HOMILÍA DEL OBISPO

DEDICACIÓN DE LA IGLESIA PARROQUIAL DE LOS SANTOS MÁRTIRES EMETERIO Y CELEDONIO DE UNQUERA

 

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UNQUERA | 09.12.2012


El templo de Dios es santo; y ese templo sois vosotros (1 Cor 3, 17).

Saludo con afecto de Obispo y Pastor a mis hermanos sacerdotes: al Sr. Cura Párroco, D. Vicente Ruiz de Velasco y Punín, a quien le agradezco su cordial y fraterna acogida, y los desvelos y gestiones para la realización de este nuevo templo, a la vez que le deseo un fecundo pastoreo como nuevo párroco; al Sr. Vicario General, P. Manuel Herrero; al Sr. Vicario Episcopal Territorial de la Vicaría de Santiago; al Sr. Arcipreste de Virgen de la Barquera y sacerdotes del arciprestazgo y al resto de sacerdotes concelebrantes.

Saludo con deferencia al Sr. Alcalde y Corporación de Val de San Vicente y autoridades presentes en este Acto.

Dedico un saludo afectuoso de Padre y Pastor para esta querida comunidad parroquial de los Santos Mártires Emeterio y Celedonio de Unquera, para su Párroco, Consejo Parroquial y fieles laicos, que  tienen por delante la gozosa y exigente tarea de construir la verdadera iglesia con “piedras vivas”, responsabilizándose de que la parroquia sea escuela de comunión,  casa y cosa de todos. En este momento quiero expresar mi agradecimiento sincero al matrimonio D. Carlos Sánchez Floranes y a Dª Mercedes Sánchez Zuluaga, que han cedido gratuita y generosamente unos locales para que sirvieran de iglesia y usos parroquiales mientras se construía la nueva iglesia.

Un saludo, lleno de agradecimiento, junto con mi felicitación sincera para los  Señores Arquitectos, D. Luis Alberto y D. Eduardo, que han proyectado una Iglesia moderna y acogedora,  apta para el culto, junto con dependencias parroquiales; para los  Señores Aparejadores y Equipo Técnico; para los Jefes de  la Empresa Constructora “Juncalmar”, D. Víctor padre e hijo,  con su Encargado y trabajadores, que han realizado un trabajo con gran competencia profesional y esmero; para las Empresas colaboradoras, albañiles, carpinteros, responsables de la megafonía, pintores, electricistas y otras personas que han intervenido en la ejecución de los trabajos. En este capítulo de agradecimientos quiero dedicar un reconocimiento agradecido a D. José Oláiz, Vicario para Asuntos Económicos y Administrativos, que ha buscado los recursos económicos desde el Obispado.

Gratitud para los Señores Delegados Diocesanos de Patrimonio Cultural, D. José María,  y de Liturgia y Espiritualidad, D. Álvaro, por sus orientaciones técnicas, artísticas y celebrativas conforme a las normas del Concilio Vaticano II; a todas las personas que han colaborado en la preparación de esta bella y expresiva celebración; al coro de música de la parroquia.

Un saludo para los Medios de Comunicación Social, para nuestra Delegación Diocesana de MCS y especialmente para Popular Televisión de Cantabria atenta siempre a la difusión de la buena noticia del Evangelio.

Alegría de toda la Iglesia

Queridos hermanos: me alegro de estar entre vosotros esta tarde y me uno a vuestra fiesta para celebrar la dedicación de esta nueva y hermosa Iglesia. La inauguración solemne es el coronamiento de una larga empresa de esfuerzos y sacrificios compartidos por todos y el cumplimiento logrado de un deseo sentido por muchos. Por eso es una fiesta de fe, que marca un hito importante en la vida de nuestra Diócesis, en el Arciprestazgo de Virgen de la Barquera y, de modo particular, en esta parroquia de los Santos Mártires Emeterio y Celedonio de Unquera.

¿Qué hacemos al dedicar esta Iglesia? Dedicamos este templo a Dios y para la santificación de la comunidad cristiana. Esta es la casa de Dios y la casa de los hombres. “Acercándoos al Señor, la piedra viva desechada por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo” (1 Pe 2, 4-5).  “El templo de Dios es santo;  y ese templo sois vosotros” ( 1 Cor 3, 17).

Domingo II de Adviento (Ciclo C)

Hacemos la dedicación de esta iglesia en el II Domingo de Adviento, tiempo de la alegre esperanza, que nos prepara a la venida del Señor en la Navidad y al final de los tiempos, mientras acogemos al Hijo de Dios que está viniendo a nosotros en cada persona y en los acontecimientos de cada día, si los sabemos leer a la luz de la fe.

La liturgia de este II domingo de Adviento (Ciclo C) es una llamada  a la conversión de los valores del reino de Dios. El texto del evangelio por boca de Juan el Bautista, que cita al profeta Isaías,  clama abiertamente por cambios sustanciales en la geografía del desierto, entiéndase en nuestro paisaje interior y exterior, es decir: pide conversión de las personas y de las estructuras. Abrir el camino al Señor cada día resulta más difícil, porque entre nosotros crece el desierto de la increencia, de la indiferencia religiosa y de la apostasía silenciosa. Por eso  - como afirma el Papa Benedicto XVI en Porta fidei – “La Iglesia en su conjunto, y en ella sus pastores, como Cristo han de ponerse en camino para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud” (Benedicto XVI, Porta fidei, n. 2)

En el Año de la fe

            Dedicamos esta iglesia en el Año de la fe, convocado por el Papa Benedicto XVI, que se propone una renovada conversión al Señor Jesús y al redescubrimiento de la fe, de modo que todos los miembros de la Iglesia sean para el mundo actual testigos gozosos y convincentes del Señor Resucitado, capaces de señalar la puerta de la fe a tantos que están en búsqueda de la verdad. Por eso hemos querido dejar constancia histórica de este Año de la fe, colocando en la cristalera de la entrada de la Iglesia un texto de la Carta Apostólica Porta fidei  y poniendo el Credo Apostólico en las vidrieras del Presbiterio de la iglesia. “La puerta de la fe” que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. En ella confesamos la fe, recitando el Credo. 

Liturgia de la Dedicación

Queridos hermanos: os invito a participar activamente en la rica liturgia de la dedicación de la iglesia, que es sumamente expresiva por sí misma. Después de la procesión de entrada, hemos recibido la aspersión del agua, signo de nuestro Bautismo, en el que fuimos injertados simbólicamente en la muerte y resurrección de Cristo. Acabamos de concluir la liturgia de la Palabra. Ahora, después del canto de la Letanías de los santos, haré la oración de la dedicación de la iglesia y del altar, con la que se manifiesta el propósito de dedicar la iglesia para siempre a Dios y se pide su bendición. Seguirá la unción con el santo crisma del altar y de las paredes de la iglesia.

 El altar se convierte en símbolo de Cristo, que es y se llama el “Ungido” por excelencia y que con la ofrenda de su cuerpo y de su sangre continúa la redención del mundo por medio de la Iglesia. La unción del templo significa que éste es dedicado por completo y para siempre al culto cristiano. Seguirán los ritos de la incensación del altar y de la iglesia, para significar que el sacrificio de Cristo sube hacia Dios como ofrenda agradable y propiciatoria con las oraciones de los fieles. El revestimiento del altar para la mesa del banquete de la Eucaristía y su iluminación, signo de Cristo, Luz del mundo, concluyen esta parte de los ritos.

Preparado el altar, el Obispo celebra la Eucaristía junto con los sacerdotes concelebrantes. Esta es la parte más importante de todo el rito de la dedicación. La Eucaristía consagra el mismo altar y toda la iglesia, tal como los padres antiguos afirman repetidamente: “Este altar es admirable, porque por naturaleza es una piedra, pero se convierte en santo después de que ha sostenido el Cuerpo de Cristo” (San Juan Crisóstomo).

Os recuerdo el uso concreto que se espera que se haga de la iglesia: “Es el edificio en el que se congrega la comunidad cristiana para escuchar la Palabra de Dios, orar comunitariamente, recibir los sacramentos y celebrar la Eucaristía. Pero la oración de la dedicación añade algo muy importante: que la Iglesia sea lugar de solidaridad y un espacio donde los pobres alcancen acogida y misericordia.

 La dimensión propia de la caridad de los discípulos de Cristo siempre debe estar presente  en la casa de la iglesia. Hay aquí una llamada a la dimensión social de la fe y al testimonio de la caridad, que tenemos que vivir siempre, sobre todo, en estos tiempos de grave crisis económica para ayudar a los más pobres y a las familias necesitadas de diversos modos. La parroquia debe ser una casa abierta a todos, al pueblo y a las necesidades de los más desfavorecidos.

Fieles de la parroquia de los Santos Mártires : haced que vuestra iglesia  sea para cada uno de vosotros el centro de vuestra vida cristiana: comunidad de fe, de culto y de amor.

Pongamos este proyecto evangelizador bajo la intercesión de San Emeterio y Celedonio, titulares de la Parroquia, para que su ejemplo y testimonio nos ayuden a vivir la fe en esta hora de Nueva Evangelización. Que el Señor que ha comenzado en nosotros esta obra buena (este templo nuevo), Él mismo la lleve a su cumplimiento. Amén

+ Vicente Jiménez Zamora
Obispo de Santander