22.10.12

Serie Huellas de Dios .-14.- Saltarse las normas de Dios

A las 12:27 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Serie Huellas de Dios

Presentación de la serie

Huellas de Dios

Las personas que no creen en Dios e, incluso, las que creen pero tienen del Creador una visión alejada y muy distante de sus vidas, no tienen la impresión de que Quién los mira, ama y perdona, puede manifestarse de alguna forma en sus vidas.

Así, cuando el Amor de Dios lo entendemos como el actuar efectivo de quien no vemos puede llegar a parecernos que, en definitiva, poco importa lo que pueda hacer o decir Aquel que no vemos, tocamos o, simplemente, podemos sentir.

Actuar de tal manera de permanecer ciego ante lo que nos pasa y no posibilitar que Dios pueda ser, en efecto, alguien que, en diversos momentos de nuestra vida, pueda hacer acto de presencia de muchas maneras posibles.

En diversas ocasiones, por tanto, se producen inspiraciones del Espíritu Santo en nuestro corazón que muestran la presencia de Dios de forma firme y efectiva. Las mismas son, precisamente, “Huellas de Dios” en nuestras vidas porque, en realidad, nosotros somos su semejanza y, como tal, deberíamos encontrar a nuestro Creador, sencillamente, en todas partes.

No es algo dado a personas muy cualificadas en lo espiritual sino posibilidad abierta a cada uno de nosotros. Por eso no podemos hacer como si Dios estuviera en su reino mirando a su descendencia sin hacer nada porque cada día, a nuestro alrededor y, más cerca aún, en nosotros mismos, se manifiesta y hace efectiva su paternidad.

Las huellas de Dios son, por eso mismo, formas y maneras de hacer cumplir, en nosotros, la voluntad de Creador que, así, nos conforma para que seamos semejanza suya y, en efecto, lo seamos porque, como ya dejó escrito San Juan, en su primera Epístola (3, 1) es bien cierto que, a pesar de los intentos de evadirse de la filiación divina, no podemos preterirla y, como mucho, miramos para otro lado porque no es de nuestro egoísta gusto cumplir lo que Dios quiere que cumplamos.

Sin embargo, el Creador no ceja en su voluntad de llamarnos y sus huellas brillan en nuestro corazón siendo, en él, la siembra que más fruto produce.

14.- Saltarse las normas de Dios

Hoy mismo he podido comprobar cómo Dios influye en nuestra vida a través de las huellas que, en ella, deja porque he sido testigo de algo que, a lo mejor, es común y que, en realidad, no debería llamar la atención: una persona, estando yo esperando a que el semáforo, que estaba en rojo, cambiara a verde, se ha saltado el mismo y, sin pensárselo dos veces, ha seguido su camino.

Ha sido así de simple.

Casi de forma inmediata me ha venido a la mente y al corazón algo que sí que tiene que ver con nuestra vida de creyentes: ¿Cómo nos comportamos en relación a la Ley de Dios? y, también, ¿Miramos para otro lado cuando hacemos según qué cosas?

En primer lugar, al igual que hiciera el conductor citado arriba, en muchas ocasiones nos apartamos de la Ley de Dios con la naturalidad propia de quien piensa que no puede ser advertido tal alejamiento. Es, también deberíamos saberlo, una gran tontería creer que Dios no sabe lo que hacemos sino, al contrario, estamos en la seguridad absoluta de que sí lo sabe.

Entonces, ¿Por qué preferimos seguir al mundo y a sus mundanidades y no a la voluntad de Dios?

Algún tipo de relación perversa mantenemos con nuestro Creador y Padre que nos hace pensar que, en realidad, de poco vale lo que hacemos si, por decirlo pronto, no lo hacemos según nuestra y egoísta voluntad. No tenemos, al parecer y en muchas ocasiones, la sensación de que algún día seremos juzgados y lo tenemos todo como muy alejado de nuestro ahora sin darnos cuenta de que, como a aquel rico de la parábola que hacía cuentas con los graneros que tenía, esta misma noche se nos puede pedir la vida…

En segundo lugar, nuestro comportamiento con la Ley de Dios (digamos, por ejemplo, formada, como poco, por los Mandamientos y las Bienaventuranzas) puede que no siempre sea el adecuado. Es bien cierto que no siempre podemos actuar como debemos porque, al fin y al cabo, somos seres humanos sometidos, las más de las veces, a nuestras pasiones. Sin embargo, sí podemos tratar de llevar a cabo el consejo de S. Josemaría: “Es cuestión de segundos… Piensa antes de comenzar cualquier negocio: ¿Qué quiere Dios de mí en este asunto?” (punto 778 de “Camino”)

Seguramente, no siempre seremos capaces de hacernos tal pregunta pero en otras muchas ocasiones, traída la misma a nuestra mente por nuestro Ángel Custodio (al que tanto trabajo le damos) es más que posible que actuemos, a pesar de nuestra voluntad, con la que lo es de Dios.

Por eso, en ciertas ocasiones, cuando, ante determinada situación, no sabemos a qué atenernos, deberíamos saber Quién está con nosotros y Quién nos acompañará siempre. Seguramente, de tal forma, no tendremos la tendencia, tan humana, de hacer con la Ley de Dios lo que nos viene en gana y que, muchas veces, puede ser, simplemente, olvidarla.

Eleuterio Fernández Guzmán