22.11.12

Que no se entere mi perro

A las 9:56 AM, por Jorge
Categorías : Sin categorías

 

El rato que más veo, o mejor escucho, la televisión, es el que paso en la cocina. Un viejísimo aparato que no recuerdo ni de dónde salió pero que me sirve para estar al día mientras cacharreo y limpio.

Las noticias se parecen mucho unos días a otros. La prima de riesgo, elecciones catalanas, la champions, Madrid Arena. Pero de vez en cuando aparecen cosas que te llaman especialmente la atención.

Esta mañana escuchaba que el gobierno va a aprobar mañana un decreto para garantizar los derechos de los animales que se utilizan en experimentación biomédica. En principio no me parece mal. Que la gente se ensañe con los pobres bichos es algo que conmueve a cualquiera.

Así que al llegar al ordenata he buscado más detalles sobre el asunto. Lo primero, que se va a prohibir expresamente la experimentación con grandes simios. Esto es para pensarlo. Porque hace tiempo anda por ahí el proyecto gran simio que casi, casi los va a reconocer derechos poco menos que humanos, a “nuestros hermanos evolutivos” según afirman algunos. Pues no es para tanto. Total compartimos casi tantos genes con la mosca del vinagre y no nos parecemos ni en los ojos.

Muchos detalles sobre la cosa que nos ocupa. Pero hay uno que me preocupa especialmente y que espero no llegue a oídos de mi perro: y es que un perro no debe pasar encerrado más de cuatro horas seguidas. Pues qué quieren que les diga. Servidor pasea a su chucho mañana, mediodía y noche. Pero claro, entre paseo de mediodía y noche se nos pueden pasar ocho o diez horas sin ningún problema. Y claro, no está en una jaula, pero en casita y con zonas “restringidas”. Así que me veo denunciado no ante la protectora de animales, sino ante la fiscalía, que es cosa mucho más seria.

Sin embargo no pasa nada porque doña Justa, con una discapacidad severa, lleve dos años sin salir de casa porque vive sola y no hay presupuesto para una persona que le ayude. Ni es problema la falta de ascensor en casa de Joaquín, amputado. Ni nos vamos a escandalizar por los severísimos recortes de la lay de dependencia que están dejando a tantas familias sin ayudas para atender a ese familiar necesitado de cuidados muy especiales.

Ya quisiera servidor que un ser humano fuera tan cuidado desde el vientre de su madre como un lince ibérico, un enfermo gozara de tantas ayudas como un águila imperial, o un anciano como una cigüeña negra perniquebrada. Y me encantaría que el último hogar de España y del mundo estuviera dotado de los medios de que dispone cualquier centro de cuidado de especies protegidas. Pero ya vemos, los animalitos tienen derechos especiales.

Mi perro de momento no se ha enterado de nada. Sigue tan feliz conmigo y yo creo que comprende que lo que no puede ser no puede ser y que se hace lo que se puede.

Lo de cuidar a los animales me parece bien. Pero resulta triste que mientras los recortes en servicios sociales y ley de dependencia dejan a las familias desamparadas, andemos tan preocupados por la calidad de vida del gran simio y los paseos de los perritos. A este paso, de mayor, me voy a pedir ser aguilucho. Estaré mucho mejor tratado que cualquier humano, me temo.