Monición de la Misa de Acción de Gracias por el doctorado de San Juan de Ávila celebrada en la Basílica de San Pedro


 

Monición de la Misa de Acción de Gracias

Basílica de San Pedro, Vaticano 8 de octubre de 2012

El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres. Porque la Iglesia cuenta hoy con dos nuevos doctores de los que el Papa Benedicto XVI acaba de decir que “son faros luminosos y seguros para la nueva evangelización”.

Es hoy término de llegada de un largo camino hacia el doctorado de San Juan de Ávila, camino que comenzó en 1970, mes y medio después de su canonización, cuando don Laureano Castán Lacoma, estudioso del Santo Maestro, entonces obispo de Sigüenza, propuso la idea a la Asamblea Plenaria, a través del cardenal arzobispo de Tarragona don Benjamín de Arriba y Castro, de quien había sido obispo auxiliar. La iniciativa fue acogida desde entonces, hasta hoy, por la Conferencia Episcopal Española.

Esta larga trayectoria hacia el doctorado cuenta con un buen número de cualificadas personas que lo han ido haciendo posible. Esta Eucaristía, esta Acción de Gracias, quiere serlo no sólo por el título de Doctor concedido al Maestro Ávila, sino por la vida, el entusiasmo y el trabajo de quienes ya no están, o sí están entre nosotros, y tienen en común haber vivido la esperanza de este día feliz, y haber luchado para que amaneciera la gozosa mañana de ayer.

Sin pretender nombrar a todos, no podemos omitir el agradecimiento a don Vicente Mayor, al Padre Álvaro Huerga, a Mons. Juan Esquerda Bidet, a don Francisco Martín Hernández, que asumieron los necesarios trabajos. Nuestra gratitud también a los Presidentes de la Conferencia Episcopal Española que han formulado las sucesivas súplicas del doctorado para San Juan de Ávila: los cardenales arzobispos de Madrid don Ángel Suquía, y don Antonio María Rouco, y el arzobispo de Zaragoza don Elías Yanes. Un recuerdo agradecido también a don Lope Rubio, mi predecesor en la postulación, y a cuantos de manera tan generosa y eficaz me han ayudado en este último tramo del camino, en representación de los cuales sólo nombro a mi querido amigo y compañero don José Luis Moreno, que estará festejando con el Maestro Ávila la alegría de su doctorado. Y, volviendo a los comienzos, no puedo dejar de aludir a don Luis Sala Balust, a don Baldomero Jiménez Duque y a don José Soto Chulià, entre otros, destacados avilistas aun antes de que se planteara la posibilidad de su doctorado.

Esta Eucaristía es también, y de modo muy particular, Acción de Gracias a Dios por la Compañía de Jesús, que San Juan de Ávila entrañablemente amó, lo mismo que a Ignacio de Loyola, su fundador, a la que en sus orígenes envió a sus mejores discípulos, y a la que legó su cuerpo cando le llegara la muerte. La Iglesia de la Compañía de Montilla, hoy Basílica menor confiada a la Diócesis, ha guardado durante estos casi cinco siglos en lugares muy destacados, últimamente sobre el altar mayor, las reliquias del sacerdote diocesano de Córdoba, Maestro, Venerable, Beato, Santo y Doctor Juan de Ávila.

¿Por qué ha querido Dios Nuestro Señor, precisamente en este momento, al comienzo del Sínodo para la nueva evangelización y en el pórtico del Año de la Fe, regalarnos con el Doctorado del Santo Maestro? Porque si algún convencimiento firme he tenido durante estos cinco últimos años de dedicación intensa a esta Causa, es que Dios quería, precisamente ahora, este doctorado. Y se ha servido de pobres instrumentos, a quien sólo su voluntad ha dado la necesaria eficacia.

Juan de Ávila, si bien es el patrono del clero secular de España y se preocupó especialmente de la formación de los sacerdotes, lo mismo que hiciera en su tiempo, alza hoy su potente, apremiante y discreta voz para decirnos que todos estamos llamados a la santidad, que hemos de reavivar nuestra fe, nuestra esperanza y nuestra caridad, y que la Iglesia reclama hoy de nosotros una profunda comunión en humildad y en verdad.

El doctorado del Santo Maestro es feliz término de llegada, y también acuciante punto de partida para una escucha más atenta a su enseñanza, una mirada más solícita a su testimonio de vida, y una acogida más interpelante para nosotros de este gigante de la fe con que el Señor nos ha querido iluminar el camino de la nueva evangelización.

Es el momento de que las entidades que se han distinguido por difundir el conocimiento de la persona y realizar estudios sobre el Santo Maestro, la Junta San Juan de Ávila Doctor de la Iglesia, heredera de la que promovió su canonización y después su doctorado, y la Iglesia toda, tomemos con renovado empeño la responsabilidad de profundizar y poner sobre el candelero esta luz, para que alumbre a todos los de la casa.