30.11.12

 

Un año y pico después de que protagonizara uno de los casos más flagrantes de rebelión contra la autoridad doctrinal de la Iglesia en las últimas décadas, el P. Helmut Schüller, sacerdote austriaco impulsor del “llamado a la desobediencia", ha sido despojado del título de monseñor y de la condición de “Capellán del Papa". Su arzobispo, el cardenal Schönborn, fue el encargado de comunicarle la noticia. Y su respuesta ha sido realmente impactante: “Das ist für mich kein Drama”

¿Y qué significa “Das ist für mich kein Drama“? Literalmente “Para mí esto no es un drama“. Pero también puede traducirse como “Me importa un pimiento…”, o “Para lo que me servían esos títulos…", o por “Anda que voy a llorar yo por esto… ¡JE!". En otras palabras, si alguien en Roma ha pensado que don Helmut va a cambiar de postura porque le dejen de llamar monseñor, que abandone ese pensamiento.

Ciertamente la Iglesia ha cambiado su manera de proceder ante los rebeldes internos. En el siglo XVI, el “llamado a la desobediencia” habría producido inmediatamente una bula papal de excomunión hacia sus autores y hacia los que la hubieran apoyado con su firma. Ahora las cosas van más tranquilas. Un grupo de sacerdotes piden que se cambie una doctrina que ha sido definida infaliblemente por el magisterio ordinario -por tanto, es irreformable- y, curiosamente, puede seguir siendo curas.

El Cardenal Schönborn dijo en septiembre del año pasado que el camino de la disidencia tendría consecuencias. Pero, sinceramente, si todo queda en que al líder de los disidentes se le retiran unos títulos que él desprecia, apañada va la Iglesia.

Podemos pensar que esta es solo una primera medida contra Schüller y los suyos. Quizás vengan otras detrás. Si hay algo claro en lo que está ocurriendo es que los rebeldes no piensan dar un paso atrás. No sé si tiene mucho sentido mantener un status quo en el que un grupo de sacerdotes demuestra públicamente que no tiene intención de acatar la autoridad de la Iglesia, mientras que ésta responde con discursos y palabras más o menos contundentes pero sin tomar medidas claras y rotundas destinadas a zanjar la cuestión. Es obvio que dejar de llamar monseñor al líder de la revuelta no va a cambiar nada.

Mientras tanto, los fieles seguiremos asistiendo atónitos al espectáculo. Toca ver cuál es la reacción en el clero austriaco ante lo ocurrido. Me temo que pueden publicar otra cartita o manifiesto apoyando al ex-monseñor y ex-capellán papal. Parece que estamos ante una partida de ajedrez en el que una parte manda peones, alfiles, caballos, torres y reina al ataque y la otra se conforma con enrocarse y rodear al Rey de todas sus piezas fuertes, mientras los peones andan desprotegidos en el centro del tablero.

Supongo que a la Santa Sede le debe de causar cierto temor dar el paso de suspender a divinis al P. Schüller. Si más de 300 sacerdotes austriacos decidieran acompañarle en dicha “suspensión", la Iglesia en Austria tendría un serio problema. Ahora bien, por muy grave que fuera ese problema, creo que es peor mantener como sacerdotes a quienes han demostrado que no deben de serlo. Según mi parecer, es mejor tenerles fuera que dentro. Creo que es mejor empezar de cero, que desde la rebelión a la autoridad de la Iglesia. Pero puedo estar equivocado. A Dios gracias, no me corresponde tomar esas decisiones.

Luis Fernando Pérez Bustamante