“Amar a la Iglesia y trabajar por su expansión y desarrollo es la mejor forma de amar a la sociedad”, dice el Cardenal de Madrid Rouco Varela


 

El próximo 18 de noviembre se celebrará el Día de la Iglesia Diocesana, con el lema “La Iglesia contribuye a crear una sociedad mejor”. En su carta pastoral para esta jornada, el Arzobispo de Madrid, el Cardenal Rouco Varela, asegura que “no se necesitan muchos argumentos para justificar esta afirmación” ya que, “por su origen, la Iglesia ha nacido de la Resurrección de Cristo como la nueva humanidad que nos permite participar de la gracia del Señor resucitado, de sus dones y de su mismo destino. Por su historia, la Iglesia ha contribuido, a pesar de sus fallos y sombras, a desarrollar las sociedades donde se ha implantado sacando lo mejor de los hombres y de sus culturas en todos los niveles de la vida social. Por sus realizaciones en todos los ámbitos de la vida humana, la Iglesia ha sido pionera en la creación de escuelas y universidades, hospitales y orfelinatos, centros de estudio e investigación, lugares de acogida para pobres y marginados. La Iglesia lleva en su misma entraña el bien el hombre y el desarrollo de los pueblos porque lleva al mismo Cristo y el bien integral de la persona humana que Cristo nos ha traído con su alianza”.

“Allí donde hay una necesidad del hombre, asegura, ahí está la Iglesia para ayudar, compadecer, promover y salvar”. “Nacida para redimir al hombre en su sentido más pleno y definitivo, salvarlo del pecado y de la muerte por la acción de Cristo” la Iglesia “se preocupa por el hombre y le hace objeto de su amor y entrega total. Nada humano le es ajeno, porque Cristo se ha hecho hombre y ha llevado a su máxima altura la condición humana, al hacernos hijos de Dios y herederos del Reino de los cielos”.

“Contemplada así, afirma, la Iglesia es un don inestimable para el mundo y la sociedad, y pertenecer a ella un título de gloria que nos hace vivir purificando siempre nuestra vida para no manchar a la Iglesia de Cristo con nuestras infidelidades y pecados. Amar a la Iglesia y trabajar por su expansión y desarrollo es la mejor forma de amar a la sociedad para que logre la perfección a la que Dios llama”.

Por eso, prosigue, “el día de la Iglesia diocesana es una ocasión extraordinaria para dar gracias a Dios por habernos hecho miembros de la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, y poder trabajar para que este Cuerpo sea digno de su Cabeza en cada uno de nosotros. La Iglesia necesita, pues, de cada uno de sus hijos y miembros. Necesita de nuestra santidad persona, que ella nos dio el día de nuestro bautismo. Necesita de nuestra oración incesante, personal y comunitaria. Necesita de nuestra ayuda económica, que redundará en beneficio de la sociedad, y especialmente, en estos tiempos tan duros desde el punto de vista económico, de los pobres y marginados. Necesita de nuestra incorporación a sus tareas y obras de modo que cada cristiano realice su vocación en la totalidad del Cuerpo. En fin, necesita de nuestro amor para que brille siempre como el lugar donde Cristo nos ha amado al dar la vida por nosotros”.

Concluye animando a “ser generosos” en esta jornada, “a dar lo mejor de vosotros mismos, a enriquecernos mutuamente con la entrega de cada uno de nosotros a Dios y a los hermanos”.