19.11.12

Huelgas en la sede de Amnistía Internacional en Londres ©The Independent

Hay marejada en la en otra época prestigiosa «Aministía Internacional» (AI). Los recortes de 2,5 m £ han desatado las luchas intestinas. Con los resultados esperados en todos los procesos de descomposición estomacal.

La sede central de Londres ha despedido a unas docenas (hasta la fecha) de trabajadores que han protagonizado varias jornadas de huelga. La crisis no se limita a AI-UK, está en cuestión el liderazgo de su Secretario General, Salil Shetty y el de todo su equipo.

Escuecen más los modos que las actuaciones. El director del programa para América Latina ha dimitido por este motivo. Es normal encontrar piquetes en las oficinas de AI en París, Senegal, Uganda, Beirut, Nueva York, Hong Kong y Johannesburgo. Uno de los principales líderes sindicales describe a Amnistía Internacional como «una de las organizaciones empleadoras más mentirosas que ha conocido», rematando lapidariamente: «AI no puede ser una organización defensora de los derechos humanos creíble o eficaz si no respeta los derechos de sus trabajadores».

Parece ser que el dinero y los despidos no son más que la chispa que ha detonado la batalla por «el alma» de la institución, los más entregados acusan a la dirección de «haber convertido AI en una marca para reclutar más miembros y recaudar más fondos» dejando de lado las tareas de investigación y denuncia. Una muestra de ello sería que su implantación es mayor en el Primer que en Tercer Mundo.

Voluntarios, trabajadores y donantes reprochan haber perdido sus orígenes y su razón fundacional para ir abarcando causas más deletéreas. Fundada en 1961 para luchar por los presos de conciencia, encarcelados por sus creencias en regímenes autoritarios, amplió su campo de acción a la pena de muerte y la tortura. A partir del 11-S se desmadra y con el típico circiterismo terminó luchando por otros motivos y por el dinero: «la principal tortura que hay es la pobreza, hoy hay más presos de pobreza que de conciencia».

La pérdida de credibilidad e inicio de la desintegración moral de Amnistía Internacional llega en 2007, en el que AI se convierte en una organización pro-abortista.

El 25 de marzo de 2007, en la Conferencia de Edimburgo, los cerca de 400 miembros de AI votaron mayoritariamente

«comprometerse en la despenalización del aborto, y en la promoción de servicios de apoyo a los programas de control demográfico, que incluyen la legalización y el acceso gratuito al aborto».

Días más tarde, el cardenal Martino, presidente del Pontificio Consejo para la Justicia y la Paz, entonces Observador Permanente de la Santa Sede en las Naciones Unidas anunció que:

«La Iglesia católica dejará de financiar a Amnistía Internacional debido al cambio de posición decidido»

Amnistía Internacional había decidido que había personas que no tenían derecho a la vida.

No voy a engañar a nadie, hace una década me habría entristecido la situación a la que ha llegado AI, no mucho, entristecido solamente. Hoy no voy a derramar ni una lagrimita si desaparece y termina en el sumidero de la historia.