18.10.12

Kiko Argüello

 

El que esto escribe ha dedicado más de un rato a tratar temas relacionados con el Camino Neocatecumenal. No ha habido, al respecto, ninguno de los mismos que no haya resultado algo polémico pues, naturalmente, ya dijo Jesús que no había venido a traer fuego al mundo (cf. Lc 12, 49) y otra cosa no se puede esperar de una realidad espiritual como es el Camino. Por eso, hay personas que no lo pueden ni ver y otras, las más, que admiramos la labor espiritual, importante y fructífera, que desde aquellos años sesenta del siglo pasado llevan haciendo los miembros de tal movimiento católico al que los desavisados llaman, con mala sombra, ultracatólico.

Pero de los fundadores del Camino Neocatecumenal (Kiko Argüello y Carmen Hernández) por las razones que sea o por la dedicación de cada uno de los mismos a labores diferentes dentro del mismo, no hay duda alguna que el pintor-músico-evangelizador-convertido-etc. que es Argüello se lleva la palma en dedicación ajena a su persona. Vamos, que le dan palos hasta en el carné de conducir cuando viene bien y, también, cuando viene mal. Y eso, digámoslo de una vez, es un mérito que sólo alcanzan quienes, en esta especial materia espiritual, se empeñan en defender la verdad y hacen de la misma el objeto, causa y razón de su existencia.

Kiko es un hombre curioso. Por ejemplo, el 1 de noviembre de 1996, en un encuentro que celebró ante jóvenes que no pertenecían al Camino, dijo que, cuando más necesitaba ayuda porque se había apartado de la fe

“Entré entonces en mi cuarto, y me puse a gritar a este Dios que no lo conocía. Le gritaba: ¡Ayúdame! ¡No sé quién eres! Y en aquel momento el Señor tuvo piedad de mí, pues tuve una experiencia profunda de encuentro con el Señor que me sobrecogió. Recuerdo que lloraba amargamente, me caían las lágrimas, lágrimas a ríos. Sorprendido me preguntaba: ¿por qué lloro? Me sentía como agraciado, como uno a quien delante de la muerte, cuando le van a disparar, le dijesen: ‘Quedas libre, gratuitamente quedas libre’ y entonces aún no se lo cree y llora por la sorpresa de que le han liberado. Esto fue para mí pasar de la muerte a ver que Cristo estaba dentro de mí y que alguien dentro de mí me ha dicho que Dios existe. ¿Qué era lo que me había pasado? Fue un toque, un testimonio profundo que me decía no solo que Dios existe, sino que Cristo es Dios.

De hecho me presenté a un sacerdote y le dije que quería hacerme cristiano, y él me dijo: “¿cómo?, ¿es que no estás bautizado?’ ‘Sí estoy bautizado’, le contesté. ‘Entonces, ¿qué quieres?, ¿hiciste la primera comunión?’. ‘¡Sí!, pero mira que yo…’ ‘Ah, que quieres confesarte!…’. No me entendía. Pero yo sabía que lo que quería era hacerme cristiano, y para eso, ¿ir a confesarme un día y ya está? Yo sabía que hacerse cristiano tenía que ser algo muy serio. Así es como por fin hice Cursillos de Cristiandad, una iniciativa que surgió en España por aquellos años. Y me ayudó. Comencé una verdadera búsqueda del Señor. Iba a la iglesia y decía a los demás: ‘Ayudadme a hacerme cristiano!’”.

Quería ser cristiano porque estaba en la seguridad de que no basta con estar bautizado. En esto, claro, tenía más que razón porque no hay más que ver lo que pasa con la silenciosa apostasía que se está produciendo desde hace mucho, demasiado tiempo, entre los católicos de “bautizo” y casi punto final.

Y, como es de todos conocido, acabó fundando, acompañado también por Carmen, el Camino Neocatecumenal.

Como era de esperar, una persona que cree que no basta con estar bautizado para ser, con criterio, cristiano, no puede resultar indiferente a nadie. Por eso cuando hace pocos días se publicó una entrevista en Zenit y dijo lo que dijo, más de uno habrá pensado que, ciertamente, Kiko Argüello quiere otro mundo aunque, a lo mejor, está en este si se sabe bien ver, descubrir y tener en cuenta a Quien se tiene que tener en cuenta.

Ha dicho, por ejemplo, al respecto de la reciente apertura, por Benedicto XVI, del Año de la Fe, que

“Espero que se pueda redescubrir la belleza de la Fe. Aquella Fe que nos da la naturaleza de Dios y cura profundamente el ser del hombre que ha sido herido por el pecado original”

Y esto lo dice, sin duda, alguna, porque sabe que el ser humano, desde hace un tiempo, digamos, largo, se está apartando de Dios y está perdiendo el tesoro de la fe. Por eso Kiko se gasta y desgaza, con gozo, en decir una y otra vez que hay que tener al Creador en el corazón y, desde allí, salir al mundo a decirlo con toda claridad y franqueza.

Pero como Argüello parece tener las cosas bastante claras y eso pesa en el ánimo de más de uno que lo ven como un iluminado no sabiendo que, ciertamente, está iluminado por la luz de Dios y por el amor a Jesucristo y a su santa Iglesia católica y con tal luz vive y camina. Por eso dice que

“El hombre, separándose de Dios, se hace esclavo del no ser, las consecuencias son evidentes: la cantidad de mujeres que son asesinadas, los suicidios continuos en todas partes, y podría seguir. Cuando un hombre descubre que ‘no es’, decide matarse. La Iglesia, por tanto, en este año debe hacer redescubrir la palabra de salvación para los hombres: que Cristo ha venido para darles vida, para dar ‘el ser del Espíritu Santo’.”

Es cierto que el hombre, abandonado al tener frente al ser, se deja dominar por el mundo y su mundanidad. Así no es posible que la fe pueda arraigar en el corazón del hombre y, lo que es peor, se produce un alejamiento, casi siempre irreversible, de Dios. Y eso a Kiko no le parece lo más alejado para, precisamente, un hijo de Dios. Y lo dice y, lo que es mejor, trata de remediarlo como el Espíritu Santo le da a entender aunque eso no guste a muchas personas incluso dentro de la Iglesia católica.

Y es que, en realidad, Kiko Argüello puede dar la impresión de que quiere otro mundo. Y es, esto, bien cierto. Quiere otro mundo distinto al que nos ha tocado vivir; otro mundo en el que Dios esté de verdad presente y no de forma farisaica; otro mundo, en fin, que está en el corazón del Creador y que está puesto para que su semejanza se haga digna de tenerlo.

No debería, por tanto, nadie decir que tal labor no ha de ser querida por Dios. No.

Eleuterio Fernández Guzmán