13.11.12

 

Hacía tiempo que la blogosfera useña no se sorprendía tanto con el discurso inaugural de la asamblea plenaria de la Conferencia Espiscopal de Estados Unidos (USCCB). No tiene nada que ver con la victoria de Obama.

Un buen discurso, esperanzador, radical. El cardenal Dolan (Nueva York) transmite ideas sobre el Sínodo, el «Año de la Fe» y la «nueva evangelización». Y puso el acento en lo fundamental en que no es una misión ‘ad extralo primero es la conversión de cada uno, obispos incluidos. Y lógicamente la conversión pasa por la confesión. Me gustó que la llamase «sacramento que evangeliza a los evangelizadores». Confesión auricular y secreta, apostilló:

¡Qué ironía que la llamada del Concilio Vaticano II a una renovación del Sacramento de la Penitencia se haya resuelto en su práctica desaparición!

Al que se anime a leerlo le recomiendo empezar por el final:

Sé que con este discurso presidencial corro el riesgo de la crítica. Me parece estar oyendo: «con todos los asuntos controvertidos y urgentes de la Iglesia, a Dolan no se le ocurre hablar de otra cosa que de la conversión del corazón a través del Sacramento de la Penitencia, ¿te lo puedes creer?».

A lo que yo respondo: sí señor, créetelo.

Lo primero es lo primero.

Y en este contexto, ha llamado especialmente la atención el «programa» de la USCCB para el año que viene:

La labor de nuestra Conferencia para el próximo año contendrá propuestas [reflexiones] sobre volver a adoptar el viernes como un día especial de penitencia, lo que incluye la posible ‘restauración’ de la abstinencia de comer carne todos los viernes del año, no sólo en durante la Cuaresma.

Sigue la estela de los obispos ingleses, que ya lo hicieron el año pasado. Y que como en aquel caso no se trata de una piadosa práctica individual, de una devoción personal, que por supuesto siempre ha sido posible. Es un acto de obediencia, no un ejercicio gastronómico.

Muchos católicos creen que es una obligación «abolida», todo lo contrario:

Can. 1251. Todos los viernes, a no ser que coincidan con una solemnidad, debe guardarse la abstinencia de carne o de otro alimento que haya determinado la Conferencia Episcopal; ayuno y abstinencia se guardarán el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.

Can. 1253. La Conferencia Episcopal puede determinar con más detalle el modo de observar el ayuno y la abstinencia, así como sustituirlos en todo o en parte por otras formas de penitencia, sobre todo por obras de caridad y prácticas de piedad.

En España la CCE fijó el modo de cumplirlo (21 de noviembre de 1986):

3. En los restantes viernes del año, la abstinencia puede ser sustituida, según la libre voluntad de los fieles, por cualquiera de las siguientes prácticas recomendadas por la Iglesia: lectura de la Sagrada Escritura, limosna (en la cuantía que cada uno estime en conciencia), otras obras de caridad (visita de enfermos o atribulados), obras de piedad (participación en la santa misa, rezo de rosario, etc.) y mortificaciones corporales.

¿Cuántos lo sabían?, ¿cuántos lo practican? Creo que sería bueno volver «al modelo anterior», como humanos necesitamos el «signo», y si es universal y nos ayuda a unirnos a todos los cristianos el día en el que tradicionalmente se conmemora la Pasión, pues mejor.

Además como «signo», no es sólo bueno para nosotros, también para los demás, ocasión de explicar, de dar testimonio, de evangelizar. Por lo que parece no hay que inventar muchas cosas en la «nueva evangelización», ¿no?

Soy consciente la urticaria que provoca a los «cristianos maduros» la palabra mortificación. En este caso la gama de críticas es amplia, desde el infantiloide que pregunta si se puede sustituir la carne por marisco, hasta el que te acusa de ritualismo, incapaz de ver que es una manifestación de amor y auténtico seguimiento del.Maestro «completando en su carne los dolores de Cristo, sufriendo por su cuerpo que es la Iglesia» (cfr. Cons. Apost. Poenitemini, Pablo VI)

Ojalá el camino iniciado por los obispos ingleses sea pronto seguido por todos los demás. Como dice Mons. Dolan: «lo primero es lo primero».