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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 20 de octubre de 2012

EL CONCILIO VATICANO II HOY

Fue un regalo de Dios a la Iglesia y todavía no hemos entendido todo lo que nos dijo
Así ve a cincuenta años vista el Vaticano II el más joven padre conciliar, el cardenal nigeriano Arinze

Mundo

El cardenal Rosales, delegado pontificio para la reunión de los obispos de Asia
La FABC, en su reunión en Vietnam, afrontará nuevos retos a 40 años de su creación

Jóvenes puertorriqueños aspirantes al sacerdocio estudiarán en Pamplona
Monseñor Fernández Torres: ''Es una aventura hermosa y un gran reto''

Benedicto XVI se une al dolor de las víctimas en Líbano y pide paz y reconciliación
El metropolita Aude lamenta la bomba en el centro con tantas víctimas cuando Beirut soñaba con la paz

Documentación

La Nueva Evangelización pasa por una parroquia de ''rostro nuevo''
El problema más acuciante: la iglesia centro de una red de pequeñas comunidades


EL CONCILIO VATICANO II HOY


Fue un regalo de Dios a la Iglesia y todavía no hemos entendido todo lo que nos dijo
Así ve a cincuenta años vista el Vaticano II el más joven padre conciliar, el cardenal nigeriano Arinze
Por H. Sergio Mora

ROMA, 20 octubre 2012 (ZENIT.org).- Era el padre conciliar más joven que participó en la cuarta sesión del Concilio Vaticano II, apenas nombrado obispo. Hoy el cardenal Francis Arinze, con 80 años bien llevados, asegura que el Concilio Vaticano II fue una gracia para la Iglesia, sin la cual solo Dios puede saber como habrían ido las cosas.

El planteamiento hacia el mundo que dio la Gaudium et Spes y los otros documentos son los instrumentos que le permitieron a la Iglesia enfrentar el tsunami de la secularización. Lo indicó su excelencia en entrevista exclusiva a ZENIT que les proponemos a continuación, en la que nos habla también sobre si es necesario o no Vaticano III y del sacramento de la reconciliación.

Francis Arinze, nacido en Eziowelle, Nigeria, en 1932, es prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, de 2002 y 2008. Fue incluso uno de los candidatos barajados en la última elección papal. Nació cuando Nigeria era colonia británica, en la archidiócesis de Onitsha, de la que llegaría a ser arzobispo. Se convirtió al catolicismo de un religión tradicional africana y fue bautizado en su noveno cumpleaños.

Usted fue el obispo más joven del Concilio, ¿verdad?

--Card. Arinze: Participé solamente en la última de las cuatro sesiones del Concilio Vaticano II, apenas consagrado obispo en agosto de 1965. Para mi fue el inicio, algo que no se puede olvidar. Sabía que la Iglesia era universal, entretanto ver a dos mil y tantos obispos llegados desde todas las partes del mundo, y grandes nombres como Ottaviano, Suenens, Frings, Alfrink, Doepfner, Montini y otros menos conocidos era impresionante. ¿Quién podía saber que el entonces Wojtyla o el joven cardenal Ratzinger habrían sido papas? Si bien Dios lo sabía. Era el más joven, no tenía gran cosa que decir, para mi era importante escuchar a los mayores; además porque en mi cultura africana el joven no tiene que hablar cuando lo hacen los mayores.

¿Cómo ve hoy al Vaticano II con una perspectiva de cincuenta años?

-- Card. Arinze: El Concilio fue un regalo de Dios a toda la Iglesia, un patrimonio inacabado visto que después de cincuenta años no fuimos capaces de entender todo lo que nos dijo.

Poco después del Concilio llega el 68, con la revolución de la Sorbona y el tsunami de la secularización. ¿Qué hubiera sucedido si estos hechos hubieran sucedido sin antes el Concilio Vaticano II?

--Card. Arinze: Sólo Dios sabe qué hubiera pasado. Nosotros podemos quizás intuirlo. Seguramente la Iglesia hubiera tenido fuerte dificultad para vivir con el mundo de hoy. La historia no se detiene, el mundo continúa con lo que tiene de positivo y de negativo. Aquella rebelión de 1968 golpeó a las universidades, pero también a los sacerdotes, los seminarios. No perdonó a nadie. Y fue una prueba dura, también para los padres porque los hijos se rebelaban.

Y el Concilio, cómo ayudó ante este desafío?

-- Card. Arinze: El Concilio Vaticano II dió muchos instrumentos a la Iglesia que ayudaron, no diría a enfrentar, sino más bien a encontrar al mundo de hoy, no como un enemigo, sino como peregrinos que están en la vida. Como se ve en el documento Gaudium et Spes, la Iglesia quiere hacer participar en la esperanza los proyectos del mundo de hoy, aunque por lo que se refiere a los valores, quiere ayudarlo. Nosotros no somos del mundo pero estamos en el mundo. La basílica de san Pedro no es una sacristía que es necesario llenar con todos los cristianos, sino que ellos tienen que estar por todas partes. La Iglesia tienen que encontrar al mundo de hoy, pueblos, idiomas, costumbres, estén o no en línea con el evangelio. Y también a las religiones cristiana, musulmana, budista, etc. Nos ayudó a encontrar al hombre y a los jóvenes y a sus preguntas.

¿Cuál es la mayor dificultad que encuentra el Vaticano II?

--Card. Arinze: La mayor dificultad es que muchos no leen los documentos del Concilio. Hablan porque 'oyeron decir' y se nutren de aquel comentario negativo de alguien, cuando lo que deberían hacer es leer sus documentos. Y vale también para mi que participé a la última sesión cuando la mitad de los documentos ya habían sido finalizados. El gran obstáculo es que algunas personas tienen ideas fijas y han tomado una decisión antes de leer los documentos. Y entonces si no ven aquellas ideas suyas en el Vaticano II quieren un Vaticano III o IV.

¿Y las críticas?

-- Card. Arinze: Están también quienes leen los documentos para buscar algo en concreto, y si ven una línea que dice algo que se parece a sus teorías, entonces paran enseguida de leer por miedo de arruinar sus tesis. Entretanto si uno lee los dieciséis documentos se ve la visión positiva, gozosa, no de Jeremías profeta que se lamenta desde el 1 de enero al 31 de diciembre.

¿Hoy cincuenta años después, el Concilio se ve con más madurez? ¿Es posible que se logre entender mejor?

--Card. Arinze: Sí, es posible, siempre sin embargo que la persona esté serena, no tenga prejuicios, y ni miedo a lo que verdaderamente se dijo. La persona que lee entiende que la Iglesia es divina y humana, con elementos divinos que nunca fallan y elementos humanos que pueden venir a menos. Entonces no pretendamos que el Vaticano II haya resuelto todos los problemas de toda la humanidad. Un día llegará también un Vaticano III. No hay que pensar que sea una Iglesia nueva, diversa de la preconciliar. Es la misma Iglesia que progresa al entender mejor el evangelio y testimoniar a Jesús.

Eminencia ¿Usted a veces no tiene la impresión que quien pide un Vaticano III, en el fondo quiere otra Iglesia?

--Card. Arinze: No podemos no sospechar esto, si bien debemos suponer que la persona que lo propone sea honesta. Aunque me gustaría preguntarle: "¿Ha leído todo el Vaticano II y lo ha digerido? ¿O hay alguna otra cosa que usted quiere y como el Vaticano II no lo dijo, piensa en un Vaticano III? No podemos hacer un concilio cada semana. Además está el Sínodo de los Obispos casi cada tres años.

¿Hay cosas que ni un concilio puede cambiar?

--Card. Arinze: Sí, por ejemplo los diez mandamientos, incluso si se celebraran diez o cuarenta concilios.

¿Sobre el futuro a la luz del Concilio?

--Card. Arinze: El Concilio ha ayudado a la Iglesia a presentarse ante el mundo de hoy, ante la realidad. Encontrar en Cristo la clave para dar testimonio. No somos nosotros quienes inventamos la Iglesia sino Jesús, y el Concilio nos ayuda de maneras diversas a encontrar al otro cristiano que no es católico. Al otro creyente o al no creyente. Esta apertura es valiosísima, sin por esto dudar nunca de nuestra fe. Quien duda de la fe en Cristo ha perdido la identidad cristiana, como un ciudadano que perdió la noción de su país no puede ser embajador.

¿Cuál fue la visión del Concilio sobre María?

--Card. Arinze: Nos orientó muy bien sobre cómo entender mejor a la Madre de Dios, María Santísima, en el contexto de toda la Iglesia y en el contexto de Cristo. Y como madre de Cristo y figura de la Iglesia. Por esto el Concilio no quiso discutir sobre mariología separadamente de la eclesiología. Y dejó claro que no somos nosotros quienes hacemos grande a María, sino que fue Dios quien hizo grandes cosas por Ella. La devoción mariana reconoce esta grandeza ya existente.

Un cristiano que no venera a María Santísima tiene que ser invitado a leer el capítulo VIII de la Lumen Gentium, y si no le basta puede ver Mateo y Lucas, en los dos primeros capítulos, o el capítulo XIX de Juan.

Se ha hablado mucho en el Sínodo sobre la confesión como instrumento de nueva evangelización

--Card. Arinze: ¿Cómo podemos dar testimonio o predicar a Jesús si no nos hemos convertido? Él nos invita: “Conviértanse y crean en el evangelio”, y nos dice: si no hacen penitencia no se salvarán. Entonces no es facultativa. Es el gran sacramento del pueblo de Dios para la reconciliación y la paz.

Ir a confesarse ante Dios no es como ir a hacerlo a un tribunal, en el cual el imputado niega todas las acusaciones, dice que ese día no estaba allí. La confesión no es así. Es decir: “por mi culpa”. No es por culpa del gobierno o de mi suegra. Quien acepta ser culpable acepta cambiar de vida, y vuelve a casa con la paz interior.

Y a veces quien no quiere confesarse después va al psiquiatra o al psicoanalista, paga una buena cantidad y no se lleva el perdón.

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Mundo


El cardenal Rosales, delegado pontificio para la reunión de los obispos de Asia
La FABC, en su reunión en Vietnam, afrontará nuevos retos a 40 años de su creación
ROMA, sábado 20 octubre 2012 (ZENIT.org).- El pasado 13 de octubre, Benedicto XVI nombró al legado que representará a la Santa Sede en la reunión plenaria de la Federación de las Conferencias episcopales de Asia (FABC), que se celebrará en Vietnam del 19 al 25 del próximo noviembre. Es el cardenal Gaudencio B. Rosales, de 80 años, arzobispo emérito de Manila.

El cardenal Rosales, originario de Batangas, ciudad portuaria de filipinas, fue ordenado sacerdote en 1968 --informa Eglises d'Asie--. Nombrado obispo auxiliar de Manila por Pablo VI en 1974. Ocho años más tarde, en 1982, obispo coadjutor de la diócesis de Malaybalay, de la pasa a ser obispo principal en 1984. Arzobispo de Lina en 1992, luego de Manila en 2003, es ascendido al cardenalato en 2006, antes de retirarse en 2011, a la edad de 79 años.
 
La FABC, que federa el conjunto de las conferencias episcopales de Asia, fue fundada, con el acuerdo de la Santa Sede, en 1972. Su objetivo es hacer reinar un espíritu de coordinación y de corresponsabilidad entre todos sus miembros al servicio de los intereses de la Iglesia y de la sociedad en el continente asiático. Las decisiones tomadas por la federación no contienen ningún carácter obligatorio desde el punto de vista canónico. Son puestas en práctica por las diversas conferencias episcopales en un espíritu de colaboración.
 
La más alta instancia de la FABC es la reunión plenaria de todas las Conferencias episcopales de Asia que es convocada una vez cada cuatro años. Esta se celebrará en Xuân Lôc (Vietnam) del 19 al 25 de noviembre 2012 es la décima desde la fundación de la federación. Allí estarán presentes los diversos presidentes de las Conferencias episcopales nacionales y los obispos elegidos por éstas para representarles. El tema de este décima reunión plenaria se llama así: "Cuarenta después de su fundación, la FABC de cara a los desafíos del continente asiático ".

Traducido del francés por Raquel Anillo
 

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Jóvenes puertorriqueños aspirantes al sacerdocio estudiarán en Pamplona
Monseñor Fernández Torres: ''Es una aventura hermosa y un gran reto''
ARECIBO, domingo 20 octubre 2012 (ZENIT.org).- El obispo de Arecibo, monseñor Daniel Fernández Torres, llegó a Puerto Rico tras pasar varios días en Pamplona con motivo de la bendición oficial del Seminario de la Diócesis de Arecibo en España.

En el lugar --informa a ZENIT el Obispado de Arecibo- se hospedan los jóvenes boricuas que aspiran a convertirse en sacerdotes de la diócesis de Arecibo, mientras cursan sus estudios en la Universidad de Navarra. En la casa que tiene como nombre “San José” también reside el rector del Seminario, padre Eduardo Torres, y los sacerdotes puertorriqueños padre Ramón Olivencia y padre Jorge Yamil Morales, quienes sirven como vicerrector y director espiritual, respectivamente. Ambos --Olivencia y Morales- están estudiando una licenciatura en Derecho Canónico en la Universidad de Navarra.

Durante la bendición oficial del edificio, monseñor Fernández Torres destacó la función del sacerdote, como “esposo de la Iglesia y custodio de la Eucaristía”. “Vivimos hoy un acontecimiento histórico”, exclamó el obispo.

“La apertura de este Seminario Mayor de la diócesis de Arecibo en Pamplona debemos verla como una intervención divina que ha sido acogida en la fe y que, por lo tanto, se convierte en parte de la historia de salvación que ha ido realizándose en nuestra amada diócesis desde su fundación hacen ya 52 años. ¡Hoy, llenos de alegría, damos gracias a Dios por este regalo! ¡Es el Señor quien merece todo honor y toda gloria!”, prosiguió.

Sobre el llamado al sacerdocio ministerial que sienten los boricuas allí hospedados, concluyó: “Es una aventura hermosa a la que somos llamados, y al mismo tiempo, es un gran reto de nuestra parte. Sabemos que somos vasijas de barro y que no somos dignos de recibir tal misión. Sin embargo, Dios, como a José nos ha elegido, nos ha llamado. En los diversos momentos de la vida de José el ángel del Señor le mostraba la voluntad de Dios. En nuestra vida Dios también nos habla, nos guía, nos ilumina. El Seminario es, sin dudas, un lugar privilegiado para esa acción de Dios. Solo hay que ser dóciles y procurar conformar nuestra voluntad con la de Él. Eso le pedimos al Señor en esta Eucaristía, por intercesión de San José, patrón de este Seminario”.

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Benedicto XVI se une al dolor de las víctimas en Líbano y pide paz y reconciliación
El metropolita Aude lamenta la bomba en el centro con tantas víctimas cuando Beirut soñaba con la paz
Por N. S. M.

ROMA, sábado 20 octubre 2012 (ZENIT.org).- Benedicto XVI, a través del cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, envió un telegrama a su beatitud Béchara Boutros Raï, patriarca de Antioquía de los Maronitas, Líbano, a raíz del atentado de ayer viernes en una zona comercial de Beirut que causó la muerte de ocho personas y numerosos heridos.

“Al tener noticia del terrible atentado en Beirut que ha provocado tantas víctimas --dice el texto- Su Santidad el Papa Benedicto XVI, se une con la oración al dolor y al duelo de las familias y a la tristeza de todos los libaneses. Confía las víctimas a Dios misericordioso, pidiéndole que las acoja en su luz. Manifiesta su profunda cercanía a los heridos y a sus familiares y suplica al Señor que los ayude y consuele en sus pruebas”.

“Como hizo durante su viaje apostólico en Líbano --añade--, el Santo Padre condena de nuevo la violencia que genera tantos sufrimientos y pide a Dios que de al Líbano y a toda la región el don de la paz y de la reconciliación”.

“De todo corazón, Su Santidad, invoca para las familias en duelo y para todos los libaneses la abundancia de bendiciones divinas”, concluye.

Por su parte, el metropolita de Beirut, monseñor Elias Aude, dijo este viernes: “No nos esperábamos lo que ha sucedido en Beirut, en las callejuelas [el casco antiguo de la ciudad]. Nos sentimos doloridos porque pensábamos que estábamos encaminados hacia una vida serena y estable, en la que cada uno trate de establecer la seguridad y mejorar la calidad de vida económica y humana”.

“Ruego a Dios para que de a los libaneses paciencia porque vivimos en constante temor por nuestros parientes y amigos”, concluyó.

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Documentación


La Nueva Evangelización pasa por una parroquia de ''rostro nuevo''
El problema más acuciante: la iglesia centro de una red de pequeñas comunidades
CIUDAD DEL VATICANO, sábado 20 octubre 2012 (ZENIT.org).- En la decimoséptima congregación general, lo debatido en los círculos menores, fue presentado por el relatormonseñor Santiago Jaime Silva Retamales, obispo titular de Bela, auxiliar de Valparaíso, Chile, secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), cuya sede está en Colombia. En el tercer punto de su intervención, señaló una idea clave: “La Nueva Evangelización pasa por una parroquia de 'rostro nuevo', capaz de acompañar en la fe y en el mundo personal y afectivo a la gente, de lo que más se carece hoy en nuestra sociedad”; “quizás el problema más acuciante (...de la Nueva Evangelización es la constitución y acompañamiento de estas pequeñas comunidades eclesiales

Identidad teológico-pastoral de la Nueva Evangelización

Hay que plantearse la pregunta acerca de por qué una Nueva Evangelización. Si es “nueva”, entonces, ¿qué ha perdido el pueblo cristiano?, ¿qué, como Iglesia, no hemos sabido ofrecerle? Insistimos en el fundamento pneumatológico de la Nueva Evangelización y éste, en estrecha relación con la cristología y la antropología. No es posible realizar la Nueva Evangelización sin abrirse a la acción del Espíritu Santo y a su gracia, pues Él es quien otorga los carismas para el anuncio de Jesucristo y el servicio a la sociedad como discípulos de Jesús. El Espíritu es quien hace realidad la alegría y el gozo con el que hay que evangelizar.

Sin una eclesiología, es decir, sin un modo de autocomprensión y de ser y estar en el mundo contemporáneo que profundice la enseñanza del Concilio Vaticano II, la Iglesia no podrá empeñarse en una Nueva Evangelización. Es fundamental definir la relación “Iglesia-mundo actual”. De no hacerlo, seguiríamos dando la impresión de “institución”, y no de asamblea reunida en torno a Jesucristo, donde todo lo humano tiene cabida. Es esta comunidad de fe y de discípulos misioneros al servicio del mundo (diakonia), la que recibió la misión de anunciarlo.

Una conveniente eclesiología va de la mano con un profundo examen de conciencia de la Iglesia respecto de si misma. No hablamos de Nueva Evangelización sólo porque los otros han cambiado. Es hora de preguntarnos: ¿qué pecados tiene la Iglesia que nos han llevado a una Nueva Evangelización? Un status questionis [estado de la cuestión] sobre la Iglesia en si misma y su lugar en el mundo es imprescindible a la hora de una Nueva Evangelización.

La comunión es la fuente y el fruto de la Nueva Evangelización, porque Dios trino, de quien procede la Iglesia y a quien la Iglesia tiene que anunciar, es relación y comunión y, además, porque hoy vivimos en una sociedad particularmente individualista. Esta comunión trinitaria es la que hace realidad la comunión efectiva entre nosotros y es de aquí de donde debe brotar la misión. Esto también es esencialmente trinitario.

Centralidad de la Palabra de Dios en la Nueva Evangelización

La historia de la Salvación son palabras y obras de Dios en diálogo con las realidades humanas para ofrecer la salvación, iniciativa y don divino. En la plenitud del tiempo, Dios se reveló por su Palabra eterna que se hizo carne (Jn 1,14). La Palabra llena de vida y verdad que la Sagrada Escritura contiene es el contenido del anuncio y, por lo mismo, de la Nueva Evangelización. Por esta razón, la Palabra de Dios encarnada es fuente de Nueva Evangelización, y no sólo en cuanto contenido, sino también en cuanto método y estilo.

Este Sínodo debiera plantearse en íntima unidad con Verbum Domini mostrando cómo la Palabra de Dios encarnada, consignada en la Sagrada Escritura, es el “puente” entre el misterio divino que queremos anunciar y las realidades humanas cotidianas.

Algunos contenidos, sujetos, destinatarios y estilo de la Nueva Evangelización

La fuente de la Nueva Evangelización es Dios Trino. Quién evangeliza es Dios Padre, quien por amor, conduce su designio salvador para la humanidad; es Dios Hijo, quien con su misterio pascual es oferta de gracia y verdad; es el Espíritu Santo, quien hace posible la comunión con Dios salvador en el seno de la Iglesia y el corazón de los creyentes; el Espíritu es quien acompaña y sustenta a los evangelizadores.

La Nueva Evangelización tiene por contenido el anuncio por la palabra y el testimonio de Cristo Resucitado, vivo, cercano, fuente de amor. Este anuncio y testimonio tiene que llevar al encuentro personal con Él y, en Él, con el Padre.

La familia es un ámbito de primera importancia cuando se piensa en qué hay que evangelizar (destinatario), pero también cuando se piensa en quién tiene que evangelizar (sujeto). Dentro de la familia, los niños son los primeros destinatarios de la evangelización de padres evangelizados.
Es indispensable valorar y fortalecer la labor de los catequistas y de la catequesis. Con catequistas bien formados se puede desarrollar una catequesis que se entienda y practique como proceso de discipulado, es decir, como una real experiencia de fe en el seguimiento del Señor.

Para este proceso se requieren formas inteligibles (lenguajes) de dirigirse a la gente de hoy considerando sus anhelos y culturas.

Sin la función evangelizadora de los fieles laicos en su ámbito propio, que es la gestión de la vida familiar, social, política, económica y cultural, no habrá Nueva Evangelización. Pero éstos requieren una formación integral y el reconocimiento efectivo de que son corresponsables en la tarea del Reino. La vocación y misión de los laicos requiere una profunda reflexión sobre la valencia teológica de la secularidad, de su inserción en el mundo, sobre todo en los nuevos areópagos, y de su participación en la Iglesia. Al respecto, habría que revisar qué servicios eclesiales habría que confiar a los laicos teniendo en cuenta la Nueva Evangelización y los nuevos escenarios.

El estilo de la Nueva Evangelización es un testimonio alegre, atrayente y audaz de la fe; por tanto, el nuevo estilo de evangelizar no se caracteriza por “imponer”, sino por “atraer”.

Evangeliza una Iglesia pobre que renueva su opción por los pobres y marginados, como Cristo Jesús, pues ellos, son destinatarios privilegiados de la salvación. “No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.

El lenguaje, como mediación para comunicar la Buena Nueva de Jesucristo, requiere una atención especial. Se hace necesario un examen de conciencia sobre nuestro uso del lenguaje y si somos capaces o no de expresarnos en un mundo donde hay nuevos lenguajes. Nuestro lenguaje peca de clericalismo.

La renovación de la Iglesia particular y, en ella, la renovación de la parroquia, para replantearla como casa y escuela de comunión, lugar eclesial de espiritualidad y donde se aprende la comunión y la corresponsabilidad en la misión de la Iglesia, con mayor razón hoy, cuando se diluye la persona y aparece el individuo o la masa. La Nueva Evangelización pasa por una parroquia de “rostro nuevo”, capaz de acompañar en la fe y en el mundo personal y afectivo a la gente, de lo que más se carece hoy en nuestra sociedad. Las parroquias debieran ser una red de comunidades eclesiales que, en sus concretos contextos, sustenten la fe en Cristo Jesús y su seguimiento y, por lo mismo, el crecimiento en la dimensión humana integral. Estos “cuerpos eclesiales” (las parroquias y sus comunidades) son los llamados a mostrar al Señor resucitado, que da vida y sentido a la existencia. Quizás el problema más acuciante de la Nueva Evangelización es la constitución y acompañamiento de estas pequeñas comunidades eclesiales.

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