Fe y Obras

Obligadamente contra el laicismo

 

 

23.10.2012 | por Eleuterio Fernández Guzmán


Una de las vocaciones, malas, del laicismo imperante en España (a pesar de todo, imperante), es la voluntad de, a ser posible, hacer desaparecer a Dios, a su influencia en los corazones de las personas para que, por ejemplo, los valores que se derivan de lo que dijo Cristo y que son el eje a través del cual se transmite la voluntad del Creador, vengan a menos o, simplemente, desparezcan.

Por eso, es fácil deducir que lo que pretende el “pensamiento único” (1), ayudado hasta la extenuación de medios por el relativismo imperante y el lacerante nihilismo, es la sustitución de Dios por un comportar ajeno a toda voluntad inmersa en el mundo que la rodea; de lo que se trata es, sencillamente, de la instauración de un poder omnímodo basado en la anulación de la virtud rectamente entendida, en los valores cristianos anulados, en la dejación inmisericorde de la misericordia y el amor al prójimo; de la fijación de un sistema de pensamiento que anuda su raíz en el egoísmo; en la tergiversación de toda ayuda altruista; en la destrucción del concepto de “vida” asentado en una concepción natural y humana sin intervención de técnica mecánica alguna.

La contraposición entre ciencia y Dios no deja de ser el ejemplo más claro de manipulación de la realidad misma. No cabe someterse a la concepción que la primera tenga sobre el segundo ya que son dimensiones de pensamiento distintas. Como dice Javier Igea (2) las realidades de la fe no son verificables científicamente. Cuando desde el “laboratorialismo(3) sólo cabe la comprensión de una realidad basada en la práctica y en la demostración unívoca de aquella, de lo que se deriva, irremisiblemente, que todo lo que queda fuera de sus manos no deja ser más que ensoñación y visión negativa de la realidad del hombre en la tierra, queda claro que se veda toda visión trascendente del ser humano, que todo lo que no “es” no puede ser, sin darse cuenta que todo lo que puede ser ya fue en la mente de Dios.

Lo que se pretende, con toda la proliferación de “sectas” sociales y pseudo religiosas (con la difusión de esoterismos, de cartomancias, de astrologías adaptadas a los más bajos instintos humanos, de echadores de cartas astrales al oído del buen pagador, etc.) es verificar, en la praxis, la vertebración social socavando los cimientos de una sociedad milenaria con su devenir de justicia basado en un derecho natural esencialmente atento al causar humano y de un devenir acorde con unos principios que se sostengan sobre el bienestar de la comunidad, la construcción de un camino vacío de espíritu porque se quiere llenar de materia, yermo de felicidad donde arraigue la desazón y el desencuentro, donde la entrega sea sinónimo de abuso, el abrazo prólogo de la asfixia.

Atender a toda la metralla de laicismos que buscan la aniquilación, por las buenas de su difusión y por las malas de su aplicación, de una concepción de la vida arraiga en la comprensión del mensaje de Dios en Cristo y dejarse engañar por el materialismo al uso que aconseja desligarse de vinculaciones supraterrenales y atarse a preocupaciones detentadoras y acaparadoras de bienes sin tino y cuento es sustituir a Dios por la nada. Es, también, asegurarse un porvenir en el que la misión de cada cual sea la defensa numantina de su existencia sin tener en cuenta las necesidades del otro, en el que el amanecer de cada día sea el final de un futuro lleno de dicha sustentado en la misteriosa voluntad de Dios hacia nosotros, en el que, se quiera o no, como Padre nuestro, debemos confiar la existencia que, por eso, nos dio.

Otra concepción del mundo y de nuestro ser no deja de ser engaño, voluntaria ceguera. Ésta nos aliena y deja nuestra vida en manos, con toda seguridad, menos amorosas y en mentes, con toda certeza, mucho menos clarividentes y sometidas a la ya citada dictadura del relativismo, ese gran monstruo que cobija, lamentablemente, a tantas buenas personas que se dejan dominar por la comodidad de lo subjetivo y del deseo propio e irrefrenable del tener.

Requiescant in pace a los valores cristianos y a su práctica si esto se sigue difundiendo y no hacemos nada para invertir esa tendencia tan actual y terrible.

 


NOTAS

(1) La teoría del pensamiento único no es una ensoñación ni una quimérica justificación de todo lo que se ha dicho en estas cortas páginas. Este pensamiento, tan difundido por el relativismo y por todos los movimientos que aniquilan la posibilidad de desarrollo de la persona tienen, cosa que no debe de ser casual, un fin bien definido: poner fin a lo que se ha denominado “era cristiana” y dar paso a lo que se llama “era de acuario”. Así, al acabar con la aquella se pretende que el hombre, liberado de ese “opio del pueblo”  que es la religión, cristiana se entiende, se encontrará  a sí mismo y se desarrollará como persona de una forma más “libre”. Entendemos que se trata de una libertad no precisamente libre sino de un sometimiento a la voluntad del más fuerte; una vuelta a una vieja teoría ya muy caduca que tuvo resultados nefastos, nunca mejor dicho lo de contrario al fas o justo religioso, que no queremos recordar, en el siglo pasado.

Sin embargo, si seguimos el ejemplo de la segunda (o era de acuario) y la aplicación que su ideología tiene en los ámbitos más extensos en los que se difunde –prácticamente todos- podremos observar, si no estamos cegados por la realidad que se pretende imponer, por ese gran monstruo que supone, que los resultados son más bien negativos: experimentación con el ser humano a través de técnicas científicas que aniquilan a la propia persona en aras de un provecho también humano (reproducción in vitro, utilización de técnicas de uso de células madre en busca de “bienes” terapéuticos, etc.); sometimiento de la persona al castigo de la adoración del dinero por el poder que supone su acumulación; escasa asistencia al desvalido  por no considerarle válido para la sociedad opulenta en la que se inserta, alineación del pensamiento por sometimiento de éste al que se considera válido y del que no se puede discrepar; utilización de los medios a su alcance para acallar las opiniones contrarias a su difusión, etc. Por lo tanto, está en las manos de cada una de las personas que puedan conocer la existencia real de este pensamiento único, de lo que busca y encuentra, el batirse en duelo espiritual con él, de no arredrarse ante sus embates y de no disimular como si la cosa no fuera con ellos ya que, de otra forma, no será posible combatir nada porque ese enemigo despiadado que tanto ataca a nuestros corazones con sus ponzoñas habrá vencido esta cruenta batalla que, calladamente, está librando con los medios más potentes: sus propias posibilidades y la ignorancia gigantesca de sus destinatarios sobre los fines perseguidos.

(2) En su artículo titulado “El engañoso materialismo”, publicado en el número 386 del semanario católico Alfa y Omega, este sacerdote y astrofísico, que ha sido miembro del Observatorio Vaticano y profesor de Cosmología filosófica, da su opinión sobre lo que llama la “ilusión del materialismo”.

(3) Término con el que nos referimos a todo desarrollo del ser humano asentado en una praxis puramente mecánica y en el que el espíritu no tiene la mayor importancia; en el que la concepción de lo humano es, claramente, perjudicial para su necesario fluir hacia el mundo.

Eleuterio Fernández Guzmán
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