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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 28 de octubre de 2012

Nueva Evangelización para la transmisión cristiana de la fe

Todos los hombres tienen el derecho de conocer a Jesucristo
Homilía del papa Benedicto XVI en la Misa de clausura del Sínodo de los Obispos

Bartimeo representa a quienes viven en países de nueva evangelización
Mensaje central de Benedicto XVI en la misa conclusiva del Sínodo de Obispos

Mundo

Uruguay: Comunicado de la Compañía de Jesús
Sobre las declaraciones del padre José Ignacio González Faus, sj

Espiritualidad

Jesús Maestro, camino, verdad y vida
Respuesta a los grandes interrogantes actuales

El Señor de los Milagros: rostro de un pueblo
Los protagonistas de una antigua devoción que se recuerda hoy


Nueva Evangelización para la transmisión cristiana de la fe


Todos los hombres tienen el derecho de conocer a Jesucristo
Homilía del papa Benedicto XVI en la Misa de clausura del Sínodo de los Obispos
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 28 octubre 2012 (ZENIT.org).- Esta mañana, en la Basílica de San Pedro, el papa Benedicto XVI presidió la Concelebración Eucarística de clausura de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre “La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana”.

Ofrecemos a continuación el texto íntegro de la homilía del santo padre, leida en presencia de cerca de 330 concelebrantes, entre cardenales, representantes de las Iglesias orientales, arzobispos, obispos, presbíteros y diáconos, así como de cinco mil fieles que llenaron la Basílica.

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Venerables hermanos,

ilustres señores y señoras,

queridos hermanos y hermanas:

El milagro de la curación del ciego Bartimeo ocupa un lugar relevante en la estructura del Evangelio de Marcos. En efecto, está colocado al final de la sección llamada «viaje a Jerusalén», es decir, la última peregrinación de Jesús a la Ciudad Santa para la Pascua, en donde él sabe que lo espera la pasión, la muerte y la resurrección. Para subir a Jerusalén, desde el valle del Jordán, Jesús pasó por Jericó, y el encuentro con Bartimeo tuvo lugar a las afueras de la ciudad, mientras Jesús, como anota el evangelista, salía «de Jericó con sus discípulos y bastante gente» (10, 46); gente que, poco después, aclamará a Jesús como Mesías en su entrada a Jerusalén. Bartimeo, cuyo nombre, como dice el mismo evangelista, significa «hijo de Timeo», estaba precisamente sentado al borde del camino pidiendo limosna. Todo el Evangelio de Marcos es un itinerario de fe, que se desarrolla gradualmente en el seguimiento de Jesús.

Los discípulos son los primeros protagonistas de este paulatino descubrimiento, pero hay también otros personajes que desempeñan un papel importante, y Bartimeo es uno de éstos. La suya es la última curación prodigiosa que Jesús realiza antes de su pasión, y no es casual que sea la de un ciego, es decir una persona que ha perdido la luz de sus ojos. Sabemos también por otros textos que en los evangelios la ceguera tiene un importante significado. Representa al hombre que tiene necesidad de la luz de Dios, la luz de la fe, para conocer verdaderamente la realidad y recorrer el camino de la vida. Es esencial reconocerse ciegos, necesitados de esta luz, de lo contrario se es ciego para siempre (cf. Jn 9,39-41).

Bartimeo, pues, en este punto estratégico del relato de Marcos, está puesto como modelo. Él no es ciego de nacimiento, sino que ha perdido la vista: es el hombre que ha perdido la luz y es consciente de ello, pero no ha perdido la esperanza, sabe percibir la posibilidad de un encuentro con Jesús y confía en él para ser curado. En efecto, cuando siente que el Maestro pasa por el camino, grita: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí» (Mc 10,47), y lo repite con fuerza (v. 48). Y cuando Jesús lo llama y le pregunta qué quiere de él, responde: «Maestro, que pueda ver» (v. 51). Bartimeo representa al hombre que reconoce el propio mal y grita al Señor, con la confianza de ser curado. Su invocación, simple y sincera, es ejemplar, y de hecho – al igual que la del publicano en el templo: «Oh Dios, ten compasión de este pecador» (Lc 18,13) – ha entrado en la tradición de la oración cristiana.

En el encuentro con Cristo, realizado con fe, Bartimeo recupera la luz que había perdido, y con ella la plenitud de la propia dignidad: se pone de pie y retoma el camino, que desde aquel momento tiene un guía, Jesús, y una ruta, la misma que Jesús recorre. El evangelista no nos dice nada más de Bartimeo, pero en él nos muestra quién es el discípulo: aquel que, con la luz de la fe, sigue a Jesús «por el camino» (v. 52).

San Agustín, en uno de sus escritos, hace una observación muy particular sobre la figura de Bartimeo, que puede resultar también interesante y significativa para nosotros. El Santo Obispo de Hipona reflexiona sobre el hecho de que Marcos, en este caso, indica el nombre no sólo de la persona que ha sido curada, sino también del padre, y concluye que «Bartimeo, hijo de Timeo, era un personaje que de una gran prosperidad cayó en la miseria, y que ésta condición suya de miseria debía ser conocida por todos y de dominio público, puesto que no era solamente un ciego, sino un mendigo sentado al borde del camino.

Por esta razón Marcos lo recuerda solamente a él, porque la recuperación de su vista hizo que ese milagro tuviera una resonancia tan grande como la fama de la desventura que le sucedió» (Concordancia de los evangelios, 2, 65, 125: PL 34, 1138). Hasta aquí san Agustín.

Esta interpretación, que ve a Bartimeo como una persona caída en la miseria desde una condición de «gran prosperidad», nos hace pensar; nos invita a reflexionar sobre el hecho de que hay riquezas preciosas para nuestra vida, y que no son materiales, que podemos perder. En esta perspectiva, Bartimeo podría ser la representación de cuantos viven en regiones de antigua evangelización, donde la luz de la fe se ha debilitado, y se han alejado de Dios, ya no lo consideran importante para la vida: personas que por eso han perdido una gran riqueza, han «caído en la miseria» desde una alta dignidad –no económica o de poder terreno, sino cristiana –, han perdido la orientación segura y sólida de la vida y se han convertido, con frecuencia inconscientemente, en mendigos del sentido de la existencia.

Son las numerosas personas que tienen necesidad de una nueva evangelización, es decir de un nuevo encuentro con Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios (cf. Mc 1,1), que puede abrir nuevamente sus ojos y mostrarles el camino. Es significativo que, mientras concluimos la Asamblea sinodal sobre la nueva evangelización, la liturgia nos proponga el Evangelio de Bartimeo. Esta Palabra de Dios tiene algo que decirnos de modo particular a nosotros, que en estos días hemos reflexionado sobre la urgencia de anunciar nuevamente a Cristo allá donde la luz de la fe se ha debilitado, allá donde el fuego de Dios es como un rescoldo, que pide ser reavivado, para que sea llama viva que da luz y calor a toda la casa.

La nueva evangelización concierne toda la vida de la Iglesia. Ella se refiere, en primer lugar, a la pastoral ordinaria que debe estar más animada por el fuego del Espíritu, para encender los corazones de los fieles que regularmente frecuentan la comunidad y que se reúnen en el día del Señor para nutrirse de su Palabra y del Pan de vida eterna. Deseo subrayar tres líneas pastorales que han surgido del Sínodo. La primera corresponde a los sacramentos de la iniciación cristiana. Se ha reafirmado la necesidad de acompañar con una catequesis adecuada la preparación al bautismo, a la confirmación y a la Eucaristía.

También se ha reiterado la importancia de la penitencia, sacramento de la misericordia de Dios. La llamada del Señor a la santidad, dirigida a todos los cristianos, pasa a través de este itinerario sacramental. En efecto, se ha repetido muchas veces que los verdaderos protagonistas de la nueva evangelización son los santos: ellos hablan un lenguaje comprensible para todos, con el ejemplo de la vida y con las obras de caridad.

En segundo lugar, la nueva evangelización está esencialmente conectada con la misión ad gentes. La Iglesia tiene la tarea de evangelizar, de anunciar el Mensaje de salvación a los hombres que aún no conocen a Jesucristo. En el transcurso de las reflexiones sinodales, se ha subrayado también que existen muchos lugares en África, Asía y Oceanía en donde los habitantes, muchas veces sin ser plenamente conscientes, esperan con gran expectativa el primer anuncio del Evangelio. Por tanto es necesario rezar al Espíritu Santo para que suscite en la Iglesia un renovado dinamismo misionero, cuyos protagonistas sean de modo especial los agentes pastorales y los fieles laicos.

La globalización ha causado un notable desplazamiento de poblaciones; por tanto el primer anuncio se impone también en los países de antigua evangelización. Todos los hombres tienen el derecho de conocer a Jesucristo y su Evangelio; y a esto corresponde el deber de los cristianos, de todos los cristianos – sacerdotes, religiosos y laicos -, de anunciar la Buena Noticia.

Un tercer aspecto tiene que ver con las personas bautizadas pero que no viven las exigencias del bautismo. Durante los trabajos sinodales se ha puesto de manifiesto que estas personas se encuentran en todos los continentes, especialmente en los países más secularizados. La Iglesia les dedica una atención particular, para que encuentren nuevamente a Jesucristo, vuelvan a descubrir el gozo de la fe y regresen a las prácticas religiosas en la comunidad de los fieles. Además de los métodos pastorales tradicionales, siempre válidos, la Iglesia intenta utilizar también métodos nuevos, usando asimismo nuevos lenguajes, apropiados a las diferentes culturas del mundo, proponiendo la verdad de Cristo con una actitud de diálogo y de amistad que tiene como fundamento a Dios que es Amor.

En varias partes del mundo, la Iglesia ya ha emprendido dicho camino de creatividad pastoral, para acercarse a las personas alejadas y en busca del sentido de la vida, de la felicidad y, en definitiva, de Dios. Recordamos algunas importantes misiones ciudadanas, el «Atrio de los gentiles», la Misión Continental, etcétera. Sin duda el Señor, Buen Pastor, bendecirá abundantemente dichos esfuerzos que provienen del celo por su Persona y su Evangelio.

Queridos hermanos y hermanas, Bartimeo, una vez recuperada la vista gracias a Jesús, se unió al grupo de los discípulos, entre los cuales seguramente había otros que, como él, habían sido curados por el Maestro. Así son los nuevos evangelizadores: personas que han tenido la experiencia de ser curados por Dios, mediante Jesucristo.

Y su característica es una alegría de corazón, que dice con el salmista: «El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres» (Sal 125,3). También nosotros hoy, nos dirigimos al Señor, Redemptor hominis y Lumen gentium, con gozoso agradecimiento, haciendo nuestra una oración de san Clemente de Alejandría: «Hasta ahora me he equivocado en la esperanza de encontrar a Dios, pero puesto que tú me iluminas, oh Señor, encuentro a Dios por medio de ti, y recibo al Padre de ti, me hago tu coheredero, porque no te has avergonzado de tenerme por hermano.

Cancelemos, pues, continúa san Clemente de Alejandría, cancelemos el olvido de la verdad, la ignorancia; y removiendo las tinieblas que nos impiden la vista como niebla en los ojos, contemplemos al verdadero Dios…; ya que una luz del cielo brilló sobre nosotros sepultados en las tinieblas y prisioneros de la sombra de muerte, [una luz] más pura que el sol, más dulce que la vida de aquí abajo» (Protrettico, 113, 2- 114,1). Amén.

©Librería Editorial Vaticana

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Bartimeo representa a quienes viven en países de nueva evangelización
Mensaje central de Benedicto XVI en la misa conclusiva del Sínodo de Obispos
Por Sergio H. Mora

CIUDAD DEL VATICANO, Domingo 28 de octubre de 2012. (ZENIT.org).- Benedicto XVI celebró la misa este domingo en la basílica vaticana con los padres sinodales, al concluir el XIII Sínodo de los Obispos sobre “La nueva evangelización para la transmisión de la fe”.

En la homilía el santo padre partiendo del evangelio del día, sobre la curación del ciego Bartimeo, recordó que en los textos “la ceguera tiene un significado importante. Representa al hombre que tiene necesidad de la luz de Dios, la luz de la fe, para conocer verdaderamente la realidad y recorrer el camino de la vida”. Y que “es esencial reconocerse ciegos, necesitados de esta luz, de lo contrario se es ciego para siempre”.

En esta perspectiva, prosiguió el santo padre, “Bartimeo podría ser la representación de cuantos viven en regiones de antigua evangelización, donde la luz de la fe se ha debilitado, y se han alejado de Dios, ya no lo consideran importante para la vida”.

El papa indicó que esos cristiano son “personas que por eso han perdido una gran riqueza, han caído en la miseria” y se han convertido, “con frecuencia inconscientemente, en mendigos del sentido de la existencia” y ellos son “personas que tienen necesidad de una nueva evangelización, es decir de un nuevo encuentro con Jesús”.

El papa consideró “significativo” que el evangelio sobre Bartimeo coincida litúrgicamente con el día de conclusión de la XIII Asamblea Sinodal que inició el 7 del presente mes y reunió a 262 obispos de todo el mundo.

Indicó que la figura de Bartimeo “tiene algo que decirnos de modo particular a nosotros, que en estos días hemos reflexionado sobre la urgencia de anunciar nuevamente a Cristo allá donde la luz de la fe se ha debilitado, allá donde el fuego de Dios es como un rescoldo, que pide ser reavivado, para que sea llama viva que da luz y calor a toda la casa”.

Y precisó que la nueva evangelización se refiere “en primer lugar, a la pastoral ordinaria que debe estar más animada por el fuego del Espíritu, para encender los corazones de los fieles que regularmente frecuentan la comunidad”.

Y subrayó además tres líneas pastorales que han surgido del Sínodo: “La primera corresponde a los sacramentos de la iniciación cristiana. Se ha reafirmado la necesidad de acompañar con una catequesis adecuada la preparación al bautismo, a la confirmación y a la Eucaristía. También se ha reiterado la importancia de la penitencia, sacramento de la misericordia de Dios”. Indicó que “la llamada del Señor a la santidad dirigida a todos los cristianos, pasa a través de este itinerario sacramental”.

En segundo lugar, indicó, tiene la “tarea de anunciar el Mensaje de salvación a los hombres que aún no conocen a Jesucristo”, lo que en una época de globalización y de desplazamiento de poblaciones significa llegar a ellos también en los países de antigua evangelización. Y esto es el deber de todos los cristianos, sacerdotes, religiosos y laicos: anunciar la Buena Noticia.

Y el tercer aspecto “tiene que ver con las personas bautizadas pero que no viven las exigencias del bautismo”. Son personas que “se encuentran en todos los continentes, especialmente en los países más secularizados”. Es necesario, indicó el papa, ayudarlos a que “encuentren nuevamente a Jesucristo, vuelvan a descubrir el gozo de la fe y regresen a las prácticas religiosas en la comunidad de los fieles”.

Hacia la conclusión de la homilía el papa recordó que la Iglesia intenta utilizar también métodos nuevos, usando asimismo nuevos lenguajes, apropiados a las diferentes culturas del mundo, “además de los métodos pastorales tradicionales, siempre válidos,” dijo.

Y recordó que en varias partes del mundo, la Iglesia ya ha emprendido dicho camino de creatividad con importantes misiones ciudadanas, con el Atrio de los gentiles, la Misión Continental en Latinoamérica, etcétera”.

El papa concluyó indicando que los nuevos evangelizadores son “personas que han tenido la experiencia de ser curados por Dios, mediante Jesucristo”.

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Mundo


Uruguay: Comunicado de la Compañía de Jesús
Sobre las declaraciones del padre José Ignacio González Faus, sj
ROMA, domingo 28 octubre 2012 (ZENIT.org).- Ante unas polémicas declaraciones hechas por un miembro de la Compañía de Jesús en el Uruguay, la congregación ha emitido el siguiente comunicado que publicamos íntegro a continuación.

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La Compañía de Jesús en Uruguay quiere manifestar su más profundo pesar por las declaraciones hechas a la prensa (La Diaria, lunes 22 de octubre)  por el padre José Ignacio Gonzalez Faus, sacerdote jesuita perteneciente a la Provincia de Cataluña (España), quien se encontraba en esos días de visita en Uruguay.

Queremos expresar, con claridad, que la posición de la Compañía de Jesús en relación a los temas que aborda el P. González Faus en la citada  entrevista no es otra que la de la Iglesia Católica, y que las declaraciones del referido sacerdote en nada reflejan nuestro pensar ni nuestro sentir.

Creemos, junto con otros que nos lo han manifestado así, que sus lamentables declaraciones no hacen otra cosa que generar confusión en la gente;  particularmente la forma en la que él aborda la temática de la despenalización del aborto, que además de ser contraria a la postura de la Iglesia en general, desconoce absolutamente lo actuado por nuestra Iglesia uruguaya en relación a este tema en los últimos meses, así como también la declaración hecha por la Universidad Católica del Uruguay, confiada a la Compañía de Jesús, para dejar sentada su posición en defensa de la vida desde el momento mismo de la concepción.

Han sido muchos los sacerdotes, religiosos y laicos que se han esforzado por presentar de manera clara la posición de la Iglesia Católica y se han manifestado públicamente para defenderla; en eso hemos estado también nosotros. Por lo tanto, además de considerar desacertadas sus expresiones, compartimos el rechazo que han generado, ya que no respetan el compromiso por la vida que como cristianos estamos llamados a asumir, y muestran un rostro de Iglesia que consideramos ajeno a nuestra realidad.

Montevideo, 25 de octubre de 2012

La Compañía de Jesús en Uruguay

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Espiritualidad


Jesús Maestro, camino, verdad y vida
Respuesta a los grandes interrogantes actuales
Por el padre José Antonio Pérez, ssp*

Domingo, 28 octubre 2012 (ZENIT.org).- El último domingo de octubre, la Familia Paulinacelebra la solemnidad de Jesucristo Maestro, la visión cristológica propuesta por el beato Santiago Alberione como la más adecuada no solo para las modernas formas de apostolado, entre ellas la de la comunicación social, sino también para los hombres y mujeres de hoy que viven en la cultura de la comunicación.

Jesús Maestro, centro absoluto de la vida y la misión

El beato Santiago Alberione explicó repetidamente el sentido de la espiritualidad centrada en Cristo Maestro: “Esta devoción nose reduce simplemente a la oración o a algún canto, sino queenvuelve a toda la persona... Nuestra devoción al Maestro divino se debe aprender para luego aplicarla al trabajo espiritual, al estudio, al apostolado y a toda la vida religiosa... Debe partir de la oración y extenderse a toda la vida apostólica, porque el fruto de nuestro apostolado es proporcional a esto: presentar a Jesucristo camino, verdad y vida. Sólo si se entiende en este sentido la devoción a Jesús Maestro será de gran ventaja espiritual y responderá a las necesidades espirituales del hombre”.

Por tanto, la devoción a Jesús Maestro no es un conjunto de conocimientos abstractos, o una serie de prácticas, sino un estilo de vida, una forma de pensar, de razonar y de actuar: un modo de ser. Es el estilo peculiar de santidad y apostolado que Dios ha revelado al beato Santiago Alberione. Decía en 1957: “Seamos agradecidos a la Providencia de Dios que nos ha concedido la inmensa riqueza de comprender mejor a Jesucristo... El espíritu paulino consiste en esto... No es una frase bonita, no es un consejo: es la esencia de la Congregación; ¡es ser o no ser paulinos…!”.

Una hermosa doctrina que debe transformarse en vida

Este es un desafío que no puede quedarse en una hermosa reflexión. A veces sucede que estamos convencidos de que el sentido de la vida cristiana consiste en “cristificarse”, pero en la práctica no logramos traducir este ideal en realidad vivida. En este sentido, merece recordarse una conferencia de monseñor Bruno Forte en 1984, aplicación más o menos explícita de la enseñanza del beato Santiago Alberione, a partir de la doctrina del “Cristo integral” como se encuentra en la experiencia de san Pablo.

Monseñor Forte afirmaba que bajo la insistencia del padre Alberione en la figura de Jesús Maestro, está el problema moderno de la singularidad de Jesucristo: solo él es la Palabra de Dios para nosotros, solo a su escuela debemos acudir, no hay otros maestros... El Maestro es él, es él a quien debemos seguir. La insistencia del Fundador en Jesús Maestro es la respuesta que da el Evangelio a quienes quieren proponer otros maestros, otros señores fuera el único Maestro y Señor que es Jesucristo.

En cambio, el problema subyacente a la reflexión sobre Jesús camino, verdad y vida es el de la contemporaneidad de Cristo. ¿Cómo y dónde podemos hacer experiencia de él? ¿Cómo y dónde Cristo es para nosotros el camino para ir al Padre, la verdad que ilumina el sentido de nuestra vida, la vida misma de nuestro vivir? ¿Cómo conseguir que quien vivió a tanta distancia de siglos sea ahora el Maestro, camino, verdad y vida?

El problema consiste en lograr que el acontecimiento de la salvación, Cristo muerto y resucitado, sea hoy para nosotros, en el presente de nuestra experiencia, quien nos alcanza y transforma nuestra vida.

Jesucristo es para nosotros camino, verdad y vida

El beato Alberione ve articularse el encuentro de Jesús con el discípulo en el momento del conocimiento (verdad para la mente), en el momento de la decisión (camino para la voluntad), y en el momento de la acogida experiencial (vida para el corazón). Según cada uno de estos momentos, podemos preguntarnos: ¿en qué sentido, cómo y dónde Jesús se nos hace presente para ser nuestra verdad, nuestro camino y nuestra vida? Sería largo reflexionar sobre las respuestas prácticas a esta triple pregunta... Baste recordar que este proceso se realiza por el Espíritu.

Pero hay algunos lugares concretos donde el Espíritu actúa en nosotros de manera especial: Jesús Verdad (profeta, maestro, fidelidad del amor de Dios) se nos hace presente especialmente en la Palabra de Dios, en los signos de los tiempos (acontecimientos, palabras, eventos...), y finalmente en la historia del amor (cf. Mt 25, 35ss), el “sacramento del hermano”.

Jesús Camino (pastor, rey) se hace presente en la Iglesia, semilla del Reino, pueblo en camino, y también en el camino de la liberación, porque Cristo está presente dondequiera que se trabaja por la libertad. Jesús Vida se nos hace presente en los sacramentos, especialmente en la Eucaristía, lugar concreto donde la vida del Maestro fluye en la vida del discípulo; y en las historias de sufrimiento, lugar del amor, donde la gracia de Dios puede hacernos encontrar la vida plena.

En la base de la nueva evangelización

Acabamos de concluir el Sínodo de los Obispos.Todo el ámbito de la nueva evangelización ha sido descrito en las intervenciones de los padres sinodales. En un artículo deL’Osservatore Romano (22-23.10.2012), se leía: “La nueva evangelización se consigue en la medida en que, en la Iglesia, se revitaliza la fe vivida ante todo como experiencia personal de Jesús de Nazaret”. Seguramente no habrá ninguna renovación si no partimos de una re-conversión personal al Centro absoluto, que es Jesucristo; y no habrá nueva evangelización si no en la medida en que se reavive la fe como experiencia personal de Jesús, Divino Maestro.

La evangelización no es un “oficio” que puede ser compatible con una escasa identidad espiritual. Sin “cristificación” no hay “predicación” auténtica, afirma el padreSilvio Sassi, Superior general de la Sociedad de San Pablo, en su carta anual a la Familia Paulina.

La identificación con Cristo es la premisa indispensable para anunciar al mundo la buena noticia. La esencia del espíritu aprendido de san Pablo es: todo el Cristo para toda la persona en todos los aspectos de la vida. Estees el secreto de una vida plenamente lograda desde el punto de vista humano, cristiano y misionero.

*Sociedad de San Pablo

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El Señor de los Milagros: rostro de un pueblo
Los protagonistas de una antigua devoción que se recuerda hoy
DOMINGO, 28 octubre 2012 (ZENIT.org).- El historiador y autor del presente artículo ha publicado la obra “El Señor de los Milagros, identidad de un pueblo. Historia y espíritu” (Paulinas, Lima, 2011). En la fiesta que se celebra hoy en el Perú, el artículo pone de relieve algunos de los protagonistas de la procesión más larga de América --unos dos millones de fieles--, y una de las más multitudinarias del planeta (más de 260 procesiones en ciudades distintas de los cinco continentes).

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Por José Antonio Benito Rodríguez

Aunque se cuenta por millones a los devotos del Señor de los Milagros, la historia de esta devoción privilegia algunos nombres propios.

El primero --aunque a la sombra del anonimato--, es el del pintor esclavo de Angola, autor de la imagen. ¿Benito? ¿Pedro? Y cuantos otros negros que acometieron la acción de dedicar el muro al Señor Crucificado.

Otro protagonista es el célebre jesuita padre Francisco del Castillo, quien durante el temblor de 1655 salió del Colegio de San Pablo de la Compañía hasta la Plaza Mayor exhortando a todos al arrepentimiento, repitiendo con los brazos extendidos: Lima, Lima, tus pecados son tu ruina. Sabemos que un año antes, en 1654, el padre del Castillo había sido designado como Lector de Latín y obrero de negros y españoles. La misma tarde del temblor, fue a prestar auxilio a los necesitados y, al pasar por la Catedral comenzó a seguirle la gente, conocedora de su santidad y valimiento ante Dios. El Padre aprovechó la ocasión para predicarles.

El día siguiente, domingo, como continuasen los temblores, se condujo en procesión desde la Capilla de Nuestra Señora de los Desamparados hasta la Catedral la imagen de Cristo Crucificado, que fue acompañada por unas 10.000 personas. La noticia de varios hechos milagrosos atribuidos a la imagen mural atrajo el interés del público, y la imagen comenzó a ser conocida como el «Señor de los Milagros».

Un importante protagonista histórico es también Antonio de León, quien en 1670 siente la inclinación de cuidar la imagen y le levanta un altar, al ser curado milagrosamente de un tumor maligno. Esto da lugar a reuniones de tipo festivo y religioso, no del todo correctas para los cánones litúrgicos, sino un tanto desordenadas, motivando el que se decidiese borrar la imagen y cerrar el lugar de culto; al intentarlo, los tres pintores contratados se desmayaban y se sentían impotentes para conseguirlo. Esto sirvió para que el Virrey, Conde de Lemos, se llegase a visitar el lugar y decretase hacerlo más decente.

Su inauguración fue en la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz del año 1671, y en esos mismos días la autoridad arzobispal, a fin de dar continuidad y decencia al culto religioso, nombró como primer mayordomo a don Juan de Quevedo y Zárate. Una de sus primeras funciones fue gestionar la compra de terrenos a su propietario y gran propulsor del culto al Señor de las maravillas, Diego Tebes Montalvo, la que tuvo lugar ante el escribano público Sebastián de Carvajal el 17 de diciembre de 1671.

Contó, además, con los constructores Diego Maroto y Manuel Escobar para la tarea de encajonar el muro a fin de brindarle mayor seguridad con cal, canto y ladrillo. Aunque los adobes se destrabaron no se dañó la parte de la Cruz.

En ese mismo tiempo, 1672, el Virrey Conde de Lemos, mandó añadir las figuras del Padre Eterno, el Espíritu Santo, la Virgen y La Magdalena. El viernes 17 de junio de 1678, a pesar del violento terremoto, el muro no sufrió daño alguno. El primer mayordomo Quevedo falleció en el mes de abril.

El segundo mayordomo fue Juan González de Montoya quien mejoró la capilla y mandó construir el tabernáculo de madera al maestro Diego Aguirre para la Virgen de Gracia. Labró un marco de madera para el mural. Fue el gestor y auspiciador de las reuniones de los viernes. Solicitó del Rey Carlos III una Cédula Real con fecha 19 de abril de 1681 para autorizarlas.

Sebastián de Antuñano es el siguiente destacado mayordomo y benefactor. En 1684, Antuñano se había dirigido a la ermita del Señor de los Milagros y, mientras contemplaba la santa efigie, había sentido una voz interior que le susurraba claramente: «Sebastián, ven a hacerme compañía y a cuidar del esplendor de mi culto». Puesto de rodillas ante la imagen, le había ofrecido un servicio incondicional hasta la muerte. 

Terminadas las obras, un violento terremoto asoló la ciudad de Lima, Callao y las localidades vecinas, sembrándolos  de muerte y ruinas, en la madrugada del 20 de octubre de 1687. Por la tarde de aquel día, Sebastián de Antuñano tuvo la idea de sacar en procesión un lienzo que era copia del Cristo del mural. Fue así que se inició la primera procesión de las tradicionales procesiones de octubre del Señor de los Milagros de las  Nazarenas.

Sebastián de Antuñano, preocupado por mantener el culto del Cristo Moreno después de su fallecimiento, conoció a una fervorosa dama ecuatoriana de Guayaquil, Antonia Maldonado, quien intentaba consolidar la fundación de un beaterio. Había nacido el 12 de diciembre de 1646 y, muerto su padre, se había instalado con su madre en el puerto del Callao. Se casó aquí con Alonso Quintanilla, pero, después de algunos años de matrimonio vivido en castidad, conscientes de que el Señor les había destinado para una vocación especial, convinieron en separarse.

Antonia de Maldonado decidió entregarse al culto del Cristo y fundó el Beaterio, y posteriormente Monasterio de las Nazarenas, adscrito al santo Cristo, a comienzos del Siglo XVIII. Luego estas observarían las Constituciones de las Carmelitas Descalzas y vivirían como nazarenas.

Su sucesora, la Madre Josefa de la Providencia fue la que transformó el beaterio de las Nazarenas en monasterio de Carmelitas Descalzas. Para conseguir las autorizaciones necesarias tropezó con infinidad de contratiempos, pero sobre todo con dos: carecer de renta suficiente para sustento de las religiosas y estar la ciudad de Lima saturada de monasterios. Lo primero fue resuelto gracias al dominico Fray Alonso de Bullán, que le consiguió la suma necesaria; y, lo segundo, con los informes positivos evacuados por el Cabildo de la Ciudad y por el arzobispo Soloaga. Pero, dadas las características peculiares del futuro monasterio carmelitano, era necesario obtener también un Breve del Papa.

Fue el Padre dominico Juan de Gazitúa, quien viajaba a Roma por negocios de la Orden, el encargado de hacer las gestiones para obtener el documento pontificio. El 27 de agosto de 1727, Benedicto XIII otorgó el Breve solicitado.

Las Madres Carmelitas Nazarenas han sido y son el alma de este culto multisecular. Se guardan en su archivo los registros de las profesiones, las dotes, los testimonios de su fervorosa dedicación, los documentos del proceso de beatificación de Madre Antonia Lucía. Su carisma no es otro que el de la Orden carmelitana descalza, muy sintonizada desde Santa Teresa con la devoción al Cristo llagado y crucificado. Además de su permanente vida inmolada desde la clausura, las Madres Carmelitas Nazarenas acometen una decidida obra social a través del comedor de niños, ancianos y familias pobres.

Allí se sirve a diario unas 250 raciones de desayuno (de 7 a 9.30 de la mañana) y almuerzo para los niños, así como cerca de 80 raciones para ancianos y otras 80 familias en el Comedor de Jirón Emancipación 594. Y tienen un Dispensario médico donde se atiende gratuitamente a diario en las tardes, con la ayuda de cuatro médicos. 

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