Fe y Obras

Un extraño progreso humano

 

 

06.11.2012 | por Eleuterio Fernández Guzmán


A lo largo de la historia de la humanidad, el ser que se llama, a sí mismo, humano, ha caído hasta profundidades grandes en materia moral, ética y de simple comportamiento entre iguales.

Así, por ejemplo, cuando se han sucedido grandes conflictos entre naciones (pensemos, por ejemplo, en la I y II Guerra Mundial) la depravación más horrenda se ha apoderado del comportamiento de seres que, de ordinario, se hubieran tenido por pacíficos y entre sus comunidades de vecinos habrían pasado por buenas personas y ejemplares padres.

Sin embargo, no hace falta que nos encontremos ante algo que se pueda calificar como extraordinario para que podamos entender que la humanidad ha venido a menos. Es más, en lo más ordinario de todo comportarse el ser humano puede llegar bajo, muy bajo.

Por ejemplo, en el caso del aborto, sale a la luz pública la malsana creencia de determinados seres humanos de estar en la seguridad de que pueden disponer de la vida ajena.

A eso, además, lo llaman “progreso”.

Se trata, pues, de la muerte de seres humanos inocentes e imposibilitados para defenderse que es a lo que, vulgarmente, se le llama asesinato. Así de simple.

Entonces ¿Qué es lo que aquí debe preocupar? Pues el sentido que suele dársele al aborto y que es lo que sigue.

La tranquilidad que, al parecer, pueden tener las personas que tengan intención, o puedan tenerla, de abortar: todo está controlado, permitido y fomentado por el poder establecido.

Las mujeres que, a lo mejor, se ven determinadas por el ambiente al aborto pueden saber que está protegida su voluntad aniquiladora.

Los profesionales de la medicina que hacen del aborto su negro y sangriento negocio y que pueden dormir tranquilos pues ya han demostrado su nula conciencia por saberse protegidos por la ley.

La absoluta determinación porque tienen más que claro que el objeto del aborto es acabar con determinado tipo de personas a las que no se les quiere por lo que son, ni por su dignidad ni nada de nada. Determinación, por supuesto, maligna y aberrante, nefasta y contraria a todo orden moral o ético.

Por eso, con personas como las que defienden el aborto podemos tener bastante claro que la humanidad es una que está caída porque ha puesto el interés egoísta por encima de el que tendría que ser fundamental: la defensa de la vida.

Por tanto, quien crea, aún, que es posible mantener algún tipo de relación positiva con personas como las defensoras del aborto puede ir despertando del sueño en el que está sumido y, además, volver de Babia que es donde debe haber pasado los últimos decenios que son los que lleva, en España, en vigor, la legislación que facilita el asesinato de seres humanos.

Dice, muchas veces, el salmista o, mejor, escribe sobre el abismo en el que es más que posible caer según se haga qué cosas y según se actúe contra la Ley de Dios. Y eso es lo que, exactamente, está pasando ahora mismo porque mientras alguien lee este artículo más de un ser humano va a dejar de existir porque una norma humana entiende que puede morir sin tener ningún tipo de mala conciencia. Y a esto lo llaman, de forma inapropiada, progreso... pero, también, negocio lucrativo.

Y, sí... ciertamente es un progreso, pero uno que nos llevará hacia una tumba colectiva y tan grande como pequeño es el corazón de piedra de quienes la están cavando.

Mirar para otro lado es un pecado que, seguro, nunca se perdonará.

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net