16.11.12

Agere contra

A las 1:50 PM, por Germán
Categorías : Sin categorías

En los inicios de este Año de la Fe, en ese espíritu animoso y consolador del dogma de la comunión de los santos, que revierte todo lo bueno de todos los buenos de la Iglesia, en bondad y santidad para cada uno de los miembros del Cuerpo místico de Cristo, me abre sus puertas Infocatólica.

El Papa convocándonos a manifestar el hecho que caracteriza nuestra vida, es decir la fe, coloca ante nosotros el motivo de este año de gracia:

La misión de la Iglesia, como la de Cristo, es esencialmente hablar de Dios, hacer memoria de su soberanía, recodar a todos, especialmente a los cristianos que han perdido su propia identidad, el derecho de aquello que le pertenece, es decir, nuestra vida. Precisamente para dar un renovado impulso a la misión de toda la Iglesia de conducir a los hombres fuera del desierto en el que a menudo se encuentran hacia el lugar de la vida, la amistad con Cristo que nos da la vida en plenitud (Porta fidei).

Creer y dar testimonio de esa fe ante los desafíos, y los retos de este momento histórico que no es el de los ateos, pero sí el de los idólatras, ya que efectivamente, el hombre que vive como si Dios no existiera, al no poder vivir sin religión, acude a dioses suplementarios a los que no deja de ofrecer el incienso de su secreta adoración. Cuando el hombre no adora a Dios, lo reemplaza por ídolos. Hay, pues, que empezar por liberar al hombre de cualquier idolatría mediante la profesión de fe en el único Dios que se ha revelado a lo largo de la historia de la salvación (Diccionario de Espiritualidad Montfortiana, S. de Fiores, pág. 23).

La fe débil ha sido la causa de la ruina espiritual de una enorme cantidad de personas, porque en ese camino de la fe, hay que ir contracorriente para que no nos arrastren las ideologías, los susurros del enemigo de las almas en la actual sociedad consumista, materialista y hedonista, y, en la que las raíces del mal, es decir, las tendencias al pecado, subsisten siempre, en particular la debilidad de la voluntad, la incertidumbre del espíritu y las inclinaciones que arrastran el corazón –como dice el P. Chaminade- estamos rodeados de precipicios, caminamos por un terreno resbaladizo que sin cesar nos arrastra hacia el abismo

Ciertamente ser cristiano nunca ha sido fácil, y tampoco lo es hoy. Seguir a Cristo exige valentía para hacer opciones radicales, ante el reto de despertar la fe dormida o extinguida, que exigirá siempre ir contracorriente.

Nuestro Señor Jesucristo nos dice que si no nos negamos a nosotros mismos, no podemos ser sus discípulos (cf. Lc 9, 23). Así lo comprendió –junto a los mártires y santos de todos los tiempos- el gran San Ignacio de Loyola, quien en sus Ejercicios Espirituales, en la meditación del Reino de Cristo, se atrevía a pedir el agere contra: contrariarse en todo para dominar toda tendencia mala o imperfecta, ser uno, dueño total de sí mismo para servir totalmente al Señor.

La llamada abnegación ignaciana, flor de la abnegación cristiana, es una invitación a hacer muy a menudo lo opuesto de aquello a lo que somos arrastrados.

En esa perspectiva, agradecido inicio este nuevo caminar.