24.10.12

Una feminista en L’Osservatore Romano

A las 5:01 AM, por Tomás de la Torre Lendínez
Categorías : General

A lo largo de la historia de la Iglesia el papel de las mujeres no ha sido nunca el estar en el cuarto de las escobas. La Iglesia, depositaria de la Revelación de Cristo, ha tratado y ha tenido hacia las mujeres el mismo respeto que el Divino Maestro tuvo con ellas.

Por esto cuando leo que una mujer ha declarado que el clero es misógino y que si la Iglesia pusiera a la misma altura a hombres y mujeres el sacerdocio femenino estaba conseguido. Si, además, esta declarante colabora en el periódico de El Vaticano en un suplemento sobre Mujeres, Iglesia, Mundo, me pregunto lo siguiente:

¿Quién o quienes eligen a esta señora que ofende al clero tachándolo de misoginia?

¿Quién o quienes dan cancha a esta señora en el órgano oficioso del Vaticano?.

Acabamos de pasar por el asunto del exmayordomo del Papa y sus robos de papeles. Para el mes de noviembre llegará el juicio del informático de la Secretaría de Estado. Vuelvo a repetir:

¿Quién o quienes eligen al personal que está en El Vaticano?

¿Qué filtros pasan antes de entrar en un puesto de esa elevada responsabilidad?

El papel de la mujer en la Iglesia Católica está perfectamente definido en el Código de Derecho Canónico, donde todos los cristianos tenemos explícitos nuestros derechos, deberes y obligaciones, tanto los laicos como los sacerdotes y consagrados en la vida religiosa.

El Magisterio de los Papas, por ejemplo, Juan Pablo II en su encíclica Mulierem dignitatem, dejó plasmado que la función de la mujer en la historia de la salvación es esencial, teniendo siempre como faro seguro la persona de la Virgen María.

Cuando aparece el feminismo materialista en la boca de cualquier mujer atacando sin pruebas a los sacerdotes de misóginos, además de ser mentira, es una injusticia que como sacerdote estoy en la obligación de denunciar y desenmascarar.

Si esa persona está en las páginas del diario vaticano, tiene doble importancia, porque sus palabras no son escuchadas por una minoría de oyentes que acuden a una posible conferencia sobre feminismo materialista, sino que están con todas las responsabilidades que acompañan poner la firma en el órgano de comunicación oficioso de la Santa Sede.

Además, la prudencia de esta señora declarante es dudosa, pues gozar de colaborar en un medio de comunicación como L’Osservatore, debe suponer que la persona sea sensata y no salga a la opinión pública mundial pegando un trompetazo acusando a los sacerdotes de misóginos y demandando el sacerdocio femenino.

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Tomás de la Torre Lendínez