Monseñor Blázquez, Arzobispo de Valladolid: “El Concilio repercutió en la marcha de la humanidad”


 

En el marco del Congreso de Teología “A los 50 años del Concilio Vaticano II (1962-2012)”, organizado por las Facultades de Teología de España y Portugal, en el Auditorio Juan Pablo II de la Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA), la segunda ponencia de la mañana ha estado a cargo de monseñor Ricardo Blázquez Pérez, Arzobispo de Valladolid y Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, que fue profesor, decano de Teología y gran canciller en la UPSA.

Su ponencia, titulada “El Concilio Vaticano II: significado actual para la Iglesia”, se iniciaba hoy, jueves 15 de noviembre, con un subrayado de lo que es más importante en la actualidad eclesial de lo que significó el Concilio, “el acontecimiento mayor de la Iglesia en el siglo XX, que ha repercutido en la marcha de la humanidad como tal, y con una incidencia especial en nuestro país”.

Adaptar la Iglesia al mundo actual

El Concilio “quería acrecentar la vida cristiana, adaptar mejor a las necesidades del tiempo presente las instituciones sometidas a cambio, promover el ecumenismo y fortalecer la misión cristiana en el mundo”, actualizando el reloj de la Iglesia, “para hacerla más disponible a su acción evangelizadora”. Por eso se trató de una asamblea con un carácter eminentemente pastoral.

Monseñor Blázquez destacó, en primer lugar, “la dimensión misionera del Concilio”. La Iglesia debe “renovarse interiormente y exteriormente para ser un signo más elocuente de la presencia de Dios”. Además, “el ‘hoy’ de la urgencia evangelizadora nos apremia también a nosotros”, añadió el arzobispo de Valladolid. “El nuevo Pentecostés trae consigo unos nuevos testigos y una nueva evangelización. La Iglesia contempla a la humanidad con la mirada compasiva de Jesús, y se acerca a ella con la promesa de la misericordia de Dios”. Por eso es necesaria “la cercanía al hombre”.

El Concilio Vaticano II “no sólo fue un concilio ecuménico, sino ecumenista”. La Iglesia puso en el centro “la imitación y el seguimiento de Jesús en su misión”. Jesús hizo la opción de ser pobre, y la Iglesia también, “siguiendo los pasos de Jesús, debe ser humilde y ver el rostro de Jesús en los pobres y en su propia vida, debe purificarse sin cesar”.

La Palabra de Dios y la liturgia

En un segundo momento de su intervención, monseñor Blázquez desgranó la expresión siguiente: “la Iglesia, bajo la Palabra de Dios, celebra los misterios de Cristo para la salvación del mundo”. Abordó la centralidad de la Palabra de Dios y el estilo bíblico y patrístico de los textos conciliares, además de la liturgia en el contexto de la historia de la salvación.

El ponente reconoció que en el campo de la liturgia “el hecho de que algunas reformas fueran introducidas ad experimentum sirvió como coartada para algunos para hacer innovaciones de forma arbitraria”. Superada esta etapa, “debemos continuar profundizando el sentido genuino de la liturgia y la lectura orante de la Sagrada Escritura”, ya que “se ha recuperado la sensatez para apreciar la piedad popular”.

La tercera parte de la ponencia le sirvió a monseñor Blázquez para hablar de las categorías de “comunión, participación y corresponsabilidad en la Iglesia”. Aludió al Código de Derecho Canónico, como un “esfuerzo extraordinario para traducir en lenguaje canónico el espíritu conciliar: la Iglesia como pueblo de Dios, la autoridad jerárquica como servicio, la doctrina de la Iglesia como comunión, y la triple participación de los cristianos en el ministerio sacerdotal, profético y real de Cristo”.

Un mundo distinto

En el cuarto apartado de su intervención, el vicepresidente de la Conferencia Episcopal subrayó la necesidad de que la Iglesia hable de Dios en un mundo muy diferente al de hace 50 años. Citó a Benedicto XVI, que ha hablado de los desiertos actuales y de la sed de Dios del hombre de hoy. “Nosotros anunciamos el evangelio de Jesucristo en un mundo caracterizado por la secularización”. Es verdad que “no deja de haber búsquedas de Dios, y Él se hace presente por medio de ausencia, de desierto espiritual y de vacío. En esta situación podemos escuchar la pregunta que se nos dice: Iglesia, ¿qué dices de Dios?”.