13.11.12

Manuel Lozano Garrido

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Grandes verdades acerca de la fe

“Fe se escribe con “f” de fuego y “e” de esperanza”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (569 )

Para algunas personas que se saben creyentes y se sienten hijas de Dios, la fe es una excelencia en sus vidas y la tienen como base de una existencia de la que, con verdad, puede predicarse lo es santa y cristiana. Personas como tales son ejemplo para las demás y son de las que emana una fama de santidad que las precede.

Por eso, tener fe es como caminar por un camino seguro donde no te asaltarán, con probabilidad de éxito, alguno de los sobrinos del Mal para hacerte salir del mismo y adueñarse de tu corazón que ya pertenece a Dios.

Es bien cierto, sin embargo, que al igual que cuando creemos que estamos en un lugar pero, en realidad, nos hemos equivocado y nos sentimos inseguros porque somos conscientes de habernos extraviado, cuando no acabamos de comprender nuestra propia fe es a más que probable que falle algo importante.

El fuego, como elemento vivo, puede causar mucho daño pero también puede purificar aquello que toca si se deja hacer por la llama. El Espíritu Santo, como fuego, juega en nuestras vidas de creyentes, un papel fundamental. Por eso, al ser bautizados en nombre, también, del mismo, entramos en el Reino de Dios, traído aquí por Cristo, limpios de corazón. Se nos ha perdonado el pecado original y nuestra purificación ha llegado hasta lo más profundo de nuestra alma, ya entregada, en tal pequeñez espiritual, al Padre.

Purificados estamos, ea, para poder ser imagen de Cristo y, siéndolo, ser hijos de Dios con espíritu someto a su voluntad. Caminamos, así, en la seguridad de quien se sabe descendencia divina y puede servirse de los dones y gracias que el Padre le entrega para que, en efecto, haga uso de ellas. Fuego que es, entonces, llama que aviva el corazón y lo conduce, con extrema entrega, al encuentro con la vida eterna.

No hay, sin embargo, fuego que pueda purificar lo impuro sino hay esperanza sobre la que sustentar nuestro existir. Y, aunque se suela decir que es lo último que se pierde, un hijo de Dios sabe que no hay último momento para perderla porque sería como dejar de lado al Creador, Padre Todopoderoso. Nunca se pierde porque si se pierde bien podemos estar en la seguridad de que nos hemos alejado irremediablemente de Dios.

Fuego y esperanza; esperanza y fuego son como las alas que nos llevan a Dios. Con uno nos hacemos mejores; con la virtud nos situamos, siempre, en las cercanías del Creador al que no queremos dejar de reconocer en nuestra existencia. Y son, ambas, las que conforman el mejor regalo que nos da Quien nos crea: la fe.

Y pensar que hay seres humanos, hijos también de Dios, que arriesgan su existencia eterna por no querer ser purificados y por perder la esperanza…

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán