingo (Mc. 10,17-30) tiene como tema principal la riqueza. Jesús nos enseña que es muy difícil para un hombre rico entrar en el reino de Dios, pero no imposible; de hecho, Dios puede ganar el corazón de una persona que posee una gran riqueza e impulsarla a la solidaridad y a compartir con los necesitados, con los pobres, es decir, a entrar en la lógica del don. Así, esta se interpone en el camino de Jesucristo, que --como escribe el apóstol Pablo--, "siendo rico, por ustedes se hizo pobre, a fin de enriquecerlos con su pobreza" (2 Co. 8, 9).

Como sucede a menudo en los evangelios, todo parte de un encuentro: como aquel de Jesús con un hombre que "tenía muchos bienes" (Mc. 10,22). Era una persona que desde su juventud observaba fielmente todos los mandamientos de la ley de Dios, pero no había encontrado aún la verdadera felicidad; y por ello le pregunta a Jesús cómo hacer para "tener en herencia la vida eterna" (v. 17) . Por un lado le atrae, como todo el mundo, la plenitud de la vida; y por el otro, acostumbrado a confiar en su propia riqueza, piensa que la vida eterna de alguna manera se puede "comprar", quizás observando un mandamiento especial. Jesús toma el profundo deseo que está en la persona --apunta el evangelista--, fija en él una mirada llena de amor: la mirada de Dios (cf. v. 21). Pero Jesús también entiende lo que es la debilidad de aquel hombre: es su apego a sus muchas posesiones; y por lo tanto le propone dar todo a los pobres, a fin de que su tesoro --y por lo tanto su corazón--, ya no esté en la tierra, sino en el cielo, y añade: "¡Ven y sígueme!"(v. 22). Entonces aquel, en lugar de recibir con gozo la invitación de Jesús, se va entristecido (cf. v. 23), porque no puede separarse de sus riquezas, que nunca le darán la felicidad y la vida eterna.

En este punto, Jesús da a sus discípulos --y también a nosotros hoy--, su enseñanza: "¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!" (v. 23). Ante estas palabras, los discípulos se asombraron; y más aún después de que Jesús añadiera: "Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios". Y, viéndolos asombrados, les dijo: "Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios" (cf. vv. 24-27).

Así dice san Clemente de Alejandría: "La parábola enseña que los ricos no deben descuidar su salvación, como si estuvieran condenados, ni deben echar por la borda la riqueza ni condenarla como insidiosa y hostil a la vida, sino tienen que aprender de qué modo obtener riqueza y ganarse la vida" (¿Qué rico se salvará?, 27, 1-2).

La historia de la Iglesia está llena de ejemplos de gente rica que ha utilizado sus propios bienes de una manera evangélica, alcanzando incluso la santidad. Pensemos solo en san Francisco, en santa Isabel de Hungría o en san Carlos Borromeo.

Que la Virgen María, Sede de la Sabiduría, nos ayude a aceptar con alegría la invitación de Jesús, para entrar en la plenitud de la vida.

Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.

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