29.11.12

 

Si hace unos días me preguntaba qué tenía Hungría que no tenga España, hoy me toca plantear qué es lo que tiene Gran Bretaña que no tenga mi país.

La razón es que a David Cameron, primer ministro británico, se le está revolviendo el patio en su partido por su intención de redefinir el matrimonio, admitiendo las bodas entre personas del mismo sexo. Ni más ni menos que 117 diputados tories -de un total de 306) han escrito a sus votantes para comunicarles que no piensan votar a favor de ese cambio.

No es plan de que vuelva a explicar la razones por las que ese tipo de leyes son un ataque a la ley natural y a la institución familiar. Lo que me interesa de este asunto es que se demuestra que en Gran Bretaña los diputados rinden cuentas a sus votantes antes que a sus partidos. En España no ocurre así. Aquí es impensable que un grupo importante de diputados o senadores rompa con la disciplina de voto impuesta desde la dirección de sus partidos. alguna vez se ha dado la circunstancia de que uno o dos han tenido el valor de hacer tal cosa. Pero son la excepción que confirma la regla.

¿Qué significa eso? Pues sencilla y llanamente que en España no tenemos una verdadera democracia. Esto es más una partitocracia donde una aristrocacia política decide qué se vota, cuándo, cómo y para qué. En vista de lo cual, sería mejor que en vez de 350 diputados y 266 senadores tuviéramos a un solo político por partido, que representara el porcentaje de voto alcanzado en las urnas. Nos ahorraríamos un buen pellizco para las arcas públicas.

Para que algo cambiara en este país, habría que reformar la ley electoral e ir a las listas abiertas. O sea, como lo tenemos en el Senado -cámara que de hecho no vale para nada- pero mucho mejor. Así los diputados tendrían que explicarse ante sus electores y no solo ante los presidentes y secretarios generales de sus partidos. Y así sería posible que en aquellas circunscripciones donde un porcentaje importante de ciudadanos votaran en base a sus creencias y valores éticos, los políticos se pensaran las cosas dos veces antes de votar según qué leyes.

¿Hay alguna posibilidad real de que se produzca ese cambio en España? Más bien no. Quienes tienen que implementarlo son precisamente aquellos que viven la mar de bien con la situación actual. Por tanto, seguiremos viviendo en una farsa a la que llaman democracia y que consiste en que cada cuatro años los ciudadanos votan una lista cerrada y luego pierden cualquier control sobre aquellos a los que han votado.

Luis Fernando Pérez Bustamante