15.10.12

Argentina: feministas violentas y pastor ausente

A las 11:31 PM, por Andrés Beltramo
Categorías : Sin categorías

Del Vatican Insider

“Iglesia, basura, vos sos la dictadura”. Insultos, escupitajos, golpes, gritos y otras aberraciones debieron sufrir un grupo de fieles católicos, la mayoría jóvenes, por defender a la catedral de la ciudad argentina de Misiones del ataque de una horda enfurecida de mujeres. Con las únicas armas de sus manos y el rezo del Rosario en voz alta, conjuraron una segura profanación. Pero se ganaron la molestia del obispo local, Juan Martínez, que primero se reunió para “negociar” con las feministas un “pacto de no agresión” y luego mandó a convencer a quienes proteger la casa de Dios para que no lo hiciesen.

Todo ocurrió la noche de este domingo 7 de octubre, unas horas antes que Benedicto XVI abriese los trabajos del Sínodo de los Obispos en Roma con un discurso en el cual señaló a la tibieza como el “gran peligro” para los cristianos. Y agregó: “A la confesión cristiana pertenece esencialmente la disponibilidad a la pasión, eso garantiza nuestra credibilidad. La confesión no es cualquier cosa que puede dejarse caer, no es sólo una palabra, es más que el dolor. Por ella vale la pena sufrir, incluso hasta la muerte”.

Aproximadamente unos 100 fieles católicos prefirieron resistir a esa tibieza y defender su fe, a cualquier costo. Por eso armaron una valla humana en la puerta de la catedral. Trenzaron sus brazos y comenzaron a rezar en voz alta. No pasó mucho tiempo para que comenzasen a sufrir todo tipo de vejaciones, desde las mujeres semidesnudas que les gritaban insultos en la cara hasta verse pintados sus ropas con barniz en aerosol. Todo ante la mirada cobarde de la policía, que tenía la orden de no intervenir pese a la flagrante comisión de varios delitos en ese momento, como la agresión y el vandalismo.

El ataque estaba totalmente programado, por eso el templo permaneció cerrado todo el día y las misas fueron canceladas. Desde hace ya varios años el intento de profanación de iglesias es parte integrante de un encuentro anual realizado por “mujeres auto-convocadas”. Bajo la bandera de la defensa y la promoción de los derechos femeninos, las organizadoras de estas asambleas buscan impulsar la agenda de despenalización del aborto en la Argentina.

Las asistentes, venidas de diversas partes del país, cada año han radicalizado sus manifestaciones, tomando como blanco a los católicos y sus catedrales. Casi en todos los casos encontraron oposición de grupos de fieles, que de manera pacífica han defendido su fe. No ha ocurrido así con la jerarquía eclesiástica. Por ejemplo, en 2008, el entonces obispo de Neuquén, el salesiano Marcelo Melani, también se opuso a cualquier defensa de su templo. Los feligreses no le hicieron caso y lo protegieron igual.

En este 2012 el obispo Juan Martínez optó por guardar silencio. Pero no sólo, su representante y párroco de la catedral, Alberto Barros, arremetió directamente contra quienes llamó “grupos intolerantes”, “integristas” y “ultracatólicos” que “viven la fe de manera conflictiva”. En varias entrevistas, concedidas a los medios de comunicación antes de la marcha feminista, calificó a la legítima defensa de un espacio sagrado como “una actitud poco inteligente y poco cristiana” porque “Jesús no agredió y fue agredido”.

Una vez pasado el ataque, este lunes 8 de octubre, el mismo clérigo lamentó en la prensa que haya existido ese “pequeño grupo” de defensores del templo que, según él, llegó proveniente de otras diócesis argentinas y fue organizado por la organización Red Federal de Familias. Y apuntó: “A nosotros no nos interesa defender las piedras, pero estas personas no entendieron que la propuesta era dejar que las violentas se desacreditasen solas y no darles lugar a la agresión, como bien lo hizo la policía, que evitó que esto haya sido una masacre sin dar el más mínimo motivo para que se acreciente la violencia”.

Serafines susurran.- Que dos días después de la defensa de la catedral y luego que este artículo se había escrito, finalmente el obispo Juan Rubén Martínez rompió el silencio para dar su versión. Quizás por las presiones ante su ausencia anterior, tal vez porque así se lo dictó su conciencia, lo cierto es que el prelado fustigó el ataque de las feministas al tiempo de advertir que “alguien debe ser responsable por una ciudad enchastrada, sometida y violentada”.

Y agregó: “Estas militantes son profesionales en la provocación y la violencia. Teníamos conocimiento desde principios de año del Encuentro de Mujeres y también de lo que suele ocurrir en ellos. Nuestra diócesis eligió el camino de la paz y la no confrontación, por eso cerramos la Catedral”.

Tiene razón en quejarse el prelado, en decir que “si lo hubieran hecho a una sinagoga, se hubiera dicho que fue una agresión antisemita, pero como fue contra los católicos no pasa nada”. La pregunta que se hacen los pocos que defendieron con su presencia el templo es dónde estaba el pastor en ese momento, cuando las ovejas (sean suyas o del obispo vecino) lo necesitaron, con su báculo firme, para disolver a los lobos. ¿O tenía miedo de ser ridiculizado, pintarrajeado, insultado? ¿No es eso lo que pronosticó Jesús para quienes fuesen sus discípulos? El mensaje evangélico va por ahí, ¿o me equivoco? Que conste, es pregunta.