1.12.12

Corona de adviento. Por imperativo popular

A las 11:46 AM, por Jorge
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No tengo especial simpatía por la corona de adviento. De niño, y monaguillo desde los seis años, no la recuerdo en la iglesia. Durante mis estudios de teología en el monasterio del Escorial tampoco guardo recuerdo de una corona de adviento en la basílica.

Creo que comencé a encontrarme con ella en mi primer destino pastoral y la sensación es que desde entonces se le está dando un protagonismo tan innecesario como absurdo.

Nada hay en los libros litúrgicos sobre el particular. De hecho, el primer problema con el que te encuentras es que no sabes muy bien qué hacer con ella. ¿Dónde la ubicas? ¿Cómo se adorna? ¿Cuándo se enciende cada vela? ¿Hay algún pequeño rito para ello, alguna oración, algún texto? Pues la verdad es que nada de nada.

Sí hay mil materiales por ahí para aprovechar. De uno, de otro, una ocurrencia, una posibilidad… Pero en definitiva, nada.

Lo curioso es que un elemento tan nuevo, tan extraño a nosotros, tan fuera de los libros y las prácticas litúrgicas, haya calado con tal fuerza. Es verdad que tampoco hace daño. Cuatro velas por los cuatro domingos de adviento. Si son con los colores litúrgicos recuerdan que se comienza el año. En fin, que siempre hay un simbolismo.

El adviento tiene su propia expresión en la liturgia católica. El color morado, lecturas y oraciones, cantos propios ¡rorate, antífonas de la O! ausencia de flores, un destacar la figura de María… pero la corona siempre me ha parecido un elemento extraño e incómodo.

Dicho esto, ayer la coloqué en el presbiterio. La razón es la del “imperativo popular”. Hace dos años la suprimimos y hay que ver las críticas que nos llovieron. Y no merece la pena.

En todas partes se coloca (o en casi todas), siempre puede ayudar eso del simbolismo de las cuatro velas que nos trae los cuatro domingos y daño no hace. Pues nada, viva la corona de adviento.

Pero conste que sigo sin encontrarle la gracia.