7.11.12

 

El 28 de noviembre de 1978, uno de los pocos obispos católicos que ejercía de buen pastor en España, tuvo a bien escribir una pastoral dirigida a sus fieles sobre el referendum para aprobar la Constitución. Esa que hoy sigue, al menos eso dicen, todavía vigente. Se trataba del Cardenal y Arzobispo de Toledo, S.E.R Marcelo González Martín, a la sazón Primado de España y más conocido como “Don Marcelo".

Decía don Marcelo:

Queremos cumplir con nuestro deber irrenunciable de responder a las consultas de los fieles y, vamos a hacerlo desde una perspectiva puramente moral y religiosa. Nos lo impone la misión que Cristo y la Iglesia nos han encomendado.

Como ven ustedes, la intención era cumplir con su deber como pastor. Ahora bien, eso se puede hacer de muchas maneras. Hemos leído tantas pastorales y documentos de diversas conferencias episcopales orientando el voto que, salvo notorias excepciones, ya nos hemos acostumbrado a un tipo de mensaje que sirve para salir del paso, cumplir el expediente y poco más.

El cardenal primado señalaba dónde estaba el quid de la cuestión en relación a la actual Constitución:

El hecho de que haya valores políticos que se estiman positivos no dispensa de ponderar seriamente los elementos negativos. ¿Estos elementos son acaso deficiencias tolerables, bien porque no pudiendo evitarlos se compensan con los valores positivos, bien porque tolerándolos se evitan males mayores? ¿O, por el contrario, son gusanos que inficionan toda la manzana, haciéndola dañina o inaceptable?

Efectivamente, por muy rica que sea una tarta, por muy bien presentada que esté, con una guinda en el centro de la misma, nadie en su sano juicio probaría un trozo si tuviera la duda de que está envenenada. Pues bien, ¿qué tipo de tarta es la que los españoles se tragaron en 1978? Don Marcelo lo explicó muy bien:

Estimamos muy grave proponer una Constitución agnóstica –que se sitúa en una posición de neutralidad ante los valores cristianos- a una nación de bautizados, de cuya inmensa mayoría no consta que haya renunciado a su fe. No vemos cómo se concilia esto con el “deber moral de las sociedades para con la verdadera religión", reafirmado por el Concilio Vaticano II en su declaración sobre libertad religiosa (DH, 1).

Sin la menor duda el cardenal tenía razón en que la España de 1978 era mayoritariamente católica. Desgraciada, pero no imprevisiblemente, hoy no podría decir lo mismo. La mayoría de los españoles bautizados ya ha reunciado a su fe. Al menos no la practica o no la tiene en cuenta como elemento esencial para desarrollar sus vidas y no digamos nada a la hora de votar. Apenas un 20% de españoles puede decir que es católico practicante. Y lo que no se practica, deja de existir. La fe no es un libro viejo que se pueda dejar en una estantería o en un baúl viejo del que se pierde la llave. La fe modela la conciencia o no es fe. La fe guía la vida del creyente o no es fe.

Que don Marcelo apelara al Concilio Vaticano II para protestar contra la ausencia de enraizamiento en la fe católica de la constitución española, demuestra el grave error de los que apelaban a dicho concilio para justificar la huída del confesionalismo, ese que por entonces seguía presente, siquiera nominalmente, en muchas naciones europeas plenamente democráticas.

Sigamos leyendo al buen pastor:

Consecuencia lógica de lo anterior es algo que toca a los cimientos de la misma sociedad civil: la falta de referencia a los principios supremos de ley natural o divina. La orientación moral de las leyes y actos de gobierno queda a merced de los poderes públicos turnantes.

Don Marcelo creía que dependiendo de quién gobernara, las leyes tendrían una orientación moral cambiante. Hoy sabemos que se equivocó. Da igual que gobierne el PSOE o el PP. La maldad de las leyes de ingeniería social es la misma. No hay una alternativa real a la mentalidad perversa y anticristiana presente en la legislación española. Ni la hay ni la habrá a corto-medio plazo, porque vivimos secuestrados por una aplicación nefasta del principio del mal menor.

Más:

En el campo de la Educación, la Constitución no garantiza suficientemente la libertad de enseñanza y la igualdad de oportunidades… Sobre todo, no se garantiza de verdad a los padres la formación religiosa y moral de sus hijos. Porque no basta consignar el derecho de los padres o los educadores a recibir la formación que elijan… la Constitución no da garantías contra la pretensión de aquellos docentes que quieran proyectar sobre los alumnos su personal visión o falta de visión moral y religiosa, violando con una mal entendida libertad de cátedra el derecho inviolable de los padres y los educandos. El mal que esto puede hacer a las familias cristianas es incalculable.

Esa “profecía” del cardenal se ha cumplido delante de nuestras narices en la última década. La asignatura Educación para la Ciudadanía va más allá de la libertad de cátedra, pues lo que ha pretendido es imponer una moral de estado por encima del derecho de los padres sobre la educación de sus hijos. Y lo que pretende el PP ahora es maquillar un poco esa realidad, pero dejando intacto el esqueleto de la asignatura, que volverá a ser rellenada de oprobio en cuanto vuelvan a gobernar los socialistas.

Dijo don Marcelo:

La Constitución no tutela los valores morales de la familia, que por otra parte están siendo ya agredidos con la propaganda del divorcio, de los anticonceptivos y de la arbitrariedad sexual…
Se abre la puerta para que el matrimonio, indisoluble por derecho divino y natural, se vea atacado por la “peste” (Conc. Vat.) de una ley del divorcio, fábrica ingente de matrimonios rotos y de huérfanos con padre y madre.

¿Alguien duda hoy que el cardenal acertó de pleno? Escribí ayer en este blog:

… el matrimonio civil en España es hoy una farsa patética, que tiene tanta o menos protección que un contrato firmado en una servilleta entre dos señores que se ponen de acuerdo para ir de caza. Desde luego, tiene más fuerza un contrato hipotecario que un matrimonio. Como ya he señalado en otras ocasiones, el matrimonio en España es esa figura jurídica por la cual se legaliza una unión en la que una de las dos partes puede decidir, de la noche a la mañana y sin explicación alguna, que la otra se largue del hogar para meter dentro a otra persona con la cual empezar una nueva convivencia, sin que eso implique penalización alguna a la hora de disolver la unión previa.

Esta Constitución ha permitido y promovido la aniquilación de la institución familiar. La sentencia de ayer del TC no es sino la puntilla dada sobre un toro moribundo que vomitaba sangre en la arena de la plaza de la ignominia, tras haber sido sometido a la tortura del picador, de los banderilleros y del estoque. No hay faena que no acabe con la muerte del morlaco. Pero lo que ha muerto ya en la plaza de España no es un animal, sino la institución más fundamental de una sociedad que se precie no solo de ser cristiana sino civilizada.

Como es comprensible, el cardenal de Toledo no llegó a imaginarse que esa Constitución no sería siquiera un muro de contención contra esa aberración antropológica y moral llamada matrimonio homosexual. Pero una vez que conviertes el matrimonio civil en una mala comedia, ¿qué puede evitar que derive en un engendro antinatural?

Más de don Marcelo:

En relación con el aborto, no se ha conseguido la claridad y la seguridad necesarias. No se vota explícitamente este “crimen abominable” (Conc. Vat. II). La fórmula del artículo 15: “Todos tienen derecho a la vida”, supone, para su recta intelección, una concepción del hombre que diversos sectores parlamentarios no comparten. ¿Va a evitar esa fórmula que una mayoría parlamentaria quiera legalizar en su día el aborto? Aquellos de quienes dependerá en gran parte el uso de la Constitución han declarado que no.

Hubo otro cardenal, Tarancón, que años después confirmó que los obispos sabían que la Constitución traería el aborto legal a España. A pesar de lo cual, no pusieron todo el peso moral de la Iglesia en este país para evitarlo. La fuerza de don Marcelo y de unos pocos obispos que, como él, vieron lo que se nos venía encima para advertir a los fieles de que se nos estaba conduciendo al abismo, no pudo contrarrestar la actitud displicente y cómplice de quienes estaban al frente de la Conferencia Episcopal.

Oficialmente -a saber cuál es la realidad- llevamos ya casi un millón y medio de seres humanos que no han podido nacer gracias a las leyes emanadas de esta Constitución. Ríanse ustedes de todas las guerras que hayan podido tener lugar en esta tierra. Ninguna ha provocado tantas muertes.

Concluía don Marcelo:

Estos son, a nuestro parecer, los riesgos más notables a los que la Constitución puede abrir paso. Su gravedad es manifiesta, los que por razones de orden político se inclinen a un voto positivo consideren ante Dios si realmente hay mayores males que justifiquen la tolerancia de un supuesto mal menor, sin olvidar que no es lo mismo tolerar un mal, cuando no se ha podido impedir, que cooperar a implantarlo positivamente dándole vigor de ley.

Siempre el dichoso mal menor. Sí, ese que se ha convertido en un mal mayor, porque hace que el voto supuestamente católico -yo dudo que exista- vaya mayoritariamente al PP, partido que tiene tanta responsabilidad moral o más que el PSOE en el hecho de que leyes de inanes estén vigentes hoy en este país.

Decía San Pablo que la ley mosaica era el maestro (pedaogogo) que nos llevaba a Cristo (Gal 3,24). La actual Constitución ha sido la maestra que ha puesto a España en manos de Satanás.

Y, sin embargo, esto todavía no ha acabado. En futuros años se aprobarán nuevas leyes que ahondarán en la miseria moral de esta nación apóstata. La eutanasia será posiblemente la primera. El PSOE la aprobará y el PP la mantendrá. Es bastante posible que la poligamia acabe siendo reconocida, o al menos permitida, ya que la población musulmana en España será cada vez mayor. De hecho, la poligamia es más conforme a la ley natural que el matrimonio homosexual, así que tampoco añadirá mucha más ignominia a esa basura llamada matrimonio civil.

Tampoco albergo dudas de que los pocos o muchos cristianos que quedemos en este país seremos perseguidos por la ley si osamos plantar cara dialécticamente a todas estas leyes infames. Ya hemos visto lo que querían hacer con Mons. Reig Pla por predicar la enseñanza de la Iglesia sobre la homosexualidad. Ya hemos visto lo que se ha hecho con los padres objetores a la EpC. Tendremos leyes contra la homofobia para ponernos un esparadrapo en la boca, de manera que ni siquiera podamos llamar pecado a lo que Dios llama pecado -ya pasa en Europa-. Tendremos leyes que servirán incluso para quitanos la custodia de nuestros hijos en caso de que osemos luchar para evitar que los eduquen en sus valores anticristianos -ya pasa en Alemania e Irlanda va camino de ello-. Se nos prohibirá intentar evitar abortos por medio del contacto con las mujeres que quieren abortar. Etc.

Se cumplirá, en definitiva, aquello de lo que nos advirtió Cristo:

Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.
Mat 5,13

¿Por qué digo eso? Pues porque lo que recogemos hoy es ni más ni menos que el fruto de lo que se sembró décadas atrás. Acierta de pleno el P. Iraburu en su último post al afirmar que “aquellos cristianos que son cómplices del mundo son los más eficaces agentes de la descristianización“. Cuando la Iglesia pintaba algo en este país, la mayoría de los pastores decidió no pintar nada. Y ahora ya no sabemos casi ni coger el pincel. La Iglesia en España pudo ser luz que evitara que la Constitución fuera un instrumento de iniquidad. No sé si lo habríamos conseguido, pero es que ni siquiera se intentó. Y a los que lo intentaron se les arrinconó, se les tachó de profetas de calamidades -sus profecías se han cumplido todas-, se les tachó de buscar la perpetuación del anterior régimen, etc.

De hecho, es bastante probable que los que hoy decimos lo mismo que don Marcelo, recibamos ese tipo de acusaciones. Por escribir esto se me dirá que soy un facha, un fundamentalista tridentino, un cristiano cenizo, etc. Lo cual me tiene sin cuidado, dicho sea de paso. Concluyo citando los dos últimos párrafos del mencionado post de nuestro editor. Habla de la naciones cristianas ricas de Occidente y vale, por tanto, para España:

Se ha consumado en nuestro tiempo la apostasía de las naciones cristianas ricas de Occidente. El Renaci­miento, aunque admira la antigüedad pagana y da comienzo al menosprecio sistemático del pasado cristiano, aún acepta la Iglesia de Cristo. La Reforma protestante rechaza la Iglesia, pero admite a Cristo. La Ilustración rechaza la Iglesia y Cristo, pero dice creer en el Dios del deísmo, que no interviene para nada en la historia del mundo. El Liberalismo que le sigue, y sus hijos liberales y socialistas, marxistas o nazis, no cree en la Iglesia, ni en Cristo, ni en Dios; sólo en el hombre. Finalmente, la Apostasía actual no cree ya ni en la Iglesia ni en Cristo, ni en Dios ni en el hombre.

Queda un Resto de fieles, recogido por Dios en ciertas Arcas, que logran flotar en medio del Diluvio universal.

Quiera Dios que InfoCatólica sea por mucho tiempo una de esas Arcas. Que el Señor nos lo conceda y nos dé fuerzas para ser sus testigos.

Luis Fernando Pérez Bustamante